Brasil-México, Dilma y Peña
- Opinión
- México, indispensable para la integración latinoamericana
- La geopolítica de México no es la órbita imperial, es el Sur
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, llega de visita oficial a México este lunes 25 de mayo, por dos días. Será recibida por el presidente mexicano Enrique Peña Nieto. “Es fundamental, dice Dilma, la participación de México para la unidad latinoamericana”. Porque si bien está en la América de norte, por identidad histórica y cultural la relación con centro y Sudamérica es trascendental.
Se trata de un relanzamiento de las relaciones entre ambos países, tras el enfriamiento por las preferencias de Vicente Fox con el ALCA, el Área de Libre Comercio de las Américas propuesto por Estados Unidos para toda América y rechazado por Lula da Silva, por Hugo Chávez y Néstor Kirchner en 2005. Y porque los gobiernos del PAN se desentendieron de las relaciones con el continente latinoamericano, volteando únicamente hacia la América del Norte, Estados Unidos y Canadá. Traición a la política exterior de México.
Años atrás, México había sido un factor de equilibrio, más allá de las simples buenas relaciones con los países de América Latina, precisamente entre el poder imperialista estadounidense y el resto de países con la presencia mexicana a través de su política exterior bajo principios de respeto, de no intervención y solución pacífica de las controversias.
Pero hablando de relaciones específicas entre países, México durante por lo menos todo el siglo XX, mantuvo buenos nexos de amistad, relaciones diplomáticas y comerciales con casi todos los países, Brasil entre ellos —recuérdese que son las dos potencias de Latinoamérica—. Es el caso, también y solo para ejemplificar, de la participación de los gobiernos mexicanos en asuntos relativos a las relaciones entre Cuba y EU. Una suerte de triangulación para el tratamiento de los temas, en donde la intermediación de México contribuyó a suavizar sendas rispideces. Hasta que Vicente Fox metió la pata con el “comes y te vas” para Fidel Castro en la Cumbre Extraordinaria de las Américas de 2004. Acto que motivaría posteriormente la calificación de Castro a Fox como de “vil traidor”.
Hasta ahora, en los meses últimos en que la ruta de las relaciones entre ambos países está tomando otro cauce. Porque Barack Obama está utilizando el tema para salvar su administración, de dos cuatrienios, de la carencia de resultados en casi todos los temas propuestos en campaña cuando pidió el voto para ser presidente de su país.
Están también las relaciones comerciales, específicamente de algunas o muchas empresas que le apuestan a la transnacionalización desde México hacia el resto del continente —porque México adoptó la misma dinámica capitalista dependiente con Latinoamérica que padece desde el vecino del norte—, han madurado en algunos casos tanto en inversión directa como intercambio mercantil.
Hay empresas mexicanas como las cementeras, de telecomunicaciones, de la industria minera, entre otras, con gran presencia en muchos países como es el caso centroamericano. Las importaciones de México también de los más diversos productos fluyen a través de las fronteras hacia el mercado mexicano. Algo similar ocurre con el mercado de capital, porque hay inversiones directas también de empresarios mexicanos en varios países.
Si se aprovecharan experiencias y prácticas del poderío de la industria petrolera de ambos países, tanto de Petrobras como de Pemex, que juegan en las grandes ligas del mercado energético internacional, a raíz de esta presencia de Rousseff con Peña, sería productivo y benéfico para ambos países. Con todo y particularmente la reforma petrolera de México ha abierto clara y puesta en charola de plata, a la empresa a la inversión extranjera para su inclusión en todas las actividades derivadas del sector.
Peligro latente para los mexicanos que todo el fruto de dicha industria —es decir, la renta petrolera derivada—, pase por ganancias de los inversionistas extranjeros y México se quede con muy poco si no es que en ceros por entregar la riqueza petrolera y sus reservas a empresas particularmente estadounidenses. El potencial energético de México entra en la “órbita imperial” de EU, como la calificó el economista José Luis Ceceña ya en 1975 en su ya clásico texto.
Otras ramas de la industria, como la producción de automóviles, es boyante en ambos países, así sea especialmente en ensamble. Un acercamiento de ambas industrias podrá ser favorable. A modo de ejemplo, cito un estudio que expone lo siguiente:
“En 2013, según datos de la Secretaría de Economía (SE) de México, el comercio entre México y Brasil alcanzó un monto de 9,807 millones de dólares (mdd), una caída respecto de los 10,152 mdd registrados durante 2012. La balanza comercial bilateral, en los últimos tres años, ha mostrado un saldo favorable para México (alrededor de 2,458 mdd entre 2011 y 2013), aunque entre 1997 y 2010 el intercambio siempre favoreció a los brasileños.
“Si se considera que México y Brasil representan más de 50% del PIB de América Latina, las cifras de este vínculo comercial son poco significativas, asegura Miguel Ruiz, presidente de la Cámara de Comercio México-Brasil (Camebra).
“En la relación comercial México-Brasil, la industria automotriz es el ‘jugador’ más importante. De acuerdo con ProMéxico, del total de exportaciones mexicanas hacia el país sudamericano 52% corresponde a mercancías automotrices, y 23% de las exportaciones brasileñas con destino a México son del mismo sector.
“El nicho automotriz, quizá por su relevancia en la relación, también ha generado disputas. La más reciente en 2012, cuando la industria automotriz mexicana registró un superávit en su intercambio con las naciones sudamericanas. Los gobiernos de Brasil y Argentina exigieron una renegociación del Acuerdo de Complementación Económica número 55 (ACE No. 55), con el objetivo de imponer un límite a las exportaciones automotrices mexicanas.” (Andrés Piedragil Gálvez, “El encuentro económico entre México y Brasil”, cita en http://www.forbes.com.mx/el-encuentro-economico-entre-brasil-y-mexico/ ) .
Por tanto, nada sería mejor para Latinoamérica y Brasil, pero sobre todo para el propio México, que el gobierno de Peña Nieto reencauce sus relaciones hacia el rescate de sus preceptos de política exterior y enfoque sus relaciones con sus hermanos latinoamericanos. Falta le hace a México no solo voltear a sus raíces, encaminar sus políticas hacia allá. Pero no nos hacemos ilusiones. En la órbita imperial, México respira como el humo del cigarro en un sitio cerrado, la relación geopolítica con EU, tan desagradable como cancerígena.
Relación perversa, la exclusividad de México con EU, ha sido y será cada vez más tan dañina como corrosiva; una relación lejana, tan lejana como lo establecieron las reglas en su origen: el arrebato territorial a punta de pistola, un asunto que México no ha sabido o no ha querido reclamar por todas las leyes internacionales posibles. Una relación sellada por “heridas que no cierran”.
Para muestra un botón: ahí está como fruto de esa relación ajena, una política antidrogas con frutos perversos para México. Ojalá Enrique Peña y su gobierno entiendan que la geopolítica no está al norte sino al Sur.
sgonzalez@reportemexico.com.mx
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