Yuca donde se hace “yuca”
22/03/2007
- Opinión
En la “guardia” le llaman “yuca” a la labor de vigilancia, posta, atención…
Pero no se trata de hablar ahora de esa “yuca”, sino de una vieja siembra y cosecha de yuca (1) en un determinado predio asignado a la Base Aérea de San Isidro, situada a 14 kilómetros de la Capital dominicana.
Me lo contó un modesto teniente retirado de la Fuerza Aérea Dominica (FAD) en ocasión de un encuentro que sostuvimos con miembros (as) y simpatizantes de los círculos caamañistas de un barrio popular.
Me hablaba muy quedo, contándome algunas de sus vivencias en sus treinta años de carrera militar.
Su padre fue un campesino anti-trujillista a quien Trujillo le robó una “mula de calidad” y lo metió varias veces preso. Pero de todas maneras, por razones de subsistencia, el fue a parar a la “guardia” antes del ajusticiamiento del tirano y allí permaneció, repito, treinta años, que no es ni una yuca ni mucho menos un “rulo” (una especie de plátano, corto y gordito).
El caso es que una considerable extensión de terrenos del Estado aledaños a la referida instalación militar fueron sembrados de yuca cibaeña.
Los jefes militares le ordenaron a los rasos, cabos y sargentos realizar esa labor a cambio de concederle la posibilidad de comprar a “buen precio” durante la cosecha unas 10 libras de yuca por persona. Esto representaba realmente una pequeña porción de la cosecha. Lo restante se pesaba por quintales y cuidado si por toneladas, pero los guardias que hacían de peones agrícolas sin salario alguno no sabían cual podría ser su destino.
En ocasión de una de esas hermosas y abundantes cosechas, un sargento muy amigo del ex-oficial que me hizo este relato, se encontró con una mata de auyama y tomó de ella una que ya estaba “llena” o en su punto.
Tuvo el cuidado de colocarla junto a su pilita de diez libras de yuca asignada a cada guardia-trabajador. Pero no valió. De igual forma los jefes lo acusaron de “robarse” la bendita auyama y ordenaron su arresto en una celda solitaria sin cama con que dormir.
A su amigo -el ex-teniente, entonces un simple raso- le dolió mucho esa decisión de los jefes, pues sabía que su amigo no era ningún ladrón y entonces decidió llevarle su propia cama y su propio colchón para por lo menos evitar que durmiera en el puro y duro cemento.
Pero para mala suerte el capitán de turno lo pescó cuando intentaba ejecutar su noble decisión. Lo pescó y lo reprendió, amenazando con “trancarlo”.
El soldado conservó la calma y le explicó tranquilamente al capitán que no se trataba de robo alguno, que el sargento incluso puso la auyama en su pila de yuca para que se la cobraran.
El capitán no se conmovió, se mantuvo rígido, amenazante. Y entonces el soldado le dijo: -“Capitán, ¿Puedo hacerle una pregunta? -Si, le contestó, conservando su dura actitud”.
De inmediato el soldado le hizo esta reflexión: “los terrenos sembrados son del Estado y están asignados a la FAD, no hay que pagar nada por su uso, no son propiedad privada, los tractores e implementos agrícolas también son del Estado, a nosotros no se no paga por esta labor sino que solo nos sale el sueldo de militar, a nosotros a penas nos dejan comprar diez libras de yuca por cabeza, y entonces, capitán: ¿a dónde va a parar el resto de la yuca y todo lo que vale?”
El capitán le dijo que no podía responderle esa pregunta, pero que de inmediato lo llevaría a donde el coronel para que se la hiciera a él.
Tranquilito el soldado le hizo la misma reflexión al coronel y este le dijo que esa pregunta no se la iba a responder y lo mandó a salir de su despacho sin más palabras.
La verdad es que ambos oficiales sabían muy bien que el beneficiario de todo aquello era el general, jefe de Estado Mayor de la FAD. Y por eso lo dejaron ir sin sanción.
Muchos años después, ya ascendido a teniente, el soldado decidió pedir su retiro y recientemente acaba de ingresar al círculo caamañista de su barrio y se dispone a incorporar a otros círculos a un buen número de sus ex-camaradas de armas y a mucha gente de su vecindad.
Por el calor humano con que me recibieron y por lo que allí se conversó, me di cuenta que los círculos caamañistas van a crecer como la verdolaga(2) y confirmé, que históricamente y en la actualidad, en los cuerpos militares del país –ni hablar como esto se expresó en Abril de 1965- hubo y hay muchas personas buenas y justas, que anhelan una sociedad donde impere el bienestar colectivo y se ponga fin al abuso, la explotación, el saqueo y el robo de las riquezas de la nación.
En esa ocasión le conté a todo(as) los(as) presentes como en 1965, durante la revolución, en la zona constitucionalista, íbamos parejos todos(as), personas distintas con derechos y deberes iguales. Vida de comuna, socialismo de verdad, aun cercado por las tropas gringas. Fuente del nuevo socialismo, distinto al que se derrumbó.
Notas
(1) Yuca le dicen en algunos países caribeños al tubérculo comestible que en otros países le dicen mandioca.
(2) La verdolaga es una hierba rastrera que se reproduce y expande fácilmente
Pero no se trata de hablar ahora de esa “yuca”, sino de una vieja siembra y cosecha de yuca (1) en un determinado predio asignado a la Base Aérea de San Isidro, situada a 14 kilómetros de la Capital dominicana.
Me lo contó un modesto teniente retirado de la Fuerza Aérea Dominica (FAD) en ocasión de un encuentro que sostuvimos con miembros (as) y simpatizantes de los círculos caamañistas de un barrio popular.
Me hablaba muy quedo, contándome algunas de sus vivencias en sus treinta años de carrera militar.
Su padre fue un campesino anti-trujillista a quien Trujillo le robó una “mula de calidad” y lo metió varias veces preso. Pero de todas maneras, por razones de subsistencia, el fue a parar a la “guardia” antes del ajusticiamiento del tirano y allí permaneció, repito, treinta años, que no es ni una yuca ni mucho menos un “rulo” (una especie de plátano, corto y gordito).
El caso es que una considerable extensión de terrenos del Estado aledaños a la referida instalación militar fueron sembrados de yuca cibaeña.
Los jefes militares le ordenaron a los rasos, cabos y sargentos realizar esa labor a cambio de concederle la posibilidad de comprar a “buen precio” durante la cosecha unas 10 libras de yuca por persona. Esto representaba realmente una pequeña porción de la cosecha. Lo restante se pesaba por quintales y cuidado si por toneladas, pero los guardias que hacían de peones agrícolas sin salario alguno no sabían cual podría ser su destino.
En ocasión de una de esas hermosas y abundantes cosechas, un sargento muy amigo del ex-oficial que me hizo este relato, se encontró con una mata de auyama y tomó de ella una que ya estaba “llena” o en su punto.
Tuvo el cuidado de colocarla junto a su pilita de diez libras de yuca asignada a cada guardia-trabajador. Pero no valió. De igual forma los jefes lo acusaron de “robarse” la bendita auyama y ordenaron su arresto en una celda solitaria sin cama con que dormir.
A su amigo -el ex-teniente, entonces un simple raso- le dolió mucho esa decisión de los jefes, pues sabía que su amigo no era ningún ladrón y entonces decidió llevarle su propia cama y su propio colchón para por lo menos evitar que durmiera en el puro y duro cemento.
Pero para mala suerte el capitán de turno lo pescó cuando intentaba ejecutar su noble decisión. Lo pescó y lo reprendió, amenazando con “trancarlo”.
El soldado conservó la calma y le explicó tranquilamente al capitán que no se trataba de robo alguno, que el sargento incluso puso la auyama en su pila de yuca para que se la cobraran.
El capitán no se conmovió, se mantuvo rígido, amenazante. Y entonces el soldado le dijo: -“Capitán, ¿Puedo hacerle una pregunta? -Si, le contestó, conservando su dura actitud”.
De inmediato el soldado le hizo esta reflexión: “los terrenos sembrados son del Estado y están asignados a la FAD, no hay que pagar nada por su uso, no son propiedad privada, los tractores e implementos agrícolas también son del Estado, a nosotros no se no paga por esta labor sino que solo nos sale el sueldo de militar, a nosotros a penas nos dejan comprar diez libras de yuca por cabeza, y entonces, capitán: ¿a dónde va a parar el resto de la yuca y todo lo que vale?”
El capitán le dijo que no podía responderle esa pregunta, pero que de inmediato lo llevaría a donde el coronel para que se la hiciera a él.
Tranquilito el soldado le hizo la misma reflexión al coronel y este le dijo que esa pregunta no se la iba a responder y lo mandó a salir de su despacho sin más palabras.
La verdad es que ambos oficiales sabían muy bien que el beneficiario de todo aquello era el general, jefe de Estado Mayor de la FAD. Y por eso lo dejaron ir sin sanción.
Muchos años después, ya ascendido a teniente, el soldado decidió pedir su retiro y recientemente acaba de ingresar al círculo caamañista de su barrio y se dispone a incorporar a otros círculos a un buen número de sus ex-camaradas de armas y a mucha gente de su vecindad.
Por el calor humano con que me recibieron y por lo que allí se conversó, me di cuenta que los círculos caamañistas van a crecer como la verdolaga(2) y confirmé, que históricamente y en la actualidad, en los cuerpos militares del país –ni hablar como esto se expresó en Abril de 1965- hubo y hay muchas personas buenas y justas, que anhelan una sociedad donde impere el bienestar colectivo y se ponga fin al abuso, la explotación, el saqueo y el robo de las riquezas de la nación.
En esa ocasión le conté a todo(as) los(as) presentes como en 1965, durante la revolución, en la zona constitucionalista, íbamos parejos todos(as), personas distintas con derechos y deberes iguales. Vida de comuna, socialismo de verdad, aun cercado por las tropas gringas. Fuente del nuevo socialismo, distinto al que se derrumbó.
Notas
(1) Yuca le dicen en algunos países caribeños al tubérculo comestible que en otros países le dicen mandioca.
(2) La verdolaga es una hierba rastrera que se reproduce y expande fácilmente
https://www.alainet.org/fr/node/120146
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