El Plan Colombia en la picota
07/11/2003
- Opinión
Sucesos recientes en la escena mundial como el empantanamiento con
sabor a derrota de Estados Unidos en Iraq y la premura de George W.
Bush por exhibir algún trofeo bélico en su carrera por la
reelección, han contribuido a elevar la temperatura política en la
subregión andina y desatar acontecimientos llamados a incidir en el
tablero hemisférico.
Al sur de los Andes, la intifada boliviana desarticuló al
ejército y liquidó al sanguinario régimen de Gonzalo Sánchez de
Lozada, quien tomó la conocida ruta de Miami heredando a su sucesor,
Carlos Mesa, la imposible misión de amalgamar los intereses de los
banqueros internacionales con las aspiraciones de las depauperadas
masas rurales y urbanas del país del altiplano. Independientemente
del signo político-ideológico del inminente desenlace, la caída de
Goni el pasado 17 de octubre representa ya un hito histórico en la
resistencia continental contra la globalización corporativa. No es
casual que los heteróclitos contingentes contestatarios de Bolivia
coincidieran en focalizar su heroica rebeldía contra la venta de gas
a EE.UU. a través del consorcio Pacific LNG-Repsol.
De su lado, las pujantes movilizaciones de campesinos y
sindicalistas peruanos han mantenido en jaque y con su popularidad
en soletas al tecnócrata Alejandro Toledo, revelando que en la
nación del Rímac –igual que en el conjunto de América Latina- la
taumaturgia monetarista bordea límites insuperables. A contrario
sensu de Bolivia, la resistencia al Consenso de Washington por parte
de los descendientes de los incas apunta a ventilarse dentro de los
cauces institucionales, por lo menos en un futuro previsible.
Al norte de la subregión, en los países grancolombianos -Venezuela,
Colombia y Ecuador- la resistencia es pródiga y está girado más
directamente contra el Plan Colombia. ¿A qué aludimos?
En la perspectiva de profundizar los ajustes fondomonetaristas y
generar recursos para continuar la "guerra total" contra las
guerrillas izquierdistas, Alvaro Uribe convocó a un referendo que,
cumplido el 25 de octubre, arrojó resultados catastróficos para la
estrategia de la recalcitrante oligarquía norteña de consolidar un
Estado totalitario. El desastre se repitió el día siguiente, cuando
los comicios para renovar autoridades seccionales consagraron
resonantes triunfos del opositor Polo Democrático, y 48 horas
después, cuando el Congreso vetó la pretensión del mandatario
"paisa" de permanecer en la Casa de Nariño después del 2006. Las
victorias del Polo Democrático, incluso en la emblemática Bogotá,
vino a colocar en primer plano a una oposición de izquierda
parlamentaria partidaria de un Estado Social para combatir la
pobreza y el desempleo, así como de una salida política al
inveterado conflicto armado que desgarra a la hermana nación.
Venezuela y Ecuador han cuestionado, cada cual a su manera, al Plan
Colombia y al injerencismo del "hombre de Bush" en los Andes. En la
perspectiva de aupar fuerzas para enfrentar a los desafíos arriba
descritos y multilaterizar su añeja contienda civil, un prepotente
Uribe embistió con tácticas de guerra psicológica contra los
gobiernos de Hugo Chávez y Lucio Gutiérrez. Mientras al primero le
acusó de facilitar el territorio llanero para el entrenamiento de
milicianos de las FARC, e incluso de financiar a la red
fundamentalista Al Qaeda, la "bestia negra" de los halcones de
Washington; al colaboracionista régimen de Gutiérrez le imputó de
albergar militares "corruptos", a propósito de un "affaire" de venta
de armas a los insurgentes norteños. En ambos casos los fines eran
protervos. En el primero, tratando de orquestar a la CIA en un plan
desestabilizador de la Revolución Bolivariana, pavimentando de este
modo una intervención militar de EE.UU. y sus gobiernos
clientelares; y en el segundo, buscando humillar a los uniformados
compatriotas para forzar su participación directa en operativos
programados contra las FARC y el ELN a desplegarse en los
desguarnecidos departamentos de Nariño y Putumayo.
La triple derrota del ex gobernador de Antioquia en su frente
interno, que incluso ha puesto en el tapete de discusión la
anticipación de las elecciones presidenciales, se ha traducido en
tropiezos en las relaciones externas. Mientras la provocación
lanzada contra Caracas quedó en solfa y disuelta en un informe
policial bipartito, la afrenta a Carondelet, torpemente procesada
por el canciller Zuquilanda, ha marcado el resurgimiento de la
vocación nacionalista, pacifista y no intervencionista de la inmensa
mayoría de ecuatorianos. Situación inusitada que ha obligado al
hamletiano Gutiérrez, acosado además por múltiples protestas contra
su tozudo neoliberalismo y aperturismo, a dejar en suspenso
entendimientos bajo cuerda asumidos con el Comando Sur y la
tristemente célebre Dyncorp.
Dialéctica de la dominación, dialéctica de la resistencia. ¿Quién
dijo que la historia ha terminado?
* René Báez, economista ecuatoriano, es profesor de la Pontificia
Universidad Católica del Ecuador (PUCE)
https://www.alainet.org/fr/node/108741?language=es
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