Corderos y lobos

21/10/2013
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Hay dos expresiones relacionadas con la condición y convivencia humanas bastante conocidas. La primera, atribuida a Jesús de Nazaret, dice así: “Yo los mando como corderos en medio de lobos”. La segunda, derivada del pensamiento político de Thomas Hobbes: “El hombre es el lobo para el hombre”. Las traemos a cuenta porque son frases provocativas cuyo análisis puede darnos luz en la búsqueda de nuevas relaciones sociales: más compasivas, solidarias y cordiales. Veámoslas al menos sumariamente y tratando de responder a dos preguntas básicas: ¿se puede vivir de otra manera que no sea como un lobo? Y ¿puede significar algo todavía vivir como corderos?
 
En la simbología bíblica, el cordero y el lobo tienen un significado contrastante: el primero simboliza un comportamiento de mansedumbre, bondad, humildad y entrega; el segundo, por el contrario, refiere a las conductas agresivas, crueles y destructoras. Jesús de Nazaret, al exhortar a sus discípulos a ponerse en camino y comunicar la Buena Noticia de una nueva humanidad, advierte un destino problemático: “Yo los mando como corderos en medio de lobos” (Lc 10, 3). Con realismo, Jesús no elude el rechazo y el conflicto que traerá entre los poderosos de su tiempo el anuncio de una nueva convivencia regida por la verdad, la justicia y el amor. En un mundo donde los liderazgos no orientaban ni acompañaban, los jefes de los pueblos tiranizaban y los grandes oprimían, Jesús deja claro que entre sus discípulos no tiene que ser así. Hay que ir exactamente en dirección opuesta: el que quiera ser grande que se ponga a servir a todos, especialmente a los más pobres.
 
Jesús da dos grandes tareas a sus enviados: anunciar a la gente lo cerca que está Dios y liberar a las personas de todo cuanto introduce mal y sufrimiento en sus vidas. Los discípulos, por su parte, han de presentarse como gente sencilla y deben aparecer ante todos como un grupo de paz. El teólogo José Antonio Pagola, comentando la frase del nazareno, sostiene que en ella hay una invitación a vivir ayudando a descubrir que la bondad y la benevolencia existen, y que la vida, a pesar de todo, puede ser buena. No tiene por qué ser toda rivalidad, competencia y enfrentamiento; también es posible acercarse a la vida y a las personas con una actitud de cordialidad.
 
Y en lo que respecta al modo de ser, añade que aunque vivimos atados a muchos intereses, tal vez lo más importante sea pasar por esta vida aportando al mundo un poco más de bondad, amor y ternura. Explica que cada palabra agresiva que se pronuncia, cada mentira que se dice, cada violencia que se comete, nos está empujando a todos hacia una sociedad menos humana y más destructiva. De ahí que Pagola invita a volver a Jesús y aprender de él. Su empeño en hacer la vida más humana, su amistad abierta a todos, su cercanía a los más olvidados, su bondad inalcanzable son, a su juicio, una constatación de que, en efecto, él vivió como cordero en medio de lobos.
 
La segunda expresión, “el hombre es el lobo para el hombre”, remite a la filosofía política de Hobbes. Según el filósofo inglés, el humano es por naturaleza un ser instintivo que carece de libre voluntad. Dado que solo está interesado en su propia conservación, actúa impulsado exclusivamente por la posibilidad de obtener alguna ventaja para él y está siempre dispuesto a enfrentarse a otros para conseguir los bienes escasos. Este afán insaciable se expresa en tres pasiones, incrustadas en la naturaleza humana: la competencia, la desconfianza y la gloria. La competencia impulsa a los seres humanos a atacarse mutuamente para lograr un beneficio; la desconfianza los lleva a ejercer violencia para lograr seguridad y para defender a los suyos; el afán de gloria los mueve a lograr reputación y a generar violencia en donde no se recibe la estima que se cree merecer. Estas tres pasiones conducen inevitablemente a la discordia, a la guerra de todos contra todos.
 
No obstante, para Hobbes, esa realidad no es un destino, sino una condición que puede cambiarse. Sin duda, son las pasiones las que llevan al estado de guerra, pero, al mismo tiempo, el miedo a la muerte, el deseo de obtener las cosas necesarias para una vida cómoda y la esperanza de obtener estas cosas por medio del trabajo son pasiones que inclinan al hombre a buscar la paz. La conclusión es obvia: solo a través de la organización de la sociedad y del establecimiento de un cuerpo social pueden lograrse la paz y la civilización.
 
Adela Cortina, filósofa española, plantea que la primera lección que se aprende de este enfoque es no dejarse ganar por el afán de poder, lucro y estima, hasta el punto de arriesgar la vida y la seguridad, que no se logra promoviendo la guerra y aumentando las defensas, sino fomentando el desarrollo de los pueblos. No se trata de identificarse con los lobos de Hobbes, empeñados en satisfacer su propio interés, sino en desarrollar una capacidad distinta: acercarse a la vida y a las personas con una actitud de respeto, servicio y amistad. La persona puede ser para otra persona no un lobo, sino sencillamente un ser humano. De lo contrario, la existencia corre el peligro de volverse pobre, brutal, salvaje y breve.
 
¿Se puede vivir de otra manera que no sea la de un lobo? ¿Tiene sentido todavía vivir como corderos? Otra forma de responder a estas preguntas la encontramos en el siguiente relato de Anthony de Mello.
 
Preguntó un gurú a sus discípulos si sabrían decir cuándo acababa la noche y empezaba el día.
Uno de ellos dijo: “Cuando ves a un animal a distancia y puedes distinguir si es una vaca o un caballo”.
“No”, dijo el gurú.
“Cuando miras un árbol a distancia y puedes distinguir si es un mango o una anacardo”.
“Tampoco”, dijo el gurú.
“Está bien”, dijeron los discípulos, “dinos cuándo es”.
“Cuando miras a un hombre al rostro y reconoces en él a tu hermano; cuando miras a la cara a una mujer y reconoces en ella a tu hermana. Si no eres capaz de esto, entonces, sea la hora que sea, aún es de noche”.
 
- Carlos Ayala Ramírez, director de Radio YSUCA (El Salvador)
https://www.alainet.org/es/articulo/80281?language=en
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