¡Viva la República, carajo!
Rojo, amarillo y morado
12/06/2014
- Opinión
Aquella voz rota, que parecía sepultada, golpeó con puños toscos el ataúd de sordera en la que la enterraron. Orgullo republicano ondeó insurrecto estos días en toda España: la resplandeciente tricolor.
Un veloz cable de agencia del 2 de junio pasado informa que “El rey Juan Carlos I anunció hoy que abdica en su hijo el príncipe Felipe para dar paso a una nueva etapa de esperanza, tras un reinado de 39 años”. 39 y 36 suman 75. Sí, 75 años de silenciamiento de la historia. El escritor ruso Joseph Brodsky dijo: “El único instrumento que un ser humano tiene a su disposición para afrontar el tiempo es la memoria”. Y esa memoria emergió victoriosa a pesar de los 39 años de Monarquía, y los 36 de dictadura de Francisco Franco. No pudieron esconder ni silenciar ni matar la luminosa historia de la Segunda República (1931-1939). Y su bandera flameó recortada en el cielo estos días en muchas ciudades españolas.
Honra republicana.
Las elecciones municipales de abril de 1931 terminaron de quebrar a la propia Casa de Borbón. Cayeron los jeques. Ya había caído la dictadura de Primo de Rivera y el aluvión libertario era imparable. Muchos territorios comenzaron a desconocer a la monarquía, se declararon republicanos y la bandera tricolor se izó en sus ayuntamientos. El 14 de abril el Rey se fue al exilio. Así fue proclamada la Segunda República española.
Roja, amarilla y morada, a rayas horizontales, así es la bandera republicana. Por decreto, el 27 de abril fue legitimada por la Presidencia del Gobierno Provisional de la República. Así se explicaban las razones: “El alzamiento nacional contra la tiranía, victorioso desde el 14 de abril, ha enarbolado una enseña investida por el sentir del pueblo con la doble representación de una esperanza de libertad y de su triunfo irrevocable. Durante más de medio siglo la enseña tricolor ha designado la idea de la emancipación española mediante la República. En pocas horas, el pueblo libre, que al tomar las riendas de su propio gobierno proclamaba pacíficamente el nuevo régimen, izó por todo el territorio aquella bandera, manifestando con este acto simbólico su advenimiento al ejercicio de la soberanía. Una era comienza en la vida española. Es justo, es necesario, que otros emblemas declaren y publiquen perpetuamente a nuestros ojos la renovación del Estado. El Gobierno provisional acoge la espontánea demostración de la voluntad popular, que ya no es deseo, sino hecho consumado, y la sanciona. En todos los edificios públicos ondea la bandera tricolor. La han saludado las fuerzas de mar y tierra de la República; ha recibido de ellas los honores pertenecientes al jirón de la Patria”.
La propia Constitución de 1931 institucionalizó este sentir de pueblo en el primer artículo: “La bandera de la República española es roja, amarilla y morada”.
El rey Juan Carlos I abdicó en el contexto de la peor crisis de la Corona Española desde que en 1975, luego de la muerte del dictador Francisco Franco, este asumió como monarca en la transición, en un pacto constitucional oscuro para garantizar una democracia tutelada por el bipartidismo, amañada por el Partido Popular (PP), heredero de sangre del franquismo, y por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que a pesar de su tradición republicana cerró filas en el bando monárquico para conservar poder y negocios.
Es revelador el análisis de Guillermo Almeyra, editorialista internacional del diario mexicano La Jornada: “La abdicación del rey en realidad es una especie de golpe semiconstitucional para cambiar la Constitución y poder hacer frente a la disgregación, por un lado, de la monarquía y, por otro, del régimen surgido del Pacto de la Moncloa entre socialistas y comunistas con el franquismo que se ha ido arrastrando mal herido hasta el presente, pero que las últimas elecciones lo han herido mortalmente”.
Habla de las elecciones europeas que se realizaron el mes pasado, en las que el ciudadano español castigó duramente las políticas de ajuste que tanto el PSOE como el PP vienen implementando hace años, con el saldo trágico de más de 6 millones de desocupados, la extensión de la pobreza hasta a los que poseen empleos precarios, la desesperanza de los más jóvenes que no pueden estudiar ni trabajar, o la ignominia de los desahucios que dejan en la calle, a la deriva, a cientos de familias. También repudiaron la corrupción y la vida suntuosa de la familia monárquica. Bipartidismo, monarquía y oligarquía es un tridente que da demasiada plata. Van a defender sus negociados como fieras salvajes acorraladas. Así saldaron el reclamo de democracia de un pueblo: ignorándolo.
El bipartidismo sufrió una pérdida considerable de su caudal en las euroelecciones. En 2009 habían concentrado el 80 por ciento de los votos, este año no alcanzaron el 50 por ciento. Además, Izquierda Unida (IU) sumó un suculento 10 por ciento y la joven formación Podemos, con menos de tres meses de vida, cosechó un millón de votos (8 por ciento y cinco eurodiputados). Para Almeyra: “En setiembre, tienen el problema de la reivindicación catalana de independencia entonces el rey, muy comprometido como toda la monarquía, por haber sido ahijado y entronizado por Franco, y también por sus escándalos financieros, morales, de todo tipo, intenta con esta abdicación, organizada con Rubalcaba y Rajoy, llevar a una Ley de regulación sucesoria que organice la Constitución de modo tal de ofrecer algo a la derecha independentista catalana y tratar de quitar la mecha del independentismo catalán”.
Un papel fundamental en la preservación del orden conservador imperante en España lo juegan los medios de comunicación. Verdaderos carteles que silencian los reclamos de justicia por los atroces e impunes crímenes del franquismo, los ajustes estructurales en la economía, y el maridaje cochino entre la oligarquía y el poder político. El nuevo enemigo es Podemos a quien comparan, sin ruborizarse, con el nazismo. Así de asustados están cuando los negocios tienen tantos ceros. Y tiran fuegos de artificios. Una muestra de ese miedo lo vemos en esta crónica del portal contrahegemónico Kaos en la Red o en el programa especial que al respecto realizó el programa Ojo con los medios, de Bolivia. También pueden preguntarles a los empresarios dominantes de la escena porque saludaron tan efusivamente la salida de Juan Carlos: los negocios con las petromonarquías del Golfo son de carácter estratosférico y los derechos humanos no se juegan en ese tablero.
Tanto miedo tienen que el viejo líder del PSOE y excelso lobbysta de empresas españolas por el mundo, Felipe González, se mostró horrorizado porque Podemos hará llegar al chavismo a América Latina. Estos actores hicieron silencio cuando nuestro continente sufría las largas noches dictatoriales y neoliberales. Nada dijeron. Si algo me molesta es la usurpación de tradiciones de lucha. Hagan un acto de honestidad, no son ni Socialistas ni Obreros, quiten esas dos iniciales de la sigla de su partido.
La estructura de negocios entre Bipartidismo-Monarquía-Oligarquía, esa santísima trinidad fascista, está tan aceitada, que el 11 de junio una amplísima mayoría de parlamentaros aprobó la abdicación del rey Juan Carlos I, abriendo el camino a la próxima proclamación de su hijo Felipe VI. Oídos sordos al reclamo de un referéndum entre Monarquía o República. Los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE) votaron en bloque para garantizar sus privilegios y los de sus socios. El Rey ha abdicado, pero la monarquía sigue viva, es necesario garantizar tantos negocios… Pero algo se ha despertado en España y ellos tienen miedo.
Posdata:
Orgullo republicano ondeó en toda España: la resplandeciente tricolor. Gloria y memoria a la Segunda República que amplió exponencialmente los derechos ciudadanos. Gloria a mi familia paterna: republicanos, anarquistas, milicianos en la resistencia al golpe fascista de Francisco Franco. Perseguidos, presos, exiliados por esa dictadura genocida, aún impune, asquerosamente impune. En las cunetas aún piden justicia los asesinados, los desaparecidos, los ajusticiados. Gloria a los héroes y mártires. A los que resistieron en las ciudades, los pueblos, las montañas, y los valles; descalzos, congelados, en alpargatas, hambrientos, en harapos, hasta en guerrillas unipersonales. Abdicó el rey Juan Carlos I. Abajo el Rey y la Monarquía ¡Viva La República, carajo!
- Mariano Vázquez, blog "Crónicas de este mundo"
https://www.alainet.org/es/articulo/86361?language=en
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