Argentina: Cara y ceca
31/08/2004
- Opinión
Buenos Aires
Anverso y reverso de un mismo cospel, cara y ceca de una misma moneda inscriptas dentro del preciso contorno de un círculo metálico. Toda una síntesis que puede interpretarse a partir del conocido axioma latino "extrema se tangunt". Los extremos se tocan, o se juntan o forman parte de un mismo continente, de una misma estrategia, no demasiado evidente a los ojos que solo pueden contemplar alternativa o sucesivamente una u otra imagen. Pero la realidad está allí con sus dos caras sólidamente impresas y sin posibilidades de disociación.
Blumberg y Quebracho, Quebracho y Blumberg ¿quién puede negar que forman parte de una misma moneda?. Educadamente, hasta donde es posible uno, bordeando cuidadosamente los límites que imponen las artes de la persuasión, tratando de convencer sin imponer, pero con decisión y firmeza y con claros propósitos de victimizar las consecuencias y no en ahondar o encontrar sus causas, sus profundos y verdaderos orígenes. Violento el otro, empeñado en otorgar la razón a quienes espanta la inseguridad, el desorden, el amenazante caos que pronostican sus actos.
Ambas caras absolutamente funcionales al mantenimiento de un "status quo" que solo puede prometer la permanencia de la injusticia, del sometimiento, de la consolidación de una esfera de privilegios que se resisten a ceder aunque sean cada vez más excluyentes y menos abarcativos. Un panorama que sin embargo alimenta en algunas capas de la sociedad la ilusión de pertenecer al núcleo de los escogidos y el afán de alojarse y mantenerse en el cálido útero del confort y del bienestar, sistemáticamente negado a una gran mayoría de los seres humanos. Un panorama falaz, encerrado por los muros de una obstinación que se empeña en ignorar lo que sucede a su alrededor, en negar las grietas que cada vez con mayor frecuencia comienzan a aparecer en el edificio en que habitamos y que como dice Holloway ha sido construido con una amalgama de "trabajo alienado y propiedad, de estado y de violencia" centrado en la convicción de "que no existe ninguna otra realidad más allá de esos muros". Un edificio que amenaza con derrumbarse y con aplastarnos a todos y que ya no admite apuntalamientos, ni pueden rescatar los bomberos, ni los recursos de la Defensa Civil por más que se empeñen en evitar la catástrofe.
El mundo está amenazado, la sociedad está amenazada pero no por los excluidos de siempre cuya visibilidad carece aún de la fuerza necesaria como para convocar a la razón, como para alertar a quienes creen ser dueños de una lucidez evidentemente inexistente, que no queda otra posibilidad que iniciar una reconstrucción basada en el predominio de la equidad, de la justicia, de la solidaridad, del respeto al prójimo tantas veces declamados y sin embargo tan largamente omitidos.
Los informes del Banco Mundial, el vilipendiado organismo que junto al FMI, maneja los invisibles hilos del devenir planetario, no niegan esta inocultable realidad sino que la cuantifican y la muestran reconociendo sin rodeos la gran disparidad económica existente en nuestra maltrecha actualidad. Sin embargo, otra vez los extremos se tocan, ni las evidencias puestas de relieve por los grandes gurúes financieros ni la cara expuesta de la miseria, de la exclusión, del hambre y de la injusticia que las certifican, logran todavía convocar al sentido común de una importante mayoría de ciudadanos obnubilados por el persistente acoso de los medios de comunicación y de los políticos de turno que hasta ahora vienen logrando su propósito de tamizar los rayos del sol con un harnero e impedir que iluminen con toda su intensidad el futuro desolador que nos acecha.
Pero no solo la vida humana se halla amenazada por la intolerancia, las guerras, la inanición, la prepotencia de los más fuertes, la ambición y la codicia de los poderosos, sino que es nuestro propio albergue común, la madre tierra la que se halla expuesta al más grave e irreversible de los deterioros y esto sin que la mayor parte de los que se preocupan por su diaria subsistencia logren percibir la gravedad de la situación. Nuestros recursos son finitos aún aquellos calificados como renovables y su explotación irracional acabará por conducirnos a un callejón sin salida. Pareciera que casi nadie escucha las voces que alertan sobre el agotamiento de los suelos, la deforestación masiva, los cambios climáticos generados por las excesivas emisiones de gas carbónico de los países centrales, la constante desaparición de especies animales, etc.,voces que constituyen otros tantos llamados de atención sobre el futuro de la humanidad y que nos instan a asumir la responsabilidad común de reconocer al o a los verdaderos enemigos de la especie humana y que lamentablemente habitan nuestro propio territorio. Nos es preciso identificarlos correctamente si queremos sobrevivir y lo que es más garantizar un futuro posible y menos traumático para nuestros descendientes.
Es cierto que requiere un gran esfuerzo separar la paja del trigo pero nos urge intentarlo sin olvidar que como alguna vez dijo Monseñor Cassaretto " al agresor al no posibilitarle educación y trabajo como sociedad lo hemos ido acompañando a la vida del vicio, del robo y del crimen. Somos nosotros mismos, los que nos quejamos de la falta de seguridad, los que provocamos esta especie de autodestrucción al fomentar un sistema social injusto" y que como, hace casi quinientos años, decía Santo Tomás Moro: "No hay castigo tan horrible que prive de robar a quién no tiene qué comer y no halla otro medio de conseguir su sustento. No parece sino que en esto, tanto en Inglaterra como en otros países, se imitan a los malos pedagogos que prefieren azotar antes que instruir. Se promulgan penas terribles y horrendos suplicios contra los ladrones, cuando en realidad más valdría asegurar los medios de existencia para todos los miembros de la sociedad"
Los pueblos que no aprenden de su historia están condenados a repetirla. Y las palabras precedentes forman parte de la historia de la humanidad. De modo que es menester que no nos dejemos atrapar por los cantos de sirena de los "iluminados" que desconocen la historia o pretenden negarla y aseguran que con la varita mágica de la represión, el castigo y el agravamiento de las condenas pueden resolver los profundos desajustes sociales que padecemos ni tampoco por la tumultuosa agresividad de ciertos grupos de escasa o nula representatividad que con su accionar colaboran en la creación del clima propicio para que aquellos instrumentos de coacción sean aplicados.
Unos y otros responden a los mismos intereses. Unos y otros se retroalimentan y contribuyen a confundir a la ciudadanía y a crear la sensación de que todo se resuelve con más leyes, con más cárceles, con más "mano dura" y cuyo inconfesable objetivo es sin embargo seguir manteniendo por sobre la injusticia, la inequidad y la ya insoportable exclusión social, sus pretendidamente irrenunciables privilegios.
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