Crónica de la crisis uruguaya
Uruguay: Las "funcionalidades" de Batlle
11/06/2002
- Opinión
La opción del equipo económico de no optar por un ajuste cambiario es
el motivo central de la crisis que soporta el país y que cada día se
hace más dramática. El objetivo planteado es solucionar la parálisis
exportando y, como desde la devaluación brasileña se carece de
competitividad, había dos opciones: 1) Devaluar, como hizo Brasil,
solucionando el problema de su frente externo. 2) Reducir el salario
a niveles irrisorios, para que los productos uruguayos puedan competir
con los de otras regiones también en condición miserable.
La devaluación hubiera determinado perjuicios a los deudores en
dólares y, por supuesto, a la banca, que vería crecer su cartera
pesada, pero hubiera permitido repartir cargas y abaratar de manera
inmediata los “comoditis” y los productos industrializados de
producción, abriendo al país la posibilidad de una mayor fluidez en el
comercio internacional. Por otro lado hubiera desmejorado la
situación de los importadores, ya que los productos comprados en el
exterior se encarecerían en el mercado interno.
El otro mecanismo, el tortuoso, el del empobrecimiento generalizado,
producto de un dogmatismo teórico fuera de época, determina el ajuste
recesivo permanente. Es el que se eligió y se cumple a rajatabla.
Hay que aplicar el “torniquete” y apretar hasta el infinito para
intentar bajar los costos de la producción a través de la reducción
del salario, negándose a creer sus responsables – aunque la realidad
diga otra cosa - que por ese camino de la pobreza, indefectiblemente,
se llega al default.
No tuvieron en cuenta que el punto de equilibrio de la opción adoptada
es muy difícil de alcanzar. El gobierno de Jorge Batlle, bajando el
salario con recortes y más recortes, tampoco entendió que la economía
prácticamente deja de funcionar, lo que es una realidad en el día de
hoy. El descontento es generalizado, cortando verticalmente a todas
las clases sociales; es que la destrucción de capital llega a todos
los sectores.
Bensión, claro está, preso en su teoría neoclásica (dixit capitalismo
salvaje), cree que en algún momento se llegará al nivel de equilibrio
en el cual los productos uruguayos comenzarán a ser competitivos y
desde ese momento se revertirá la situación comenzando un sostenido
crecimiento. Mejoría, que de ocurrir, tampoco podrá trasladarse al
salario, porque – de acuerdo a su pensamiento – se deben mantener
férreamente las condiciones que posibiliten ese soñado desarrollo.
Por supuesto que el ministro no tuvo en cuenta las condiciones del
mundo, escuchando solo algunos cantos de sirena tan añejos como
irrealizables para un país como Uruguay. Esos sonidos envolventes le
llegaron de los organismos multinacionales de crédito y en especial
del FMI, sin entender (o haciéndolo) que la estrategia aconsejada es
propia de una novedosa característica que está tomando el capital
financiero en el mundo globalizado, la de crear vasos comunicantes, o
mejor dicho, cañerías succionadoras que trasladan la riqueza desde la
periferia al centro cada vez con mayor velocidad. El resultado de ese
despojo es destruir a los países que finalmente se convierten, como ya
dijimos, en páramos de pobreza.
El ejemplo más claro es la Argentina, que tocó fondo y que no
encuentra salidas pues todo quedó destruido, expropiándosele a la
gente hasta el dinero que tenía en los bancos. Argentina aplicó todas
y cada una de las recetas “aconsejadas” por el FMI, vendió al capital
extranjero las empresas públicas y también las privadas de mayor
potencialidad, desreguló y desmonopolizó la economía, manteniendo a
través de la convertibilidad la sensación en la población de que todo
marchaba bien, evitando que se advirtiera que por debajo de esa
apariencia de estabilidad el tubo succionador se estaba llevando toda
la riqueza.
Claro, el Estado para seguir funcionando sin contar con los recursos
de antaño ya que, por vía las privatizaciones fluyeron al extranjero,
comenzó un proceso de creciente endeudamiento destinado a
contrarrestar el déficit fiscal. El comienzo de los espasmos de la
crisis final, paralela a la uruguaya, fue el corolario de todo ese
proceso. La anécdota fue la reaparición de Domingo F. Cavallo, que
puso el punto final inventando el “corralito”, o sea despojando a los
ahorristas e inversores que todavía tenían sus depósitos en el sistema
financiero. Tras ello se desató una brutal repulsa social acompañada
de un escándalo político que culminó con la renuncia del presidente
Fernando de la Rúa, las convulsiones de principios de año y la
aparición de Eduardo Duhalde, una especie de timonel de tempestades
cuyo rumbo, dada la magnitud de la tormenta, está lejos de haber sido
fijado.
Los factores externos
Claro está, la destrucción de esa economía afectó duramente a Uruguay,
especialmente en su condición de “caja negra” de Argentina. Todo el
dinero obtenido en cuanto negocio turbio, escamoteo, negociado, coima,
huida de capitales, lavado de activos, defraudación fiscal, tráfico de
armas, etc., se depositaba en el sistema financiero de nuestro país,
cuya normativa fue cuidadosamente armada para que quedara
instrumentado un férreo secreto bancario. Nadie podría comprender la
existencia de un sistema financiero del tamaño del existente en
Uruguay sin visualizar su funcionalidad a la Argentina.
Un “paraíso fiscal” creado especialmente para concretar esa labor en
cuyos engranajes tienen un papel principal las SAFIS, aplicándose el
mecanismo de actividades financieras “off shore”, que conectan a
nuestro sistema con bancos de otros “paraísos” similares o con casas
centrales de entidades con asiento en nuestro país.
El desbarranque argentino determinó el creciente deterioro del negocio
que realizaba el sistema financiero uruguayo y, por consiguiente, ante
su irreversibilidad, comenzaron a evidenciarse problemas de tamaño y
eficiencia. Muy poca gente saca por estos días dinero de la
Argentina, ni sucio ni limpio, pues la crisis es generalizada. Y si
lo hace no lo deposita en la banca uruguaya.
Además la banca uruguaya que era funcional a la del vecino país, sufre
duramente las consecuencias de contagio del desplome del sistema ese
sistema. Las “expectativas” de los ahorristas hacen, más allá de los
otros problemas, hace que las entidades no aparezcan ante los ojos de
nadie como seguras. Y ese concepto, obviamente, es otra de esencias
de la honda crisis que diariamente se sufre fronteras adentro.
Ese factor externo que resquebrajó (y lo seguirá haciendo) a un
sistema financiero armado con las características que definimos
contribuyó como otro elemento de la crisis, pero en definitiva las
razones profundas de la dramática situación van en otra dirección: la
crisis generalizada del país es el resultado de la política económica
emprendida y cuyos resultados están a la vista, más allá del desplome
argentino con su correlato de convulsiones en el sistema financiero y
de la evitable epidemia de aftosa, etc.
La irrealidad de un mecanismo
Los sucesivos ajustes fiscales remacharon la orientación de una
política tendiente, vía caída del salario a agredir al mercado interno
y, por consiguiente, a multiplicar en déficit fiscal que en este
momento supera el 5 por ciento del producto, cuando la meta a alcanzar
– según la carta de intención firmada en marzo con el FMI – era de
2,5%. Elemental mi querido Watson. Si se achica el salario, sea por
la vía que sea, se reduce la capacidad de compra y se afecta al
mercado interno que, pese a las subas de precios que se intentan, no
puede recuperarse del recorte y por consiguiente paga menos IVA y
otros impuestos, además de tratar de compensar los desfasajes
aumentando la evasión en todos la gama de obligaciones impositivas y
provisionales.
Paralelamente la caída de la actividad destruye riqueza. Fábricas que
cierran, predios agropecuarios que dejan de producir. No en vano el
mercado interno que consumía alrededor del 85 por ciento de la
producción nacional, continúa achicándose en niveles históricos. Las
empresas de las más diversas ramas se ven sin posibilidades de
comercializar sus productos, además vía el desfasaje cambiario, sin
poder competir con los importados que llenan las bocas de expendio.
Crece la desocupación y la marginalidad aumenta y, al igual que lo
hicieron las autoridades argentinas, el gobierno impulsa el
endeudamiento como forma de paliar el creciente déficit fiscal.
El trabajo “sucio”
El gobierno, en el marco de esta situación cada vez se hace más
funcional a los intereses económicos y estratégicos de EE.UU.
Antecedente de ello es el acuerdo concretado en Buenos Aires, en la
reunión de que participó el presidente de la República Jorge Batlle,
acompañado de su socio en la coalición de gobierno, Luis Alberto
Lacalle y de la que participaran también el ex presidente Carlos
Menen, los hermanos Carlos y José Röhm y el ex presidente
norteamericano George Bush, padre del primer mandatario del norte. Un
encuentro más que significativo.
Allí se acordó una estrategia a largo plazo, de acciones políticas y
económicas destinadas a favorecer las líneas de la globalización del
capital financiero. Al igual que los capos de una mafia se acordaron
los caminos que hoy se recorren, especialmente los vinculados a la
banca (se afirma que allí Bush pidió que Argentina derogara la ley que
pena la subversión económica) y se acordaron también las líneas
maestras para las privatizaciones en Uruguay. Además se establecieron
otros parámetros, vinculados todos ellos a poner palos en la rueda del
MERCOSUR, con el fin de destruir el acuerdo regional que, obviamente,
contrarrestaba la expansión de las líneas de la globalización
decididas en el Consenso de Washington.
Menen, participante de la reunión ya había cumplido su tarea. Faltaba
otro “olfa” de la clase, que llevara la tarea adelante en Uruguay y
Batlle se prestó para ello acompañado - no faltaba más - por el ex
presidente Lacalle. Las recetas acordadas comenzaron a ser lanzadas
día a día. Primero apareció la desmonopolización de ANTEL, luego los
posibles acuerdos de ANCAP con privados, propuestas de
desregulaciones, de ventas al mejor postor (playa de contenedores),
privatizaciones (el agua en Maldonado), desmonopolizaciones, etc.
Luego otras funcionalidades. Las críticas al funcionamiento del
MERCOSUR que erosionaron, obviamente, las relaciones con el gobierno
brasileño que, por razones estratégicas, prefiere apuntalar el acuerdo
regional que atarse de pies y manos a los designios del FMI. Luego el
“monitor” tuvo un rol de primer actor en el conflicto que armó
detenidamente para jugar el papel escrito por el Departamento de
Estado para castigar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas, proceso que terminó con una ruptura de relaciones y
el logro de una actitud extremadamente blanda del FMI hacia Uruguay,
evitando la inminencia del default.
El ridículo escandalete con Argentina, más allá que parecería que el
nerviosismo está superando la coherencia de Batlle, hay que tener
claro que también es funcional a los intereses estratégicos del
Departamento de Estado. Lo gritos de Batlle afirmando que los
argentinos son todos corruptos reflejaban un concepto coincidente con
el de Otto Reich, encargado de las relaciones con América Latina, que
habló sobre el tema de la corrupción, en especial en la Argentina. Lo
que Batlle sostuvo ante la cadena Bloomberg es en esencia lo mismo y
ello no puede ser torcido ni por las lágrimas de viejo que dejó caer
para recomponer su relación con el presidente Duhalde.
Implícitamente, Batlle hizo otra tarea propia del “olfa” de la clase.
“Bajar el peso del Estado”
Bajo el slogan, “bajar el peso del Estado” se realizaron todos los
ajustes, creando 21 nuevos impuestos y achicando la capacidad de
compra y de ahorro de una población continuamente castigada. En el
Uruguay los combustibles son los más caros de la región, esencialmente
por el aditamento impositivo, ocurre lo mismo con las comunicaciones,
la energía, etc. El Estado para continuar funcionando con un déficit
superior al 5 % del producto, debe seguir castigando a la población,
aunque sepa que todas sus acciones son cortoplacistas y los efectos de
las mismas negativos para el objetivo que afirma perseguir.
Ahora aplicará más “torniquetes” a través de la Rendición de Cuentas,
incluso se menciona que se eliminará la inmovilidad de los
funcionarios públicos, además de intentarse que se aprueben otras
medidas tendientes desregularizar y desmonopolizar a las empresas
públicas, hecho que obviamente detonará conflictos sociales de
creciente intensidad. Todo ello para cumplir con un FMI que cada día,
pese a las declaraciones grandilocuentes en contrario, desconfía más
de la capacidad de este gobierno para cumplir con sus obligaciones.
En medio de los aplausos de los funcionarios del organismo
multilateral de crédito, se supo que el control sobre las cuentas
uruguayas se realizará ahora mensualmente.
¿Será que el lenguaje contradictorio de Bensión ya no convence de que
Uruguay podrá pagar alguna vez los casi 15 mil millones de dólares de
su deuda externa? ¿Será que no alcanza con lo establecido en la carta
de intención de que la garantía de todo está dada por las empresas
públicas?
Hay que tener en cuenta, también, que han aparecido en el horizonte
otros elementos negativos para el desarrollo de esta política
económica salvaje, propia del dogmatimo ortodoxo pero con una novedosa
adaptación a los intereses del capital financiero internacional. Y
esas señales aparecen en el campo popular.
Las firmas conseguidas, luego de un arduo trabajo, para posibilitar un
plebiscito que impida la desregularización de ANTEL es un hecho
significativo. Como también lo es la rapidez con que marcha adelante
el mismo proceso para evitar el “acuerdo” con privados que se proyecta
en ANCAP.
Por otra parte en octubre del 2004 se concretarán elecciones
nacionales y, más allá de las especulaciones que se puedan hacer, el
posible ganador del comicio será el Encuentro Progresista – Frente
Amplio, cuya vigencia se vio ratificada en las recientes y
espectaculares elecciones internas. La izquierda está creciendo y la
población la visualiza como una esperanza, corriente a la que cada día
se integran más aliados y con la que coinciden, además, quienes
padecen sobre sus hombros con mayor dureza el peso de la crisis. La
Concertación para el Crecimiento es una muestra de ello.
A este proceso de cambio se puede sumar también un posible cambio
político en Brasil, siendo Argentina la incógnita del continente. Un
país que debe comenzar de cero, luego de tocar fondo por la extracción
a mansalva de toda su riqueza. No existen condiciones sociales para
“más de lo mismo” y la candidatura de Menem, otro de los participantes
de la reunión que mencionamos anteriormente además de ser el “pollo”
de Batlle para la Presidencia argentina, no parece que pueda
prosperar.
Sin embargo hay otro tema a tener en cuenta. En el horizonte nacional
ya han aparecido los pescadores de aguas turbulentas, como el Foro
Batllista que en una tempranera campaña electoral está lanzando como
alternativa la candidatura de Julio M. Sanguinetti, pensando sus
estrategas que como consecuencia de la profundización de la crisis
será una acumulación de voluntades en ese andarivel de la política.
Así están las cosas.
https://www.alainet.org/fr/node/105959
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