La cumbre de Doha
22/06/2005
- Opinión
Rodeada de silencio mediático se realizó hace unos días en Doha, capital de Qatar, la segunda Cumbre Sur del Grupo de los 77 y China (G77). La exclusión de esta cita por los grandes medios de (in)comunicación explica por sí misma su importancia en la defensa del derecho al desarrollo de los países del tercer mundo. El G77 cuenta ya con 132 países miembros y se caracteriza por su heterogeneidad ideológica, donde no faltan incondicionales de Estados Unidos. Surge en 1964 ante la necesidad de elaborar una plataforma común frente al mundo industrializado cuando se avecinaba la celebración de la primera Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. De entonces acá ha llovido mucho. Se desplomó la Unión Soviética, se decretó el fin de la historia y se impusieron a escala universal un pensamiento y unas políticas económicas únicas basadas en la prevalencia del mercado como único organizador de la vida social. Estas políticas han llevado a los países subdesarrollados a un mayor subdesarrollo, pobreza y dependencia y han ensanchado la brecha económica y tecnológica entre ellos y las potencias imperialistas. La historia sigue siendo la misma que en 1964, sólo que se han profundizado notablemente las asimetrías a favor de los países ricos.
Por consiguiente, es lógico que la reunión de Doha haya puesto un gran énfasis en el derecho al desarrollo y en el compromiso incumplido desde hace treinta años por parte de los países ricos de dedicar un 0.7 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) a la ayuda oficial al desarrollo (AOD) de los países del sur. Desde entonces lo más que se ha logrado de los desarrollados es un aporte de 0.25 por ciento del PIB en AOD y apenas 0.1 por ciento en el caso de Estados Unidos. Esta es la causa principal por la que no se podrán cumplir las insuficientes Metas del Milenio de la ONU en 2015. Comprobémoslo con algunos ejemplos.
La ONU se propuso reducir a la mitad para esa fecha los 1276 millones de seres humanos en pobreza extrema que existían en 1990. Era necesaria una reducción de 46 millones de pobres por año. No obstante, excluyendo a China, entre 1990 y 2000, la pobreza extrema aumentó en 28 millones. Otra meta, disminuir a la mitad los 842 millones de hambrientos, exigiría disminuir 28 millones anualmente. Pero lo logrado sólo alcanza a 2.1 millones. A ese ritmo la meta se cumpliría en 2215, dos siglos después de lo previsto. Alcanzar la enseñanza primaria universal era otro propósito, pero la realidad es que 120 millones de niños no asisten a la escuela y según UNICEF la meta se lograría después del 2100. Otro objetivo era disminuir en dos terceras partes la mortalidad infantil en menores de cinco años, pero continúan muriendo anualmente 13 millones de niñas y niños por enfermedades prevenibles y curables. Mientras los países ricos aportaron el año pasado a la AOD 78 mil millones de dólares, los países del sur son exportadores netos de capital hacia aquellos. Les transfieren 436 mil millones de dólares anuales en pago del servicio de la inmoral deuda externa y les pagan más de cien mil millones en aranceles, sin contar las utilidades que les extraen las transnacionales y el capital especulativo. En cambio, a la vez que predican farisaicamente a favor del libre comercio, los países desarrollados invierten 300 mil millones de dólares al año en la protección de su agricultura.
En el marco de la reunión de Doha se produjo una reunión de cancilleres del Movimiento de los no Alineados que en relación al proyecto de reforma de la ONU reiteró en su Declaración su irrestricto apego a los principios del derecho internacional, incluidos la soberanía y no intervención. El proyecto de reforma, circulado por el secretario general del organismo Kofi Annan se propone rescribir la Carta de la ONU legitimando la doctrina de la "guerra preventiva" y el "derecho a proteger", que consagraría el derecho a las intervenciones imperialistas y pretende justificar el incumplimiento de sus compromisos con el desarrollo por los países industrializados. Estas posiciones divergentes se enfrentarán en la sede de la ONU en Nueva York, en septiembre, donde se intenta desviar la discusión de las Metas del Milenio hacia una reestructuración del Consejo de Seguridad a modo de los poderosos. La cumbre de Doha fortaleció la unidad del G77 frente a estos desafíos al ratificar los acuerdos alcanzados en La Habana en 2000, referente político en la recomposición del tercermundismo.
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