Qué es lo boliviano?

16/04/2014
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Bolivia es un país de muchas paradojas. Es un país de cuentos y mitos impuestos a sangre y fuego, que siguen funcionando en la colectividad totalitaria de las colonias extranjeras. Uno de esos cuentos y mitos está alrededor de la palabra “boliviano”. Palabra, en estas paradojas, que fue utilizada abiertamente por las colonias extranjeras y oligarquías locales, para excomulgar a nuestros propios habitantes, sobre todo de la Bolivia profunda. Los indígenas no éramos bolivianos, porque éramos indígenas: bolivianos de segunda o tercera categoría. Con la palabra boliviano se condenaba a militantes comunistas o izquierdistas, porque supuestamente portaban banderas “rojas”, es decir “extranjeras”, es decir “ateas”, que no “pertenecían” a los “bolivianos”. Con la palabra “boliviano” se lucían saqueando y robando nuestros patrimonios extranjeros como Banzer, como Sánchez de Lozada o Reyes Villa. Ellos condensaban la palabra boliviano. En este fenómeno ciertamente las oligarquías extranjeras y colonias se pusieron desde siempre de acuerdo: bandera, himno, dios católico, patria y raza blanca mestizoide, eran lo “boliviano”. Quechua, aymara, guaraní y las demás nacionalidades: extranjeros. No bolivianos sino para la carga y la explotación y saqueo. Ese mito sigue funcionando y muy bien. Los bolivianos de primera categoría siguen siendo estás castas blancas y extranjeras, castas que estos días reclaman sobre los mercenarios extranjeros contratados por ellos mismos, para balcanizar Bolivia. Siguen insistiendo en sus canales de televisión que ellos son “los bolivianos”. Los representantes de nuestra bandera, de dios, del orden establecido allá en la colonia y la república. Paradojas mentales y mitos poderosos de la colonialidad: extranjeros y extraños asumen la palabra “boliviano” para adueñarse de todo lo nuestro.
 
 Pues sí, esas castas extranjeras y extranjerizantes sin identidad alguna con nuestras costumbres, con nuestras culturas y nuestras historias, son las que se adueñaron de la palabra “boliviano” para despreciar a nombre de esa palabra todo lo nuestro. Son “bolivianos”; pero no quechuas, aymaras o guaraníes. Son “bolivianos” pero odian a nuestras culturas y costumbres, tienen vergüenza y prefieren vivir en sus ghettos y barrios gringos sin mezclarse con lo nuestro. Son “bolivianos” pero diferenciados de nuestras culturas: mestizos. Para disimular su odio y rencor profundo a lo nuestro. Esos mitos racistas y absolutamente segregacionistas están escondidos en la palabra “boliviano”. Que en el fondo no tiene ningún contenido cultural y de pensamiento propio, porque esas castas blancoides la han vaciado de sus posibles contenidos. En boca de las oligarquías extranjerizantes, la palabra boliviano no tiene significado alguno, o contenido alguno. No expresa una realidad histórica ni social. Sino un invento colonial republicano, para continuar el rito del saqueo y expoliación de nuestras riquezas. En sus farras, las oligarquías son italianos, árabes, alemanes, españoles, etc. No bolivianos. Nunca defenderán a nuestros territorios, y todo lo que hemos perdido, incluido el Litoral, es porque a estas castas extranjeras nunca les interesamos, sino como su hacienda o campamento minero para la explotación y expoliación. Sus territorios están en otros lados del mundo, no en Bolivia.
 
Pues sí, esos mitos alrededor de la palabra “boliviano” siguen siendo tan actuales como en toda la república. La ausencia y falta de identidad con lo nuestro, de las oligarquías blancoides, enfrenta directamente a nuestros procesos sociales. Esa falta de identidad con lo nuestro es el mayor problema de nuestras historias. Y en estos procesos y construcciones de nuestras historias, el mayor desafío mental es el de ponerle contenidos a la palabra boliviano. Es el de definitivamente otorgarle identidad histórica y espacial a la palabra boliviano. Hoy por hoy dominada y adueñada por los imaginarios coloniales y republicanos racistas y patriarcales. Esos esquemas racistas siguen ocultos en esa palabra, siguen siendo el arma más importante ideológico mental de las castas dominantes. Por eso su literatura, sus ciencias sociales, sus modelos a seguir son las normas occidentales, de otras realidades, de otros pensamientos ajenos a los nuestros. Por eso no son capaces de generar una literatura propia, nuestra, con identidad genuina y que reflejen nuestras idiosincrasias. Acuden al mundo sin identidad nuestra; aunque con su propia identidad de extranjeros. Para eso no necesitan ser “bolivianos”. Escriben desde todas partes del mundo sólo para vernos como periferia, como país fallido y problemático. Ni siquiera disimulan en sus posturas de “intelectuales”. Pues son nomás extranjeros con el denominativo de “bolivianos”.
 
Las mentalidades, las formas aparentes, los mitos y ritos siguen siendo en Bolivia los esquemas impuestos por la colonia y la república. Y son muy fuertes, son el pan de cada día en los sistemas educativos, instituciones del Estado y privadas, en lo cotidiano de este país. Esas formas ideológicas que no se ven son las que en última instancia definen nuestras relaciones, institucionales y sociales. Por ahora, la palabra “boliviano” sigue en manos de las colonias extranjeras y oligarquías regionales. Se trata de rescatar esa palabra para nuestros procesos sociales, para darle contenidos nuestros y culturales. Tamaño desafío es por demás complejo pero urgente y necesario.
 
La Paz, 16 de abril de 2014.
 
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