Hacia una Europa europea

03/06/2014
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                                                                       "Europa debe liberarse de la idea de que el único                                                                                                           propósito de Europa es disminuir el estado nación."
                                                                              Tony Blair (post- elección parlamentaria)
 
En la publicidad que se difundió en Francia antes de las parlamentarias europeas, del 22 al 25 de mayo, el tema predominante variaba desde un guiño contra la burocracia europea hasta pedir la disolución de la Unión Europea. Desde el conservador UMP con su Por otra Europa hasta el Frente de Izquierda que pedía que Francia saliese de la OTAN, el Euro y la UE. En sus slogans los partidos reconocían implícita o explícitamente el descontento con el sistema.
 
El fundador del Frente Nacional, Jean Marie Le Pen cuyo partido obtuvo el mayor porcentaje de votos (25,4 %), en un folleto con el facsímile de la ficha de voto del FN explicaba claramente como el gobierno de la UE en Bruselas es siempre menos representativo de la voluntad europea. Recordaba como, en 2005, el pueblo francés rechazó en un referéndum el proyecto de constitución que después se impuso por acuerdo entre gobiernos, ignorando la voluntad ciudadana. Señalaba como la UE está cada vez más alejada del interés de la población y más cercana al interés de los banqueros. Decía como la Unión Europea sacrifica salarios y empleo en nombre de la austeridad para gastarlos luego en armamento y aventuras militares, como subalternos en la OTAN.
 
El tono general de la elección para el Parlamento Europeo era anti-sistema y el Frente Nacional, simplemente, tuvo más credibilidad. La gran prensa siempre diabolizado al FN, lo llama extrema derecha, cosa que no es, porque en Europa no hay espacio para el paradigma de izquierdas y derechas, basta mirar la política de duro capitalismo ricardiano que aplican los paridos socialistas en los grandes países europeos, como en Alemania, España, Gran Bretaña o Francia.
 
En realidad el FN es primero que todo anti-sistema y así lo ven los dueños de la prensa del sistema. Su programa de políticas lo colocan como un partido ideológicamente mixto que me atrevo a ver como el verdadero heredero de De Gaulle. Su prioridad es la soberanía francesa y europea; por eso debe luchar con una versión de Europa dirigida por los intereses de Wall Street y la City londinense. El FN es un partido conservador en cuanto a proteger la identidad francesa y a priorizar el interés de los ciudadanos franceses y las empresas nacionales. Es independentista al pedir libertad política para los gobiernos y menos intromisión de Bruselas en asuntos nacionales. Es socialista cuando    promueve los derechos de los trabajadores y lucha contra el austericidio impuesto por la codicia financiera.
 
El triunfo del FN en las elecciones parlamentarias europeas, aunque fue el más comentado, no fue en absoluto un caso aislado. El aumento del caudal electoral de los partidos anti-sistema fue un fenómeno general, aunque sin uniformidad en los programas ni en la dimensión del apoyo electoral.
 
En el Reino Unido el UKIP tuvo un notable éxito electoral con el 29% de los votos. En Dinamarca el DF-Partido Popular obtuvo el 26,6%. En Croacia la coalición nacionalista HSP tuvo un 41%. En Austria el FPO tuvo un 19,5%. En Hungría el JOBBIK mantuvo su 14,7%, a pesar de ser aliado externo del Fidesz – KDNP, la coalición nacionalista en el gobierno, que sacó un 51%. En los países bálticos también anduvieron entorno al 14%. En Grecia el Amanecer Dorado, a pesar de tener presos a sus dirigentes o tal vez por eso, sacó un 10% de los votos, pero el gran ganador, con el 26,6%, fue Syriza, que la prensa clasifica como de izquierda pero que es también anti-sistema y promete las mismas políticas que, digamos, el Frente Nacional en Francia.
 
Lo básico que tienen en común dichos partidos es: a) rechazan el credo neoliberal, aunque admiten el capitalismo; b) disgusto por la burocracia europea; c) respeto por las identidades nacionales europeas; d) fastidio con la larga ocupación económica y militar americana de Europa; f) critican el golpe de estado en Ucrania, tramado por Estados Unidos y algunos gobiernos europeos; g) se oponen a la intervención extranjera en Siria. Hay otro rasgo común que le atribuyen sus adversarios: ser contrarios a una Europa unida. La realidad es a la inversa: se oponen a la des-europeización de Europa que se conduce desde Bruselas.
 
El clima político, económico y social europeo  
 
Los europeos se sienten, cada vez más, robados por aquellos que dirigen las políticas nacionales y las políticas comunitarias. Robados de su identidad con cuotas obligatorias de inmigración masiva, indiscriminada e inasimilable. Robados de sus ahorros para salvar a los banqueros de su codiciosa estupidez. Robados de sus derechos sociales para mejorar las cuentas de gobiernos arruinados por sus deshonestas y estúpidas fechorías.
 
Desde Bruselas se impulsa como un modelo aquella economía de la oferta que practican desde la Revolución Industrial los países anglo-sajones. Es la economía de la sobre producción que defendía Ricardo para tener mayores ganancias en el corto plazo, pero que empujan un sobre consumo a crédito, que causa deuda, sub-consumo y crisis. Es el modelo norteamericano que describió Sismondi en 1819[1] como una economía de la deuda concebida por Alexander Hamilton. Ese estilo de vida promueve un hedonismo adictivo, superficial y vanidoso, que estimula la deshonestidad. Es el way of life mundializado que estimula el hiper-consumo por imitación.
 
La Europa de Bruselas y Washington ve la distribución de la riqueza como un derrame de migas en el banquete de los ricos (trickle down economics). En Europa las migas eran más grandes y nutrían un sistema de seguridad social, sueldos mínimos, estabilidad laboral y educación gratuita que daban un mínimo de tranquilidad social. Desde que la “desregulación financiera” pedida por Wall Street desató la codicia y arruinó los bancos anglo americanos y europeos, los gobiernos reclaman esas migas. Es qué las necesitan para pagar a los bancos el dinero que estos dieron a los gobiernos para que lo gastaran en rescatar a esos mismos bancos de la quiebra. Parece galimatías, pero así fue...y la gente está harta. 
 
Estados Unidos vs Europa
 
Desde la perspectiva histórica que ofrece el siglo XXI, Estados Unidos tiene una política coherente en privar a Europa de sus fuentes de energía fósil. Irak vendía petróleo a Europa en euros, pero fue invadido, destruido y ocupado. Irán vendía petróleo a Europa, pero Estados Unidos inventó un cuento nuclear para imponer el boicot del petróleo iraní, que sus títeres europeos aplican. Libia era fiel proveedor de petróleo a Europa y fue destruida. Rusia es la fuente local europea más importante de energía y Estados Unidos invirtió 5 millardos para un golpe de estado anti ruso en Ucrania, apostando a envenenar las relaciones y el suministro del gas y petróleo ruso al resto de Europa. Es muy probable que el próximo país a ser desestabilizado sea Argelia, que es otro proveedor regional.
 
Rusia ha reaccionado con prudencia ante la provocación norteamericana en Ucrania, pero la prensa y los políticos del establishment americanodesataron una campaña pidiendo que Europa aplique sanciones contra Rusia; sanciones que tendrían un efecto mucho más desastroso para la economía europea que para la rusa. Rusia quiere estrechar sus vínculos económicos y culturales con la Unión Europea y por eso Vladimir Putin propuso un área económica europea de Lisboa a Vladivostok. Eso conviene a toda Europa, como un contrapeso a la unilateralidad norteamericana.
 
Mientras tanto Estados Unidos invita a Europa a dos cosas:
 
a)     usar como fuente de energía fósil una supuesta futura abundancia norteamericana en gas de esquisto, para el cual no existen terminales, ni instalaciones portuarias, ni barcos equipados, ni tampoco, según noticias recientes, el gas.
b)    firmar con Estados Unidos un acuerdo de asociación para el comercio e inversiones trans-atlánticas. Ese instrumento permitiría a las grandes empresas transnacionales norteamericanas a apoderarse de las empresas europeas que no controlan aún y a los bancos norteamericanos chupar las últimas reservas a los ahorros europeos. Esos acuerdos son siempre los mismos y ya conocemos sus desastrosos efectos en México, cuyo NAFTA fue el patrón para los que luego se firmaron con América Latina. En ellos, por ejemplo, inversión no es la creación de nuevas actividades industriales y empleos, sino la compra de empresas nacionales ya existentes.
 
Por razones que seguramente no deben llegar a ser conocidas, la clase gobernante de casi todos los países europeos no conduce la política nacional o internacional de acuerdo a los intereses de su país, sino de los intereses de una banda apátrida identificada vagamente con el complejo financiero, militar e industrial de Estados Unidos. Un ejemplo es el caso italiano, donde en nombre de la austeridad económica el gobierno despidió a empleados públicos, redujo sueldos académicos, eliminó servicios sociales, etc, etc., para ahorrar unos €20 millardos; pero una cifra parecida será gastada en comprar 90 F35 – un caza bombardero norteamericano plagado de problemas- que Italia necesita con urgencia para defenderse de sus agresivos vecinos extra OTAN: Suiza y San Marino.
 
El filosofo francés Alain de Benoist nos describe a la Europa actual como “amnésica y olvidada de si y por ello incapaz de descubrir en su pasado razones para proyectarse hacia el futuro” y luego el mismo cita a Nietzsche: “Europa solo se hará al borde de la tumba.” 
 
Conclusión
 
Con el acuerdo trans-atlántico estamos al borde de la tumba y la pasada elección parlamentaria europea muestra que los europeos comienzan a recordar. Esas elecciones muestran que crece el número de europeos que buscan otra Europa, que quieren una Europa europea, porque, diciendo que se hacen los Estados Unidos de Europa lo que ha resultado es una Europa de los Estados Unidos.  
 
Ginebra 30/05/2014
 
- Umberto Mazzei es doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia. Es Director del Instituto de Relaciones Económicas Internacionales en Ginebra.
 


[1] Jean Charles Sismondi: Nuevos Principios de Economía Política, Capítulo 7 Sobre los préstamos.
https://www.alainet.org/es/articulo/86088?language=en
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