“Fui víctima de once atentados con bombas en Miami” (III)
- Opinión
Conversaciones con Max Lesnik 3/4
SL: Pasemos a otro tema. Usted desempeñó un papel importante en el establecimiento de un diálogo entre la comunidad cubana de Estados Unidos y el Gobierno de La Habana en 1978. ¿Podría contarnos la génesis de este proceso histórico de reconciliación?
ML: En 1976, James Carter, exgobernador demócrata del Estado de Georgia, ganó la presidencia. Era amigo de Alfredo Durán, un cubano implicado en la vida política norteamericana llegando a ser Presidente del Partido Demócrata de Florida. Yo lo conocía por mi profesión de periodista y de director de la revista Réplica. Todos los políticos de Estados Unidos me solicitaban constantemente para conseguir una entrevista porque nuestra revista no era sectaria y daba la palabra a todo el mundo, sin distinción, abierta al debate democrático y a la pluralidad de ideas. Se trataba de la revista en español con más difusión en Estados Unidos.
Un día, Durán me solicitó y me explicó que apoyaba a un candidato a la presidencia de Estados Unidos llamado James Carter. Debía pasar por Miami y Durán se encargó de su gira en la ciudad. Cuando Carter visitó Réplica, lo entrevisté y le pregunté cuál sería su política hacia Cuba. Sorprendentemente, respondió que establecería una comunicación con Cuba para mejorar los derechos humanos. Era la primera vez que un político norteamericano tenía ese discurso constructivo hacia La Habana.
SL: ¿Cómo se desarrolló el proceso?
ML: Carter fue elegido presidente de Estados Unidos e inició un proceso de acercamiento discreto. Se abrieron representaciones diplomáticas en ambas capitales, lo que ilustró la voluntad de Carter de establecer un contacto directo con las autoridades de la isla y poner término a veinte años de confrontación.
Bernardo Benes, eminente banquero que formó parte de la delegación de Carter durante su visita en Miami, viajó a Panamá para ver a su amigo Alberto Pons, un cubano que tenía un negocio de guayaberas exitoso. Un hermano de Pons, que vivía en Cuba, se encontraba también presente y se abrió un debate sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, así como sobre la situación de los derechos humanos. Pons había leído la entrevista a Benes en Réplica al respecto y le dijo lo siguiente: “¿Por qué no habla de ello con Fidel Castro?”
Benes se echó a reír y le replicó que estaba dispuesto a conversar con Fidel Castro. Cuando regresó a La Habana, el hermano de Pons informó a las autoridades. Por su parte, Benes hizo partícipe de esta conversación a un prominente agente de la CIA encargado de América Latina, que tenía su sede en México. Como banquero, Benes tenía muchos contactos. Había trabajado para el Gobierno de Estados Unidos en el Banco Interamericano de Desarrollo. Era un hombre muy abierto, con relaciones por todas partes.
El agente de la CIA informó al Gobierno de Estados Unidos. Benes entró en contacto con Bob Pastor, un colaborador estrecho de Carter y consiguió el permiso de explorar las posibilidades de acercamiento con las autoridades de La Habana. Con Charles Dascal, un cubano judío presidente del Banco Continental, donde yo tenía todas mis cuentas, Benes se reunió varias veces con Fidel Castro y logró la liberación de 3.500 presos políticos implicados en la guerra contrarrevolucionaria en los años 1960.
SL: ¿Cuándo regresó a Cuba?
ML: Durante uno de esos encuentros con Benes, Fidel le dijo que me invitaba a mí a viajar a Cuba. Todo ello era una operación secreta pues la extrema derecha de Florida se oponía a toda idea de normalización. Sólo ambos Gobiernos estaban al tanto.
En 1978 tomamos un jet privado en Fort Lauderdale hacia La Habana. Estaba con Benes y Dascal. Aterrizamos discretamente en el aeropuerto José Martí. Nos recibió Abrantes, general del Ministerio del Interior, viceministro del MININT y jefe de la escolta de Fidel, con él estaba José Luis Padrón, uno de sus principales ayudantes. Yo conocía a Abrantes desde la época prerrevolucionaria, vivíamos en el mismo barrio de La Habana Vieja, aunque no éramos amigos.
SL: ¿Cómo se desarrolló su encuentro con Fidel Castro?
ML: Al día siguiente, Abrantes vino a buscarme para decirme que Fidel quería verme. Fuimos al Palacio y apareció Fidel. Recuerdo haberle preguntado: “¿Cuál es el trato?”. Se trataba del presidente de la República y debía yo respetar el protocolo.
Fíjese que me respondió lo siguiente: “Para ti, Fidel”. Se estableció entonces el marco. Empezamos un diálogo que duró varias horas pues no nos veíamos desde el año 1960. Hablamos del pasado, de la época universitaria. A Fidel le gusta mucho recordar anécdotas.
Fidel me hizo muchas preguntas sobre Réplica. Quería saber todos los detalles, la tirada, la distribución, la técnica, la publicidad, su influencia. Es una de las características de Fidel. Tiene mucha curiosidad.
Luego, de repente, me preguntó: “Pero, ¿por qué te fuiste de Cuba?”. Le expliqué que no estaba de acuerdo con los comunistas cubanos y que me oponía a una alianza con la Unión Soviética.
Con mucha sabiduría Fidel me dijo lo siguiente: “Si hubieras ocupado mi cargo, hubieras hecho lo mismo para salvar la Revolución y evitar que Cuba perdiera su soberanía”.
Creo que Fidel tenía toda la razón. Si analizamos de modo retrospectivo los acontecimientos, conviene decir que su análisis era cierto. Me había equivocado. Si se hubiera hecho lo que quería yo, es decir mantener a Cuba fuera de la alianza con la URSS, Washington habría aplastado la Revolución. Si Fidel no hubiera aceptado la mano de los rusos, no habría sobrevivido la Revolución.
Recuerdo que cuando nos despedimos, Fidel me regaló un cuadro de Portocarrero, que aún tengo en la sala de mi casa y me dijo algo como “no te ves tan viejo, pero eres más sabio”.
SL: ¿Qué pensaba Fidel Castro de James Carter?
ML: Sobre Carter, Fidel pensaba que era capaz de llevar a cabo el proceso de reconciliación. Las perspectivas eran entonces alentadoras.
Lamentablemente, el éxodo migratorio de Mariel en 1980 y la crisis política que siguió puso término al diálogo bilateral. Alrededor de Carter gravitaban personas opuestas a toda normalización con Cuba. Zbignew Brezinsky, de origen polaco, acérrimo anticomunista, era asesor para la Seguridad de Carter. Para él no era posible ninguna diplomacia con los comunistas. Se opuso al diálogo y al secretario de Estado Salius Vans, favorable a un acercamiento con Cuba.
Entonces, cuando un grupo de cubanos entró por la fuerza en la embajada de Perú, causando la muerte de un guardia cubano, los diplomáticos se negaron a entregar a los refugiados a la justicia. Las autoridades cubanas decidieron entonces retirar la custodia que protegía la embajada y el diario Granma publicó una nota diciendo que todos los que quisieran abandonar el país lo podían hacer a través de la embajada de Perú. Miles de personas entraron entonces en la embajada. Brezinsky aprovechó la ocasión para influenciar a Carter y obligarlo a hacer esa famosa declaración en la que invitaba a los cubanos a viajar a Estados Unidos.
Fidel Castro se sintió entonces traicionado pues el conflicto era con Perú y no con Estados Unidos. Replicó diciendo por televisión que todos los cubanos que querían viajar a Estados Unidos lo podían hacer a través del puerto de Mariel. En total, 120.000 personas abandonaron la isla.
La historia es conocida. Reagan llegó al poder y puso término a la política de acercamiento con Cuba.
¿Cuáles fueron las consecuencias a nivel personal?
ML: Fui el blanco de los cubanos de extrema derecha, pues yo publicaba en Réplica artículos y crónicas favorables al diálogo. Del mismo modo, había denunciado el horrendo crimen cometido en octubre de 1976 contra un avión civil cubano que costó la vida a 73 personas. Habían colocado una bomba a bordo Luis Posada Carriles y Orlando Bosch. Denuncié esos actos terroristas mientras la extrema derecha los aplaudía.
Fui entonces víctima de varios atentados con bombas, como a otros partidarios del diálogo. En total, los terroristas realizaron once atentados contra Réplica. Nadie defendió nuestro derecho a la libertad de expresión, ni el Miami Herald ni la Sociedad Interamericana de Prensa. El único que nos defendió fue el Miami News, que no existe hoy. Tuvimos que poner término a la aventura de Réplica, porque ya no teníamos anunciantes.
SL: En 1994, otra crisis migratoria generó tensiones entre Cuba y Estados Unidos. Usted actuó para evitar una escalada. ¿Podría recordarnos los hechos?
ML: Me encontraba en La Habana con Alfredo Guevara y Eusebio Leal. Les expresé mi preocupación respecto a la crisis que podía desembocar en un conflicto de mayor magnitud. Clinton era un presidente débil y podía dejarse arrastrar. Carter podía ser la solución y yo podía contactarlo mediante Alfredo Durán.
Eusebio Leal me pidió que regresara al hotel y que esperara su llamada. A las tres de la mañana me llamó y me dijo: “Tu amigo universitario dice que hagas lo que tú quieras”. Se trataba de Fidel. Informé entonces a Durán de la situación y le pedí que contactara urgentemente a Carter. Cuando regresé a Miami nos encontramos en mi oficina con Durán. De mi lado, estaba yo al teléfono hablando con Alfredo Guevara que se encontraba con Fidel, y Durán, por su parte, tenía a Carter, que estaba en Atlanta. El expresidente le hizo entonces llegar un mensaje a Clinton.
SL: Hablemos ahora de la visita del papa Juan Pablo II en 1998.
ML: El papa había nombrado cardenal a Jaime Ortega. Conocía yo al nuncio apostólico en La Habana monseñor Benjamino Stella. Había una situación tensa con la Iglesia. Además, habían invitado a Ortega a Miami. Al respecto, Fidel nos dijo en una reunión en La Habana que tras la visita de Ortega a Miami, iba a regresar como contrarrevolucionario. Recuerdo haberle dicho a Fidel: “¿Por qué no le damos el beneficio de la duda? Yo estaré allí y te diré, le dije a Fidel”.
Fidel se enteró de que yo iba a asistir a la recepción que ofrecía el nuncio al día siguiente. Entonces pidió a Eusebio Leal y a Alfredo Guevara que estuvieran también presentes. Al día siguiente, durante la recepción, a la cual estaban invitados todos los miembros del Gobierno, sólo apareció Isabel Allende, que era en esa época viceministra de Relaciones Exteriores.
A las dos de la mañana, cuando terminó la recepción, el nuncio lamentó la ausencia de las autoridades gubernamentales. Le dije entonces que Fidel Castro había mandado personalmente a Leal y a Guevara y que deseaba normalizar las relaciones con la Iglesia. Se lo conté todo, sin traicionar ningún secreto. Hasta me viré hacia Jaime Ortega para decirle: “Fidel piensa que vas a regresar de Miami hecho un contrarrevolucionario”. Pero fíjese que Ortega se portó bien en Miami y ello abrió el camino a un acercamiento entre el Vaticano y La Habana.
Durante la visita del papa en 1998, el nuncio apostólico me invitó a Cuba. El día de su salida, el papa nos recibió de modo privado con otros tres amigos, los periodistas Alfredo Muñoz de la Agencia France Presse, Luís Báez y el comandante histórico Manuel Piñeiro Losada, también amigos del nuncio apostólico. El nuncio dijo al Papa: “Lesnik es de la casa”. Recuerdo haberle dicho que no era católico sino judío y que no era practicante. También le dije que mi madre era cubana y mi padre polaco. El papa dijo con cierto sentido del humor: “Dios bendiga a todos los polacos”. Claro, como él también era polaco…
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- Salim Lamrani es Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Cuba, the Media, and the Challenge of Impartiality, New York, Monthly Review Press, 2014, con un prólogo de Eduardo Galeano.
http://monthlyreview.org/books/pb4710/
Contacto: lamranisalim@yahoo.fr ; Salim.Lamrani@univ-reunion.fr
Página Facebook: https://www.facebook.com/SalimLamraniOfficiel
Fuente: Al Mayadeen
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