Potencialidades y límites de “la rebelión de los forajidos” en el derrocamiento del presidente Gutiérrez

19/05/2005
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A Julio García, fotógrafo chileno, amigo de los movimientos populares, asesinado en las marchas de oposición a Lucio Gutiérrez En una rueda de prensa de Gutiérrez, cuando la movilización social empezaba a crecer inesperadamente la noche del 13 de abril, lanzó con desprecio el epíteto de “forajidos” para referirse a aquellos que realizaron un mitin frente a su domicilio, mas su desprestigio ya era tal que al difundirse por la prensa el calificativo se trastoco hacia un sentido positivo para generar una identidad común entre la oposición civil no partidaria, entonces empezaron a decir: “todos somos forajidos”. De allí en adelante, entre el 14 y el 21 de abril se desenvuelve “la rebelión de los forajidos”. Esta movilización social precipitó el derrocamiento del gobierno de Lucio Gutiérrez, en cuyo desenlace final intervino el Congreso Nacional que declaró vacante la primera magistratura y la decisión de las Fuerzas Armadas de retirarle el apoyo. Esta agitación social tuvo como escenario principal, a la capital de la República, la composición social estuvo dada mayoritariamente por la presencia de clases y capas medias, los motivadores de agitación fueron la salida del Presidente de la República, “Lucio fuera”, las reivindicaciones desde la ciudadanía, y sus mecanismos de acción bajo el precepto de la “auto convocatoria”. Es un movimiento bastante amorfo cuya presencia tiene apenas unos diez días, pero echa raíces en los sucesivos procesos de movilización por una revocatoria del mandato de hecho sobre los primeros mandatarios aplicando golpes de estado parlamentarios como había acontecido con los casos de Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad. Su punto de fortaleza está en la participación abierta de sectores sociales diversos que se rebelan contra el deterioro del sistema político ecuatoriano, principalmente la corrupción, y todos los partidos políticos, ello le permite convocar a un amplio espectro de pobladores que consideran que de esta manera evitan la manipulación de las cúpulas partidarias, pues la experiencia de los casos precedentes, la sucesión a favor de Fabián Alarcón y Gustavo Noboa, es que ellos terminan negociando cargos, puestos, contrataciones y ministerios. Más ese mismo espectro amplio, que permite que a su interior se movilicen una gama enorme de nucleamientos: barras bravas de grupos deportivos, núcleos de masones, congregaciones religiosas, asociaciones estudiantiles, clubes juveniles, gremios profesionales, comités barriales, etc., pero donde casi no aparecen sindicatos ni comunidades indígenas, peor partidos políticos, no representan en sí un proyecto histórico consolidado, mas proponen una “refundación del país”. El denominador común constituyó el rechazo a la corrupción que se mostró cínicamente durante la última etapa del gobierno de Gutiérrez; un sentimiento de repugnancia y de necesidad moral de actuar frente al espectáculo grotesco de un sistema político envilecido, aquello que el escritor Moreano denominó “la escena obscena”. El derrocamiento del gobierno de Lucio Gutiérrez implica un revés a las cada vez mayores determinaciones del Departamento de Estado de los Estados Unidos en la política interna del Ecuador, especialmente despliegue del Plan Colombia, consolidación de su base militar en Manta, negociaciones sobre Tratado de Libre Comercio. Gutiérrez armó la base política de su régimen sobre la base de un alineamiento absoluto con la administración Bush, en su primer viaje a Washington, en el 2003, se auto proclamó como “el mejor aliado de los Estados Unidos”, en la reunión de presidentes de Guadalajara, en el 2004, se refirió a dicho potencia como “nuestro hermano mayor”. Educado en las escuelas de entrenamiento del Pentágono, se convirtió en una pieza incondicional a la estrategia del Comando Sur del Ejercitó de los Estados Unidos para la región andina. A continuación desarrollo un análisis preliminar del proceso político vivido en los últimos días. Contexto general El escenario mas amplio se ubica en los últimos diez años (1995 2005) recrudecimiento de la aplicación del modelo neoliberal y deterioro del sistema de partidos; se caracteriza por el desprestigio a la política desde el discurso que se pretende único, la quiebra del sistema político ecuatoriano con el predominio del corporativismo, la consolidación de prácticas mafiosas en el quehacer de partidos, la implantación de mecanismos económicos pauperizantes como la dolarización, la presencia de nuevas generaciones que cuestionan lo existente y demandan ser actores. Veinte y tres años de pago de deuda externa, esto es que entre el 40 y 50% del presupuesto va hacia la banca internacional y los tenedores de papeles de la deuda, añadido a ello la multiplicación de las prácticas de corrupción empezando por las altas esferas oficiales y privadas, que dejan en soletas a aquello que está destinado a la reproducción social del conjunto. El pastel se lo llevan ellos (la banca internacional y los círculos oligárquicos criollos) apenas quedan las migajas para la población. En un escenario ideológico sobre la comprensión de la política y la economía: a la primera apenas le corresponde desbrozar el camino para el desenvolvimiento de la segunda. “Mientras mejor se garanticen los intereses privados, mayor posibilidad de la realización del interés general” reza el dogma, que empata con el ideal de las burguesías. El caso ecuatoriano aporta dinámicas que son peculiares. Desde fines de 1995, hace diez años atrás, con motivo de las denuncias de corrupción contra el ex Vicepresidente Dahik, cuando además de los ajetreos parlamentarias se protagonizan acciones sociales directas en contra de la corrupción, se desenvuelven movilizaciones, importantes y masivas, que reclaman cambios en el sistema político y económico; pero el sistema se las arregla para que tras cada una de estas revueltas, al final de cuentas nada cambie, y lo que es peor, se expandan y perfeccionen los mecanismos de corrupción, mediante el reparto de “espacios de poder”. Las oleadas sociales fueron en 1997 en torno al derrocamiento de Bucaram, en 1999 como rechazo a la quiebra del sistema bancario, en el 2000 por el derrocamiento de Mahuad, en la conciencia de los pobladores iba quedando la percepción de que en condiciones de activación social, protestando, saliendo a las calles, expresándose públicamente “era posible botar un presidente”, es decir el ejercicio de la revocatoria de mandato por la vía de la acción directa, desde los altos funcionarios de gobierno. Pero tras la caída de Bucaram le sucedió uno de los expertos en la triquiñuela y la zapada, Fabián Alarcón. Algo similar acontece tras el derrocamiento de Mahuad con una nueva repartija en beneficio de cúpulas partidarias a espaldas del pueblo. Es decir no solo el sistema económico es explotador y opresor, sino que el sistema político encuentra en la expansión de mecanismos clientelares y corporativos el mecanismo de cooptación de fuerzas que emergen como alternativas. El ejemplo de esa construcción corporativista y clientelar, está en los mecanismos de elección y funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia. Los ministros jueces designados corresponden a cuotas de los partidos políticos, administradas por la vía de los parlamentarios; por eso siempre el Congreso Nacional se reservó la atribución de nombrar la Corte de Justicia, y a su vez cada Ministro tenía una cuota que se reproducía a nivel provincial y local. Así las cùpulas se garantizan poder, impunidad, mecanismos de retaliación. Igual se procede con los organismos de control del Estado: el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo Electoral. Los socialcristianos fueron los maestros en esas componendas y luego sus rivales los superaron. Es muy sintomático que el punto de quiebre de la crisis política que estamos analizando haya sido precisamente el tema del reparto como cuotas de partidos dentro de estos Tribunales y Cortes, así como decisiones escandalosas de anular los juicios contra ex presidentes fugados. Contexto particular El contexto particular (2003 2005) está marcado por los derroteros del gobierno de Lucio Gutiérrez, que asciende a la presidencia con el apoyo del movimiento indígena y partidos de izquierda, para inmediatamente deshacerse de ellos, entonces pacta con el Partido Socialcristiano y mas tarde se pasa al otro bando oligárquico con Bucaram y Noboa. Un gobierno débil que intenta sustentarse, como he dicho al inicio del artículo, sobre la base de sujeción a los dictados de las estrategias de Washington para la región andina, especialmente desenvolvimiento del Plan Colombia, y a la par ganar sustento político sobre la base de recurrir a los mecanismos mas bajos desplegados por el sistema político. Un régimen corrupto y corruptor. Como parte de esa estrategia armó una mayoría parlamentaria a su favor, sobre la base de repartir en noviembre del 2004 lo que el mismo ya había repartido en Abril del 2003, si antes entregó el Tribunal Constitucional y el Tribunal Electoral al Partido Socialcristiano ahora deshizo lo actuado y lo puso en manos de sus rivales el PRE y el PRIAN, en actos carentes de toda legalidad y legitimidad. Sin embargo el detonante, la “gota que derramó el vaso”, fue el regreso del ex presidente Bucaram a inicios de abril, como efecto de las resoluciones del Presidente de la Corte Suprema puesta por la mayoría gobiernista, que declaró la nulidad de todos los procesos contra él levantados. De nada habían valido las movilizaciones sociales desarrolladas desde Enero del 2005, especialmente la realizada en Quito a mediados de Febrero y que reunió a mas de cien mil personas. Un juego macabro de demagogia, cinismo, doble discurso, se desarrollaba entre el Ejecutivo y el Congreso Nacional. Es más ni siquiera los sectores de la socialdemocracia y aquellos que se designaban a sí mismos “participación ciudadana” entendieron el mensaje, pues su horizonte estaba atrapado dentro de los estrechos límites del sistema político. La autodenominada “Asamblea de Quito”, una veintena de organizaciones (entre ellas partidos como la Izquierda Democrática y ONGs como Participación Ciudadana) presuntuosamente se asumieron la representación del conjunto de la población y lo peor fue que entraron a negociaciones con el propio Ejecutivo y los bloques parlamentarios para “recobrar la institucionalidad”. Las demandas de la población “Lucio fuera” para ellos era mero radicalismo verbal, algo así como un “exabrupto de la masa”. Perversidad de la coyuntura Lo “nuevo” no está en la crisis de los partidos de derecha y centro, está en la crisis de los partidos de izquierda y movimientos populares, incluido el indígena. Sin entender eso, la incapacidad de la socialdemocracia de entender las demandas de la población movilizada, resulta imposible comprender la emergencia del “movimiento de los forajidos”. Una de las particularidades del gobierno Gutiérrez fue descalabrar los esfuerzos por un bloque popular, que de alguna manera había estado presente desde hace diez años atrás; pero que inmersos en las dinámicas de la institucionalidad ecuatoriana, no han logrado escapar a sus vicios, al contrario, se embarraron en ella. Atrajo hacia su entorno a los partidos y movimientos de izquierda, en uno u otro momento, pero todos al menos una ocasión. Los usó para subir y luego también para mantenerse; pactó con ellos no como fruto de acuerdos sociales o nacionales amplios, sino reproduciendo las viejas formas relatadas. Hacia el movimiento indígena orientó especiales esfuerzos para dividirlo y debilitarlo, atacando a su núcleo fundamental: las comunidades rurales. Su instrumento fue un ex presidente de la CONAIE, convertido en Ministro de Bienestar Social, desde allí se han gastado millones de dólares en cuotas para “fortalecimiento organizacional”. Se fue constituyendo un escenario perverso, donde las salidas estaban bloqueadas y aparentemente todo quedaba retenido a los juegos entre el Ejecutivo y Legislativo, con los organismos de control como rehenes. La revuelta de los forajidos El miércoles 16 de abril el paro convocado por la llamada “Asamblea de Quito” resultó débil, parecía que todo estaba controlado, por un lado en el Congreso se reproducían las negociaciones tramposas, por otro lado, aquellos que en el pasado reciente habían activado la movilización, las organizaciones indígenas, los gremios de trabajadores, demostraban incapacidad de movilización. Pero “saltó la liebre” desde donde menos se esperaba: la conciencia de dignidad, de participación de las clases y capas medias de las ciudades, con poca trayectoria en partidos o sindicatos. Profesores no agremiados, militares retirados, abogados en “libre ejercicio de la profesión”, madres de familia, jubilados con pensiones de miseria, abuelitas, jóvenes de universidades particulares, desempleados y también sectores económicamente acomodados. No cabe descartar sectores de profesionales a quienes una economía dolarizada lleva a bordear situaciones de pobreza. El llamamiento provino desde una radiodifusora verdaderamente alternativa “Radio La Luna”, con una trayectoria a favor de la comunicación popular y participativa; convertida en caja de resonancia y coordinación de la indignación social. Desde esta radioemisora se empezó a llamar a la gente a movilizarse ese mismo miércoles a las 21h00 a un “cacerolazo”: miles concurrieron y luego marcharon hacia la sede de la Corte Suprema de Justicia. Así se quebró la trampa del control social sobre la base de dividir y envilecer. Los une la identificación de “ciudadanos”, se proclaman como “autoconvocados”, demandan cambios profundos en la sociedad ecuatoriana y para ello adoptan la consigna de: “Que se vayan todos”, se sienten partidarios de mecanismos no violentos y creativos para la protesta. Con energía repiten “Fuera Lucio”, aspiran a que su movilización pacífica y persistente sea suficiente para derrocar el gobierno. Transformaron en positivo el calificativo que despectivamente Gutiérrez les arrojó: “forajidos”. Desde la noche que inútilmente pretendió establecer el Estado de Emergencia todos proclamaron: “yo también soy un forajido/a”. En este punto lo mejor es reproducir aquello que he registrado de las manifestaciones, e intervenciones radiales. En telas y pancartas: - Yo también soy un forajido, - Todos somos forajidos, - No a la dictadura, - Viva Quito, luz de América. En las marchas, gritos y consignas: - Vamos a ver quien lleva la batuta / el pueblo ecuatoriano o Lucio hijo de puta”, - Vamos ecuatoriano que esta noche / lo vamos a botar, - No queremos y no nos da la gana / de ser una colonia norteamericana, - Lucio te jodiste / con Quito te metiste, - Que se vayan todos / primero el dictador. En las intervenciones radiales: - La violencia no viene de nuestro lado, la violencia viene del gobierno, - Esta es mi palabra: ¿me oyen? ¡Carajo¡ - Lo que no defendemos ahora, merecemos perderlo, - La democracia no es de espectadores, es de actores, - Ninguno de los que venga debe pertenecer a un partido político, porque eso pervierte todo, - Cada uno se autoriza a decir, a pensar, a poner en acto sus ideas. Es un movimiento novedoso, algunos lo califican “anárquico”, “pequeño burgués”, “sin dirección”, “apolítico”, “ingenuo”. Algo de eso hay, mas también son vientos frescos en un mar de compra de conciencias, divisiones, pragmatismos donde los “orgánicos”, los “verdaderos proletarios”, los “dirigentes” y “maduros”, apoyaron la candidatura de Gutiérrez, lo encumbraron en la presidencia y mas tarde aportaron a sostenerlo. También se desarrolla como una respuesta a la miopía de la propia socialdemocracia orgánica y las ONGs por menospreciar la radicalidad de la propuesta. El movimiento de los forajidos intenta, aspira desde lo no partidario, a superar las lacras de la institucionalidad del sistema político, precisamente porque lo partidario terminó por contagiarse de la podredumbre. Elementos interesantes son el rol de la radiodifusora alternativa como mecanismo de aglutinamiento, la gente día tras día va hacia los locales para protegerlos de agresiones, su sintonía se amplia a nuevos sectores. Aparatos tecnológicos como los celulares o móviles, que mediante “mensajes” ajustan y precisan las convocatorias, o listas de correos electrónicos que difunden consignas, lemas, sitios de encuentro o difunden las orientaciones. No se trata tampoco de provocar nuevos deslumbramientos, y pasar de la adoración al indigenismo hacia la adoración de la ciudadanía. Hay temas más de fondo, que la izquierda tradicional no ha resuelto: la construcción de la politicidad popular y alternativa en el mundo actual, la democracia dentro de movimientos y partidos, y la democracia hacia el conjunto de la sociedad. Cabe detenerse en algunas de las reflexiones que están presentes en los/as forajidos/as: “Hemos descubierto que hay chance (oportunidad) de opinar, de incidir en la vida del país”; “Hemos estado fuera de nuestra condición de ciudadanos, de sujetos”. En El Comercio se reproduce este diálogo en Radio La Luna: “Velasco preguntó: ¿Esto (la movilización en Quito) es la obra de…?, y del otro lado de la línea el oyente terminó la frase “…de la ciudadanía”. Estas reflexiones nos demuestran que por un lado se ha abierto la puerta para que otros sectores accedan al debate de lo político y la política en un escenario que condena el quehacer político, privilegia solo lo administrativo; por otro constatar que es el sentido de repugnancia, de asco ante el espectáculo que día a día dieron los mandatarios de los poderes Ejecutivo (Lucio Gutiérrez), Legislativo (Omar Quintana) y Judicial (el “pichi” Castro) unos auténticos mafiosos de lo mas grotesco. También se abren a partir de la miopía de la propia socialdemocracia orgánica y las ONGs por menospreciar la radicalidad de la propuesta. El movimiento de los forajidos intenta, aspira desde lo no partidario, a superar las lacras de la institucionalidad del sistema político, precisamente porque lo partidario terminó por contagiarse de la podredumbre. Finalmente quiero decir que no se trata de enterrar a los partidos, ni a lo orgánico, sería un craso error, pero si de transformarlo completamente. Es un nuevo momento de los reiterados intentos del pueblo ecuatoriano, en unas etapas históricas con el movimiento obrero como protagonista, en otros ganando centralidad el movimiento indígena, y hoy, ante la crisis de ambos, emerge con expectativas y dudas este movimiento ciudadano.
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