Nadie tocó el cielo con las manos
- Opinión
Mientras los uruguayos, envueltos en los oropeles de las tradicionales fiestas de fin de año en que, parecería, que la satisfacción de los apetitos corporales deja en el ostracismo a todos los otros, en que el consumo alcanza ribetes de delirio y parecería que la los exultantes festejos son efecto de expresiones externas, como la cohetería, las oropelicas comilonas y los excesos alcohólicos.
Excesos que parecen, solo parecen, preocupar a los responsables del tránsito que tienen como único objetivo erradicar a los que se animan a tomar más de una copa en algunos centros de encuentro, la vida política que se detiene siempre en el verano, en esta ocasión, en razón de lo puesto sobre el tapete por el Congreso del Frente Amplio, ha tenido una conflagración impagable.
¿Qué puso sobre el tapete dicho Congreso? Sin duda un funcionamiento claramente cuestionado por importantes sectores frenteamplistas a los que les rechinó, en esta oportunidad, que la izquierda utilizara para resolver una puja sobre posibles candidatos presidenciales un mecanismo nefasto, pero tradicional práctica en toda la historia sindical del país, de resolver el tema por mayorías regimentadas perdiendo el evento su esencia democrática. Claro, los que reclaman no son quienes apostaron al candidato ganador, son mayoritariamente los que querían imponer a Danilo Astori.
Sin embargo, más allá de ese presunto interés colateral de fuertes sectores frenteamplistas que, las posiciones cuestionadoras de lo ocurrido en el referido evento frenteamplista, sin duda, han prendido en la opinión pública que más que preocupada se plantea salidas a un entuerto de connotaciones diversas y que, obviamente, aleja a la coalición de izquierda de un triunfo electoral pese al formidable prestigio en la opinión pública que ha logrado ir sustentando el ahora candidato oficial, José Mujica.
¿Por qué aleja al FA de un fácil camino al gobierno? Porque, evidentemente, los planteo que han comenzado a surgir en los alrededores del propio Mujica, son claramente negativos para el futuro, todos ellos destinados a agrisar al país dentro de un marco de un Uruguay de fronteras cerradas, con mecanismos estatales de control tan absurdos como perimidos. Podríamos enumerar otra vez algunos de los temas que se han manejado por las fuerzas que han apoyado regimentada mente a Mujica, y vemos que en ese camino el futuro del país es poco halagüeño, por más que el líder (como ocurrió en la mateada realizada hace pocas horas en la playa Ramírez) trate de minimizar esos planteos sesentistas e incluso, iniciar, una suerte de batalla ideológica en contra sus propios sustentadores.
Claro, el tiempo no siempre cierra las heridas de la historia, a veces las abre. Tras un largo olvido, los campos de la muerte nazis, el Gulag y la desaparición de mujeres y hombres en nuestros países se han convertido en un "pasado que no pasa". Y ese es otro tema que parece pendiente.
Por ello no es sorprendente que los espectros de los golpistas resurjan hoy en Uruguay, 30 años después de una transición democrática voluntariamente amnésica, fundada sobre lo que dio en llamarse "Ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado". El miedo a un rebrote de violencia estuvo detrás de esa represión de la memoria -ni impuesta ni total, pero real- que acompañó a la llegada de la democracia. Hoy, el retorno de los recuerdos reprimidos prueba que la democracia nacida de las cenizas de los militares y civiles golpistas es lo bastante sólida como para asumir la historia uruguaya en todas sus dimensiones.
Por ello, cuando se producen hechos como el ocurrido en el Congreso del Frente Amplio, en que se reiteró nada más que una vieja historia de la izquierda nacional (¿o no recordamos al dirigente comunista Thelman Borges, amenazando con “la aplanadora” a los discrepantes en un Congreso de la central de trabajadores?), lo único es que se advierte es que en alguna medida nada ha cambiado en el funcionamiento de las mayorías y minorías dentro de la izquierda y se continúa con las viejas prácticas, nada democráticas, de imponer, a los “aparatos” sobre los intercambios reales y constructivos de opiniones para confluir en posiciones comunes. Entonces como no creer que aparezcan en muchos los viejos fantasmas, cuando uno de los sectores utilizando el mismo lenguaje de antes, proponen una sarta de acciones de gobierno que tienen, claro está, su origen en criterios estatistas burocráticos, que siguen creyendo en la omnipotencia de un Estado que hoy, su gigantismo, es una de las trabas más evidentes de muchas de las posibilidades que tendrían sectores claves del país para desarrollarse, creando trabajo y, por consecuencia, riqueza.
En el Congreso se prefirió la “aplanadora”, aunque esta no signifique nada en lo conceptual y, por supuesto, distorsione la interna del Frente Amplio en gran forma y lesione, de mala manera, la figura del ahora supuestamente candidato oficial de la coalición, José Mujica, que deberá refrendar esa posición en las elecciones internas que se realizarán en junio del año próximo.
Y, nos preguntamos. ¿Este funcionamiento de “aparatos” tiene algo que ver con la democracia y más allá de ello, con el sistema republicano de gobierno? ¿De esta misma manera nos impondremos al resto de la sociedad, de lograr el gobierno su candidato, las medidas que surjan de esas muchas de ellas trasnochadas elucubraciones, algunas alucinantes por su antigüedad e irrealidad que implicarían, evidentemente, un retroceso agudo del desarrollo nacional.
Una lesión en el Congreso que ha determinado que otros sectores de la coalición, fuera de la mecánica regimentada ocurrida en el dichoso evento, se sientan acicateados para buscar una alternativa distinta a la del viejo militante tupamaro, hecho que comenzarán rápidamente a mostrar las encuestas y que ya es comentario de algunos consultores de temas vinculados con el estado de la opinión pública, que han comenzado a advertir en fenómeno.
“Es evidente que el “aplastante” resultado del Congreso del Frente Amplio, favoreciendo a Mujica”, decía un analista vinculado a una de las más importantes empresas encuestadoras, “favoreció electoralmente al gran perdedor en esa contienda, que fue el ex ministro de Economía, Danilo Astori, que tiene intacto su prestigio, pese a cargar sobre sus hombros con la pesada mochila de haber sido ministro de Economía y de una crisis virulenta para la cual el país se preparó hemipléjicamente”
-¿Hemipléjicamente?
-“Claro- siguió el técnico – blindó a la uruguaya al sistema financiero para que no se produjera un derrumbe como el del 2002-2003, pero poco o nada más hizo”
Para este técnico en los últimos días se han producido nuevos alineamientos. La popularidad de Mujica parecería intacta, sin embargo los sectores políticos que lo sustentan ha comenzado a perder pie, porque evidentemente el apoyo central a su candidatura, expresado ostensiblemente en el marco del Congreso, fue de esa izquierda “dura”, la misma que el propio candidato ha comenzado a cuestionar en sus discursos.
Mujica de alguna manera puso la mira en la superestructura ideológica de estos sectores. El pasado domingo en playa Ramírez, criticó por el tenor de sus reclamos de apretar a las empresas, mientras que paralelamente se reclaman mayores prestaciones salariales. “Si la economía no funciona, no es posible nada de lo que reclaman”, dijo.
En definitiva, parecería que la candidatura de la izquierda es todavía una incógnita.
El Congreso del Frente Amplio sirvió para aclarar a quienes todavía creían en “los reyes magos”, que el funcionamiento interno de la coalición de izquierda ha dejado de apoyarse en las bases. Los famosos Comités, que están enclavados en cada barrio, desde hace muchos años tienen una labor anodina, cuando tienen alguna. A lo sumo se les informa de alguna actividad central, pero en general no se les solicita opinión sobre temas concretos y mucho menos, como se creía al comienzo del gobierno, su opinión nunca es registrada para trasladar el pensamiento de las bases a los gobernantes, a las mesas de trabajo de quienes tienen labores ejecutivas en el gobierno.
Ni siquiera son consultados por los legisladores de la coalición de izquierda que solo concurren a los mismos para hacer discursos, en un proceso decadente que fue resquebrajando una estructura democrática de funcionamiento, que convirtió a dichos Comités en centros destinados a justificar la participación en plenarios, convenciones y congresos del FA, de los grupos políticos que, regimentados, adoptan decisiones que nada tienen que ver – como en el caso de las candidaturas – con el pensamiento general del electorado de la izquierda nacional.
Que, quizás, sea diametralmente distinto al que se considera hoy oficial.
- Carlos Santiago es periodista.
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