Zorros y gallinas

22/08/2007
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Ya suele ser menos común relacionar el incremento de los valores que miden la macroeconomía con la verdadera mejora de las condiciones de vida de toda la población analizada. Aún así, persiste cierta creencia en que cualquier crecimiento económico acaba chorreando beneficios para las capas más pobres de una sociedad. Es la “teoría de la marea” que explica el profesor Martínez Alier: si sube la marea todo sube, los yates y los cayucos. La teoría encierra una injusticia obvia: unos empiezan la carrera subidos en un yate y otros en un cayuco y eso no cambiará. Al contrario, las diferencias se irán acrecentando, si el mar (la economía) en el que navegan estas embarcaciones asciende (incremento del PIB) el valor del yate aumentará y el del cayuco también, pero la diferencia en valores absolutos entre una embarcación y otra será mayor. La brecha entre la riqueza y la pobreza se habrá ensanchado.

Pero más allá de las macro cifras el asunto es que la teoría de la marea (el crecimiento económico siempre conlleva beneficios para todos) es en muchos casos falsa, porque los recursos de los que depende cualquier crecimiento económico forman parte de un único ecosistema, donde cuando la marea sube, ahoga a muchas personas y destruye costas y paisajes. Un ejemplo claro lo presenta la revista chilena Enlace mostrando las repercusiones del modelo forestal implementado en su país. Esta actividad, enfocada a la producción de celulosa para la exportación, es la segunda en importancia en Chile en términos de macroeconomía, pero la sustitución de bosques nativos por plantaciones de monocultivos de árboles exóticos ha empobrecido y expulsado de sus tierras a la gente que vivía en y de esas tierras. Las empresas madereras consiguen enormes ganancias, pero la falta de agua “ya que las plantaciones forestales han resecado los suelos”, y contaminación de los ríos, es incompatible con la vida en el campo.

“La mayoría de los jóvenes ha emigrado en busca de trabajo. Sufrimos mucho por las forestales’, dice Pilar Antileo de la comuna de Los Sauces, donde el 33,8% de la población vive entre la pobreza y la indigencia rodeados de emporios madereros Su familia ya no tiene huerto, ‘no se puede plantar sin agua’. Llegaron a tener 150 aves que producían huevos para el gasto y algo para la venta, pero ahora no se puede porque los zorros que soltaron las forestales para que se comieran a los conejos [que afectaban a los pinos], también se comen a las gallinas.

Pues eso, que siempre hay zorros que se comen a las gallinas.

- Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios sin Fronteras (España)

http://www.veterinariossinfronteras.org

https://www.alainet.org/fr/node/122799

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