La revolución está en la esquina donde Marx la esperaba

26/10/2011
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El desempleo es el eslabón débil del sistema capitalista en su estado actual, y las exigencias del capital financiero de aplicar severos planes de austeridad agravan la situación. Prueba de que el plan adoptado por la Unión Europea provocará más despidos es el aumento de los valores bursátiles en todo el mundo, este jueves 27 de octubre. Incluso en Francia, donde el mismo día se conoció del alza de 0.9 por ciento en la cesantía y el despido de seis mil trabajadores en Europa por parte de la firma PSA Peugeot-Citroen, que al mismo tiempo anunció que aumentará su producción en Brasil: como recompensa a los despidos y a la deslocalización PSA Peugeot-Citroen vio sus acciones aumentar en 3.46 por ciento, y el índice de valores CAC 40 de la Bolsa de Paris festejó todo esto con un alza de 5.74 por ciento.
 
Seguirán empleando la sangría para “curar” una economía anémica
 
Para salir de la crisis de la deuda pública y de los déficits fiscales la Unión Europea, en realidad quienes la dirigen, o sea el dúo franco-alemán, adoptó un plan que de ser llevado a cabo y tener éxito, según respetados analistas, ampliará el ya masivo desempleo y la inestabilidad política en una gran parte de Europa. Al adoptar este plan y las severas políticas de austeridad que lo acompañan, como escribe el columnista Thomas Walkom del Toronto Star, la zona euro de Europa se ha puesto y ha puesto el mundo ante una posición insostenible, opinión que comparte Larry Elliott, del diario británico The Guardian, para quien ese plan no enfrenta el desafío más importante: “Cómo hacer para que se pongan nuevamente en marcha las economías de los 17 países que forman la unión monetaria. En este invierno la amenazante recesión resaltará el hecho de que, muy en lo profundo, la crisis de la deuda en Europa es en realidad una crisis de crecimiento y desempleo”.
 
Para Walkom es evidente que en “Berlín y Paris hay poca simpatía para los desempleados de Madrid. Ellos son, después de todo, españoles. No alemanes ni franceses. Ellos son los artífices de sus propios problemas. Esto ya lo hemos visto antes. La última vez fue después de 1918, cuando los Aliados victoriosos insistieron en que Alemania y Austria cargasen con el fardo financiero de la primera Guerra Mundial, una guerra que fue considerada como de su propia falta”.
 
Y agrega que tales imposiciones, como el “paquete de rescate” sugerido ahora por los lideres de la zona euro, fue diseñado con objetivos políticos: “Los votantes en las naciones triunfantes no tienen simpatía por los habitantes del otro campo. Los términos de la reparación (del Tratado de Versalles) fueron despiadados. Alemania debía pagar sus deudas y satisfacer a los mercados financieros internacionales, aun cuando eso significara llevar el país hacia el caos. La resultante dictadura (nazi) era predecible, tanto como la devastadora guerra global que siguió. Los tiempos duros llevan a que los pueblos abracen a líderes intratables. Nada de esto es historia antigua. No han pasado 40 años desde que Grecia, Portugal y España emergieron de dictaduras. E Italia hace largo tiempo que tiene una complicada relación con el fascismo. No asumamos que es imposible que tales cosas puedan volver a suceder. A veces la historia se repite”.
 
Es evidente, como escribe Larry Elliott, que en el fondo la crisis actual es un asunto de (falta de) crecimiento y (un creciente) desempleo, y que – como sugiere el veterano Walkom – la decisión política del dúo franco-alemán ampliará la cesantía y la inestabilidad política existente en Europa, propiciando incluso la incubación de regimenes represivos, dictatoriales y eventualmente revanchistas.
 
La cesantía o desempleo masivo es la manifestación de todo lo que no marcha en términos económicos, por problemas estructurales y coyunturales. Pero también de todo lo que ha dejado de funcionar en términos políticos por la incapacidad (adquirida o innata) de la clase política dominante para efectuar cambios radicales en el sistema capitalista, como los aplicados a partir de 1933 por el presidente Franklin D. Roosevelt para poner fin al masivo desempleo durante la Gran Depresión.
 
La cuestión del desempleo y el subempleo, que no sólo aumenta sino que tiende a volverse endémico entre los jóvenes (y menos jóvenes) en los países del capitalismo avanzado, es la manifestación del principal problema estructural de la economía real. Esto lo han entendido los jóvenes en España, con los indignados, y ahora los jóvenes de Estados Unidos y de otros países europeos con “somos el 99 por ciento!”.
 
Lo han entendido porque han visto y están viendo que aun en los centros del capitalismo avanzado, donde las economías reales están nuevamente al borde de otra recesión, el sistema – la oligarquía financiera con los bancos centrales, los gobiernos y los partidos políticos de gobierno a sus ordenes - no solo se muestra incapaz de generar empleos sino que adopta políticas para cesantear cientos de miles de empleados públicos y privatizar lo que resta de empresas, bienes y servicios públicos para que pasen a producir una renta para el insaciable sector financiero de Wall Street, la City de Londres y algunos bancos de los principales países europeos.
 
¿Por qué hay tanto y tan persistente desempleo?
 
El trabajo asalariado y el capital parecen estar desincronizados (y) al parecer ésta creciente y fuerte tendencia sugiere la existencia de cambios estructurales de largo alcance, dice el economista estadounidense Tyler Cowen al ser citado en un despacho de la agencia Reuters (1) del 19 de octubre y firmado por Jason Lange. El interesante despacho cita datos de la creciente “brecha entre el hombre y la maquina”, entre el trabajo asalariado y la automatización de los procesos de producción, sea de bienes o de servicios.
 
El tema del reemplazo del hombre por la maquina aparece con mayor frecuencia en los trabajos de economistas y en las opiniones de analistas, a veces como referencia al “efecto de reemplazo” que define el sociólogo Richard Sennett (2), o sea el reemplazo de personal asalariado por sistemas automatizados.
 
Brian Arthur, economista y “pensador de la tecnología” en el Santa Fe Institute, elabora sobre lo que define como la existencia de una “segunda economía”, de naturaleza “digital” (3), y sus impactos reales: “Estoy preocupado porque hay impactos negativos en los empleos. Si la productividad aumenta, pongamos a (una tasa de) 2.4 por ciento en un año dado, eso significa que el mismo (porcentaje) de personas pueden producir 2.4 por ciento más o que nos encontramos frente a la misma producción con el 2.4 por ciento menos de personal. Ambas cosas están sucediendo a la vez. Estamos obteniendo mayor producción por cada persona (empleada) en la economía; a escala nacional requerimos de menos personal para alcanzar la producción total”, y enfatiza que desde los años 90 los empleos físicos también están desapareciendo en esa segunda economía, o sea en la “economía ya digitalizada”. Y afirma que él cree que esa realidad está siendo eclipsada “por los mucho más publicitados efectos de los empleos (deslocalizados) en lugares como India y China”.
 
De la producción de prosperidad a la distribución de la prosperidad
 
En su ensayo Arthur elabora sobre “la amplia lección” que se debe sacar de la predominancia de esta segunda economía, que será “el motor del crecimiento y de la prosperidad para el resto del siglo y más allá, pero que no proveerá empleos, y en consecuencia la prosperidad no será accesible para muchos. Esto me sugiere que el principal desafío de la economía está virando de la producción de prosperidad a la distribución de la prosperidad. La segunda economía producirá riquezas sin importar lo que hagamos: la distribución de la riqueza ha devenido el problema principal. Por siglos, en Occidente, la riqueza ha sido tradicionalmente aportada mediante empleos, y los empleos siempre estaban presentes. Cuando los trabajos en el campo desaparecieron teníamos los empleos en la manufactura, y cuando estos desaparecieron migramos hacia los empleos en (el sector de) servicios. Con la transformación digital esta última reserva de empleos está achicándose – un número inferior al nuestro tendrán un empleo de cuello blanco en los negocios -, y nos enfrentamos a un problema”.
 
El economista Erik Brynjolfsson y el investigador Andrew P. McAffe, ambos del Massachusetts Institute of Technology (MIT), acaban de publicar un libro titulado “Race Against The Machine”, en el cual tratan de entender el impacto de la “revolución digital”, de la automatización de los procesos de producción, sobre el empleo y la economía.
 
En la introducción ambos autores reconocen que “poco se ha hablado” sobre el papel de la aceleración de la tecnología: Puede parecer paradójico que el aceleramiento del progreso pueda dañar los salarios y el empleo para millones de personas, pero hay argumentos de que eso es lo que está sucediendo () las computadoras están ahora haciendo muchas cosas que antes eran el dominio exclusivo de las personas. El ritmo y la escala de esta invasión en estas habilidades humanas es relativamente reciente y tiene profundas implicaciones económicas. Quizás la más importante de ellas es que mientras el progreso digital hace crecer la tarta económica general, puede al mismo tiempo llevar a que algunas personas, o incluso muchas de ellas, queden en una peor posición.
 
Brynjolfsson y McAffe agregan que considerando que la potencia de esta economía digital continuará creciendo, así como sus impactos sobre los empleos, habilidades y en la economía en general, se puede hablar de que la raíz de nuestros problemas no es que estamos en una Gran Recesión o en un Gran Estancamiento, sino que estamos en los primeros pasos de una Gran Reestructuración.
 
Esta preocupación por el impacto que los avances tecnológicos tienen sobre el empleo no es algo nuevo. En 1930 y en un ensayo titulado “Posibilidades económicas para nuestros nietos”, el economista John Maynard Keynes se refirió a ello en términos que retoman el análisis que Karl Marx hace de la tendencia del capitalismo a revolucionar constantemente sus fuerzas productivas. Y como Marx en sus borradores de 1857-1858 (Elementos fundamentales para la critica de la economía política), Keynes pronostica que los avances tecnológicos resolverán los problemas económicos, la producción de bienes, quedando por resolver el problema de la distribución de esas riquezas socialmente producidas.
 
El desempleo y el empobrecimiento masivo es el eslabón débil del sistema.
Gran parte del enorme esfuerzo de Marx estuvo dedicado a estudiar y describir lo que constituye la esencia misma del capital: la explotación del trabajo asalariado, que es tanto el punto de partida – con la producción de la plusvalía - como de llegada – la realización de esa plusvalía mediante el consumo por medio del salario - del ciclo que permite regenerar el capital.
 
En la esquina de la revolución
 
“Todos los adelantos de la civilización, por consiguiente, o en otras palabras todo aumento de las fuerzas productivas sociales, si uno quiere de las fuerzas productivas del trabajo mismo – tal como se derivan de la ciencia, los inventos, la división y combinación del trabajo, los medios de comunicación mejorados, creación del mercado mundial, maquinaria, etc. – no enriquecen al obrero sino al capital una vez más, sólo acrecientan el poder que domina el trabajo, aumentan sólo la fuerza productiva del capital”, escribía Marx (4) en 1857-1858, cuando argumentaba que el empobrecimiento de la clase trabajadora tiende a aumentar respecto al desarrollo de las fuerzas productivas del capital y el constante incremento de la producción de bienes y servicios, de la riqueza social, como es evidente en la etapa actual.
 
Marx, quien sostenía que la revolución en el modo de producir, y por lo tanto en las relaciones de producción y de cambio del capitalismo se gestaron en las entrañas del sistema feudal, y que lo mismo sucederá con el capitalismo, aborda esta perspectiva en la obra citada – páginas 226 a 229, en el Cuaderno VII-Maquina y trabajo vivo -, cuando escribe que “lo que permite a las maquinas ejecutar el mismo trabajo que antes efectuaba el obrero, es el análisis y la aplicación – que dimanan directamente de la ciencia – de leyes mecánicas y químicas”.
 
Esto, agrega en una época en que reinaba la energía producida por la caldera de vapor y la electrónica, así como la biología y otras ciencias no habían sido dominadas por el hombre y por lo tanto no estaban al servicio de la gran industria, solo se verifica “cuando la gran industria ha alcanzado ya un nivel superior y el capital ha capturado y puesto a su servicio todas las ciencias () las invenciones se convierten entonces en rama de la actividad económica y la aplicación de la ciencia a la producción inmediata misma se torna en un criterio que determina e incita a ésta”.
 
Es así que el capital desde sus comienzos vive en esa contradicción insalvable, que es la de depender de la explotación del trabajo vivo, asalariado, para su existencia y regeneración, y por otra parte de no poder resistir al impulso de obtener más riquezas reemplazando ese trabajo vivo con maquinarias cada vez más sofisticadas y operando hasta las 24 horas del día si fuera necesario.
 
Esta es la avenida que construyó la revolución en el modo de producir que gesta el mismo sistema capitalista, y que ha llegado o está por interceptar la otra avenida, la de la revolución social, construida ésta por las luchas de los desposeídos, por ese creciente ejercito laboral de reserva, por una sociedad que se empobrece tan aceleradamente como el capital se enriquece, que al carecer de empleos - o de salarios decentes por la presión que ejerce sobre el mercado laboral el ejecito de reserva - está obligada a reducir su consumo en tiempos de sobreproducción, agravando el ciclo infernal.
 
O, como escribía Marx, las fuerzas sociales y las relaciones sociales – unas y otras, aspectos diversos del desarrollo del individuo social – se le aparecen al capital únicamente como medios, y no son para él más que medios para producir fundándose en su mezquina base. De hecho, empero, constituyen las condiciones materiales para hacer saltar esa base por los aires (página 229 de la obra citada)
 
La revolución está en la intersección entre las avenidas de la “revolución en el modo de producir” y de la “revolución social”, en la esquina donde Marx la esperaba.
 
Notas
 
 
2.- Ver “El gran problema estructural del capitalismo” en http://alainet.org/active/49449&lang=es
3.- W. Brian Arthur, The Second Economy. El autor define esa “segunda economía” como el producto de las tecnologías de información “que van más allá” del uso de las computadoras, del comercio electrónico, y que conducen a la “digitalización” de los procesos que antes eran el dominio de los seres humanos.  https://www.mckinseyquarterly.com/The_second_economy_2853
4.- Karl Marx, (Grundisse) Elementos fundamentales para la critica de la economía política (borrador) 1857-1858, paginas 248-249 de la edición de Siglo XXI Argentina Editores SA, 1971. Las itálicas figuran en el original.
 
- Alberto Rabilotta es periodista argentino. 
https://www.alainet.org/fr/node/153586

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