Integración o libre comercio

04/12/2006
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Río de Janeiro

América Latina es la única región del mundo que desarrolla proyectos de integración autónomos respecto a Estados Unidos. El MERCOSUR, la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) y la Comunidad Sudamericana de Naciones constituyen expresiones de este proceso.

La importancia de esos procesos aparece más claramente cuando nos damos cuenta de la diferencia que significa para un país el estar incluido en proyectos de integración o, al contrario, firmar tratados de libre comercio con Estados Unidos. Países que optaron por esta última vía, como Chile, Colombia y Perú, han comprometido completamente su futuro, coartando la posibilidad de formular políticas económicas y monetarias soberanas, además de verse impedidos de poner límites a los atentados al medio ambiente, entre tantas esferas importantes.

En la recomposición de las relaciones de poder en el plano internacional, con el paso del capitalismo a su ciclo largo recesivo y con el paso del mundo bipolar al mundo unipolar, Estados Unidos y Europa Occidental implementaron procesos de integración regional – Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés) y Unión Europea – que les posibilitaron mejorar la situación de sus países en el mercado internacional. Esto debilitó aún más la situación de los países del Sur del mundo: los países globalizados.

Vigencia de la integración

Si las potencias del centro del capitalismo han buscado formas de integración regional para fortalecer su posición en el mercado internacional, ello se hace aún más necesario para las regiones que tienen en contra toda la estructura del comercio internacional. Es así que el MERCOSUR, la Comunicad Sudamericana de Naciones y ALBA tienen ahora mayor importancia.

Sin embargo, el MERCOSUR fue, hasta hace poco, un acuerdo de integración comercial, centrado en los intercambios entre Brasil y Argentina, con un papel secundario de Uruguay y Paraguay, y sometido a los intereses corporativos de las grandes empresas de los dos países más grandes de la región. Fue el ingreso reciente de Venezuela, el acercamiento de Bolivia e incluso de Cuba, lo que hizo vislumbrar la esperanza de que el proceso de integración regional ganaría un nuevo impulso.

Las reelecciones de Lula, de Kirchner y de Hugo Chávez pueden dar nuevo aliento al proceso de integración regional, que necesita aprovechar los próximos años para consolidarse. Esto significa avanzar en la dirección de la construcción de una moneda común, del Parlamento del MERCOSUR, así como de proyectos de integración en los niveles social, educativo, energético (con el gasoducto continental), tecnológico y en el campo de los medios de comunicación.

Luego de que la alianza de los gobiernos de la región, en la que Brasil jugó un papel central, logró inviabilizar el Área de Libre Comercio de las Américas -ALCA-, Estados Unidos ha tratado de avanzar a través de tratados bilaterales de libre comercio, como los firmados con Chile y en proceso de firma con Colombia y Perú. La línea divisoria en América Latina y el Caribe no se da entre una izquierda buena y una izquierda mala. Quien dice eso, es la derecha, que desea dividir a la izquierda. La línea divisoria se da entre los partidarios de firmar tratados de libre comercio directamente con Estados Unidos o del ALCA, y quienes apuestan por los procesos de integración regional: el MERCOSUR, ALBA y la Comunidad Sudamericana de Naciones.

Estas dos tendencias representan distintas inserciones en el mercado internacional, con repercusiones directas sobre las políticas internas y sobre el futuro de cada país. Representan un compromiso sin límites – incluso en el tiempo – con el liberalismo económico o la posibilidad de, al privilegiar los procesos de integración regional, comprometerse con uno de los eslabones fundamentales de la superación del neoliberalismo y con la construcción de un mundo multipolar.

No es posible que un solo país pueda romper con el neoliberalismo, más todavía en la periferia del capitalismo. Las fuerzas del mercado internacional – materializadas en los gobiernos de las potencias globalizadoras, en la Organización Mundial del Comercio -OMC-, en el Fondo Monetario Internacional -FMI- y en el Banco Mundial – tenderían un cerco para imposibilitar un espacio que se distancie de las reglas del libre comercio.

El mejor ejemplo de sustracción de las reglas del libre comercio está en las relaciones entre Cuba y Venezuela, que pretenden encabezar ALBA, incluyendo a Bolivia. Venezuela entrega petróleo a Cuba, no al precio del mercado internacional, sino recibiendo lo que Cuba puede entregar: personal médico, educativo y deportivo. Con este intercambio, los dos países se han convertido en los únicos territorios libres del analfabetismo, no sólo de América Latina sino de todo el continente.

Es con esos criterios que el intercambio entre estos dos países se vuelve el mejor ejemplo del “comercio justo”, por el cual lucha el Foro Social Mundial (FSM). Un comercio en el que cada país entrega lo que puede, lo que tiene, lo que dispone, y recibe lo que necesita, según los recursos de los que disponga el otro país.

Propuesta de Evo Morales

En una carta enviada a los gobiernos de la región, a propósito de la reunión de la Comunidad Sudamericana de Naciones (http://alainet.org/active/13712&lang=es), Evo Morales propone: liberar el continente del analfabetismo, de la malaria y de la desnutrición; garantizar el acceso de la población a todos los servicios de educación, de salud y de agua potable; más empleo y menos migración; mecanismos para terminar con la desigualdad y la inequidad social; lucha contra la corrupción, las mafias y el narcotráfico; defensa e impulso a la diversidad cultural; construcción de una ciudadanía latinoamericana; liberalización de la hoja de coca y su industrialización. En el plano económico, propone: complementariedad y no competencia entre los países; comercio justo al servicio de los pueblos; medidas para superar la desigualdad entre los países; creación de un Banco del Sur para financiar el desarrollo de nuestros pueblos; fondo de compensación para pagar la deuda social y combatir las desigualdades; integración física de los países, no sólo en función de la exportación; integración energética entre productores y consumidores de la región.

Implementación de políticas públicas para proteger el medio ambiente; creación de una Junta Sudamericana, para definir normas de protección al medio ambiente y para enjuiciar a las grandes empresas que no las cumplan; creación de una Convención Sudamericana por los Derechos Humanos y el acceso al agua; protección de nuestra biodiversidad. Profundización de nuestras democracias con mayor participación social; fortalecimiento de nuestra soberanía y nuestra voz común; creación de una Comisión de Convergencia Permanente, para elaborar el Tratado de la Comunidad Sudamericana de Naciones -CSN- y garantizar su implementación y respeto.

La carta de Evo Morales se constituye prácticamente en una plataforma para la integración solidaria en América Latina y el Caribe. Sus lineamientos deben orientar la gran alianza entre los movimientos sociales, las fuerzas políticas de izquierda y los gobiernos progresistas, para la construcción del otro continente posible.

Emir Sader
es profesor de la Universidad de São Paulo y de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. Integrante del Consejo de ALAI.
https://www.alainet.org/fr/node/121248
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