El Movimiento con el que soñamos
- Opinión
“… cuando se cansa, el pato que hace punta, baja a la cola de la bandada y deja su lugar a otro, que sube al vértice de esa V que los patos dibujan en el aire. Todos se van turnando, atrás y adelante; y ninguno se cree superpato por volar adelante, ni subpato por marchar atrás.” (Eduardo Galeano, Los Hijos de los días, 1 de Mayo, Día de los trabajadores. Fragmento)
La “oscura noche neoliberal” como tan precisamente la llama el Presidente Correa, produjo la destrucción de las instituciones creadas a lo largo de un siglo y medio. Paralizó el desarrollo de los estados incipientes al principio y más consolidados después algunos con sueños Cepalinos. El neoliberalismo y el “mercadismo” sin límites se pone como objetivo desaparecer cualquier institucionalidad que defienda intereses ciudadanos y populares y lo logra en el Perú o en México, por ejemplo. A fines del Siglo XX e inicios del Siglo XXI se produce un vuelco brusco con la aparición de las Nuevas Democracias en América Latina. En esta construcción nueva, moderna, que recoge importantes experiencias socialistas, socialdemócratas ubicando al mercado en su lugar sin pretender desaparecerlo, el papel del líder es fundamental. Aglutinar, acumular, para poder confrontar y transformar. Más aún si pensamos que estas conquistas de importantes espacios de poder y de gobierno, se dan desde el campo electoral. Aquí es donde la figura carismática se afianza y mucho gira alrededor de él o ella.
Se produce una importante contradicción que aún no hemos logrado resolver, el líder versus el ejercicio democrático. Algunas veces perversa, (dice un amigo querido, que democratiza por un lado y recorta por otro) porque aún la abordamos de manera tradicional y tememos llevarla al campo del debate sereno. Difícil tarea cercados por el enemigo que no ceja en su empeño en destruirnos.
El esfuerzo debe estar dado desde la construcción en la dirección de las estructuras del Movimiento/Gobierno. Construir con humildad y firmeza. Seguimos con conceptos que tienen su origen en una mezcla de burocratismo, socialdemocracia, tecnocracia y a veces leninismo incluido, que no logramos sintetizar como una experiencia nueva. Es más difícil entrar al local del Movimiento que a un Ministerio. Lo que debería ser un local abierto, alegre lleno de servicios y centro del debate, está resguardado por la seguridad privada y una gran sala de espera. Creo que avanzamos, pero estamos por un camino que asusta y nos falta la audacia para depositar las fuerzas y responsabilidades en la creatividad de ciudadanos, ciudadanas honestas y organizadas.
Nos enfrentamos a grandes contradicciones expresadas por los distintos orígenes de clase que se dan en el Movimiento y a la vez por la interculturalidad y lo intergeneracional. El movimiento sigue siendo vertical y autoritario y transmite órdenes y no línea política. Burocratiza disponiendo quién debe ser tal o cual dirigente, en tal o cual Provincia, Cantón o Parroquia, muchas veces para beneficio personal de alguna o alguno en su carrera política y esto quita fuerza pues fácilmente es descubierto por el ciudadano y la ciudadana y por los movimientos sociales que rechazan las viejas prácticas.
Ello es parte de las contradicciones que hay que resolver. Cada uno trata de quedar bien con el líder lo que no facilita la democracia interna, sin reconocer el papel del otro en tal o cual acierto y por supuesto trasladando los errores que son siempre del prójimo o la prójima, pero jamás míos. A esto se agrega la poca efectividad del Estado sobre todo en las provincias, creado para servir a las oligarquías y que no logra ser renovado ni en sus funcionarios ni en su espíritu, a la velocidad que requiere el proceso.
Es un tremendo desafío por delante, pero hay que afrontarlo derrotando las ambiciones personales y los cantos de sirena de los enemigos. Las delfinas y delfines, aspirantes de brujo, deben aprender a navegar como los patos de Galeano. Una cosa es el gobierno y la competencia electoral. Otra cosa es el Movimiento para acumular fuerzas y mantener el ritmo y los triunfos electorales. Ambos se complementan y son indispensables el uno al otro, pero son diferentes en su construcción y desarrollo. Una sola posición política, una sola posición ideológica; dos prácticas diferentes. El Movimiento debe preparar la arena política en base a las necesidades y la distribución de la riqueza y el Dirigente debe lanzar las propuestas para que sean cumplidas satisfaciendo esas necesidades.
Para ponerle el cascabel al gato se necesita coraje y fe en la organización ciudadana. Esta escena se repite en varios países, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Argentina, Venezuela, con sus matices por supuesto. Dentro de este marco es la alternancia. Fuera de las nuevas democracias o de las revoluciones del Siglo XXI no puede haber alternancia. Lo que hay es democracia o retorno al neoliberalismo y, por ahora, repito, nuestra alternancia sigue siendo el Presidente Rafael Correa.
7 de julio de 2015
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