Ambivalente lucha por la soberanía
- Opinión
La evolución del continente al despuntar el siglo XXI continúa signada por la secular controversia entre el monroísmo-panamericanismo y el nacionalismo de raíz bolivariana, confrontación que salió a primer plano el pasado marzo en el marco de los periplos paralelos por América Latina de George W. Bush y Hugo Chávez.
La decadencia de los Estados Unidos, expresada en su derrota política, militar e ideológica en Medio Oriente y la caída libre del dólar, no supone -conforme se lamentan sus panegiristas- el abandono de su geoestrategia en el hemisferio. Por el contrario, una constelación de nuevas acciones de Washington da cuenta de su tozuda vocación intervencionista: la Alianza de la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) orientada a reforzar la subordinación de México y Canadá, el plan de George W. Bush para la anexiónde Cuba, la concreción de los TLCs con países centroamericanos, las maniobras bélicas del Pentágono frente a las costas venezolanas, la adscripción de nuestro vecino norteño al Plan Puebla Panamá, el respaldo de la Casa Blanca al Plan Colombia II (un dispositivo de lucha contra el “narcoterrorismo” que contaría con un financiamiento superior a los 40 mil millones de dólares), la eventual aprobación por el Congreso de la Unión de los TLCs ya negociados con Lima y Bogotá, la instrumentación del IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional de Sud América) mediante acuerdos bajo cuerda con Brasilia...
Precisamente, el convenio bioenergético para la producción y comercialización del etanol suscrito entre Bush y Lula da Silva busca reforzar la penetración de Wall Street al sur del Río Grande, afianzar el proceso de reprimarización de la economía latinoamericana con el previsible efecto de destrucción de la Amazonía y bloquear los proyectos de integración de signo defensivo como el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas), el TCP (Tratado Comercial de los Pueblos) y eventualmente la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas).
Dialéctica de la dominación, dialéctica de la resistencia
Del lado del panamericanismo y la dominación, la reelección con el decisivo respaldo de las criminales AUC de Álvaro Uribe, en Colombia, así como el triunfo de Alan García ante el nacionalista Ollanta Humala, en el Perú, con el voto de la derecha coaligada.
Del lado de la resistencia, la consolidación de la Revolución Bolivariana en Venezuela con la confirmación para un tercer período de Hugo Chávez, quien inició su nuevo mandato anunciando la implantación del Socialismo del Siglo XXI; los logros de la política nacionalista en la Bolivia de Evo Morales (defensa del Estado unitario frente a la ofensiva secesionista de la oligarquía cruceña, recuperación de las riquezas naturales de manos de corporaciones transnacionales, lanzamiento de la reforma agraria), así como el arrollador triunfo en las presidenciales ecuatorianas del 2006 de Rafael Correa Delgado frente al multimillonario Álvaro Noboa.
El líder del victorioso movimiento Alianza País es un economista de extracción pequeñoburguesa graduado en Estados Unidos y Bélgica que se autoidentifica como izquierdista moderno, antineoliberal y nacionalista-bolivariano-alfarista.
Como se recordará, Chávez y Morales flanquearon a Correa, el pasado 14 de enero, en su asunción simbólica del mando presidencial cumplida en Zumbahua, una olvidada aldea de la provincia de Cotopaxi, donde el actual inquilino de Carondelet cumplió un voluntariado en los años 80. Según un reporte de ese episodio: “Los yachaks –sabios indígenas- le cubrieron con sus cintas proyectándolo a los cuatro puntos cardinales. Agitaron en su cuerpo las hierbas sagradas y soplaron el aguardiente que limpia el aura del elegido entre los sahumerios de las maderas y especias. Fue conducido por un yachak, quien lo obligó a dejarse guiar. Recibió el bastón de mando, el poncho y una bufanda blanca. Ungieron su coronilla con agua de su cerro y su laguna, que hasta ahora no han sido privatizadas...” (Altercom: 17 de enero del 2007)
En la ocasión, Correa reiteró su convicción de que también en estas tierras ecuatoriales “empieza a surgir la democracia digna y socialista del siglo XXI”. Al día siguiente, al asumir la Magistratura en forma oficial, refrendó su promesa de campaña de presidir una Revolución Ciudadana, convocar a una Asamblea Constituyente plenipotenciaria y emprender en vastas transformaciones en las esferas política, ética, económica, educación-salud y de las relaciones internacionales, en función de construir una “Patria soberana y altiva” y “dejar atrás la noche neoliberal”.
La alegría y el recuperado optimismo se extendieron entre vastos contingentes sociales, incluidos los compatriotas de ultramar, no obstante el malestar que provocara la nominación de un gabinete con predominio de militantes del establecimiento y de una izquierda descafeinada (algunos de ellos francamente impresentables).
La significación geopolítica del arribo a Carondelet del fundador del policlasista Alianza País –una organización a la cual adhirieron los “forajidos” que, en abril del 2005, liquidaron al régimen del cipayo Lucio Gutiérrez- radica, sobre todo, en que frustró el plan norteamericano por convertir al Ecuador en un “corredor” que permitiera solidificar al sumiso eje Bogotá-Lima, aislando de ese modo a las rebeldes Caracas y La Paz que, conjuntamente con la Cuba castrista y más recientemente de la Nicaragua sandinista, han venido impulsando el ALBA, proyecto de integración-integradora nacido del naufragio del ALCA.
En el ámbito de las relaciones externas, área en la cual se define la soberanía de un Estado, el régimen aliancista exhibe definiciones y acciones del tenor siguiente:
- El repudio a la negociación del TLC recolonizador con Estados Unidos suspendida el año pasado debido a la recurrente presión especialmente de las organizaciones indígenas encabezadas por la CONAIE; esta posición ha sido matizada a últimas fechas por el interés oficial de lograr una extensión del ATPDEA.
- La reiteración del compromiso electoral de terminar el 2009 con la inconstitucional cesión de la Base de Manta al Pentágono; esta postura fue refrendada con motivo de la Conferencia Internacional por la Abolición de las Bases Militares Extranjeras, de la cual fuera sede el Ecuador.
- La firma de acuerdos con Venezuela para la cooperación e integración energética, acuerdos que habrían significado una inequívoca aproximación del Ecuador al ALBA.
- La denuncia del neocolonialista Tratado sobre Promoción y Protección Recíproca de Inversiones –una suerte de TLC parcial- suscrito con Estados Unidos por el gobierno Sixto Durán Ballén en 1993 y ratificado por el de Fabián Alarcón en 1997. El retiro, sin embargo, no llegó a concretarse debido a la presión metropolitana –visita de John Negroponte, vicecanciller estadounidense- y a la histeria de dirigencias político/empresariales sin sentido nacional.
- El rechazo diplomático a la intentona de Washington y Lima de vulnerar la soberanía marítima nacional a propósito de las maniobras UNITAS.
- La disposición a activar la participación nacional en la OPEP.
- La adhesión al proyecto de creación del Banco del Sur, entidad llamada a neutralizar el sicariato económico que ejercen el FMI y el Banco Mundial.
- La “renacionalización” de las FF. AA., impulsada inicialmente por la ministra socialista de Defensa, Guadalupe Larriva, víctima con sus acompañantes de un cada vez más sospechoso accidente de aviación. Con la venia de los últimos gobiernos, los uniformados compatriotas venían siendo adoctrinados bajo los peregrinos conceptos del “enemigo interno” y la “soberanía cooperativa”.
- La neutralización indirecta, a través del apoyo a los proyectos de provincialización de Santa Elena (Guayas) y Santo Domingo de los Colorados (Pichincha), del plan de “privatización de la soberanía territorial” promovido por el alcalde guayaquileño Jaime Nebot Saadi (sucesor de “Corleone” Febres Cordero y precursor de la dolarización) y el burgomaestre capitalino, general (r) Paco Moncayo, denunciado por el socialcristianismo en el “caso Quiport”. Ambos personajes son miembros conspicuos de la Internacional Latinoamericana de la Balcanización (CONFILAR). (Ver Heinz Dieterich: ar.f532.mail.yahoo.com/ym/ShowLetter?MsgId=2375_15329736_695018_2294_1.)
- De cara a las provocaciones del fascistoide Uribe Vélez, las posturas del oficialismo ecuatoriano han sido zigzagueantes y, a menudo, ingenuas. Así, frente a los incumplimientos de compromisos bilaterales, a las sanguinarias incursiones del Ejército “paisa” en nuestro territorio para perseguir a los guerrilleros izquierdistas y a las fumigaciones aéreas fronterizas con glifosato y otras sustancias perjudiciales para la vida humana, animal y vegetal (operativos de guerra química ejecutados por mercenarios de la DynCorp), la reacción de la canciller María Fernanda Espinosa se ha limitado a las consabidas notas de protesta y a los anuncios, hasta ahora incumplidos, de llevar las querellas a las Naciones Unidas y a la Corte de la Haya… amén de la participación del país en una nueva comisión binacional para establecer la toxicidad de los tóxicos! De hecho, Carondelet ha evidenciado una percepción superficial tanto de la guerra civil que asuela a la hermana República como de los móviles geopolíticos de Washington con su “cruzada internacional contra el terrorismo”. Correa y Espinosa, en suma, han configurado una estrategia, si bien distinta a la de las “grandes ligas” del binomio Gutiérrez-Zuquilanda, similar a la de Gustavo Noboa y su canciller Heinz Moeller como a la de Alfredo Palacio en tiempos de Francisco Carrión. A últimas fechas, las relaciones entre Quito y Bogotá han vuelto a la normalidad, por enésima vez desde el lanzamiento del Plan Colombia I en el 2000. De su lado, la decisión correísta de poner en vigor un nuevo Plan Ecuador –el primero de ellos y con perfiles parecidos lo formuló Moeller allá por los años 2000 ó 2001, en la perspectiva de captar mayores asignaciones estadounidenses para el fementido combate de las drogas naturales- tiene los visos de un renovado saludo a la bandera. (Ver Manuel Salgado: “El laberinto de las relaciones Ecuador-Colombia”: www.alainet.org/active/16807; así como nuestra reseña histórica “Ecuador frente al eje Washington-Bogotá”: www.revistapueblos.org/article.php3?id_article=330)
- La política de la defensa de los recursos naturales y energéticos se ha movido, también, en un terreno ambiguo. Mientras, por un lado, aparecen plausibles y mutuamente ventajosos los acuerdos suscritos con Caracas, así como la puesta en marcha por parte del ministro de Energía, Alberto Acosta, de un plan de auditorías enfilado contra las concesionarias mineras extranjeras, otras decisiones resultan altamente discutibles e incluso, peligrosas. Concretamente, la política petrolera ha girado sobre el destino de los ricos yacimientos aceitíferos orientales del complejo Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT), actualmente en manos de PETROECUADOR. Al respecto, al interior del gobierno han venido pugnando dos posiciones: la de Acosta que, coincidente con los postulados de la Revolución Ciudadana, prioriza la preservación del medio ambiente, y la del polémico Carlos Pareja Yannuzzelli, titular del ente estatal, favorable a una entrega de los yacimientos a un consorcio integrado por SINOPEC (China), ENAP (Chile) y la cuestionada PETROBRAS. En un extenso reportaje sobre “La guerra entre Acosta y Pareja” adelantado por Vanguardia (No. 82, 17-23 de abril/2007), se apuntaba que una de las principales discrepancias entre los dos funcionarios mencionados sería que “la cartera de Energía ve el riesgo de que el crudo del ITT (de realizarse la concesión al citado consorcio) termine saliendo por el eje Manta-Manaos a Brasil o China, antes de ser procesado en Ecuador”, con lo cual se estaría remarcando nuestra inveterada condición de economía primario-exportadora, eje principal –conjuntamente con la dolarización (1)- de la racionalidad del neoliberalismo. Enfrentado a ese dilema, Correa parece haberse inclinado por la poco salomónica fórmula de convocar a una licitación internacional.
¿Cambio de modelo económico o fuga hacia delante?
La recuperación efectiva de la soberanía supone avanzar en la desconexión de la globalización corporativa (2); este proceso solo puede sustentarse en una economía relativamente autocentrada y regulada. De ahí que, al menos en el caso ecuatoriano, un modelo propiamente alternativo al neoliberal-aperturista predominante en las últimas 3-4 décadas únicamente podría emerger de insustituibles vectores nacionalistas y latinoamericanistas. Ver nuestros estudios “¿Cómo superar el fundamentalismo liberal?/Memorando I para la Asamblea Constituyente”: (www.paginadigital.com.ar/articulos/2007/2007prim/noticias/fundamentalismo-040307.asp) y “Planteamientos para una estrategia alternativa al TLC” (www.voltairenet.org/article/130527.html)
No obstante, otras medidas instrumentadas lucen más bien asistencialistas, como el incremento del “bono de la pobreza” y del subsidio para la vivienda, y los microcréditos aprobados para distintos segmentos poblacionales. O administrativas, como el diferimiento de plazos a los deudores del Banco de Fomento; la plausible intervención en algunos nidos de corrupción de los “pelucones” nobles y plebeyos (CATEG, PACIFICTEL, ANDINATEL, ELEVAL, Aduanas); la refiscalización de poderosos grupos empresariales, entre otras. Arbitrios que, pese a sus importantes significaciones e impactos políticos, estarían lejos de conformar una sólida plataforma para dejar atrás la pesadilla neoliberal.
La Agenda Económica y el Plan Social presentados hace poco por el Ejecutivo abonan los criterios expuestos en el párrafo precedente, pues sus contenidos más bien llevan a pensar que la Revolución Ciudadana, antes que por un genuino cambio de modelo económico, estaría apostando a la reactivación productiva, el incremento de la inversión social y el fomento del empleo mediante fórmulas convencionales: el deleznable desarrollismo que prevaleciera entre los 60 y 70 del siglo pasado y cuyo agotamiento colocó a nuestros países en la senda de las reformas y ajustes ortodoxos.
La política económica correísta estaría apuntando esencial e inmediatamente a la utilización de excedentes petroleros y, a mediano plazo, a los ingresos que generaría el impulso a producciones primarias (caña de azúcar, palma africana) requeridas por Estados Unidos y Europa para impulsar la producción industrial de biocombustibles. Es decir, por la vía de una refrendada adscripción del Ecuador a la vieja/nueva división internacional del trabajo tan cara al capital financiero internacional; lo cual significaría, por un lado, diferir para las calendas griegas la reforma agraria y la soberanía alimentaria, y por otro, que la proterva racionalidad del capital metropolitano de convertir los desastres que provoca en jugosas oportunidades de negocios, se afiance en el país. (Ver Silvia Ribeiro, “Agrocombustibles y lógicas perversas”: www.alainet.org/active/16889)
Esto explicaría, aparte del puntual servicio de los bonos Global, que la promesa oficial de la “renegociación soberana” de la deuda externa-interna haya devenido en la tesis de la “renegociación amistosa”, y, últimamente, en la teoría del “reacomodo financiero” del presupuesto planteada por el ministro de Economía, Ricardo Patiño. (3)
Conspiración a cielo abierto y resistencia popular
Pese a sus limitaciones, vacilaciones y contradicciones, la gestión de Correa ha desatado la furia de la derecha nativa –partidos tradicionales tipo PRIAN, PSP, PSC, UDC; “fuerzas vivas”, cámaras empresariales, capos financieros, autonomistas, desclasados sectores populares, etc.- que no se ha dado abasto en fabricar escenarios apocalípticos y conspirar a la luz del día.
La derecha no ha dado tregua al Ejecutivo, contando con el cotidiano respaldo de los medios de (des)información. Los argumentos más socorridos de los escribas del establecimiento –los discípulos de los Montaner, Oppenheimer y Vargas Llosa- han sido la defensa de la “institucionalidad”, denominación con la que identifican al colapsado Estado oligárquico-dependiente, y el “libre mercado”, nombre con el cual reconocen al patrón de acumulación monopólico, rentista, corporativista y privatizador –la lumpenacumulación tipificada por Gunder Frank hace casi medio siglo- sacramentado por la Constitución de 1998, texto fraguado por la entente febresborjista. Complementariamente, los defensores del statu-quo han agitado los fantasmas del “comunismo”, el “totalitarismo” y el “centralismo”, en su obsesión por desacreditar al presidente, a quien han tildado de “populista radical”, militante de la “mala izquierda” y, sobre todo, de émulo del temible Chávez.
Comandados por la troika Gutiérrez-Noboa-Nebot, los partidos burgueses y paraburgueses (más conocidos como “partidocracia”), atrincherados en el desprestigiado Congreso, se han empeñado sobre todo en bloquear la ruta para la instalación de una Asamblea Constituyente plenipotenciaria, para lo cual no repararon en la utilización de innobles recursos: intento de destitución de Correa incluso antes de su posesión, evocación del “pinochetazo”, circulación de rumores sobre un inminente “crack” bancario, designación para los organismos de control del Estado de algunos descalificados personajes de la resaca política nacional (alguno de ellos vinculado al narcotráfico), amenazas de paralización de ciudades, desconocimiento ilegal del presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Jorge Acosta, clamor por la intervención de la tristemente célebre OEA para la resolución de desaguisados políticos domésticos, pedidos de protección a Uribe...
Serían las vastas y recurrentes movilizaciones de la CONAIE, Alianza País, “forajidos”, militantes de la izquierda marxista, sindicalistas, montubios, afroecuatorianos, intelectuales, cristianos liberacionistas, estudiantes, jóvenes, mujeres..., con pancartas y gritos a favor del Ejecutivo y/o de la Asamblea, las que lograrían desquiciar los planes desestabilizadores de la reacción. En Quito, epicentro de los acontecimientos del “marzo caliente”, las marchas populares y de los estratos medios desembocaban en los alrededores del Congreso con proclamas refundacionales y a la par condenatorias de los diputados prooligárquicos (apostrofados como “vendepatrias”, “ratas” y “cucarachas”). En más de una ocasión, exaltados manifestantes estuvieron a punto de linchar a legisladores partidocráticos.
La ardorosa pugna gobierno-oposición comenzó a saldarse a favor del gobierno con la destitución de 57 diputados oposicionistas decidida por el TSE, con lo cual se despejó el camino para la realización de un plebiscito previo a la elección de legisladores constituyentes.
La victoria del polisémico “Sí” ha tenido como efectos cardinales consolidar el liderazgo de Rafael Correa y tonificar el espíritu libertario, patriótico y latinoamericanista de “los de abajo”. El Ecuador vibra aún con sentimientos similares a los que habrían suscitado hace un siglo Eloy Alfaro y sus huestes macheteras. Podría decirse que un febril espíritu de cambio recorre el país de punta a punta.
El futuro nacional, sin embargo, no se presenta como una amplia alameda. Las pesadas herencias históricas multiplicadas por el fundamentalismo liberal, la fragmentación social en incontables organizaciones, la multivalencia del discurso de la Revolución Ciudadana, el reaparecimiento de los espejismos de la legalidad y el democratismo… complejizan el horizonte. Más aún, si se considera que ni el Imperio ni las clases nativas -beneficiarios del actual orden-desorden- no son precisamente “tigres de papel”.
Verdad esta última que acaba de recordarnos el académico argentino Atilio Borón, al escribir: “... quien pretenda reformar nuestras sociedades no tendrá que vérselas con hidalgos adversarios prestos a reconocer que su ciclo histórico político ha concluido, sino con feroces enemigos dispuestos a responder con los horrores de una sangrienta contrarrevolución la osadía de pretender cambiar un orden que sus beneficiarios consideran no solo justo sino también natural e inmutable”. (“Ecuador: cita con la historia”: www.alainet.org/active/16887&lang=es)
(1) Respecto de los impactos devastadores de la dolarización, véase el estudio de Pablo Dávalos titulado “Ecuador: el debate prohibido” (www.alainet.org/active/17259&lang=es).
(2) Según Wim Dierckxsens: “La lucha social por una alternativa supone la desconexión del proceso de globalización (corporativa). La desconexión del proceso de globalización es una condición necesaria para recuperar la soberanía en todos los sentidos: económico, político, social, cultural, etc. El proceso de globalización niega dicha soberanía y promueve más bien la progresiva anexión de los países periféricos en general y de América Latina en particular en beneficio cada vez más exclusivo de unas cuantas empresas ligadas al capital financiero internacional. Esta desconexión, planteada, por ejemplo, en el ALBA, tiene mejores perspectivas conforme se acentúa la crisis del neoliberalismo en general y con una crisis cada vez más profunda de la hegemonía norteamericana en particular, condiciones que se cumplen hoy en día de manera cada vez más clara” (“El proceso de desconexión y la transición”, ALAI, 12 de junio del 2006)
(3) Una de cal y otra de arena. A último momento, el ciudadano-presidente ha anunciado que remitirá al Congreso, y con el carácter de emergente, un proyecto de Ley antineoliberal encaminado a “poner en vereda” a la bancos, comerciantes y ONGs usureros, aparte de emprender en las acciones judiciales a que haya lugar A este último respecto, en una nota de prensa se lee: “El presidente Rafael Correa dio plazo de una semana a los bancos y almacenes comerciales para que bajen las tasas de interés y las comisiones. De no cumplir con la disposición, el propio gobierno se encargará de presentar en la Fiscalía las demandas penales… ‘porque lo que hacen los bancos y los almacenes es un delito penal’. (Conforme al mandatario), ‘la tasa de interés convencional máxima que debe cobrarse es del 14% y no del 70% en el caso de los bancos y del 40% de los almacenes por el crédito a un año plazo. Esto es una estafa a la gente…’” (Hoy, 6 de mayo del 2007)
Profesor de las universidades Católica y Central. Miembro de la International Writers Association
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