Turquía y la Unión Europea: ¿qué tanto es tantito?

22/07/2010
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En 2009 se cumplieron 50 años desde que Turquía inició el proceso de acercamiento con las entonces Comunidades Europeas para incorporarse como miembro de pleno derecho. Cabe destacar que Grecia, en el mismo año, comenzó a desarrollar el mismo proceso. En el transcurso de esos 10 lustros, el mundo cambió bastante y sólo uno de los dos países logró su objetivo: Grecia, que en 1981, se convirtió en el décimo socio de la Europa comunitaria.
 
No es sencillo resumir en unas cuantas palabras, la historia de las relaciones entre Turquía y la hoy Unión Europea, las cuales han mostrado un movimiento pendular: por momentos, ambos actores han estado muy cerca, y por momentos, como ocurre en la actualidad, se alejan. Dicho esto, de manera muy apretada, se podría hablar de cuatro momentos en los vínculos entre ambos actores: un primer período de 1959 a 1970; un segundo período, de 1970 a 1999; un tercero, de 1999 a 2004; y el cuarto, de 2004 a la fecha.
El primer período fue la “luna de miel” en las relaciones entre Ankara y Bruselas. Eran los tiempos de la guerra fría y Turquía había cerrado filas con Occidente contra la Unión Soviética. Para ese momento, Ankara ya pertenecía a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y se incorporó como miembro fundador a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). De ahí que el paso lógico, a continuación, fuera buscar su ingreso a las Comunidades Europeas. Así, en 1963, ambas partes suscribieron el Acuerdo de Ankara, en términos muy similares al signado por Grecia y Bruselas. Dentro de Turquía, además, había un consenso bipartisano, tanto de los republicanos como de los demócratas en torno a la adhesión al proceso europeo de integración.
 
Por si fuera poco, en esa primera etapa Turquía tuvo un mejor desempeño que Grecia, cumpliendo con la mayor parte de los requisitos planteados por Bruselas, que, a su vez, prestaba una gran atención a los aspectos económicos y políticos de Ankara, más que a los religiosos.
 
El segundo período, de 1970 a 1999, en contraste, presenció el fin de la “luna de miel” entre Turquía y las Comunidades Europeas y estuvo plagado de fricciones. El contexto internacional era igualmente convulso, y se produjeron numerosos desencuentros entre Estados Unidos y Europa Occidental. Las relaciones con Grecia empeoraron y el conflicto de Chipre deterioró considerablemente los vínculos de Turquía con los socios comunitarios, máxime cuando en 1981 Atenas se incorporó como miembro pleno a la Europa comunitaria. Asimismo, la crisis económica internacional de los años 70 produjo severos problemas en la balanza de pagos turca, y el país buscó créditos de los organismos financieros internacionales. Internamente, se rompió el consenso político en torno a la pertinencia de acercarse a las Comunidades Europeas porque algunas fuerzas políticas denunciaban que el mercado turco era explotado por los intereses transnacionales. Inclusive un partido político denominado Partido de la Salvación Nacionalpostulaba que la Europa comunitaria formaba parte de una conspiración cristiana contra Turquía. Para poner las cosas más tensas, en 1980 se produjo un golpe de Estado en Turquía.
 
 
 
Cabe destacar que en esta fase, además de Grecia, otros dos países mediterráneos, Portugal y España, accedieron como miembros comunitarios en 1986. Todo parecería indicar que ese habría sido el mejor momento para que Turquía hiciera lo propio pero, evidentemente, perdió la oportunidad de cerrar tratos con la Europa Comunitaria cuando ésta claramente tenía los ojos puestos en el Mediterráneo. Claro, Turquía no hizo su tarea y, por lo mismo, cuando en 1987 presentó formalmente su solicitud de membresía, la Comisión Europea tardó 20 años y medio en contestarle. La respuesta inicial fue en términos de que Turquía era elegiblepero que no estaba lista.Por esas fechas, Marruecos hizo también una solicitud de membresía, y la Comisión de Bruselas le contestó que no era elegible–por no ser un país europeo.
 
La tercera etapa, de 1999 a 2004 se caracterizó por el acercamiento nuevamente entre los turcos y la Unión Europea. Dos sucesos fueron muy importantes en este período. El primero fue el cambio de gobierno en Alemania, que con la llegada de los social-demócratas y los verdes en coalición, cambió la actitud germana hacia Turquía, moviendo la relación de un enfoque religioso y cultural a una de tipo económico y político. El otro hecho relevante es que Grecia comprendió que para solucionar los desencuentros que tiene con Turquía, debía hacerlo en el marco que a ambos les provee la Unión Europea, por lo que Atenas comenzó a apoyar la candidatura turca. En la Cumbre de Helsinki, Turquía finalmente accedió a los mecanismos formales para gestionar su ingreso y empezó a crear un plan de convergencia y armonización para cumplir con todas las exigencias de Bruselas. Turquía entonces, empezó a hacer su tarea.
 
Hacia 2004, sin embargo, justo cuando se hizo el lanzamiento de las negociaciones formales entre Ankara y Bruselas –que comenzarían en 2005- sobrevino otro alejamiento entre ambos. Para explicar esta situación, vale la pena recordar que la Unión Europea se desgastó considerablemente en términos institucionales con el debate constitucional y otros acuerdos adicionales. A la fatiga institucionalhabría que sumar la fatiga de la ampliación a nuevos miembros,toda vez que las ampliaciones de 2004 y 2007, implicaron la adhesión en masa de 12 nuevos Estados, algunos de ellos, como Bulgaria, que poseen un nivel de ingreso 40 por ciento inferior a la media imperante en la Europa comunitaria. Estas crisis, derivaron en que Turquía se convirtiera en el chivo expiatorio para distraer la atención de las sociedades euro-comunitarias en torno a los problemas imperantes. Asimismo hay que destacar, que el proceso de incorporación de Turquía a la Unión Europea se encuentra fuertemente politizado y si a ello se suma que Chipre es socio pleno justo a partir del 1º de mayo de 2004, hay nuevos escollos en el camino para las aspiraciones de Ankara. Internamente hay diferencias de opinión entre los partidos políticos turcos, de manera que no hay un consenso interno en la materia.
 
En estos momentos, diversos intelectuales y medios de comunicación turcos se preguntan si la membresía en la Unión Europea sigue siendo la principal prioridad para Turquía. 50 años es muchísimo tiempo, y pareciera que mientras que otros países europeos pudieron usar el picaporte, Turquía se quedó estancada, o bien, la estancaron. Imagine el lector si México hubiera tenido que esperar 50 años antes de que Estados Unidos le dijera: “eres elegible, pero no estás listo para suscribir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.” Por ello cada vez con más frecuencia se escucha la propuesta de que Turquía debe retirar definitivamente su solicitud de membresía en la Unión Europea, porque algunos consideran que tal vez una acción de ese tipo, haría despertar a Bruselas y la llevaría a revalorar la importancia de Turquía como socio comunitario. Sin embargo, ninguna autoridad gubernamental turca parece entusiasmada con cancelar el proceso de adhesión, aun cuando éste se encuentra completamente estancado y las negociaciones de facto están suspendidas.
 
Y es que el mundo del siglo XXI no es como el de la guerra fría. En los tiempos del conflicto Este-Oeste, Turquía se apoyaba en Estados Unidos para gestionar buena parte de sus relaciones con el mundo. En el momento actual, en contraste, Turquía necesita a la Unión Europea para garantizar su propia prosperidad. Y la Unión Europea necesita a Turquía por la relevancia geopolítica que posee, y porque es un valioso interlocutor y/o mediador entre los europeos y los países de Medio Oriente y Asia Central, además del Cáucaso. A Turquía, hay que decirlo, la unión aduanera con la Europa comunitaria le ha servido para mejorar la competitividad de su economía. Sin embargo, y a propósito de los temas económicos, la Unión Europea no está en su mejor momento, y la crisis que afecta a Grecia no hace sino crear un mayor euroescepticismo en torno a nuevos miembros y menos si éstos se asientan en el Mediterráneo.
 
 - María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
 
https://www.alainet.org/fr/node/142980?language=en
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