La presidente argentina viajó a Corea del Sur

09/11/2010
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Cristina Fernández de Kirchner comenzó su primera gira al exterior desde que murió su esposo. Estará jueves y viernes en Seúl en la reunión del “G-20”, donde se reúnen las grandes potencias y otros países.
 
El gobierno de Cristina Fernández es contradictorio, en lo que a política internacional se refiere, sin explorar otros planos. Puede compartir un día reuniones con Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y otros presidentes del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América). Y al día siguiente, hacer otro tanto con Barack Obama, Angela Merkel y David Cameron, del “G-20”.
 
El grupo referido nació en 1999, en los tiempos finales de la administración Clinton, como ampliación del llamado “Grupo de los 8” (los imperiales clásicos más Rusia). El “G-20” está integrado por Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea.
 
Aunque participan países del Tercermundo, incluida Argentina, es indisimulable que las grandes políticas las siguen decidiendo los miembros del “G-8”. Este se reúne antes de las citas más numerosas, para preparar la agenda, o bien a la finalización, para acordar la puesta en práctica o el diferimiento de las mismas.
 
El entonces presidente George W. Bush invitó a Cristina Fernández a un “G-20” en noviembre de 2008 en Washington, luego Gordon Brown hizo lo propio con la siguiente en Londres, en abril de 2009. La tercera invitación corrió por cuenta de Obama en setiembre de 2009 en Pittsburg. La cuarta edición fue en Toronto, Canadá, en junio del corriente año. Y la quinta será el próximo jueves y viernes en Seúl, Corea del Sur. La mandataria argentina tendrá asistencia perfecta, lo que no debe ser interpretado como que a la Argentina le haya ido bien o que haya sido favorecida en ese cónclave donde siguen teniendo mayor peso las potencias mundiales.
 
Esa sucesión de reuniones del club selecto fue fogoneada por el resplandor del incendio y caída de Lehman Brothers en 2008. Pero las proposiciones del “G-20” están lejos de haber conjurado esa crisis, respecto a la cual no hay un diagnóstico en común. Y así es muy difícil un plan conjunto con soluciones. Fue un “sálvese quien pueda” en 2008. Y hoy sigue habiendo diferentes ópticas sobre lo que debe hacerse.
 
En la agenda recurrente estuvo establecer un mayor control sobre los movimientos financieros internacionales, tras la debacle de Wall Street. Pero ni siquiera en este tópico hubo logros concretos. Se firmaron acuerdos entre los Bancos Centrales supuestamente para que los centros financieros tengan capitales suficientes para prevenir crisis: ya existe el acuerdo de Basilea I, luego el Basilea II y en Seúl buscarán el Basilea III.
 
Después de dos años del estallido de la burbuja, el “G-20” sólo ha tomado ciertos compromisos para registrar a los hedge funds, o fondos más especulativos. El resto está en veremos.
 
Cambiar sólo un poquito
 
Hasta Toronto, la situación distaba de ser calma. El primer ministro Stephen Harper admitió que “la recuperación sigue siendo extremadamente frágil y los riesgos son reales”, al dar comienzo a las deliberaciones.
 
La presidenta argentina dio a conocer en esa ocasión una posición más bien coincidente con la de Obama. EE UU propiciaba paquetes de créditos y subsidios estatales para reanimar la producción, en tanto la Unión Europea optaba por paquetes de ajuste del gasto público.
 
Cristina Fernández aprovechó también, y seguramente lo volverá a hacer en la capital de Corea del Sur, para cuestionar al Fondo Monetario Internacional y exigir reformas en este organismo y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La jefa de Estado tuvo un cruce con su par francés, Nicolas Sarkozy, a propósito de lo nefasto que habían resultado las soluciones neoliberales en Argentina.
 
Finalmente, y quizás haya sido el objetivo más importante para la mandataria, en la cita canadiense tuvo entrevistas con Peter Munk, el titular de la cuestionada minera Barrick Gold, junto con los gobernadores mineros de Salta, San Juan, La Rioja y Santiago del Estero.
 
Por lo demás, otras discusiones generadas con anterioridad en Toronto no se plasmaron en resoluciones. Por caso, algunas potencias querían establecer un impuesto a las transacciones financieras internacionales, una especie de Tasa Tobin sin el sentido progresista de su original, para armar un “fondo anticrisis”. Un lote grande se opuso, con el argumento de que pagarían justos por pecadores.
 
Entonces los partidarios del impuesto plantearon que el mismo fuera oblado por los bancos centrales de cada país. Nuevamente hubo posturas en contra, entre ellos la de nuestro país, invocando que se estaría violentando la soberanía.
 
Como suele ocurrir en estos foros tan heterogéneos, luego de advertir la diferencia de criterios, “se pateó para adelante” la solución, hacia Seúl, donde casi con seguridad se repetirá el impasse.
 
A pesar de que los frutos palpables de esas reuniones son sumamente escasos, las delegaciones suelen regresar con declaraciones donde se asegura que todo anduvo bien y el balance es positivo.
 
El FMI, que fue objeto de muchas críticas, ha permanecido muy parecido, casi igual a sí mismo. Tras la presión en Toronto, su director general Dominique Strauss-Khan dirá en Seúl que China, Brasil e India tendrán “un mayor poder de decisión” dentro de la entidad y que Europa le cederá “dos bancas a Asia y África” en el directorio. Eso no es cambio. Es cambiar sólo un poquito.
 
 Obama versus China
 
Cada delegación llegará a Seúl con sus propios designios. Cristina Fernández reiterará sus críticas al Fondo, al que buscar apartar de un plan de pago a cinco años de la deuda al Club de París. Hasta ahora este club, que no tiene nada de social ni de deportivo, no acepta que Argentina aparte al FMI de su rol de auditor de las cuentas. En su visita a Berlín, Merkel le insistió que esa receta no se cambia.
 
CFK también tiene previsto una reunión de negocios previa a la cumbre, donde hablará ante un selecto grupo de gerentes de multinacionales y posteriormente contestará sus interrogantes. En la comitiva están montados Héctor Méndez y José Ignacio de Mendiguren, directivos de la UIA habitualmente críticos del gobierno aunque rápidos de reflejos para recoger toda concesión.
 
El que viaja preocupado por lo que ha dado en llamarse “guerra de monedas” o “guerra comercial” es Lula da Silva, que irá a la cita asiática acompañado de su sucesora Dilma Rousseff.
 
En su último programa radial, el brasileño planteó que quiere “discutir el compromiso de todos los países con la política cambiaria, que satisfaga a todos y deje a todo el mundo en igualdad de condiciones en la disputa comercial”.
 
El enojo es con EE UU y en menor medida con China, porque ambos tendrían sus monedas subvaluadas para favorecer exportaciones. La bronca mayor es con Washington y países europeos que hacen recortes. En Toronto, el ministro brasileño de Economía, Guido Mantega, tronaba: “si (los ajustes) ocurren en países avanzados, es peor aún, porque si esos países, en vez de estimular el crecimiento prestan más atención al ajuste fiscal, y si son exportadores, estarán haciendo el ajuste a costa nuestra”.
 
No se trata de una cuestión de cotización de monedas. Al buscar exportar más y achicar su déficit de cuenta corriente, lo que el secretario del Tesoro Tim Geithner quiere es ampliar los puestos de trabajo dentro de EE UU, aunque los destruya en el mundo. Y eso difícilmente sea aceptado en Seúl donde chocará con la firme resistencia de China.
 
Recientemente la presidenta argentina reivindicó que la Reserva Federal le prestó al Tesoro 600.000 millones dólares de reservas y criticó a los “loros” del “Grupo A” que no le permitían a su gobierno usar reservas del BCRA.
 
No fue así. Lo que hizo la Reserva fue emitir dinero, por aquella suma, para comprar bonos de la deuda pública estadounidense. La lectura de los chinos no coincide con esa medida ni la aplaude como CFK. Un editorial de “Pueblo en línea”, de Beijing, sostuvo: “la segunda ronda de ´emisión de dinero´ de la Reserva Federal para la compra de activos financieros ha generado numerosas críticas de la comunidad internacional. El público está preocupado porque el programa de compra de bonos en gran escala que la Reserva Federal pondrá en práctica va de la mano de la monetización de los déficit fiscales. Al final, sufrirán las consecuencias todos los tenedores de dólares del mundo. EEUU ha recurrido cada vez más a la impresión de dinero para "cubrir" problemas y transferir las responsabilidades, dejando al descubierto las fallas mayúsculas que aquejan el actual sistema monetario internacional”.
 
 
https://www.alainet.org/fr/node/145378
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