El discurso del cinismo y la traición

29/08/2012
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El discurso del cinismo y la traición tiene una data histórica de muy larga duración en el género humano, la Biblia es la primera en representar este discurso falso, dual, ambiguo, simulado, confuso y enigmático cuando establece el mito de la serpiente que rodea a la pareja originaria de la tierra con sus argumentaciones llenas de cinismo y traición.
 
Este discurso ha sido expresado a lo largo de la historia de la humanidad, cuando se enfrentaron la verdad y la mentira, la dominación y la liberación, la sinceridad y la hipocresía, la lealtad y la deslealtad, en fin las paradojas que rodean todo discurso que va destinado a traicionar un amigo, un líder, un pueblo, una colectividad, una comunidad o una mancomunidad.
 
El cinismo según el Diccionario de la Academia Española de la Lengua (DRAE) significa “desvergüenza o descaro en el mentir o en la defensa y práctica de actitudes reprochables”.
 
Quien profiere un discurso cínico se acompaña del descaro para ocultar intenciones aviesas que serán la base de posteriores actividades en desmedro de un pueblo, un partido político, un movimiento o de un líder, amigo o compañero de viaje en la ruta que se cubre para llegar a ciertas metas.
 
El cínico sabe que miente, y sabe que es un desvergonzado, es decir un individuo con falta de sinceridad, de plenitud de la veracidad, es decir de la verdad. El cínico oculta la verdad, la adorna y la maquilla con otras actitudes que no son precisamente las más valientes o las más honestas.
 
El cínico es un deshonesto por antonomasia y puede tomar una serie de medidas para que todo lo que él proponga sea tomado como un acto de convergencia amistosa a sabiendas de que su palabra está contaminada por la traición.
 
La dualidad de sus expresiones, la falta de respeto, y sobre todo la insolencia son de algún modo las actitudes psíquicas que ocultan verdaderas intenciones de acciones posteriores que van acompañadas de la traición, la perfidia, la alevosía, la ingratitud, el desacato,etc.
 
El discurso del cinismo fue introducido por los españoles de la conquista, cuando a los indígenas, padres de nuestra patria ancestral, eran conminados a la paz, asesinándolos, eran convocados a la armonía exterminándolos, eran llamados a la reflexión expulsándolos de sus territorios, y así por el estilo.
 
Durante el coloniaje español, el discurso del cinismo fue implementado por la iglesia, la corona española y los funcionarios burocráticos que en medio del adoctrinamiento religioso y el aprendizaje de la lengua indiana fueron penetrados ideológicamente para convencerlos de que Dios era justo, equitativo y misericordioso.
 
Así en el decurso de la independencia, había en el sociedad el bando de la corona española y sus aliados criollos y el bando de los independentistas, unos que abogaban por la el fin de la esclavitud y los otros que proseguían en sus intenciones de proseguir administrando aquella sociedad injusta, deleznable, perseguidora, aplastante. Eran los ricos contra los pobres, los criollos patriotas contra los criollos esclavistas. El lenguaje del interlocutor era cínico, era desvergonzado, era dual, por ello no hubo una real independencia, el acta de la independencia es una ejemplo del cinismo de la burguesía criolla dominante.
 
Morazán fue el patriota que desactivó aquel discurso y lo denunció con vehemencia, incluso en el momento mismo de su asesinato político expresado en el testamento. Su muerte fue uno de los ejemplos del cinismo de las fuerzas oscurantistas de la región.
 
Luego las guerras intestinas no eran si no contradicciones del poder local, acompañadas de acciones impúdicas morales, políticas, religiosas. El cinismo prosiguió en su senda de ambivalencia para calificar el sentido de la patria.
 
El siguiente coloniaje norteamericano abierto con cinismo para esclavizarnos nuevamente, puso de par en par las puertas de la nación para que el dinero, la mercancía, la explotación del hombre por el hombre, la apropiación de la tierra nacional fuese la catapulta para desnacionalizarnos, des identificarnos, y sobre todo, someternos al imperio que nacía con la crueldad con la cual siempre se ha manifestado.
 
El lenguaje del cinismo se puede leer en la famosa carta Rolston. Cada uno de los presidentes que fueron impuestos por el imperio de las bananeras hablaron del amor a la patria y a la inversión extranjera como la canonjía salvadora de nuestras crisis sistemáticas, a sabiendas de que tales expresiones no eran el fruto de la verdad si no de la mentira y del cinismo rampante.
 
Desde entonces en la historia contemporánea hemos sido siempre referidos por un lenguaje de inmoralidad, de desfachatez, de desvergüenza y hasta de un insolente descaro, que ha inventado un monstruo amenazante en la figura del comunismo internacional, para imponernos una democracia fallida, injusta en todas sus aristas, explotadora hasta vaciar las arcas del estado mediante todos los subterfugios conocidos, en los cuales la corrupción ha sido el punto esencial del desarrollo para que la burguesía oligárquica se haya convertido en el parásito más execrable del cual se pueda tener conocimiento.
 
Todos los golpes de Estado que fueron asestados en diferentes momentos de unos 100 años de historia llevaban implícito la lengua vernácula del cinismo. Todas las acciones políticas fueron tramadas para engañar al pueblo, traicionar al soberano y desmontador cualquier otro intento de independencia política o económica.
 
Todas las fuerzas del oprobio coincidieron siempre en la tortura, la persecución y el rencor contra los proyectos democráticos de independencia y soberanía popular.
 
Vivimos exactamente en este sistema imperial neoliberal, la esplendidez del cinismo, del discurso mentiroso, impúdico, procaz. Nos conducen como manadas, hatos, rebaños, como seres desalmados, animales que no posee la racionalidad de la inteligencia, en fin, nos acarrean por tramos donde no existe la luz, si no sólo la oscuridad y la mentira, disfrazada de medias verdades y medias mentiras, en donde nadie sabe en su andar si lo que está a su lado es un fingimiento, un fantasma, un maquillaje, o simplemente una seria burla cínica.
 
Los partidos oligarcas y con ello la raza del desierto que los acompaña y aúpa, arribadas al país en la eclosión del enclave bananero, junto a la fuerza armada como instrumento de potencia desmedida, todos a la voz de una afilan sus lenguas y sus discursos en la cotidianeidad de la crisis que vive el pueblo, con el objetivo de proseguir la ruta trazada por el imperio español, el inglés y el norteamericano.
 
Por ello, los partidos políticos y sus “líderes” en cada momento electoral de una democracia con vestimentas de payaso cínico van colocando en los medios de difusión masiva sus mensajes de burla, desprecio e insulto a la lógica del hambre, la miseria y la desigualdad total de la sociedad hondureña.
 
No es por ello gratuito y causal que esa mentalidad de la engañifa cainesca que arropa el discurso de los oligarcas y sus testaferros intelectuales y materiales, se haya apoderado de los dirigentes liberales y cachurecos como si fuese esa dimensión la vara mágica de política vernácula.
 
Y lo más doloroso es que en los hondureños, haya uno que otro cínico que, como buen discípulo de tan magistrales profesores de antaño y hogaño, blanda palabra en ristre el cinismo más deplorable y desvergonzado que se pueda captar en el momento mismo del parto de la sociedad refundada, de la sociedad renovada, de las sociedad liberada.
 
La traición en este caso, en el caso de Honduras, ha sido simple y sencillamente, la consecuencia inmediata y concreta del discurso del cinismo histórico y deleznable. Cinismo que a fuerza de haber sido utilizado en medio milenio de historia nacional, pareciera que su práctica es ya un modelo imprescindible y sistemático.
 
Cinismo y traición son caras de una misma moneda, ángulos de un mismo objeto geométrico, visiones de una misma realidad, acciones de un ancestral ejemplo de ignominia, degradación, infamia y afrenta histórica.
 
https://www.alainet.org/fr/node/160643?language=es
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