Cambio climático: persisten las diferencias latinoamericanas

27/06/2010
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La primera reunión oficial de la Convención de Cambio Climático después del fracaso de Copenhague tuvo lugar en Bonn durante la primera quincena de junio. Si bien el clima de las negociaciones mejoró respecto al descalabrado final del encuentro anterior, sus resultados no fueron mejores y las expectativas de acuerdo para la cumbre de Cancún son desalentadoras. Los países continúan reprochándose mutuamente no hacer los esfuerzos necesarios para alcanzar consensos, pero lo cierto es que ninguno de ellos se mueve un ápice de sus posiciones. Cada cual se parapeta en sus razones y responsabiliza a los demás por trabar las negociaciones. En particular, los gobiernos latinoamericanos logran acuerdos en sus exigencias hacia los países desarrollados, pero siguen divididos en varios temas cuando se afectan sus propios bolsillos. 
 
Mitigación: varias metas
 
Una de las diferencias fundamentales que volvió a aparecen en Bonn es el monto de reducción de emisiones globales que debe ser establecido para evitar el cambio climático peligroso. Las promesas efectuadas el año pasado en Copenhague por los países desarrollados, no coinciden con los niveles de reducción exigibles de acuerdo al conocimiento científico.
 
Los países en desarrollo en general suelen exigir a los países desarrollados altos niveles de reducción, pero no hay la misma unanimidad a la hora de establecer límites globales (es decir, para todos los países en su conjunto). Para algunos, esto resulta en restricciones a los países en desarrollo, una de las banderas innegociables para estas naciones.
 
Latinoamérica ha presentado posiciones bastante exigentes en este sentido. La Alianza de Pequeños Estados Insulares (entre los que hay varios países caribeños) y los países del Sistema de Integración Centro Americana[i], han sostenido en Bonn que el límite máximo tolerable de aumento de la temperatura media del planeta debe ubicarse en 1,5 ºC. Esto requiere que la concentración máxima en la atmósfera sea de 350 ppm CO2e (partes por millón de dióxido de carbono equivalente) y que para el año 2050 las emisiones de gases de efecto invernadero mundiales sean reducidas en un 85% hacia el año 2050.
 
Los países desarrollados (Estados Unidos, Unión Europea, Australia y Japón, entre otros) sostuvieron, en cambio, la opción expresada en el Acuerdo de Copenhague, con un límite de aumento de temperatura media en 2º C. Esto implica una reducción de apenas 50% de las emisiones globales hacia el 2050, bastante menos que lo que proponen los países latinoamericanos y otros en desarrollo.
 
Sin embargo hay todavía una posición más exigente que es la de Bolivia. Ese gobierno sostiene que el límite máximo de aumento de la temperatura debe establecerse en  1º C, lo que solo se lograría con una concentración de gases en la atmósfera de no más de 300 ppm. Bolivia además reclama que los países industrializados deben reducir en un 50% sus emisiones para el año 2017, y sin recurrir a los mecanismos de mercado de carbono.
 
Adaptación
 
A pesar que la adaptación es uno de los temas cruciales para los países en desarrollo, persisten profundas divergencias. Una primera tiene que ver con la existencia o no de una diferenciación entre los beneficiarios de los fondos de adaptación, y cómo se la determinaría. Los países del Grupo Africano, los Países Menos Desarrollados y los Pequeños Estados Insulares reivindicaron en Bonn ser los más vulnerables ante el cambio climático. Pero esta idea no es compartida por los demás países en desarrollo, incluidos los latinoamericanos, que temen perder la cuota parte que entienden les corresponde de esos fondos de adaptación. Vale la pena resaltar que algunos países desarrollados, como EEUU, opinaron en Bonn que todos los países enfrentan desafíos de adaptación, con lo que también se anotan en la lista de posibles beneficiarios.
 
Pero hay otro tema que divide las aguas entre los países del sur en este capítulo: las compensaciones por los “efectos adversos de las medidas de respuesta”. Muchos gobiernos sostienen que las medidas que se adopten para detener el cambio climático tendrán efectos en sus economías. Los países petroleros (Arabia Saudita, Argelia, y Ecuador en nuestra región, entre otros), son los principales defensores de esta tesis. Otros latinoamericanos se han sumado a esta posición, argumentando que sus exportaciones en otros rubros (como Argentina y su producción agrícola) se verán limitadas por las posibles trabas a bienes con altos contenidos de carbono.
 
Mercado de carbono
 
Otro punto de discrepancia entre los latinoamericanos es el mercado de carbono. Son viejas diferencias, pero en Bonn hubo una novedad. Hasta la cumbre de Copenhague, la principal divergencia en las negociaciones era el volumen o porcentaje de la reducción de emisiones que los países desarrollados podrían cumplir a través de la compra de certificados de carbono. En el encuentro que acaba de terminar, los países ricos han planteando que no solo utilizarán el Mecanismo de Desarrollo Limpio para cumplir con sus compromisos de reducción, sino también para sus compromisos de financiación. La idea es que parte de los 30 mil millones de dólares que los países desarrollados acordaron transferir a los países en desarrollo hasta 2012, y los 100 mil millones anuales comprometidos al 2020, no serán una transferencia, sino que se destinarán a comprar certificados de reducción de emisiones. Esto es, comprar su propio “derecho” a emitir gases invernadero.
 
Todo el capítulo de mercado de carbono genera discrepancias entre los países en desarrollo. En particular en América Latina muchos países aprueban la continuación y extensión del Mecanismo de Desarrollo Limpio; entre ellos Colombia, Chile, Costa Rica, República Dominicana, México, Panamá y Uruguay. Pero otros se oponen, como ocurre con Brasil, y Bolivia (y el ALBA en general).
 
Hasta la próxima…
 
Estas divergencias no son nuevas. Se arrastran desde hace muchos años. La mala noticia es que nadie parece estar dispuesto a arriesgar un poco más para alcanzar un acuerdo. Al decir de la canciller mexicana Patricia Espinosa, futura anfitriona de la próxima del encuentro de cambio climático en Cancún: "Hay que actuar con mucho realismo, no generar unas expectativas que no se puedan cumplir, que es un poco lo que sucedió en Copenhague. Lo que está claro es que seguramente éste no va a ser el final de la negociación. Probablemente, en lo que tiene que ver con la naturaleza, el tipo de texto y la redacción necesitaremos tiempo para desarrollarlo posteriormente". Sin dudas su percepción es correcta. El problema es que el tiempo para las decisiones se agota y si no es ahora ¿cuándo será?
 
- G. Honty es investigador de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social) – www.energiasur.com
 


[i]Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana.
https://www.alainet.org/fr/node/142413
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