Culminó con clima incierto la COP 17 en Durban, mientras se profundiza la crisis ambiental
14/12/2011
- Opinión
Culminó con clima incierto de decepción para muchos la 17 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 17) en Durban-Sudáfrica, el 12 de diciembre. Pese a que los comunicados oficiales la declararon exitosa, argumentando que los representantes de casi 200 países participantes lograronun acuerdo final para la ampliación del plazo del Protocolo de Kyoto más allá del 2012, con una nueva “hoja de ruta” por negociar y un nuevo período de compromiso “vinculante” de los países en sus emisiones GEI a ser implementado el 2020.
Lo cierto es que los principales responsables de la crisis ambiental y del cambio climático, como son los países industrializados, una vez más patean para adelante supuestos nuevos acuerdos sin avanzar en concreto sobre las cuotas de reducción de las emisiones GEI, o sobre los compromisos para la implementación del Fondo Verde del Clima, o sobre cómo enfrentar la crisis del modelo económico de desarrollo en tanto causa principal del calentamiento global y de la inequidad social. Porque si bien los países involucrados acordaron una plataforma para continuar las negociaciones del clima en los próximos años, no existe ninguna garantía de que efectivamente se van a aplicar los recortes de emisiones GEI recomendados por la comunidad científica para detener el calentamiento global, ni menos de aplicar cambios estructurales en el sistema económico hegemónico a favor de la equidad y la justicia social.
Durante la COP 17 quedó evidenciado en las negociaciones sobre el clima, que con los actuales recortes de emisiones contaminantes de los países industrializados no podrán limitar el calentamiento global en menos de dos grados centígrados (umbral límite estimado -según estudios científicos- para impedir que el planeta se recaliente, implicando una reducción de 25% a 40% de emisiones GEI para el 2020). Lo que refleja un grave problema, porque el mundo en gran medida sigue dependiendo de los combustibles fósiles que contaminan el ambiente. Existiendo por ende una brecha de emisiones mundiales GEI generadas por la quema de combustibles fósiles, que debería resolverse a corto plazo por los países responsables antes que la crisis se profundice.[1]
Lamentablemente la comunidad internacional sigue sin dar señales claras a favor de estabilizar el clima y de evitar la profundización de la crisis ambiental. Una de las razones de esta situación se debe al poco interés mostrado por los países industrializados (principales responsables de la crisis), para asumir nuevos compromisos en la reducción de sus emisiones GEI, ad portas de culminar el Protocolo de Kyoto el 2012. De hecho así lo confirma el desinterés anunciado por Canadá, Rusia y Japón de suscribir un nuevo compromiso, aduciendo que el protocolo no ha sido realista y que si hubiera uno nuevo debiera ser voluntario; así también la conocida postura renuente de EE.UU. y la de China, pese a ser los mayores emisores GEI en el mundo.[2]
La importancia del Protocolo de Kyoto reside en que es el único instrumento vinculante en materia climática global. Por eso, luego de la COP 17 y más allá del 2012 en que termina, nos quedan varias interrogantes sobre sus alcances y el carácter que tendría en un segundo periodo. La Unión Europea propuso adoptarlo recién el 2015 e implementarlo hasta el 2020. Propuesta que ha sido criticada por los países en desarrollo y en general por los movimientos y organizaciones sociales, porque deja abierta la revisión de su carácter vinculante y retrasa su implementación, implicando inacción hacia adelante y por tanto un mayor riesgo de daño ambiental que puede ser irreversible ante el aumento de la temperatura global más allá de los 2 grados centígrados.[3]
Son numerosas las organizaciones ambientalistas y movimientos sociales en general, así como de ciudadanos que se vienen movilizando y pronunciando a favor de la justicia climática y la equidad social, exigiendo la ampliación del Protocolo de Kyoto mediante un acuerdo negociado a nivel mundial jurídicamente vinculante y un plan para ponerlo en práctica y para asumir compromisos concretos con el Fondo Verde del Clima, de ayuda a los países en desarrollo para paliar los efectos e impactos negativos del cambio climático. Sin embargo todo ha quedado difuso para adelante, en la medida que los negociadores de los países industrializados (principales responsables de la deuda ecológica generada) una vez más han impuesto sus condiciones, mientras los países en desarrollo no lograron una actuación de contrapeso, no obstante su responsabilidad diferenciada en este grave problema.
Si bien es cierto existen grandes intereses económicos subyacentes como cuestión de fondo al problema de la crisis ambiental y del cambio climático, que en general devienen de la crisis sistémica del capitalismo global.[4] Las relaciones asimétricas entre los países del centro y la periferia, en esa medida, seguirán siendo determinantes de las próximas negociaciones y acuerdos futuros a los que se arriben. Como consecuencia, la convergencia de abajo hacia arriba de los movimientos ambientalistas y organizaciones sociales serán también determinantes de un mayor escalamiento de sus demandas por justicia climática y equidad social. Lo que sin duda será parte del desafío continuo del movimiento social, para seguir escalando posiciones en base a acciones concretas a contracorriente de la racionalidad global imperante.
- Walter Chamochumbi es integrante del Instituto Laboral Andino (ILA) y consultor en Gestión Ambiental y Desarrollo Sostenible.
[1] Desde 1990 se refiere un incremento del 49% de emisiones GEI generada por la quema de combustibles fósiles, alcanzando un récord de 48,000 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) el 2010, con la probabilidad que llegue a 50,000 millones de CO2 el 2011.
[2]Se refiere que países emergentes como China, India o Brasil condicionan un nuevo compromiso vinculante del Protocolo de Kyoto si EE.UU. y los otros países no lo asumen por igual, complejizando un mayor avance en el tema.
[3] Los científicos estiman que las emisiones globales deben caer a 44.000 millones de toneladas para 2020 y seguir disminuyendo 2% cada año, una meta que la comunidad internacional, fuertemente dependiente de los combustibles fósiles, encontrará "sumamente difícil" de alcanzar si no existe voluntad política para ello.
[4] Tal como numerosos analistas sostienen, el contexto de crisis de la economía y del cambio climático global está intrínsicamente relacionado -en su origen- con la inviabilidad del sistema económico imperante y su paradigma de desarrollo. En artículo “Copenhague y COP 15: Dilemas y letanías sobre el Cambio Climático”, de Walter Chamochumbi, publicado en Ecoportal, dic, 2009.
https://www.alainet.org/fr/node/154710?language=en
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