La hora de la agroenergía

31/07/2006
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El éxito es un cruce de caminos entre la oportunidad y la preparación. El mundo es un pañuelo, se suele decir coloquialmente; otra forma de referirse a la idea anticipadora de Mac Luhan de la Aldea global que habitamos. Una forma graciosa de describir la globalización fue el reporte que dieron los medios del fatal desenlace del accidente automovilístico en el que pereció la Princesa Diana: una princesa británica con un novio egipcio que usa celular sueco, chocan en un túnel francés en un auto alemán con motor holandés, conducido por chofer belga rascado con whisky escocés. Les seguía un paparazi italiano en una motocicleta japonesa y tomaba fotos con cámara taiwanesa para una revista del corazón española. Luego de que se accidentaran fueron intervenidos por un médico ruso y un asistente filipino que utilizó medicamentos brasileros e instrumental paquistaní. La globalización tiene sus ventajas y sus desventajas, una de estas es que las crisis cuando se presentan son sincronizadas y nada ni nadie puede escapar a sus efectos. El tres veces premio Pulitzer, Thomas Friedman, asegura a propósito del alza sostenida de los precios internacionales del petróleo y de la carestía de este, que ello "podría corroer la estabilidad mundial". Por su parte, el ex vicepresidente de los EEUU, Al Gore, se ha convertido en una celebridad merced a la publicación del libro Una inconveniente verdad, un best seller que ya fue llevado al cine con gran éxito de taquilla y en el cual se ocupa del fenómeno del calentamiento global. En su autorizado concepto el avance de este y su efecto amplificado constituyen "la crisis más peligrosa que nosotros hayamos encarado". Como si fueran dos de los cuatro jinetes del Apocalipsis, esta combinación de factores adversos para la economía y la sociedad global, no son portadores de buenas noticias, sino malas, pésimas y sus implicaciones no pueden ser más terribles. Definitivamente, la época de los combustibles abundantes, baratos y de suministros confiables ha quedado atrás, para dar paso a otra de combustibles escasos, caros y de suministros expuestos a toda clase de incertidumbres políticas. Entre tanto, los combustibles fósiles, el carbón en el Siglo XIX y el petróleo en el Siglo XX, han contribuido y de qué manera al calentamiento global, a tal punto que 20 de los 21 años más calurosos de la Tierra corresponden a los últimos 25 años. El mundo se siente abrumado por la creciente demanda de energía; desde 1965 sólo se registra una ligera declinación en el primer lustro de la década de los ochenta. En los últimos diez años la demanda de crudo se elevó en un 20%, estimándose que más del 90% de la misma corresponde al sector transporte. Como lo afirma Francisco Javier Larrañaga, director de Renata Campagnaro VETRA Group, "La competitividad del petróleo y sus derivados es muy diferente en cada uno de estos sectores. En el sector transporte, los derivados del petróleo no tienen competencia significativa. Sin embargo, en el sector industrial y doméstico, existe una fuerte competencia entre los derivados del petróleo y el gas natural. Igual sucede en el sector construcción, entre el asfalto y el concreto como pavimento de carreteras. El resultado es que la demanda de petróleo es relativamente inelástica (al menos a corto plazo), lo cual produce una de las características que más lo diferencian de otros "commodities": la diferencia entre el costo de producción y el precio que el consumidor está dispuesto a pagar"[2]. Claro que este crecimiento de la demanda es desigual, debido fundamentalmente a la diferencia de ritmo de crecimiento de sus economías y del grado de eficiencia en el uso de la energía entre los países industrializados y aquellos en vía de desarrollo. Consumo de petróleo por tipo de uso La preocupación es tanto mayor, habida cuenta de que la producción de crudo muestra una tendencia que, de no revertirse, podría precipitar más pronto que tarde mayores dificultades para asegurar el abastecimiento del mismo. Cada vez se habla con mayor insistencia del cenit de los combustibles fósiles; son muchos los expertos que coinciden en pronosticar que sólo restan veinte años para que la producción de petróleo alcance su techo, a partir del cual descenderá ineluctablemente. Según la investigación conducida por el científico M.K. Hubbert[3] en 1956, la producción de petróleo de las cuencas sedimentarias sigue una curva acampanada básicamente simétrica, tal como se observa en la ilustración, desde entonces llamada "curva de Hubbert". El cenit del petróleo es la denominación que se da a la parte superior de esta; aunque no es fácil establecer exactamente el punto de inflexión de dicha curva, algunas estimaciones lo sitúan entre el 2006 y el 2010. Así como la crisis generada por el conflicto Árabe - Israelí en 1973 primero y la caída del Sha de Irán después en 1980, obligó a los países industrializados, que son los más sedientos de petróleo, a implementar medidas tendientes a ahorrar combustibles, a hacer un uso más racional y eficiente de los mismos y a promover el uso de fuentes alternas, hoy se revive dicho drama y con él la búsqueda de sustitutos. En ello ha jugado un papel preponderante la Agencia Internacional de Energía (AIE), que data desde la década de los setenta. Proyección producción mundial de petróleo Según la Agencia Internacional de Energía (AIE) la demanda de petróleo se incrementará en un 60% en el breve lapso de 2002 - 2030, las autoridades energéticas buscan desesperadamente fuentes alternas de energía, distintas al petróleo, al gas y al carbón. Los países desarrollados, empezando por los EEUU y la Unión Europea (UE), están haciendo cuanto está a su alcance para reducir su dependencia del petróleo y enfrentar eficazmente los problemas inmanentes a la contaminación ambiental y el calentamiento global. En este escenario, las oportunidades para los biocombustibles son cada vez mayores, por ser los más próximos e idóneos sustitutos del combustible motor, abriéndoseles un mercado inconmensurable hacia el futuro. Otras alternativas como la energía eléctrica almacenada en baterías o el hidrógeno, distan mucho todavía del uso masivo que ya empieza a dársele a los biocombustibles. Todavía estamos lejos del desarrollo de tecnologías disruptivas que permitan reemplazar a costo plazo los combustibles líquidos. Si Brasil supo aprovechar la coyuntura que se presentó con la crisis de 1973, reconvirtiendo parte de sus ingenios azucareros para producir etanol, hasta convertirse en la primera potencia exportadora del mismo y Alemania en 1994 echó mano del biodiesel, Colombia tiene ante sí la oportunidad de impulsar la producción de combustibles a partir de los carbohidratos y las oleaginosas, en momentos en que sus hidrocarburos se agotan, declinan sus principales campos de producción y decae el volumen de sus exportaciones de crudo. Colombia ya debe estar formulando un plan de contingencia para enfrentar la pérdida de la autosuficiencia petrolera e indudablemente los combustibles alternativos, renovables y biodegradables están llamados a conjurar sus nefastos y perturbadores efectos. Si un país como Indonesia (miembro de la OPEP) ya se está refugiando en los biocombustibles, poniéndose la venda antes que la herida, qué puede esperarse para Colombia cuyas se reservas se agotan vertiginosamente. De esta manera, al tiempo que se sustituyen los crudos y sus derivados, además de contaminantes escasos, se reactivará la producción agrícola a partir del cultivo ya sea de caña de azúcar, maíz, yuca, remolacha o la jatropha, entre otros, como insumo para las destilerías de bioetanol o de oleaginosas, como la palma Africana, la soya, la higuerilla, el girasol y la colza para abastecer de materia prima las refinerías de biodiesel. Con la expedición de nuestra Ley (693 de 2001) aunada a la Ley 939 de 2004 se pudo desbrozar el camino, de hecho ya los ingenios Cauca, Providencia, Risaralda, Manuelita y Mayagüez están produciendo desde finales del año anterior 1.050.000 litros diarios de bioetanol, para satisfacer la demanda del Occidente del país y la Sabana de Bogotá. Se prevé el montaje de 27 plantas más, esparcidas en 17 departamentos del país, por lo menos 4 de ellas en la región Caribe, para extender la mezcla del 10% con la gasolina al resto del país. De acuerdo con las proyecciones de la Federación Nacional de combustibles, para el 2010 se podría duplicar el consumo interno con sólo elevar el porcentaje de la mezcla al 15%. Colombia para entonces, tendrá una capacidad de exportación cifrada en 2'300.000 litros diarios de etanol. Es bien sabido que el consumo del diesel en el transporte automotor crece a una rata mayor que el consumo de gasolina; en el caso colombiano la creciente demanda por diesel ha rebasado la capacidad de refinación de ECOPETROL y hemos venido importando el 5% de nuestro consumo interno. De modo que la mezcla de biodiesel con el petrodiesel no sólo es necesario sino urgente; además, la dinámica de este mercado a nivel internacional ha hecho del biodiesel un producto sumamente apetecido. Existe ya un mercado de los biocombustibles maduro y robusto al que hay que cautivar, el año anterior su producción en el mundo alcanzó a cubrir el 2% del consumo de gasolina. Sólo entre 2000 y 2005 la producción de bioetanol pasó de 4.600 millones de galones a 12.200 millones. En cuanto al biodiesel se refiere, su producción pasó de 251 millones de galones en el 2000 a 790 millones de galones en el 2005. El Presidente Bush se vio precisado, muy a su pesar, a anunciar en su alocución del 6 de febrero sobre El Estado de la Unión[4] una estrategia tendiente a romper la dependencia de los EEUU respecto al suministro de crudos. Ya en agosto de 2005, a través de la Ley de política energética, se había dispuesto de US $14.200 millones para cubrir los incentivos al desarrollo, consumo e incluso importación de energía, especialmente de etanol y biodiesel. De hecho esta vigente en los EEUU el incentivo de US $0.51 por galón, para que la gasolina que se venda en el país contenga al menos 4.000 millones de galones de etanol en el 2006 y 7.500 millones en el 2012. Es tal el furor con el que han tomado los Estados Unidos esta Iniciativa, que, según el New York Times, en el transcurso de los próximos doce meses se instalarán 39 nuevas plantas productoras de alcohol, con lo cual los EEUU se situará a la vanguardia como el mayor productor, por encima incluso de Brasil. Ya se teme por el desabastecimiento del maíz por cuenta de su procesamiento para obtener el bioetanol; se estima que a la vuelta de dos años los EEUU ya no contará con excedente exportable de maíz y los precios de este se duplicarán, ofreciendo una rentabilidad mayor que el petróleo, el oro o el cobre. Como lo afirmó Dwight Anderson, administrador de un Fondo de Inversión que está comprando maíz a futuro, "vamos a ver una rentabilidad agrícola sin precedente"[5]. Mientras en el viejo continente la frontera agrícola se convierte en la gran limitante para expandir sus cultivos, Colombia posee grandes posibilidades de ampliarla, apelando a la agroenergía como base para sustentar todo un desarrollo agroindustrial, que bien puede inducir un poderoso desarrollo endógeno sustentable, generador de empleo e ingresos en América Latina. Como lo afirmó recientemente el director de la FAO para América Latina, José Graciano da Silva, "la abundancia de tierras, el clima, la disponibilidad de mano de obra y la cooperación creciente entre gobiernos está en buen pié para desarrollar con énfasis una política bioenergética...La explosión de costos en la matriz de energía, si bien por un lado genera tensión en diferentes cadenas productivas, inyecta simultáneamente un soplo de competitividad en las fuentes de combustibles renovables"[6]. Por su parte la Presidenta de Chile afirmó con mucha contundencia que "El tema energético es un asunto estratégico, fundamental para el desarrollo futuro del país. Aquí no caben improvisaciones ni las buenas intenciones...En esta materia, simplemente, no podemos fallar. Sólo el trabajo serio, la planificación, los estudios y mantener un adecuado clima de inversión garantizan el éxito"[7]. Es tal el auge de los biocombustibles que ya empieza a haber preocupaciones como la expresada por el experto George Monbiot; para él "Estas perspectivas, parecen, a primera vista, ridículas. Si no se pudiese cubrir la demanda de alimentos, ¿no se aseguraría el mercado de que las cosechas se utilizasen para alimentar personas, en vez de vehículos? No existen seguridades al respecto. El mercado responde al dinero, no a las necesidades. El dilema es claro: la gente que posee coches tiene más dinero que la gente que se está muriendo de hambre. Por ello, el gobierno de Tony Blair dispuso fijar un límite a la cantidad de combustible para el transporte que procederá de los cultivos; Malasia y Tailandia hicieron lo propio respecto al biodiesel. Esta decisión seguramente será imitada, y muy pronto, por otros países con el fin de preservar la seguridad alimentaria. Colombia se puede convertir en el gran proveedor de biocombustibles, tanto de la UE como para los EEUU, que está ávido de ellos y que ya empezó a flexibilizar sus importaciones, acosados y asustados como están por la inminencia de un eventual desabastecimiento. Es muy diciente que los biocombustibles, que hacían parte de la matriz de intereses ofensivos de Colombia en su negociación del TLC con EEUU, es prácticamente el único producto al que le dieron vía franca para acceder al mercado estadounidense. Es más, independientemente de la negociación del TLC, Bush está haciendo todo lo posible para desmontar el arancel a la importación de etanol de 2.5%, así como también el sobreprecio de US $0.54 por galón importado. Sería dable pensar en una especie de TLC para los biocombustibles, ya que el otro de más amplio espectro se encuentra más tuerto que visco. Hoy por hoy las importaciones de etanol por parte de los EEUU superan los 200 millones de galones cada año, de los cuales el 50% se origina en el Brasil. Esta es la apuesta que deben hacer los agricultores, los empresarios y los inversionistas, a quienes el gobierno les está ofreciendo una Zona franca especial[8] para promover la producción de biocombustibles e incluso en el proyecto de presupuesto para la vigencia 2007, incluyó una partida inicial de US $30 millones para la creación de un Fondo de capital de riesgo para promover y apalancar financieramente la construcción de las plantas necesarias en aquellas regiones con bajo atractivo para los inversionistas privados. Señales como esta van en la dirección correcta. Cabe la pregunta: qué estamos esperando para contar con un Plan Nacional de Agroenergía, como el que ya se dio Brasil en octubre de 2005, tomándonos una vez más la delantera. Tal y como lo plantea Meter Drucker, hay la necesidad de pasar de hacer las cosas correctamente a hacer las cosas correctas. Los biocombustibles merecen un capítulo especial en el próximo Plan Nacional de Desarrollo y debe ocupar un lugar de relevancia en el Plan Visión 2019. El Siglo XXI será la edad de oro de los biocombustibles, que ya están en boga en todas las latitudes y Colombia no puede desaprovechar su gran potencial, gracias a las ventajas comparativas y competitivas que le dan la extensión y feracidad de sus tierras, su envidiable ubicación geográfica estratégica y su inveterada vocación agrícola. Manos a la obra! Valledupar, julio 28 de 2006 - Amylkar D. Acosta M. es Presidente Sociedad Colombiana de Economistas. Fuente: http://www.amylkaracosta.com
https://www.alainet.org/fr/node/116370?language=en

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