Lo que hace “carburar” el imperio

07/03/2011
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La revolución árabe está sobrevolando la región del petróleo y ya se habla de nacionalizar o fortalecer el control estatal sobre las industrias en Egipto. Hasta el momento, escribe Robert Dreyfuss (Will the Arab Revolution Challenge Big Oil?, The Nation), la rebelión árabe no ha sido ideológica. Pero lo que está en juego es la incalculable riqueza de una región por largo tiempo explotada. Con esta insurrección popular llegando a Bahrain y las “semillas de la rebelión sembradas” en Kuwait y otros países que poseen grandes reservas de hidrocarburos, la revuelta popular en Libia puede irrumpir en un nacionalismo árabe dirigido a tomar el control de los recursos petroleros del Oriente Medio, algo que temen las potencias occidentales.
 
En enero pasado Libia producía diariamente un millón 600 mil barriles de petróleo y cantidades importantes de gas natural, y en los últimos días se han escuchado, en las zonas bajo el control de los rebeldes libios, llamados a la nacionalización de las empresas y yacimientos controlados por las firmas petroleras de Italia, como Eni SpA , y las de otros países, como OMV AG de Austria, Repsol YPF SA de España, BP Plc del Reino Unido, Statoil ASA de Noruega, Total SA de Francia, o Suncor de Canadá, entre otras. El aumento de precio del crudo en el mercado global refleja el temor de que los “nuevos lideres decidan nacionalizar todo” el sector petrolero, como indicaba un despacho de la agencia Bloomberg del 21 de febrero pasado.
 
La situación de Eni es particularmente delicada porque bombea diariamente un cuarto de millón de barriles de crudo de sus yacimientos en Libia, lo que representa el 14 por ciento de su producción total, y además gas natural que es enviado a Italia por el gasoducto “Greenstream Mediterranean”. Y aunque en menores cantidades, Eni también extrae hidrocarburos en Túnez y Egipto –los dos países donde las insurrecciones populares lograron hacer caer a sus respectivos gobiernos y siguen presionando para un cambio de régimen-, y en Yemen, donde la rebelión popular persiste y sigue cobrando fuerzas.
 
Según dijo a Bloomberg la analista del mercado petrolero Christine Tiscareno de Standard & Poor en Londres, los opositores al gobierno de Gadafi “parecen ser pragmáticos y no idealistas. Si derrocan el régimen seguirán necesitando el ingreso de las compañías petroleras extranjeras. No pienso que haya causa de alarma por el momento, pero si deciden echarlas fuera del país, Eni se encontrará en dificultades”.
 
Lo que hace “carburar” la reacción de los países occidentales es el petróleo libio, no la democracia, escribe el columnista Thomas Walkom en el diario Toronto Star al subrayar que el primer ministro conservador canadiense Stephen Harper parece en el caso de la potencial revolución en Libia “más comprometido” de lo que manifestó en los casos de Túnez y Egipto. A comienzos de marzo y como parte de una acción conjunta con Estados Unidos (EU) el primer ministro Harper envió la fragata HCSN Charlottetown al Mediterráneo para una eventual acción militar o de rescate en Libia.
 
Según Walkom esto también explica, incidentalmente, la curiosa naturaleza de las sanciones económicas contra el régimen libio del dictador Gadafi, y que las sanciones hagan que las firmas canadienses –SNC-Lavalin de Montreal y Suncor Energy de Calgary- no puedan efectuar transacciones financieras con el gobierno libio, pero tengan la luz verde para proseguir operando comercialmente en Libia, o sea en las zonas no controladas por Gadafi.
 
Para tener acceso al petróleo libio los países occidentales aceptaron “pasar la esponja” sobre los apoyos de Gadafi a las Brigadas Rojas de Italia, a la IRA de Irlanda, a los actos terroristas de 1986 -en una discoteca de Berlín- y de 1988 -la explosión en pleno vuelo, sobre Escocia, de un avión de pasajeros, escribe Walkom, para añadir que “ nadie es perfecto, pero con tanto petróleo de buena calidad” los dirigentes de los países occidentales, desde el primer ministro Paul Martín de Canadá hasta Tony Blair del Reino Unido, viajaron a Libia para obtener concesiones para las empresas petroleras de sus países. Pero Gadafi siempre fue poco fiable, y Walkom recuerda que en 2009 “abruptamente nacionalizó una empresa petrolera canadiense, Verenex,” y que cuando en el mismo año el gobierno de Harper le negó a Gadafi efectuar una prevista escala aérea en Terranova, durante un vuelo hacia Nueva York, el gobernante libio le cortó en 50 por ciento la cuota de explotación petrolera a Suncor.
 
Eso explica, según este columnista canadiense, que cuando la ola de revuelta en los países árabes llegó a Libia, a diferencia de Hosni Mubarak en Egipto al coronel Gadafi “no le quedaban muchos amigos” en Occidente. A lo que se suma el que los rebeldes en Libia lograron controlar el Este del país, donde están los yacimientos, y que continuaron la exportación de petróleo, facilitando así la posición de los países occidentales, de ignorar a Gadafi. Y el columnista canadiense concluye apuntando que “la real razón es el petróleo y el dinero que deja el petróleo. Cuando controlaba el petróleo libio, Gadafi era el hombre (a respetar). Ahora que no lo controla, (Gadafi) es prescindible”.
 
Pepe Escobar, analista especializado en la geopolítica del petróleo, escribe en Asia Times Online (1) que en el caso de la insurrección en Libia y a diferencia de Egipto y Túnez, hay que olvidarse de la “democracia” porque se trata del “poder del petróleo”, y que las elites del poder en EU y en Europa están “salivando ante la perspectiva de sacar tajada de la pequeña ventana de oportunidad que les ofrece la revolución anti-Gadafi para establecer –o expandir- una cabeza de playa”, y que además hay que sumar otro factor, el gasoducto Trans-Sahara de cuatro mil 128 kilómetros para transportar gas natural de Nigeria a Argelia, que debe estar completado en 2015.
 
Libia representa una potencial bonanza para las compañías petroleras estadunidenses, que hasta el momento han quedado fuera de ese país, y según Escobar “Libia puede ser considerado como otro terreno de batalla entre EU y China. Pero mientras China va en busca de energéticos y negocios en África, EU apuesta a sus fuerzas en AFRICOM y a hacer avanzar a través de la OTAN “la cooperación militar” con la Unión Africana”.
 
Libia, señala Escobar, estaba desde hace años en la lista de países que debían ser invadidos por el Pentágono después de Irak, como reveló el ex comandante supremo de la OTAN, Wesley Clark, y fue sacado de la lista cuando Gadafi se convirtió en “socio oficial” de la “guerra contra el terror” de la Administración de George W. Bush. Y de paso recuerda que “el tsunami de hipocresía occidental” replantea la cuestión de “¿hasta dónde el mundo occidentral conoce algo del mundo árabe?, subrayando que recientemente el FMI elogio a Libia por su “ambiciosa agenda de reformas”,  su “fortalecido comportamiento económico y los progresos en ampliar el papel del sector privado”.
 
Otra vez el mundo está sumergido en la “pornografía de la guerra”, una mala versión del “shock and awe” (aterrar y espantar). Todos, desde Naciones Unidas, EU, la OTAN, están en armas para controlar el espacio aéreo (libio). Las “fuerzas de comandos especiales” están movilizadas, como los barcos de guerra de EU, y Escobar recuerda de paso la histeria manifestada por los gobiernos occidentales –con la Secretaria de Estado Hillary Clinton ofreciendo desesperadamente “cualquier tipo de asistencia” a los rebeldes libios-, cuando ninguno de esos gobiernos se preocupó “en consultar a quienes están arriesgando sus vidas para derrocar a Gadafi”, ni toman en cuenta lo que declaró el abogado y defensor de los derechos humanos Abdel-Hafidh Ghoga, vocero del nuevo Consejo Nacional Libio de Transición, de que “estamos en contra de cualquier intervención extranjera o intervención militar en nuestros asuntos internos…Esta revolución será completada por nuestro pueblo”.
 
Otra etapa de la guerra por el petróleo está en marcha e irá profundizándose a medida que la rebelión de los pueblos árabes se manifieste o cobre fuerza en Bahrain, que como dice Dreyfuss “no produce mucho petróleo pero es el eje de los Estados árabes del Golfo Pérsico y la puerta de salida de Arabia Saudita”. Y sobre este último país, que se ha comprometido a usar todos los medios posibles para impedir la caída del régimen en Bahrain y a compensar cualquier baja de la producción petrolera provocada por las insurrecciones, basta recordar que está rodeado por países con malestares sociales, como Egipto, Yemen, Bahrain, Yibuti, y a partir del próximo 8 de marzo según algunos, en Kuwait. Descontando los problemas en Jordania y las no muy buenas relaciones entre las autoridades de Riyadh e Irak.
 
En su análisis Dreyfuss recuerda que “el control del petróleo ha sido la piedra de toque para las revoluciones políticas” de los nacionalistas árabes e iraníes, y que los lideres que contestaron la dominación del petróleo del Oriente Medio por los países occidentales fueron derrocados –como Mossadeq en Irán, en 1953- o aislados, como Saddam Hussein en 1972, y concluye subrayando que hay un “torbellino” de preguntas en torno a la revuelta árabe, entre ellas si el nuevo mundo árabe tomará finalmente el control de su poder económico, o si lo cederá nuevamente a EU y a sus antiguos amos coloniales europeos.
 
- Alberto Rabilotta, La Vèrdiere, Francia.
 
Nota:
https://www.alainet.org/fr/node/148125
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