Argentina es crítica de la agresión de OTAN contra Libia

Distintas posturas latinoamericanos sobre el CNT libio

06/09/2011
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El Consejo Nacional de la Transición en Libia (CNT) busca el reconocimiento mundial, con el aval de la OTAN. Varios gobiernos se lo concedieron. En Latinoamérica, en cambio, los únicos fueron Colombia y Panamá.
 
Las marionetas de la OTAN dijeron haber ocupado la mayor parte de Trípoli el 21 de agosto. Llegaron allí como hicieron el resto de su campaña: usufructuando los bombardeos de la Alianza Atlántica, que les abría camino hacia el corazón de Libia. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, declaró que esos bombardeos fueron 14.000. Tuvieron de blanco a los militares leales a Muammar Khadafy pero también, y muy especialmente, a la población civil.
 
Curiosa “intervención humanitaria” la de la NATO fundada en 1949 contra la URSS y el bloque socialista. Cincuenta años después de esa creación estadounidense, pulverizaban Yugoslavia y debutaba la teoría de invasiones por motivos humanitarios, Kosovo en este caso.
 
Ahora el norte de Africa fue el escenario de la agresión invocando razones humanitarias, que brillaron por su ausencia desde el 17 de febrero pasado y sobre todo desde el 19 de marzo, cuando los aviones de la OTAN empezaron a descargas sus bombas y misiles. En comparación con esta dantesca destrucción, las persecuciones adjudicadas al gobierno de Khadafy quedaron reducidas a una expresión menor.
 
El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, se vanaglorió en Bruselas de la campaña que ha dominado casi todo el país. Y reafirmó que su entidad militar se quedará “hasta que sea absolutamente necesario”.
 
Los efectivos del CNT no pudieron todavía tomar Sirte, la localidad natal de Khadafy ubicada en la costa del Mediterráneo, ni otros puntos como Sabha, Al-Jufra y Bani Walid. En esta última habita la tribu Warfalla, numerosa y alineadas con el coronel. Rasmussen admitió que siguieron bombardeando Sebha, a 780 kilómetros al sur de Trípoli, lo que daría la impresión de que también allí hay obstáculos a quienes dicen controlar todo el territorio.
 
Los invasores habían dado un ultimátum para que esos resistentes se rindieran, pero el plazo se venció sin ver una bandera blanca. Extendieron una semana más ese lapso, pero en el medio se conoció una grabación radial del líder prófugo, llamando a la resistencia y a lo que anticipó LA ARENA, una “guerra de guerrillas”.
 
En París se hizo una “Reunión de amigos de Libia Libre”, organizada por Nicolas Sarkozy y Hillary Clinton, para presentar en sociedad al CNT. Se les aguó la fiesta cuando el diario Libération publicó una carta de ese Consejo, datada a fines de febrero, donde le prometía a Francia el 35 por ciento del petróleo libio como compensación al respaldo de París. Por algo el de Sarkozy fue el primer gobierno del mundo en reconocer a las marionetas de la OTAN como “representante legítimo” de Libia. Sin admitir formalmente esa misiva, el canciller Alain Juppé consideró que esa preferencia era “algo bastante lógico y bastante justo”.
 
Petróleo y política
 
Esas informaciones sobre el remate del crudo a favor de las potencias extranjeras que bombardearon con prisa y sin pausas, vino a confirmar lo denunciado por estadistas como Hugo Chávez y Fidel Castro. Ambos dijeron que la guerra contra Khadafy tomaba la excusa de “proteger civiles” y luchar “contra un dictador”, pero que en el fondo sólo procuraba succionar la riqueza petrolera local. Francia e Italia estaban entre los más desesperados por asegurarse ese crudo a precios bajos, cuando el barril ha trepado hasta los 111 dólares el barril.
 
El apetito de las grandes potencias no sólo demanda una buena vianda de petróleo, de calidad y barato, sino también elegir otras opciones políticas del menú. Estados Unidos está a la búsqueda de bases para sus campañas que mundialmente buscan ocupar posiciones en el campo intermedio entre las suyas y sus rivales China y Rusia. El objetivo más o menos inmediato es voltear la pieza de Siria.
 
Es paradojal que en estos tiempos de tantos adelantos científico-técnicos, los imperios sigan obsesionados -como al inicio de su formación- por un recurso básico como el petróleo. Son de estricta actualidad estas reflexiones: “pero los métodos que usa el imperialismo petrolero en la consecución de sus fines, así como las luchas entre los monopolios internacionales que se desarrollan en los países poseedores de petróleo, da impulso, por reacción, a la conciencia antiimperialista”. Su autor es Arturo Frondizi, en la introducción a Petróleo y Política, 1954, reimpreso en diciembre de 1955 por Editorial Claridad (pág. 28). No escribía nada mal el joven abogado radical, lástima que al llegar al gobierno, quedó empetrolado como un pingüino, untado por el lobby de las empresas.
 
La Cumbre francesa en bienvenida a Mustapha Abdeljalil y Mahmud Djibril, los enviados del CNT, no fue tan numerosa como la pintaron sus apologistas. Eduardo Febbro escribió que había 13 presidentes y ministros de 20 países, varios de los cuales mantenían reserva frente al Consejo, casos de China y Rusia. El ex banquero y representante de intereses estadounidenses en Argentina, Emilio Cárdenas, columnista de “La Nación”, duplicó esa cifra. “La cita fue en Paris. Los anfitriones, Nicolás Sarkozy y David Cameron, así como el "grupo de países amigos" de Libia y los principales organismos multilaterales. En total asistieron sesenta delegaciones”, exageró.
 
 Divisoria en Latinoamérica
 
La agresión norteamericana y europea (con el aval de monarquías del Golfo) ha polarizado las posiciones entre los gobiernos latinoamericanos.
 
El más funcional a la agresión fue el colombiano Juan M. Santos, que rápidamente recibió a los enviados del CNT y reconoció su polémica administración. El 25 de agosto abrió la presidencial Casa de Nariño para el delegado oficial del CNT, Basit Igtet, y los representantes de la “Fundación Libia Independiente”, Mustafá Abdul Jalil y Adam Hock. Los visitantes elogiaron a Colombia por reconocer a Consejo como representante legítimo del pueblo libio. El otro gobierno que dio ese paso con velocidad de Fórmula 1 fue el presidente empresario de Panamá, Ricardo Martinelli. Colombia y Panamá ya tenían como antecedente ser los primeros en reconocer al gobierno poco democrático de Porfirio Lobo, surgido tras el golpe en Honduras.
 
En la otra postura, opuesta por el vértice, están Venezuela, Ecuador, Cuba y Nicaragua; Brasil y Argentina ocupan una ubicación centrista pero crítica de la agresión.
 
Chávez propuso tempranamente un Grupo de Paz, pidiendo mediadores y diálogos de paz entre las dos partes. Todavía hoy insiste en la idea, para que no continúe la carnicería, aunque no se priva de criticar la línea pro imperial del CNT. Su crítica se acentuó luego que los invasores de Trípoli asaltaran la residencia del embajador bolivariano, Afif Tajeldine. La Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), integrada por Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica, y San Vicente y las Granadinas, denunció esa agresión que “viola la soberanía territorial venezolana y atenta contra la inmunidad que protege a esta legación diplomática”.
 
Ecuador estuvo magnífico, por medio de la palabra presidencial, secundada por la de su canciller Ricardo Patiño.
 
El 3 de setiembre el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba informaba “que ha procedido a retirar a su personal diplomático en Libia, donde la intervención extranjera y la agresión militar de la OTAN han agudizado el conflicto, y han impedido al pueblo libio avanzar hacia una solución negociada y pacífica, en pleno ejercicio de su autodeterminación”.
 
EE UU vino apremiando a Brasil para que se plegara al canto de loas al CNT, pero aún no pudo sonsacarle ni una nota. Un aliado íntimo de Itimaraty, como el gobierno de Sudáfrica, está de punta contra el operativo de la OTAN en Libia al que acusa de violar la resolución 1973 del Consejo de Seguridad.
 
Arrecia la presión del lobby pronorteamericano en Buenos Aires para que Cristina Fernández reconozca a las marionetas de la OTAN. Hay que sumar la columna de Cárdenas, las declaraciones de Pepe Eliaschev (30/8, Le doy mi palabra, Canal 26) y la nota de Martín Dinatale titulada “Indefinición argentina ante Libia” (“La Nación”, 31/8). El autor se lamenta de que “por ahora, la Argentina no reconocerá al Consejo Nacional de Transición (CNT) y esperará a que las Naciones Unidas tomen una decisión al respecto”. Dinatale sangraba por la herida y recordaba que en noviembre de 2008 la presidenta argentina había visitado a Khadafy en una gira por países árabes y Africa. Parece un delirio creer que “pegar” a CFK con el polémico coronel pueda afectarla electoralmente en octubre. Sí sería conveniente que la presidenta y La Cámpora pongan distancias con su flamante amigo, el colombiano Santos.
 
 
https://www.alainet.org/fr/node/152369
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