Mala distribución de bienes básicos
¿Crisis alimentaria?
23/04/2008
- Opinión
El Banco Mundial, el Fondo Monetario, la FAO, la Unión Europea y hasta el gobierno de Estados Unidos decidieron darse por enterados de lo que está sucediendo en el mundo con los alimentos. Se habla de crisis, lo que no es nuevo pese a que ahora le dicen global, y aunque no se ha pronosticado aún una hambruna como las que hemos visto en el pasado en algunos países africanos, hay un problema real que no se puede seguir abordando con las mismas recetas fracasadas.
Unos culpan a los biocombustibles, otros dicen que no radica ahí el problema sino en el alza de precios y también se sostiene que la situación actual se debe al desarrollo de China e India, lo que ha determinado que muchos millones de personas más se incorporen al consumo. Cada uno de estos factores puede influir, pero todavía no se sabe exactamente frente a qué estamos y por eso es importante mirar hacia situaciones similares del pasado.
Hay innumerables informes internacionales, de organismos de las Naciones Unidas, de fundaciones y de instancias tan serias como lo fue el Diálogo Norte-Sur o Comisión Brandt, como también se le conoció, que en documentados estudios señalaron que no existía escasez de alimentos, sino que éstos estaban mal e inequitativamente distribuidos a nivel mundial. Y eso no ha cambiado, por el contrario, porque los alimentos son un muy buen negocio en el modelo globalizador.
De ahí que los llamados a actuar en forma “urgente” contra la crisis alimentaria formulados por la FAO, que es la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, o la decisión del Banco Mundial y del Fondo Monetario para lanzar un “Nuevo Acuerdo” y reunir 500 millones de dólares para evitar que 100 millones de personas “se hundan aún más en la pobreza”, o los 200 millones de dólares que Estados Unidos destinó a ayuda de emergencia o los 160 millones de euros (237 milllones de dólares), que la Unión Europea destinará ayuda humanitaria, sólo representen paliativos insuficientes.
Los biocombustibles
Los que responsabilizan a los biocombustibles tienen parte de razón. Desde que el presidente estadounidense realizó su gira latinoamericana el año pasado y fue a Brasil, gran productor de etanol con caña de azúcar desde hace más de veinte años, se desató una verdadera fiebre por los biocombustibles. Los agricultores estadounidenses duplicaron sus sembradíos de maíz para fabricarlo y Bush planteó que había que producir 132,4 mil millones de combustible alternativo para disminuir en un 20 por ciento el consumo de gasolina. Brasil aumentó sus exportaciones del grano, y en los más diversos lugares se fueron encontrando otros productos agrícolas para fabricarlos. La soja, las semillas oleaginosas, los cereales, todo podía ser utilizado en esta nueva industria.
En Papúa Nueva Guinea recordaron que el aceite de coco podía usarse para sustituir la gasolina y se crearon minirrefinerías, tal como lo habían hecho en los años noventa cuando luchaban por su independencia.
Científicos estadounidenses crearon baterías biodegradables que funcionan con cualquier tipo de azúcar y duran de tres a cuatro veces más que las de litio, se probó hasta la savia de los árboles. Y las calculadoras funcionaron, por lo que se piensa utilizar el azúcar para notebooks, celulares y reproductores portátiles de música, que podrían ponerse a la venta en dos o cuatro años más.
Brasil sostiene que el aumento de precios de los alimentos no es atribuible a los biocombustibles en lo que respecta a América Latina y Africa “porque tenemos tierra suficiente para producir a ambos”, dijo su ministro de hacienda en un seminario efectuado en Nueva York. Mientras, las distintas organizaciones que participaron en la Conferencia para la Soberanía Alimentaria efectuada en Brasil, pidieron a la Conferencia Regional de la FAO, realizada también allí, la defensa de la agricultura y el derecho a la alimentación.
Por su parte, el director de la FAO admitió que la producción de biocombustibles genera incertidumbre y se requiere de una estrategia que considere las necesidades de las poblaciones más vulnerables. Y así se va llegando a lo fundamental.
Alzas, protestas y negocios
En los últimos nueve meses el precio de los alimentos ha subido en un 45 por ciento, según datos de la FAO. En el 2007 los cereales subieron el 41 por ciento, los aceites vegetales el 60 por ciento y los lácteos el 83 por ciento. Entre marzo de 2007 y marzo de 2008 el precio del trigo aumentó en un 130 por ciento. Uno de los elementos que ha influido en esas alzas de la producción agrícola es el precio del petróleo. Eso, a su vez, estimula la producción de aquellos productos que se pueden transformar en biocombustibles y eso determina que disminuya la siembra de otros alimentos, lo que crea un círculo vicioso con alzas en otros artículos básicos.
La gravedad de la situación tuvo que ser admitida cuando ya en 37 países se habían registrado disturbios por la carestía de los alimentos. Desde Egipto hasta Haití se registraron protestas porque ya ni siquiera se podía comprar harina para hacer pan. La situación amenazaba también a los países desarrollados, especialmente de los que viven del comercio con sus ex colonias, como Gran Bretaña, cuyo primer ministro llamó al Grupo de los 8 a tomar medidas para frenar las alzas.
Pero quien planteó las cosas en términos reales fue el presidente haitiano René Preval, a raíz de la violencia desatada en esa nación, que culminó con la destitución del primer ministro. Al referirse a la cuantía de las alzas de precios de alimentos y combustibles en el mercado internacional, el mandatario señaló que la solución no estaba en eliminar los impuestos a la gasolina, el cemento, el arroz y a los demás productos que se importan, porque con ese dinero se construyen escuelas, hospitales, caminos, a la vez que se estimularía e ingreso de las mercancías extranjeras lo que terminaría de destruir lo que queda de la producción nacional.
Y afloraron las cifras. Haití importa 360 mil toneladas de arroz al año, la producción nacional es de 90 mil, lo que implica un gasto de 270 millones de dólares al año. Otro tanto sucede con los huevos, los pollos y otros productos alimenticios. Propuso Préval ir eliminando las importaciones y destinar esos millones de dólares a desarrollar la producción nacional, creando al mismo tiempo los empleos que hoy no existen, a fin de promover un desarrollo durable. La solución no es fácil, dijo, pero la producción nacional es la mejor vía.
El planteamiento es inobjetable, parecería elemental, sobre todo en un país donde la pobreza extrema es producto de décadas de dictadura y ocupación militar de Estados Unidos primero y ahora de tropas latinoamericanas bajo la bandera de la ONU, que lo único que han hecho y hacen es controlar los brotes de violencia sin promover ni el más elemental desarrollo, lo que lleva a concluir que una parte importante de la llamada crisis alimentaria es consecuencia del negocio de los alimentos, que también es transnacional y globalizado. ¿En cuántos países se repite la situación haitiana?
- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.
Unos culpan a los biocombustibles, otros dicen que no radica ahí el problema sino en el alza de precios y también se sostiene que la situación actual se debe al desarrollo de China e India, lo que ha determinado que muchos millones de personas más se incorporen al consumo. Cada uno de estos factores puede influir, pero todavía no se sabe exactamente frente a qué estamos y por eso es importante mirar hacia situaciones similares del pasado.
Hay innumerables informes internacionales, de organismos de las Naciones Unidas, de fundaciones y de instancias tan serias como lo fue el Diálogo Norte-Sur o Comisión Brandt, como también se le conoció, que en documentados estudios señalaron que no existía escasez de alimentos, sino que éstos estaban mal e inequitativamente distribuidos a nivel mundial. Y eso no ha cambiado, por el contrario, porque los alimentos son un muy buen negocio en el modelo globalizador.
De ahí que los llamados a actuar en forma “urgente” contra la crisis alimentaria formulados por la FAO, que es la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, o la decisión del Banco Mundial y del Fondo Monetario para lanzar un “Nuevo Acuerdo” y reunir 500 millones de dólares para evitar que 100 millones de personas “se hundan aún más en la pobreza”, o los 200 millones de dólares que Estados Unidos destinó a ayuda de emergencia o los 160 millones de euros (237 milllones de dólares), que la Unión Europea destinará ayuda humanitaria, sólo representen paliativos insuficientes.
Los biocombustibles
Los que responsabilizan a los biocombustibles tienen parte de razón. Desde que el presidente estadounidense realizó su gira latinoamericana el año pasado y fue a Brasil, gran productor de etanol con caña de azúcar desde hace más de veinte años, se desató una verdadera fiebre por los biocombustibles. Los agricultores estadounidenses duplicaron sus sembradíos de maíz para fabricarlo y Bush planteó que había que producir 132,4 mil millones de combustible alternativo para disminuir en un 20 por ciento el consumo de gasolina. Brasil aumentó sus exportaciones del grano, y en los más diversos lugares se fueron encontrando otros productos agrícolas para fabricarlos. La soja, las semillas oleaginosas, los cereales, todo podía ser utilizado en esta nueva industria.
En Papúa Nueva Guinea recordaron que el aceite de coco podía usarse para sustituir la gasolina y se crearon minirrefinerías, tal como lo habían hecho en los años noventa cuando luchaban por su independencia.
Científicos estadounidenses crearon baterías biodegradables que funcionan con cualquier tipo de azúcar y duran de tres a cuatro veces más que las de litio, se probó hasta la savia de los árboles. Y las calculadoras funcionaron, por lo que se piensa utilizar el azúcar para notebooks, celulares y reproductores portátiles de música, que podrían ponerse a la venta en dos o cuatro años más.
Brasil sostiene que el aumento de precios de los alimentos no es atribuible a los biocombustibles en lo que respecta a América Latina y Africa “porque tenemos tierra suficiente para producir a ambos”, dijo su ministro de hacienda en un seminario efectuado en Nueva York. Mientras, las distintas organizaciones que participaron en la Conferencia para la Soberanía Alimentaria efectuada en Brasil, pidieron a la Conferencia Regional de la FAO, realizada también allí, la defensa de la agricultura y el derecho a la alimentación.
Por su parte, el director de la FAO admitió que la producción de biocombustibles genera incertidumbre y se requiere de una estrategia que considere las necesidades de las poblaciones más vulnerables. Y así se va llegando a lo fundamental.
Alzas, protestas y negocios
En los últimos nueve meses el precio de los alimentos ha subido en un 45 por ciento, según datos de la FAO. En el 2007 los cereales subieron el 41 por ciento, los aceites vegetales el 60 por ciento y los lácteos el 83 por ciento. Entre marzo de 2007 y marzo de 2008 el precio del trigo aumentó en un 130 por ciento. Uno de los elementos que ha influido en esas alzas de la producción agrícola es el precio del petróleo. Eso, a su vez, estimula la producción de aquellos productos que se pueden transformar en biocombustibles y eso determina que disminuya la siembra de otros alimentos, lo que crea un círculo vicioso con alzas en otros artículos básicos.
La gravedad de la situación tuvo que ser admitida cuando ya en 37 países se habían registrado disturbios por la carestía de los alimentos. Desde Egipto hasta Haití se registraron protestas porque ya ni siquiera se podía comprar harina para hacer pan. La situación amenazaba también a los países desarrollados, especialmente de los que viven del comercio con sus ex colonias, como Gran Bretaña, cuyo primer ministro llamó al Grupo de los 8 a tomar medidas para frenar las alzas.
Pero quien planteó las cosas en términos reales fue el presidente haitiano René Preval, a raíz de la violencia desatada en esa nación, que culminó con la destitución del primer ministro. Al referirse a la cuantía de las alzas de precios de alimentos y combustibles en el mercado internacional, el mandatario señaló que la solución no estaba en eliminar los impuestos a la gasolina, el cemento, el arroz y a los demás productos que se importan, porque con ese dinero se construyen escuelas, hospitales, caminos, a la vez que se estimularía e ingreso de las mercancías extranjeras lo que terminaría de destruir lo que queda de la producción nacional.
Y afloraron las cifras. Haití importa 360 mil toneladas de arroz al año, la producción nacional es de 90 mil, lo que implica un gasto de 270 millones de dólares al año. Otro tanto sucede con los huevos, los pollos y otros productos alimenticios. Propuso Préval ir eliminando las importaciones y destinar esos millones de dólares a desarrollar la producción nacional, creando al mismo tiempo los empleos que hoy no existen, a fin de promover un desarrollo durable. La solución no es fácil, dijo, pero la producción nacional es la mejor vía.
El planteamiento es inobjetable, parecería elemental, sobre todo en un país donde la pobreza extrema es producto de décadas de dictadura y ocupación militar de Estados Unidos primero y ahora de tropas latinoamericanas bajo la bandera de la ONU, que lo único que han hecho y hacen es controlar los brotes de violencia sin promover ni el más elemental desarrollo, lo que lleva a concluir que una parte importante de la llamada crisis alimentaria es consecuencia del negocio de los alimentos, que también es transnacional y globalizado. ¿En cuántos países se repite la situación haitiana?
- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.
https://www.alainet.org/fr/node/127151
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