CELAC: Tarea inmensa para voluntad de gigantes

09/02/2012
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“La producción de demasiadas cosas útiles da como resultado demasiados hombres inútiles” (“Manuscritos económico-filosóficos”: Karl Marx, abril, 1844).
De la economía política clásica se dice que tenía cuatro tareas fundamentales: representar la estructura económica de su tiempo; presentarse como un sistema científico; adquirir la forma de teoría del desarrollo económico y asumir la función de teoría de la política económica (Roll: 1978).   

Y ahora, más de dos siglos después de haber nacido tal corriente de pensamiento, la constitución de la CELAC nos brinda la oportunidad de reflexionar y forjar una nueva economía política, latinoamericanista y a la vez universal, con una quinta tarea adicional a la tradición clásica y neoclásica, es decir, con la sagrada  misión de representar una teoría (y un camino) para la integración regional autonómica.

Pero no cualquier integración. Una que sirva de guía para la superación de la alienación y para la conquista de la emancipación mediante el trabajo libre y creativo, en el cual, al decir de Marx, el hombre no viva exclusivamente para trabajar y consumir, donde éste no sea esclavo de la máquina, del dinero, del patrón ni de las estructuras burocráticas (“Marx y su concepto del hombre”: E. Fromm, FCE, 1961).

Es obvio que la CELAC como proyecto de integración regional representa tan sólo una parte de algo mayor, y que es imposible reducirla a la dimensión económica. Sin embargo, siendo lo económico un elemento importante de nuestro naciente proyecto latinoamericano, cabe replantearse las principales tareas históricas que como conglomerado continental tenemos pendientes, y que en materia económica y política pueden resumirse (sin pretender agotarlas aquí) de la siguiente manera:

1- Superar la heterogeneidad estructural cuasi-congénita que incapacita a cada una de las naciones latinoamericanas.  

2- Disipar la dicotomía campo-ciudad (con sus abismales asimetrías y sus odiosas desigualdades).

3- Disminuir el antagonismo radical que se deriva de anteponer las economías de exportación en detrimento de la economía doméstica y del maltrecho mercado interno.

4- Reducir las enormes brechas existentes entre la economía local (popular y pequeña), la gran economía empresarial (de raigambre oligárquica), y las corporaciones transnacionales (extranjeras y depredadoras). En fin, terminar con éstas economías de “tres velocidades” como les llama la CEPAL.

5- Superar la “irracionalidad macro-económica” que aqueja a las economías latinoamericanas y caribeñas, en donde, a decir de Aníbal Quijano y Víctor Tolkman, “se ahorra lo que es abundante (fuerza de trabajo que se ahoga en el desempleo crónico y estructural), y se despilfarra lo que es escaso (capital potencial para la inversión local que huye de donde es producido para ir a “dormir” a los bancos y a las bolsas de valores extranjeras).

6- Abandonar el esquema neoliberal de las “ventajas competitivas” (que a decir de James Petras, esconde la doctrina del pez grande que se come al más chico), para asumir las “ventajas cooperativas” (donde la lógica del intercambio es la complementariedad y la reducción de las asimetrías entre naciones).

7- Combatir de manera efectiva la “fuga de cerebros” y repatriar la inteligencia y el talento de los mejores profesionales y científicos latinoamericanos, que desde hace décadas impulsan la investigación y el desarrollo (R & D), de las naciones altamente industrializadas que les han dado el reconocimiento que se les niega en casa.

8- Renacionalizar la fuerza de trabajo apátrida, esa que cada día se enfrenta a la pesadilla americana para dinamizar las pequeñas economías locales a través de las remesas. Esa es la única inversión extranjera que salva a los pobres en ALC.

9- Reafirmar de manera práctica (no sólo discursiva) la libre autodeterminación de las naciones latinoamericanas y caribeñas, y ejercer el derecho a la soberanía política, económica, militar, alimentaria, cultural, medioambiental y financiera.

10- Defender el carácter inalienable de los recursos naturales renovables y no renovables, depositando su cuido, administración y explotación sustentable y sostenible en manos de las comunidades locales ancestrales.

Para conseguir todo esto se requiere de una enorme voluntad (la cual no debe confundirse con voluntarismo), y de mucho conocimiento. Pero no de cualquier voluntad ni de cualquier conocimiento.

Ya lo decía el profesor Samuelson (Premio Nobel en 1970); “tener un conocimiento ligero de algo puede ser peligroso”. Y con respecto a la voluntad, afirmaba; “pensar con arreglo a nuestros deseos es un mal método… (…) “cuando es obligatorio adorar al sol, mal se pueden comprender las leyes del calor” (Samuelson: 1973).

Sergio Barrios Escalante.
Científico social e investigador. Ensayista y escritor. Publica la revista virtual Raf-Tulum. Es activista por los derechos sociales de la niñez y adolescencia.

https://www.alainet.org/fr/node/155784
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