Monsanto y la soya argentina
22/03/2005
- Opinión
Argentina, segundo productor mundial de transgénicos y tercero en
la producción mundial de soya, sufre los ataques cada vez más
agresivos de Monsanto para cobrar lo que según la multinacional
"le pertenece" en concepto de regalías por el uso de su patente
sobre la soya transgénica. Afirmación temeraria, ya que Monsanto
¡no tiene patente de soya válida en Argentina! Esto no le impidió,
sin embargo, amenazar a ese país con cobrarle una "multa" de 15
dólares por cada tonelada de soya argentina exportada a Europa.
Este caso es paradigmático porque muestra claramente tanto las
estrategias -legales e ilegales- de los gigantes genéticos como
los riesgos a los que se exponen los países que permiten los
transgénicos.
Monsanto tiene la patente europea número 301 749, otorgada
originalmente en marzo de 1994 a la compañía Agracetus. Es
aberrante porque funciona como una "patente de especie": otorga a
su propietario el monopolio exclusivo sobre todas las variedades y
semillas de soya modificadas genéticamente, sin tomar en cuenta
los genes utilizados o la técnica empleada. Cuando Agracetus
consiguió esta patente, además del Grupo ETC (entonces RAFI),
Greenpeace y otras organizaciones, la propia Monsanto inició un
juicio contra aquélla, alegando, entre otros argumentos -el
documento de apelación tenía 292 páginas-, que era una patente
absurda porque no tenía "novedad" ni "invención" y que "debía ser
revocada en totalidad" por el control que entregaba a una sola
empresa. Dos años después, Monsanto compró Agracetus, con patente
incluida, y súbitamente cambió de opinión sobre los hechos.
En la práctica, Monsanto adquirió así el monopolio mundial de la
soya transgénica, ya que aunque su patente no tenga validez legal
en algún país, actúa gangsterilmente para lograr los mismos
resultados. En Argentina, por ejemplo, la patente nunca tuvo
validez, ya que no cumplió con los trámites de registro nacional
en el plazo adecuado. Esto no impide a Monsanto haber cobrado
compulsivamente regalías, porque al vender la semilla cobra este
porcentaje incluido en el precio. Pero en ese país solamente 18
por ciento de la soya transgénica es comprada a distribuidores.
El resto se vende sin certificación o es producto de que los
propios agricultores guardan parte de su cosecha como semilla para
la próxima siembra.
La mayoría de los agricultores en el mundo tienen esta práctica de
guardar semilla. No solamente los campesinos, para los cuales
esto es obvio, sino también muchos agricultores comerciales. Esta
tradición está reconocida en Naciones Unidas como parte de los
derechos de los agricultores, como un pequeño reconocimiento al
trabajo que durante más de 10 mil años han venido haciendo los
campesinos para mejorar y proveer de alimento a la humanidad.
En Argentina, los agricultores tienen el derecho a guardar y
replantar simiente, lo cual está establecido también en la ley de
semillas. Por tanto, los reclamos de Monsanto son ilegales. Pese
a esto, por presiones, el gobierno argentino está negociando desde
hace casi dos años para que Monsanto pueda cobrar sus regalías.
Ya desde 1999 la trasnacional estableció (a través de sus
distribuidores) el concepto "regalías extendidas": el que compra
soya transgénica certificada puede guardar una parte de su cosecha,
pero debe abonar un porcentaje a la empresa para usarla, lo cual
obviamente contraviene la ley de semillas argentina. En febrero
de 2004 el secretario de Agricultura presentó una propuesta más
escandalosa: la creación de una ley de "regalías globales",
llamada Fondo de Compensación Tecnológica. Por este mecanismo
todos los agricultores pagarían un porcentaje al momento de la
venta, captado por el propio gobierno, para entregarlo a las
empresas semilleras. Es decir, el gobierno aplicaría impuestos
para garantizar los intereses de las multinacionales contra sus
propios agricultores, contra los derechos de los agricultores
establecidos en Naciones Unidas y contra la ley de semillas de ese
país. Debido a la protesta masiva de los agricultores esa ley
está estancada. Y por esta razón Monsanto amenaza ahora con el
cobro de una tasa mucho mayor, a aplicarse en los puertos de
entrada de los destinos de exportación de la soya.
Monsanto ya logró que también el gobierno brasileño y el paraguayo,
donde la soya transgénica fue introducida por contrabando desde
Argentina, la legalizaran y cooperaran en el cobro de regalías por
la soya contrabandeada. Según Carlos Vicente, de GRAIN en
Argentina, "la fórmula parece apuntar a los cultivos que generan
más dinero (algodón, soya, maíz), encontrar un punto de acceso,
contaminar el suministro de semillas y luego tomar el control (...)
La historia de lo que ocurrió en Argentina es una grave
advertencia de lo que sucede cuando se permite echar raíces a la
agricultura transgénica".
Con los transgénicos, ya sea por caminos "legales", como en
Argentina, donde Monsanto primero dejó extenderse el cultivo sin
tomar medidas; o ilegales, como el contrabando y la contaminación
con genes patentados en otros países, vamos hacia una violación
global, masiva e impune de los derechos de los agricultores, por
parte de un puñado de trasnacionales. Que no es un tema apenas
jurídico, sino coartar tradiciones fundamentales para la
agricultura y la alimentación de toda la humanidad.
* Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC.
https://www.alainet.org/fr/node/111627
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