Una Alianza que separa a nuestra América
17/02/2014
- Opinión
El bloque de países de la llamada Alianza del Pacífico, conformada por México, Colombia, Perú y Chile, suscribió en Cartagena de Indias, en su VIII Cumbre, un Protocolo Comercial que, de aprobarse por los respectivos congresos, daría rango de ley a los más radicales dogmas librecambistas del neoliberalismo: prácticamente de golpe, este mega acuerdo elimina los aranceles al 100% de los productos que participan del comercio entre los países miembros -92% en forma inmediata (manufacturas y servicios) y el 8% restante, del sector agrícola, lo hará en forma progresiva en los próximos años-.
Dirigentes del agro colombiano denunciaron que el Protocolo “impulsará un comercio salvaje perjudicial para los campesinos”, toda vez que pone a competir, en supuesta igualdad de condiciones, a sectores con importantes asimetrías, lo que beneficiaría a los grandes empresarios y productores de México y Chile. Sin embargo, estas preocupaciones, por lo demás legítimas a la luz de las nefastas experiencias y las crisis provocadas por los tratados de libre comercio en el campo mesoamericano, no inmutaron al presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien afirmó que se trata de un acuerdo que hace de la Alianza del Pacífico “el mecanismo de integración más innovador” desde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
¿Acaso el ocupante de Los Pinos se refería a la creciente dependencia alimentaria del exterior, a las migraciones forzadas de campesinos en la ruina, o al escandaloso aumento de la pobreza, que son parte de los resultados perniciosos del TLCAN para la sociedad mexicana? ¿O, más bien, hacía alusión al sometimiento de la soberanía nacional a los imperativos del capital y a la injerencia de los Estados Unidos en los asuntos de política interna y externa?
Lejos del optimismo cínico de los presidentes neoliberales, y de las falacias económicas que acompañan este tipo de anuncios, lo cierto es que no debemos llamarnos a engaños ni a ingenuidades políticas respecto de los intereses y factores que dominan la Alianza del Pacífico, ni tampoco sobre su intencionalidad en el delicado ajedrez geopolítico de América Latina.
Tal y como hemos expresado en otras oportunidades, esta iniciativa, de inocultable cariz neoliberal, es la expresión de los intereses imperialistas de Estados Unidos en nuestra región, y en concreto, se trata de un aggiornamento del proyecto panamericanista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), propuesto desde el seno de la OEA a mediados de la década de 1990, y que fue derrotado en Mar del Plata en 2005, gracias a la convergencia de gobiernos nacional-populares en Argentina, Brasil y Venezuela, y por supuesto, a una movilización popular continental sin precedentes. Aquella fractura en el dominio panamericano permitió el avance de una visión diferente de la integración latinoamericana, con un sustento ideológico que recuperaba lo mejor del pensamiento bolivariano y martiano, y que se articuló en torno a iniciativas político-económicas como el Mercosur (ampliado ahora con Venezuela), el ALBA, Petrocaribe, la UNASUR y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Sin embargo, Washignton no se dio por vencido tras el fracaso del ALCA: en paralelo a esta nueva integración nuestroamericana, impulsó una política bilateral y subregional que le permitió urdir una red de tratados comerciales que ya involucran a México, Centroamérica, Colombia, Perú y Chile. La Alianza del Pacífico es hija de este empeño hegemónico estadounidense, y a su vez, engancha a los países del bloque en la órbita del polémico Tratado Trans Pacífico. De hecho, Estados Unidos, China e India ya solicitaron su inclusión como observadores en la Alianza, lo que deja pocas dudas del andamiaje que se pone en marcha.
La cumbre de Cartagena también deja para el análisis un nuevo elemento: Costa Rica, representada por el gobierno de Laura Chinchilla y el Partido Liberación Nacional (PLN), firmó su adhesión como miembro de la Alianza. En principio, la decisión no debería sorprender a nadie, dada la vocación neoliberal y panamericanista de la administración Chinchilla; pero si se considera que esta incorporación ocurre a menos de dos semanas de que Costa Rica asumiera la presidencia pro témpore de la CELAC, la perspectiva cambia: en esa disputa entre visiones y modelos -del Pacífico y del Atlántico, del Norte y del Sur- que marcan las tensiones políticas en nuestra América, el compromiso de las élites costarricense con la opción neoliberal es un mal augurio de cara a su mandato al frente de la CELAC durante el 2014.
Más grave aún es el hecho de que la alternativa al PLN en la lucha por la presidencia de Costa Rica, el Partido Acción Ciudadana (PAC), ya manifestó, a través de su candidato presidencial Luis Guillermo Solís, la intención de profundizar la integración en el bloque neoliberal y desmarcarse de las que entendemos como iniciativas nuestroamericanas. En una entrevista para el diario El País de España, Solís explicó: “Claramente, no me veo miembro del ALBA en un sentido político. Costa Rica no se va afiliar a ese bloque. Se podrán aprovechar espacios que el ALBA ha abierto para negociaciones multilaterales, como la CELAC. Sobre la Alianza del Pacífico, debemos participar en ella porque Costa Rica es parte de un complejo geopolítico de más de 500.000 kilómetros de mar en el Pacífico, que obliga a una articulación con otras naciones del área. Además, tenemos tratados de libre comercio con casi todos sus miembros. Hay que acelerar el diálogo con las comunidades del otro lado del Pacífico”.
¿Hacia dónde enrumbará Costa Rica el proceso de construcción de una comunidad política desde la CELAC? ¿Un triunfo del PAC en las elecciones del 7 de abril podría introducir variantes progresistas en esa conducción, o mantendrá las líneas tradicionales de la diplomacia costarricense? ¿La Alianza del Pacífico acabará por acelerar el desencuentro entre gobiernos y países de nuestra América, que solo puede beneficiar a quienes usufructúan de nuestras divisiones y disputas?
De momento, el panorama no es halagüeño y hay más preguntas que respuestas concretas.
- Andrés Mora Ramírez/ AUNA-Costa Rica
https://www.alainet.org/es/articulo/83080?language=es
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