Un Gobierno de unidad palestino
- Opinión
A mediados de esta semana, la Unión Europea declaró que estaba dispuesta a avalar la creación de un gobierno de unidad nacional que incluyera a miembros de Hamas.
Según Javier Solana, alto representante de la UE para política exterior, el cambio debería allanar el camino hacia la reconciliación entre el movimiento islámico, que cuenta con en apoyo de Irán, y la plana mayor de Al Fatah, agrupación de corte laico apoyada por Occidente.
Hasta ahora, la política de Bruselas se limitaba al no reconocimiento del Gobierno “islámico-socialista” desde 2006, a petición expresa de las autoridades de Tel Aviv. En aquellas fechas, la “comunidad internacional”, decidió congelar la ayuda económica y financiera a la Autoridad Nacional Palestina, alegando que el nuevo partido mayoritario – Hamas – se había negado a aceptar las tres condiciones sine qua non impuestas por Washington y Tel Aviv para su supervivencia política: la renuncia expresa a la violencia, el reconocimiento del Estado de Israel y el acatamiento de los acuerdos rubricados por la ANP y los sucesivos Gobiernos del Estado judío.
Las sanciones económicas contra Hamas decretadas por Occidente en 2006 y 2007 llevaron al estrangulamiento de la ya de por sí precaria economía palestina, generando una galopante disminución del poder adquisitivo de los pobladores de los territorios.
“Hay que acabar con Hamas”. Este fue el lema y estribillo del establishment político-militar israelí antes del inicio de la Operación Plomo Fundido. Pero las previsiones de los estrategas hebreos fallaron. No sólo la ofensiva no logró su objetivo – derrocar el Gobierno islámico que se había adueñado de Gaza a mediados del 2007 – sino que fortaleció la cohesión de los habitantes de la Franja.
Los estrategas israelíes habían olvidado un detalle: Gaza fue siempre baluarte de místicos y de iluminados, tierra de devoción, intransigencia y… destrucción. Sitiada por los egipcios 1.600 años antes de la era cristiana, por los asirios y los persas casi mil años después, atacada por los babilonios y las huestes de Alejandro Magno en 332 A.C., fue arrasada e incendiada por Jonatan el Hasmoneo en el año 145 A.C.
Dos teólogos famosos, Juan de Gaza y Marcos el Diácono, dejaron su impronta en el desarrollo del cristianismo oriental. Durante la época islámica, Gaza acogió a una de las más importantes escuelas de derecho coránico. Hassan el Banna, el nacionalista egipcio que promovió la creación de la sociedad de los Hermanos Musulmanes, vivió en Gaza a mediados de la segunda década del siglo XX. Fue aquí, en la orilla meridional del Mare Nostrum, donde se plasmó el proyecto más ambiciono (y temido) del Islam moderno.
A finales de 1967, pocos meses después de la conquista de la Franja por el ejército israelí, el entonces primer ministro hebreo, David Ben Gurion, visito el territorio acompañado por un militar: Ariel Sharon. Al comprobar el desfase entre la opulencia de unos cuantos – los dueños de los naranjales – y las condiciones de vida de la inmensa mayoría de los habitantes de la Franja, Ben Gurion advirtió: “¡Esa es una bomba de relojería!”
Pero Gaza no es sólo de Hamas o de Al Fatah, como pretenden los políticos occidentales del siglo XXI, ni de los clanes que siguen controlando sus riquezas, sino también y ante todo del millón y medio de pobladores de la Franja, en su gran mayoría, refugiados de la guerra de 1947-1948.
¿Gaza es de quienes pretenden imponer una “paz” pactada según los cánones de la sociedad industrial? ¿O de quienes insisten que después de la “neutralización” de los islamistas palestinos convendría ocuparse seriamente del “agresor iraní”? Hay quien pretende imponer a los palestinos una reconciliación forzosa, una “paz” estrechamente vigilada.
Los líderes de Hamas no habían descartado la opción de los dos Estados: el árabe y el judío, al menos en sus conversaciones con diplomáticos occidentales.
Hoy por hoy, resulta políticamente incorrecto afirmar que Hamas no es sólo la organización terrorista inscrita en las listas negras de Occidente. Pero no hay que olvidar que quienes trataron de forzar en su momento la decisión de Washington y de Bruselas figuraron, en su momento, en los listados de “terroristas peligrosos” establecidas, allá por los años 40, por la Administración colonial británica de Palestina. Nada nuevo, pues, bajo el sol de Oriente. La historia se repite…
Adrián Mac Liman
Analista política internacional
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
http://www.ucm.es/info/solidarios/index.php
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