Retrógrados con sentido común

David García Martín

28/04/2011

Opinión

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La desregulación salvaje ha llevado a una crisis global que ha dejado más de 50 millones de parados en el mundo. A pesar de ello “los consejeros delegados de empresas importantes como 3M, General Electric y Cisco Systems están ganando tanto como antes del impacto de la recesión. De hecho algunas están ganando incluso más”, informa /The Times/.

Resulta contradictorio que en tiempos en los que hay que “ajustarse el cinturón”, a la gran mayoría le toque llevarlo ceñido hasta el último agujero, y otros lo lleven tan suelto. Es la ley del mercado, o mejor, la ley de la selva, aquella que durante cuarenta años se ha adueñado del sistema económico y llevado a su terreno las reglas del juego. Estas empresas han ganado en torno a un 12% más que en el ejercicio del año 2009.

La codicia del hombre ha conseguido encontrar nuevos paraísos, pero muy alejados de los naturales. A usado la "inteligencia", la malicia y la perspicacia, para saltarse las reglas o usarlas en beneficio propio, a sabiendas de que iban en contra de los intereses ciudadanos y con la responsabilidad de poner en solfa la quiebra del sistema económico y financiero. No hay que olvidar que después de la caída de Lehman Brothers y de AIC, dos de los gigantes de la economía estadounidense, los resortes de la economía mundial saltaron por los aires.

“Los Greenspan y los Paulson” hacen y deshacen las leyes a su antojo para que el mercado sea el que se regule a sí mismo. Son los que manejan desde sus despachos y en connivencia con los poderes financieros, las leyes que más convienen al mercado y a sus intereses. No es que no quieran reglas, eso es falso. Pocos sistemas pueden sobrevivir sin ellas. Ellos, como los alfareros, las moldean a su antojo para obtener la vasija que más se amolda a sus necesidades.

El sistema premia a aquellos que generan beneficios, por eso los consejeros delegados reciben tales cantidades de dinero. Pero: “¿La empresa existe para beneficio de los accionistas o de los ejecutivos?”, se pregunta Albert Meyer, gestor de capital de Bastiat Capital en Plano. Por esta regla de tres también se tendría que actuar en consecuencia cuando las decisiones de los altos ejecutivos no dan beneficios, sino todo lo contrario: son las que provocan desbarajustes de proporción global.

Meyer critica las bonificaciones desorbitadas, e intenta invertir en empresas con convenios que den prioridad a sus accionistas, y no a sus consejeros delegados, como la empresa noruega Statoil, donde uno de sus consejeros ganó 1,8 millones de dólares frente a otros, como la de su homólogo de la multinacional, Exxon Mobil, que se llevó 21,7 millones en el ejercicio anterior, según /The New York Times/. Las acciones de la empresa noruega, Statoil, tienen un valor superior en bolsa a las de Exxon, lo que indica que las cosas se pueden hacer de otra manera.

Estas bonificaciones desmesuradas se generan en corporaciones con sistemas cortoplacistas que buscan que el máximo beneficio quede en los bolsillos de los más privilegiados. Pero las posibilidades de quiebra son mucho mayores que en aquellas empresas que racionalizan sus beneficios y tienen un sentido de ética empresarial. Los primeros -los cortoplacistas- juegan con que todavía no hay sanciones para aquellos que ponen en riesgo el sistema económico mundial, aunque ya hay asociaciones y personalidades que alzan la voz y piden se estas operaciones se juzguen como "delitos económicos contra la humanidad".

Estos halcones de las finanzas que apuestan y defienden el todo vale, a menudo, amparándose bajo el paraguas del progreso, les cuelgan el sambenito de retrógrados a aquellos que están en desacuerdo con las formas ilegítimas en las que actúa el sistema financiero, porque piensan que el futuro no está en expoliar y acumular, sino racionalizar y redistribuir.

- David García Martín es Periodista

Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) Web: http://ccs.org.es/

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