Pese a los vaticinios de Batlle
Kirchner y la reaparición del capitalismo nacional
06/05/2003
- Opinión
La región está convulsionada. En Brasil se han comenzado a vivir
las primeras etapas del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, un
presidente que llegó al poder luego de décadas de lucha
democrática, enancado en un masivo apoyo popular que apuntaló una
concepción contraria a las propuestas fondomonetaristas. En
consonancia con ello, desde el pique de su gestión, está tratando
de mejorar la condición social de la gente.
En la Argentina, luego de haber vivido el país vecino una de las
mayores crisis de su historia, el espectacular pleito electoral
parece dirimirse en un balotaje en que los alineamientos se
concretan en base a un elemento que tiene vinculación con uno de
los temas más caros al sentir argentino y representativo del
modelo que desde el menemismo se intentó imponer: hablamos de la
corrupción.
La línea que divide las aguas entre Néstor Kirchner y Carlos
Menem, en la superficie podría estar expresada por distintas
concepciones programáticas, que surgen de los modelos de país y
sociedad propuestos. Joaquín Morales Sola, en su columna en el
diario LA NACION, afirma que la disputa planteada tiene
vinculación con opuestos modelos ideológicos que se proponen a la
ciudadanía. A Menem lo vincula con los del pope del neoliberalismo
Milton Friedman, y afirma que el desarrollismo popular propuesto
por el gobernador de Santa Cruz, está vinculado a un neo
kenneysianismo populista.
Morales Solá con su tono siempre doctoral parecería haber
realizando una construcción intelectual tendiente a explicar un
fenómeno que tiene, obviamente, motivaciones diversas. Sin embargo
en alguna cosa no se equivoca este prestigioso analista: es verdad
que luego del Consenso de Washington los países del "patio
trasero", se vieron presionados en lo político y económico, para
ingresar en el camino de las privatizaciones, traspasando las
fuentes de riqueza y los principales mecanismos de su
transformación al capital extranacional. Menem fue un "campeón" de
esos lineamientos, logrando no solo la enajenación de las empresas
de propiedad estatal, sino también la extranjerización masiva de
empresas privadas de capital argentino, especialmente las de más
importante porte.
Ese proceso fue fulminante y completo. Argentina, con la decisión
de Carlos Menem y la planificación extranjerizante de Domingo
Felipe Cavallo, modificó el signo de la propiedad en la estructura
productiva de Argentina. Paralelamente a ello, tal como es una de
las características del modelo y quizás la modalidad resultante de
los paradigmas que impone, se comenzó, a lo largo y ancho de la
sociedad, a desperdigar la corrupción, que se expresó de distintas
maneras. En las alturas del poder, con el robo descarado, el
contrabando, los privilegios, la utilización de los "fondos
reservados", la aparición de "maffias" de cuello blanco, el
enriquecimiento vertiginoso y desmedido, la violación impune de
las disposiciones arancelarias, tributarias, la coima, etc.. Todo
un proceso de degradación de una parte de la clase dirigente del
país hermano que tuvo, en el sistema financiero uruguayo, una
funcionalidad decisiva. El menemismo y su modalidad privatizadora
necesitaron de la funcionalidad de la banca uruguaya, un lugar
"seguro" para hacer que desaparecieran los rastros de dineros,
muchas veces más habidos, protegidos por un sistema de "secreto
bancario" que se convirtió en el principal atractivo para esos
delincuentes de guante blanco.
Quedamos con leche
A pocas semanas del balotaje que consagrará al nuevo presidente de
Argentina, parecería evidente que todo ese proceso anterior es el
que está determinando el alineamiento en torno a Kirchner. Los
argentinos fueron marcados a fuego por la descomunal corrupción, a
tal nivel, que la mayoría de quienes han manifestado su apoyo al
candidato de Duhalde han dividido allí las aguas, desechando el
modelo impulsado por Menem. Ese sentimiento, como expresión
superestructural, aparece como una clara y abierta repulsa a los
actos de corrupción.
Las encuestas parecen confirmarlo, apareciendo ahora un Menem,
apadrinado por quienes medraron en el marco de su régimen,
tratando de jugar un nuevo papel, buscando convencer a los
votantes de la vigencia de algunas "coordenadas" nuevas,
vinculadas a algo que no le interesó hacer nunca antes. Trata de
"limpiar" su entorno de los íconos más visibles de esa situación
anterior.
Por ello, es también significativo que dentro de los alineamientos
automáticos del presidente Jorge Batlle, aparezcan esas
predicciones del resultado electoral favorables a Menem. Es que el
ex presidente argentino hizo, lo que él quisiera estar haciendo
en el Uruguay: privatizando todo, vendiendo las empresas públicas,
dejando de lado al país como nación, para convertirlo en un
ejemplo de mendicante genuflexión ante el "amo" imperial. Batlle
además juega su papel que tiene asignado, el de operador político
del gobierno norteamericano en la región. Pero además: ¿no tienen
una continuidad clara esas expresiones de deseo de Batlle con su
política de "salvataje" del sistema financiero? Política que le
costó más de 6 mil millones de dólares al país, que pese a su
costo ni fue efectiva, ni determinó que ese mecanismo de succión
de riqueza "honrara" a quienes les habían confiado sus ahorros.
La política de "salvataje" del sistema financiero tuvo,
obviamente, ese reflejo ideológico. Destinar todo el dinero
posible para apuntalar a un grupo de banqueros a quienes se les
había terminado el "negocio" en un sistema financiero que había
sido funcional a la corrupción argentina, sin advertir
explicitamente que del otro lado del Río de la Plata se había
tocado fondo y comenzaban a aparecer los síntomas de un cambio en
profundidad como el que se está expresando y que parece en camino
de consolidarse.
Es que el mismo expresa el interés nacional, no solo de los
trabajadores argentinos, sino de empresarios que quieren rehacer
su plantas para transformar lo que se produce en uno de los países
más naturalmente ricos del mundo. Ello ha entrado claramente en
contradicción con los pujos del capital golondrina especialmente
norteamericano.
La Argentina para desarrollarse para haber entendido que es
necesario impulsar una política de reactivación económica que,
sin olvidar las exportaciones, atienda fundamentalmente al mercado
interno, mejorando la condición económica de la gente. Ello está
bien explicitado en el discurso de Kirchner.
Seamos claros, Kirchner no es Fidel Castro y menos aún Chávez. Sin
embargo su discurso que no es clasista tiene sus puntos del
contacto con el Lula y ninguno, claro está, con el de Batlle. Es
su antítesis.
Tampoco expresa los lineamientos policlasistas del peronismo
clásico. No plantea cambiar la sociedad en profundidad, pero si
realizar una política con sentido nacional destinada a abatir esa
descomunal pobreza que afecta al 57 por ciento de los argentinos.
Tras el gobernador de la provincia de Santa Cruz se alinea el
aparato del justicialismo bonaerense, comandado por el presidente
Eduardo Duhalde. Eso quiere decir poco si se analiza la historia
de la Argentina a mediano plazo. Pero algo más si se tiene en
cuenta el rumbo económico, relativamente independiente a los
dictados del FMI, que está imprimiendo el ministro Lavagna que,
con cabeza propia, sabe negociar sin temerle a palabras como
default, imponiendo condiciones y estableciendo ritmos, que
parecen ser la expresión de la reaparición de un incipiente
capitalismo nacional al que se apuntala.
El modelo pragmático de este ministro está fortalecido por el
claro apuntalamiento dado por el presidente Duhalde y, en esta
última etapa, por las definiciones de Kirchner que además anunció
que lo mantendría en el cargo, claro, si finalmente se confirma lo
que dicen las encuestas, que Kirchner, el contravención a los
pronósticos de Batlle y a los deseos del FMI, se convierte en el
nuevo presidente argentino.
* Carlos Santiago es Secretario de redacción de Bitácora.
Uruguay.
https://www.alainet.org/fr/node/107480
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