Familiarizados con la mentira, no preparados para la verdad?
29/11/2006
- Opinión
La vinculación de varios congresistas a procesos judiciales por su relación con los paramilitares y sus acciones es un de los debates centrales que vive hoy el país. La larga cadena de implicados que puede derivarse de las investigaciones que adelanta la Corte Suprema de Justicia y de las declaraciones que puedan producir los comandantes paras en el desarrollo de la ley de Justicia y Paz anuncia una especie de tsunami político que ha desatado innumerables alertas. Entre ellas la que produjo el alto comisionado de la ternura de que el país no está preparado para la verdad. No es extraño que gran parte del respaldo de esta opinión sea su formación profesional en psiquiatría, o que en las negociaciones, extremadamente secretas, con los jefes paras hubiera intuido o conocido tantos compromisos de jefes políticos y miembros de organismos gubernamentales y de seguridad con ellos que considere que gran parte de la institucionalidad se vería afectada si todo se conociera.
Qué clase de país cree el comisionado que está manejando. Será que reconoce que muchos de los más de siete millones que votaron por Uribe son mansas ovejas que cayeron en su redil a base de mentiras y que no están en condiciones de aceptar una más? Porque no creo que piense que los dos millones seiscientos mil que lo hicieron por Gaviria caigan en la franja que considera incapaz de conocer toda la verdad. Ni tampoco pienso que la inteligencia que demostró antes de tener un alto cargo en el gobierno con la producción de los libros El Derecho a la ternura y La Trampa de la Razón se haya perdido y no tenga en cuenta que un alto porcentaje de esos cerca de doce millones de colombianos y colombianas que no votan, muchos de ellos lo hacen porque están hastiados de la corrupción, la politiquería y el clientelismo. No necesariamente de manera consciente; pero si es posible que lo sea por una indiferencia producida por esa descomposición y vagabundería. De tal manera que quiéranlo o no esperan con ansias que se produzca la verdad; así haya en ello mucho de espectáculo, y así eso no los cambié en su actitud de desdén frente a la política.
Pareciera que la balanza de quienes optan por creer que no somos capaces de conocer la verdad se inclina más bien por aceptar que este es un país de mentirosos o que por largos años convivió con las mentiras de quienes han detentado o detentan el poder. En parte no les falta razón porque dilapidar el erario público a lo largo de toda nuestra historia republicana por parte de liberales y conservadores sin que el pueblo les hubiera dado la espalda no demuestra más que amnesia o convivencia con la mentira. Pues para reproducirse en el poder se debía tener una gran capacidad de mentir al electorado para no asumirse responsables de la incapacidad de construir un Estado que incorporara los avances que se habían producido en naciones industrializadas y para que no se diera cuenta del uso personal y familiar del patrimonio público. Las más de las veces también le hicieron creer a la ciudadanía que les correspondería parte de la torta que ellos disfrutaban; Así en cada elección solo obtuvieran las migajas de los grandes banquetes de que se vanagloriaban los poderosos.
Qué no decir de las mentiras con que se hizo popular el actual presidente. Enarboló la lucha contra la corrupción y no ha hecho más uso del erario público para favorecer sus intereses porque encontró sus arcas semivacías y cada día las ahorca más para exprimirlas. Fue quien impulsó las Convivir durante su mandato regional en Antioquia y fue llevado en ambas elecciones por el peso de los paramilitares en diversos lugares del país. Por eso hasta organismos internacionales y el mismo gobierno estadounidense han cuestionado el llamado proceso de paz con los paras. Su amistad y simpatía con ellos explica la laxitud con que los ha tratado y la evidencia que ahora se produce con que varios de los políticos más cercanos a su gobierno sean investigados por la Corte Suprema de Justicia. Nada más bochornoso que el espectáculo que se produjo en el último proceso electoral cuando ordenó expulsar de las filas uribistas a varios dirigentes y luego los reconviniera para que volvieran a su redil y le hicieran mayorías en el Congreso.
En fin, es cierto que hay una amplio espectro de la elite política y de las clases dominantes que han cabalgado sobre la mentira para sostenerse y reproducirse en el poder. Eso no quiere decir que no haya una mayoría del pueblo que clame porque al fin vayan a la cárcel todos aquellos que hoy fueron cogidos con las manos en la masa. Sabemos que eso no sanaría para siempre ese cáncer que carcome la vida política, pero si sería un buen paso para que el pueblo comprenda que hacia delante se requiere más participación y decisión para el fortalecimiento de liderazgos que asuman un compromiso ético por la construcción de una nueva sociedad y, por tanto de una nueva Colombia.
Popayán, Jurídica al día, noviembre 29 de 2006-12-05
Qué clase de país cree el comisionado que está manejando. Será que reconoce que muchos de los más de siete millones que votaron por Uribe son mansas ovejas que cayeron en su redil a base de mentiras y que no están en condiciones de aceptar una más? Porque no creo que piense que los dos millones seiscientos mil que lo hicieron por Gaviria caigan en la franja que considera incapaz de conocer toda la verdad. Ni tampoco pienso que la inteligencia que demostró antes de tener un alto cargo en el gobierno con la producción de los libros El Derecho a la ternura y La Trampa de la Razón se haya perdido y no tenga en cuenta que un alto porcentaje de esos cerca de doce millones de colombianos y colombianas que no votan, muchos de ellos lo hacen porque están hastiados de la corrupción, la politiquería y el clientelismo. No necesariamente de manera consciente; pero si es posible que lo sea por una indiferencia producida por esa descomposición y vagabundería. De tal manera que quiéranlo o no esperan con ansias que se produzca la verdad; así haya en ello mucho de espectáculo, y así eso no los cambié en su actitud de desdén frente a la política.
Pareciera que la balanza de quienes optan por creer que no somos capaces de conocer la verdad se inclina más bien por aceptar que este es un país de mentirosos o que por largos años convivió con las mentiras de quienes han detentado o detentan el poder. En parte no les falta razón porque dilapidar el erario público a lo largo de toda nuestra historia republicana por parte de liberales y conservadores sin que el pueblo les hubiera dado la espalda no demuestra más que amnesia o convivencia con la mentira. Pues para reproducirse en el poder se debía tener una gran capacidad de mentir al electorado para no asumirse responsables de la incapacidad de construir un Estado que incorporara los avances que se habían producido en naciones industrializadas y para que no se diera cuenta del uso personal y familiar del patrimonio público. Las más de las veces también le hicieron creer a la ciudadanía que les correspondería parte de la torta que ellos disfrutaban; Así en cada elección solo obtuvieran las migajas de los grandes banquetes de que se vanagloriaban los poderosos.
Qué no decir de las mentiras con que se hizo popular el actual presidente. Enarboló la lucha contra la corrupción y no ha hecho más uso del erario público para favorecer sus intereses porque encontró sus arcas semivacías y cada día las ahorca más para exprimirlas. Fue quien impulsó las Convivir durante su mandato regional en Antioquia y fue llevado en ambas elecciones por el peso de los paramilitares en diversos lugares del país. Por eso hasta organismos internacionales y el mismo gobierno estadounidense han cuestionado el llamado proceso de paz con los paras. Su amistad y simpatía con ellos explica la laxitud con que los ha tratado y la evidencia que ahora se produce con que varios de los políticos más cercanos a su gobierno sean investigados por la Corte Suprema de Justicia. Nada más bochornoso que el espectáculo que se produjo en el último proceso electoral cuando ordenó expulsar de las filas uribistas a varios dirigentes y luego los reconviniera para que volvieran a su redil y le hicieran mayorías en el Congreso.
En fin, es cierto que hay una amplio espectro de la elite política y de las clases dominantes que han cabalgado sobre la mentira para sostenerse y reproducirse en el poder. Eso no quiere decir que no haya una mayoría del pueblo que clame porque al fin vayan a la cárcel todos aquellos que hoy fueron cogidos con las manos en la masa. Sabemos que eso no sanaría para siempre ese cáncer que carcome la vida política, pero si sería un buen paso para que el pueblo comprenda que hacia delante se requiere más participación y decisión para el fortalecimiento de liderazgos que asuman un compromiso ético por la construcción de una nueva sociedad y, por tanto de una nueva Colombia.
Popayán, Jurídica al día, noviembre 29 de 2006-12-05
https://www.alainet.org/fr/node/118528?language=en
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