Descenso al infierno sionista
24/08/2014
- Opinión
A esta altura ya empieza a resultar evidente hasta para los menos atentos a la cuestión: el Estado de Israel ejerce una política genocida contra los oriundos de Palestina, los que llamamos hoy “palestinos”.
Que sea gradual, medida “científicamente”, controlada y que no disponga de hornos crematorios, no significa que Israel esté exonerado de las atroces violaciones que ha ejercido y ejerce sobre la población palestina.
Ya era evidente en 2006, cuando arrasa con la Franja de Gaza y con El Líbano, luego de haber evacuado de la primera a colonos judíos (lo expresa claramente Lasse Wilhelmsson; “El sionismo es el nazismo judío”; hay traducción directa del sueco al castellano).
Había ya resultado clarísimo en 2002 con la masacre de Jenin, disparada por los afanes de autonomía y autogobierno de los palestinos. Y mucho antes, cuando el gobierno israelí induce la matanza –a manos de cristianos fundamentalistas− de los habitantes de los campamentos de Sabra y Shatila en el sur libanés en 1982, casi totalmente habitados por mujeres, ancianos y niños (y más aun cuando trabajosamente se presenta una denuncia contra jerarcas israelíes como Ariel Sharon, anulada “providencialmente” porque el testigo clave vuela por los aires, dentro de su auto antes de la presentaciòn judicial).
Ya había sido evidente para los propios palestinos en 1948 cuando lo testimoniaron los propios palestinos, pero en Occidente se escuchaba entonces a intelectuales franceses, a periodistas ingleses o estadounidenses y no a historiadores “árabes”.
Y en realidad, podría haberse previsto cuando en 1924 la Haganá, el actual ejército israelí, rebautizado en 1948 como Ejército “de Defensa”, liquidó, al mejor estilo estalinista y casi que avant la lettre, a Jacob Israel de Haan, un judío no sionista que se permitió dialogar con los árabes palestinos, y defender tal política, lo cual a los sionistas les resultó imperdonable…
Aquellos polvos nos han traído estos lodos. Tòxicos, y peligrosos, no ya para los palestinos solamente, sino para los humanos.
En el libro sobre el exterminio llevado adelante por los nazis tanto de europeos en general como de judíos en particular titulado …om detta må ni berätta […Sobre esto tienen que hablar], con el subtítulo “Sobre el exterminio en Eu-ropa de 1933 a 1945”, ilustrada la tapa con una foto de entonces con madres y niños con la estrella de David, edición del año 1998[1] podemos ver en p. 6 a un jovencito de la juventud hitlerianai enseñando a una pequeñuela rubia de trenzas. El epígrafe reza:
“Lo hace en una colonia alemana en Polonia. Este tipo de colonias se fundaban para acrecentar «el espacio vital alemán» hacia el este. La población oriunda era deportada, despojada de sus terrenos y quintas que se le entregaban entonces a familias alemanas.”
Si sustituimos “alemana”, “alemán” por israelí es exactamente lo que están haciendo los colonos en los destrozados y archipielaguizados territorios palestinos.
En el capítulo “El antisemitismo y la biología racial” nos dice:
“El objetivo era una sociedad racialmente pura y homogénea, en la cual las diferencias «naturales» entre los seres humanos iban a ser honradas. Una expresión de esto fueron las llamadas leyes de Nurenberg, de 1935. Tales se dirigieron inicialmente contra los judíos pero muy pronto abarcaron a los gitanos. Únicamente «ciudadanos de sangre alemana o emparentada con ella» gozaban de derechos ciudadanos plenos. Los abogados que elaboraron tales proyectos de ley comentaron: «Contra la enseñanza establecida acerca de la igualdad de los seres humanos […] el socialismo nacional establece la conciencia dura pero necesaria de la desigualdad básica entre los seres humanos». (p. 7)
Otra vez, si sustituimos las leyes de Nurenberg por las israelíes, vemos que en Israel sólo “los ciudadanos de sangre judía o emparentada con ella” gozan de derechos plenos. Todo el aparato israelí está montado para evitar la igualdad entre seres humanos. Incluso con perversiones semánticas como “explicar” que el militarizado estado sionista no convoque al servicio militar a palestinos aduciendo que se los “libera” de tal carga, cuando en realidad se trata de no permitirle tal capacitación.[2]
En pág. 16 tenemos el siguiente pasaje, claramente condenatorio de la política discriminatoria nazi:
“Las leyes de Nurenberg también establecieron la prohibición de que judíos pudieran casarse con personas de ‘sangre alemana’. En la década de los ’30 se dictaron más de 400 leyes que recortaron los derechos de los judíos.”
¡Epa! ¡Otra vez un calco! Palestinos no pueden casarse con judíos ni siquiera a la usanza clásica de hombres con mujeres. En el estado actual de hostigamiento ni siquiera pueden casarse palestinos de la Franja de Gaza con palestinos cisjordanos. Del campamento de refugiados de Shuafat, en las afueras de Jerusalén, que ha sido totalmente cercado por el muro de cemento de 8 metros de altura, se puede salir o entrar únicamente por los portalones que los militares israelíes tienen a bien abrir o más bien a mal, cerrar… inimaginable gestar una pareja con alguien del “universo exterior”… Shuafat había sido creado en 1965, en territorio no israelí, para darle espacio a refugiados desperdigados de 1948, pero en 1967 fue anexado por Israel y desde 2004 se procedió a su cuarentena. Llama la atención las cifras poblacionales: para el gobierno de Israel son unos 8 000. Para AMIM (una oenegé judía), unos 20 000; pero los propios habitantes, estiman que andan por los 60 000…
En …om deta mår ni... se nos informa que “En 1938 se publica en la Alemania nazi un libro para niños, El hongo venenoso en donde se enseña a los niños que
“es difícil distinguir hongos venenosos de comestibles, y análogamente es difícil darse cuenta que los judíos son pícaros y delincuentes.” (p.8)
Om detta… nos muestra una ilustración de época, cuando la expulsión de maestros y alumnos judíos de las escuelas [15 de noviembre de 1938]. En ella, el maestro alemán es grácil y rubio; el judío es viejo, gordo y enfurruñado; los niños alemanes son casi todos rubios, rollizos aunque hay alguno de pelo o tez oscura, y todos sonrientes; los niños judíos, expulsados, son todos de pelo negro y nariz prominente, llorosos, resentidos.
Y bien: el investigador israelí Adir Cohen escribió Una cara fea en el espejo y Maureen Mohan en una nota, “Educación israelí por el odio”, lo cita:
“El libro de Cohen es un estudio sobre la naturaleza de la educación de los niños en Israel que se centra en cómo la clase dirigente histórica ve y describe a los árabes palestinos, y en cómo perciben a los palestinos los niños judíos israelíes. Una sección del libro se basa en los resultados de un estudio realizado entre un grupo de estudiantes de 4º a 6º grado en una escuela de Haifa. Se les hizo a los alumnos cinco preguntas acerca de su actitud respecto a los árabes, cómo los reconocían y cómo se relacionaban con ellos. Los resultados son tan sorprendentes como alarmantes: el 70% de los niños describieron al «árabe» como un asesino, alguien que secuestra niños, un criminal y un terrorista. El 80% dijo que veía a los árabes como sucios y con cara aterradora. El 90% de los alumnos afirmó que los palestinos no tenían derecho alguno sobre la tierra en Israel o Palestina.”
El paralelismo con El hongo venenoso es pertinaz, casi puntualmente idéntico.
…om detta må ni… nos recuerda que el mismo día de la declaración de lo que será conocida como la Segunda Guerra Mundial, 1º. de setiembre de 1939, a los judíos se les prohíbe andar por las calles pasadas las 21 hs.
Y que el 20 de setiembre de ese año, se les prohíbe que tengan radiorreceptores.
Comparemos estas medidas de setiembre de 1939 de nazis hacia judíos con las limitaciones y cercenamientos del estado sionista a los palestinos oriundos y veremos que la política israelí es màs odiosa aún y restrictiva: a los palestinos aislados, impedidos de usar los transportes públicos rápidos, no se les permite visitas médicas sino en cuentagotas (hay constancias de decenas muertes en los puntos de control [checkpoints], en general debido a la mala voluntad de las tropas de ocupación; los palestinos tienen enormes dificultades de desplazamiento; un recorrido que en las carreteras exclusivas para israelíes lleva 20 minutos, a un palestino que debe trasegar vehículos, mezclar esperas y caminatas hasta que se le convierte dicho viaje en varias horas, siempre cargadas de tensión, por la presentación de permisos, salvoconductos y otras disposiciones del poder ocupante, que pueden ser rechazadas sin apelación.
En resumen: que los palestinos están mucho peor que los judíos bajo la bota nazi hasta bien avanzado 1939. Y que lo están desde hace mucho.
Pero avancemos un paso más. Desde 2006 se suceden invasiones a la Franja de Gaza, preventivamente vaciada de judíos unos meses antes. Las invasiones han ido indiscutiblemente in crescendo. Se puede medir hasta por la cantidad muertos (500 en 2006, màs de 2 000 en 2014), pero sobre todo por la calidad del terror desplegado.
Pensemos que los seres humanos soportan cada vez con más sufrimiento “los mismos” abusos de un régimen policial y asesino. Quien haya vivido bajo dictadura y haya sido sometido a persecución, reclusión o tortura, lo sabe bien. Los gazatíes llevan ya varios arrasamientos, cada uno peor que el anterior.
Desde 2006, cuando “votan mal” según el gusto de Israel, el hostigamiento se ha intensificado. El gobierno israelí suele invocar al “gobierno palestino”, emplazado en Cisjordania como el auténtico y al de Gaza, a manos de Hamas como una usurpación por “golpe de estado”.
Si no fuera porque es una mentira universalizada tendría que darnos risa o vergüenza… Abbas perdió las elecciones en enero de 2006; es el único presidente del planeta con semejante cargo ocho años después de haber perdido las elecciones. Como a Dempsey, arrojado a la lona por el Toro Firpo, a Abbas lo repuso, luego de la paliza electoral, como monigote precisamente, el gobierno israelí. Como los israelíes entonces encarcelaron a buena parte de la dirigencia de Hamas elegida, y procuraban con ello desconocer el resultado electoral (de una limpieza ejemplar testimoniada entre otros por Jimmy Carter), los de Hamas, abrumadora mayoría en la Franja, no toleraron la instauración de un gobierno títere allì, aunque no pudieron revertir el proceso en Cisjordania, mucho más cerca de la policía palestina armada por Israel y del mismísimo cuerpo represivo israelí…
El control de la FdG ha sido llevado a la repugnante política de la cocción a fuego lento, controlando hasta el ingreso de calorías por habitante, para evitar que la hambruna generalizada despierte alguna sensibilidad; la humanidad suele rechazar lo agudo, pero es singularmente embotada ante lo crónico.
Lo vemos claramente con la contaminación ambiental: la gente reacciona ante una epidemia pero acepta pasivamente las intoxicaciones crónicas, muchas veces más devastadoras. Y eso no es siquiera humano. Parece más básico aun. Asociado a nuestra corporalidad. Si a una rana se la arroja en agua hirviendo, depende de la caída, pero puede pegar un salto salvador; si a una rana se la sitúa en agua fría y se la calienta lentamente, llega un momento en que la rana muere… cocinada.
Ésa es la política que una judía israelí lúcida, Shulamit Aloni, califica como la del ‘gato asesino que estrangula a sus víctimas pero no derrama sangre’. De más está decir que los dueños del poder en Israel emplean ambos métodos. Basta verlos. El que quiera verlos, claro.
Las invasiones precedentes, cada una más grave que la anterior dejaban el tendal de muertos y de casas y servicios destruidos. La aviación y la artillería tenían enorme predilección por arruinar usinas, destruir fuentes energéticas, instalaciones portuarias y aeroportuarias, como pasó en 2008-2009 y estrenar sofisticada armería usando a los palestinos como cobayos: en 2008-2009 aplican balas de tungsteno, material radiactivo que se pulveriza dentro de la víctima alcanzada creando innumerables focos de metástasis.
Pero el arrasamiento actual ha barrido con hospitales, bajo la deleznable excusa de que allí se refugian terroristas –que les permite matar decenas de ancianos, niños o enfermos− y con barrios enteros: ahora tenemos de Gaza las imágenes que hemos recibido tantas veces del gueto de Varsovia. Pero allí, en los ’40, los asesinos eran los nazis… ahora, ¿qué son?
Remitimos al lector inquieto a notas escritas anteriormente: “Peculiaridades del sionismo”, 19/7/2014; “Conversión o racismo depurador: una disyuntiva no tan nítida”, 5/10/2009; y en general a una compilación de notas de mi autoría titulada El racismo de la ‘democracia’ israelí, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2012. En librerías.
[1] Editado por la Cancillería sueca: un libro de amplísima difusión en su momento, a comienzos del s. XXI, con distribución gratuita en todos los centros de enseñanza del país. Se trata de un ejemplar costoso, a cuatro tintas, de 28 cm x 19 cm.
[2] Hay una excepción que no hace sino confirmar la regla: los drusos, una secta musulmana, muy enfrentada al Islam, y pro-occidental, sí son llamados a formar parte del ejército israelí.
https://www.alainet.org/fr/node/102698?language=en
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