Integración centroamericana, sistema mundo y crisis económica
03/03/2011
- Opinión
Queremos situar la discusión sobre la integración centroamericana en el contexto de la crisis mundial, examinar su impacto sobre América latina, para concluir planteando los retos que tiene la región. La crisis, a diferencia de lo mucho que se ha escrito, presenta nuevas oportunidades que deben aprovecharse. Los cambios a nivel mundial deben ser asumidos con cierta audacia para situar la región en una posición más favorable. No se trata de utopías o discursos meramente ideológicos. En el último cuarto de siglo XX fuimos testigos como la correlación de fuerzas en la región se transformó con el triunfo de la Revolución sandinista y la victoria del FMLN. Asimismo, como Panamá obligó a EEUU a levantar sus estacas coloniales, evacuar sus bases militares y ceder la administración del Canal de Panamá.
En los últimos dos años hemos estado discutiendo la crisis económica en el contexto de la crisis de hegemonía del sistema mundo, entendiéndolo como un cambio de época en el desarrollo capitalista. Muchos de los problemas teóricos que son objeto de debate en los círculos marxistas se han convertido en temas de discusión cotidiana. Por el lado más concreto, la crisis económica de Estados Unidos ha disminuido las inversiones, el empleo y el consumo a escala mundial. Además, ha generado inseguridad entre los actores sociales y turbulencia en los mercados internacionales.
La combinación de lo político y lo económico es objeto de cuidadosos análisis, especialmente cuando se trata de explicar el comportamiento de uno a partir del otro. Aún cuando muchos relacionan la crisis económica con el abuso y la mala administración de los recursos mundiales (neoliberalismo), en realidad estas supuestas causas son también consecuencia de una crisis aún más profunda.
Cualquier salida a la actual crisis (aún lejos de resolverse) arrojará como resultado una nueva organización social y espacial de la sociedad y una correlación de fuerzas distinta entre las clases sociales. El colapso financiero y, más aún, la disminución de la tasa de ganancia nos acerca a lo que algunos llaman una crisis de hegemonía. El grupo de trabajo sobre Estados Unidos de CLACSO plantea que la competencia económica mundial le hace cada vez más difícil a Estados Unidos conservar su posición hegemónica sobre los demás países, tanto desarrollados como “emergentes”.
El primer libro del grupo en 2007 ya planteaba la pérdida de competitividad económica de EEUU y, también, un deterioro en la planta científico-tecnológica. El deslizamiento, sin embargo, aún no se sentía en otras áreas claves como la cultura y el poderío militar. Desde aquella fecha para acá, la crisis económica que era inminente estalló como consecuencia del colapso de uno de los andamiajes de la estructura: la burbuja inmobiliaria.
Durante varias décadas muchos estudios apuntan a la crisis que acecha al desarrollo del capitalismo tal como se conoce en la actualidad. Se trata, según algunos, de un sistema mundo capitalista que nació en ciertas circunstancias y, cumplidas todas sus etapas, está llamada a perecer. En el caso de Giovanni Arrighi, su enfoque difiere algo en la medida en que relaciona la crisis actual de sobreproducción a una crisis de hegemonía de Estados Unidos. Este país, que se constituyó en eje central y motor principal de la acumulación capitalista desde mediados del siglo XX, será pronto desplazado por un nuevo centro hegemónico.
También se destaca en esta línea de pensamiento, Samir Amin, quien plantea que el sistema unipolar de desarrollo capitalista tiende a ser reemplazado por relaciones internacionales que darán lugar a un mundo multipolar. Cada región estará integrada estrechamente a las demás, pero guardando su especificidad cultural y autonomía política.
Quien se ha destacado en los estudios del sistema mundo capitalista es su principal gestor, Immanuel Wallerstein. En el marco de su obra que cubre un periodo de casi 40 años, Wallerstein plantea que el modo de producción hegemónico actualmente está a punto de fenecer como resultado de sus contradicciones internas insalvables. Wallerstein, a diferencia de otros, no postula un modelo de sociedad que sustituya al capitalismo. Según el sociólogo norteamericano, enfrentamos un futuro lleno de incógnitas donde predominará la incertidumbre.
Pero si la desconfianza es el menú del día entre los miembros de la clase capitalista, entre los trabajadores no hay señales de que la situación sea diferente. El neoliberalismo –política concebida para debilitar a la clase obrera– aparentemente tuvo el éxito esperado entre sus arquitectos. Sin embargo, no resucitó al capitalismo como sistema.
Un capitalismo vigoroso hace nacer una clase obrera con igual entusiasmo. Es una relación dialéctica cuyas contradicciones esconden el dilema de la clase capitalista, incapaz de resolver el conflicto que la pone al borde del abismo en forma permanente. La clase trabajadora, por su lado, se quedó con las lecciones del profesor Marx: Son las contradicciones del crecimiento capitalista incapaz de generar excedentes en forma continua que finalmente lleva al sistema al colapso. Sin embargo, se olvidó que Marx también tenía su lado militante. El Palacio de Invierno no es un símbolo ni un eufemismo. Es una realidad. La clase obrera tiene que asumir su rol como sujeto social y organizar el conjunto del pueblo para asumir las riendas del poder.
En poco más de dos años de crisis (2008-2011), los grandes Estados capitalistas han destruido más del 10 por ciento de toda la propiedad basada en la explotación del trabajo y el mercado. Probablemente, continúe destruyendo la propiedad inservible por varios años adicionales. (En la crisis de 1930 destruyó el 50 por ciento).
América latina
En el caso de América latina, el comercio exterior con EEUU y Europa se ha estancado (el comercio con China es la excepción). Igual suerte ha tenido la producción nacional, las inversiones, el empleo, los ingresos y los salarios. Las grandes transformaciones que atraviesan el tejido social de los países capitalistas han impactado la correlación de fuerzas sociales y políticas. Obviamente, América latina no se ha escapado de esta realidad. ¿Podrán los gobiernos “progresistas” (o no progresistas) de la región continuar financiando los programas focales dirigidos a mitigar la pobreza? ¿Tendrán que plantear políticas más integrales? ¿Qué efectos podrán tener otro tipo de programas sobre la nueva correlación de fuerzas?
Al mismo tiempo, se está produciendo un cambio importante en lo que se refiere a los socios comerciales de América latina. "Hace 20 años, China era el decimosegundo socio de América Latina, cuyo volumen comercial apenas superaba 8 mil millones de dólares. Desde 2007 ocupó la segunda posición, multiplicando por 13 aquella cifra y en 2009 superaba 100 mil millones de dólares", según el Diario del Pueblo (11/8/09). En 2010, China se convirtió en el primer socio comercial de Brasil, superando a EEUU. Además, ha fortalecido lazos comerciales con Venezuela, Argentina y Ecuador.
Los proyectos desarrollistas y neoliberales están en bancarrota. Le corresponde a América latina ir más allá del proyecto de mercado nacional o de ser exportadora primaria. Tiene que definir una estrategia global capaz de situarla en el escenario mundial. Hay que preguntarse, ¿qué clase social o combinación de clases sociales son capaces de alcanzar este objetivo?
La integración centroamericana
Comencemos diciendo que la integración de los pueblos no es el resultado de la eliminación de sus aduanas. Más bien, la eliminación de sus aduanas es el producto de la integración de los pueblos.
En el caso de Centroamérica y Panamá los proyectos de integración son tan antiguos como la creación por la Corona española de la Capitanía general de Guatemala hace varios siglos. La Confederación centroamericana que surgió con motivo de la independencia es otro ejemplo de la integración. Ambos proyectos tenían fines políticos. El primero, respondía a los intereses mercantilistas (acumulación de metales preciosos) del Reino de España. El segundo, en el siglo XIX, plateaba un proyecto hegemónico de la clase criolla de Guatemala que no logró consolidarse al no poder subordinar las elites de las otras provincias de la región, a diferencia de casos como México, Buenos Aires o Lima.
A mediados del siglo XX se impulsó un proyecto de integración económica de la región muy ajeno a las iniciativas mercantilistas. Su objetivo era crear un mercado capitalista con capacidad productiva y de consumo. El proyecto estaba basado en una estrategia de inversión industrial con capitales y tecnología norteamericanos, complementada por la producción agropecuaria de la región.
El concepto de mercado común fracasó, primero, como consecuencia de las diferencias irreconciliables ente los diferentes Estados (alianzas de elites dominantes a nivel nacional). En segundo lugar, la crisis de acumulación capitalista mundial a partir de la década de 1970 generó un nuevo eje de “desarrollo” (acumulación capitalista) que excluyó a Centroamérica. Las supuestas políticas de integración económica – industrialización, comercialización y proletarización - condujeron hacia la desintegración social y política. Las guerras civiles latentes estallaron en los cuatro países del norte. Un golpe militar abortó un desenlace parecido en Panamá en 1968.
Cuando se regresó en la década de 1990 a regímenes que buscaban los consensos, el discurso sobre la integración (económica) no ocupaba lugar alguno en la agenda. El discurso era dominado por la cuestión política (democracia), el equilibrio de fuerzas y la creciente desintegración de la sociedad.
La inexistencia de un discurso que reivindicara la integración regional se debe a que no hay grupo social (o sujeto social) que lo promueva como parte de su propuesta. Entre los grupos sociales no hay que ignorar a las poderosas elites norteamericanas (las múltiples fracciones de su clase dominante que constituye EEUU). La influencia de estos grupos sobre la región es significativa para no decir determinante. Han impuesto sobre la región tres proyectos en medio siglo (1960-2010): “La alianza para el progreso” (con el proyecto de incrementar la productividad - ganancias), “el consenso de Washington” (transferencia de las riqueza social de una clase a otra - desposesión) y la actual “Alianza igualitaria” (frenar la pérdida de hegemonía).
Hay fuertes indicios que la propuesta de EEUU ha quedado reducido a su proyecto militar. El Plan Mérida se hace sentir en cada país, incluso en Costa Rica y Panamá donde violan en forma cotidiana sus propias constituciones. Desde la perspectiva económica, los proyectos con inversiones dirigidas a enclaves son realidades de un pasado muy lejano. Las iniciativas vinculadas a la transferencia de tecnologías industriales (incluso maquilas) tampoco encuentran asidero. El Tratado de Libre Comercio con EEUU acordado a mediados de la década pasada no ha promovido las actividades económicas para la exportación. Incluso, las remesas producto de la exportación de fuerza de trabajo se ha estancado con la consiguiente disminución de los ingresos.
La crisis económica norteamericana ha afectado en forma significativa la capacidad de ese país para darle impulso a un proyecto de integración en Centroamérica. Europa se ha quedado rezagada igualmente, a pesar de los cantos de sirena de los reyes españoles que sirven de avanzada para los capitales más agresivos de Europa. Al igual que en Sur América, en Centroamérica, la llegada de los grandes inversionistas chinos está generando nuevas posibilidades de integración. Sin embargo, Centroamérica está muy lejos de sus hermanos del sur cuya integración se ha fortalecido con un MERCOSUR vigorizado, con la aparición de UNOSUR y ALBA que se moviliza en busca de nuevos socios.
¿Cuáles son las perspectivas para un proyecto de integración centroamericana?
Con la experiencia de varios siglos, Centroamérica tiene que plantearse un proyecto de integración que reúna tres elementos estratégicos. En primer lugar, la integración tiene que ser autóctono y no definirse en función de un objetivo que se acomoda a un proyecto ajeno a la región (EEUU, Europa, China u otro). En segundo lugar, tiene que responder a un objetivo estratégico con una definición política que se encuentre solidamente sentada sobre una base material. En tercer lugar, y quizás el más importante, requiere de un sujeto social (un grupo o una alianza de grupos sociales) que le pueda dar liderazgo al conjunto de fuerzas sociales de la región.
1. El proyecto autóctono implica que debe crecer de adentro hacia fuera. El sistema mundo capitalista – en el cual Centroamérica jugó un papel estelar en su formación hace varios siglos – está cambiando permanentemente en función de las crisis y de las nuevas estrategias de acumulación. La región tiene que identificar estos procesos y sacarle provecho. A principios del siglo XXI observamos las llamadas potencias económicas emergentes, entre las cuales destacan China y Brasil. ¿Serán capaces estos países de levantar la productividad de mil millones de habitantes y cien millones de habitantes (China y Brasil, respectivamente) actualmente marginados de la producción? ¿Puede Centroamérica hacer algo similar con los 30 millones de productores actualmente marginados? Este es un momento único en la historia del sistema mundo capitalista. El sistema se ha fraccionado y emergen nuevas fuerzas. ¿Surgirá una que reemplace a EEUU como hegemónica? ¿Aparecerá un sistema con centros hegemónicos múltiples? Depende de nosotros.
2. La región centroamericana cuenta con una base material de enorme potencial para hacer realidad un proyecto de acumulación. La diversidad de sus recursos naturales y la riqueza de su población, tanto en el istmo centroamericano como en la diáspora, garantizan una base sólida para avanzar en la dirección correcta.
3. El sujeto social presenta problemas que pueden ser resueltos si observamos la experiencia de los países europeos, lo que ocurre actualmente en China, la historia de EEUU en el siglo XX y los esfuerzos de Brasil en el presente. En el último medio siglo las viejas clases terratenientes de la región se convirtieron – con el apoyo de las elites de EEUU - en empresarios con proyectos de acumulación basados en la “super-explotación” de los trabajadores. Al mismo tiempo, los campesinos (e indígenas campesinos) que representaban más del 80 por ciento de la población a mediados del siglo XX fueron literalmente proletarizados, se convirtieron en obreros y hoy son trabajadores precarios. Ambos grupos sociales han aprendido mucho y han formado organizaciones políticas con enorme potencial. En la actualidad, en Centroamérica hay dos frentes de liberación nacional en el poder político, dos partidos social demócratas gobernando y otros dos con partidos de derecha que están siendo obligados a negociar con fuerzas populares.
La integración tiene que basarse en esa realidad. La lucha se inicia a partir de un proyecto que movilice las fuerzas sociales internas y que sea capaz de enfrentarse a las realidades del sistema en el cual nos encontramos insertos.
Como diría Samir Amin, el sistema unipolar de desarrollo capitalista tiene que ser reemplazado por relaciones internacionales que darán lugar a un mundo multipolar. Cada región estará integrada estrechamente a las demás, pero guardando su especificidad cultural y autonomía política.
¿Cuál es el sujeto social que puede consolidar esa especificidad cultural y autonomía política? ¿Está madurando y consolidándose en medio de las contradicciones que caracterizan un sistema mundo capitalista fraccionado y en crisis o todavía no ha hecho su aparición sobre el escenario centroamericano?
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena. http://marcoagandasegui10.blogspot.com
* Charla presentada el 30 de marzo de 2011 en el Foro regional Centroamérica después de la crisis organizado por la Fundación Friedrich Ebert en San José de Costa Rica.
https://www.alainet.org/fr/node/148726?language=en
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