Venezuela vs. prensa decadente

21/04/2013
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Los acontecimientos en Venezuela, que no sólo tienen que ver con la reciente elección del Presidente Maduro, sino con el nacimiento de un tipo superior de sociedad en ese país, inspirado en el legado independentista de Bolívar y en las profundas transformaciones sociales del “chavismo”, liderado por ese conductor infalible que fue Hugo Chávez, excitó desde sus inicios la vocinglería sediciosa de la prensa decadente del mundo, y del Perú en particular, puesta al servicio de los intereses norteamericanos.
 
Nadie, medianamente informado, puede poner en duda de donde procede el financiamiento de la Sociedad Interamericana de Prensa SIP, y de su engendro llamado IPyS, instalado en todos nuestros países, pero con una hiperactividad desestabilizadora en 10 estados de Venezuela y con corresponsales en todo su territorio.
 
Nadie puede poner en duda que a todos los traficantes de la información, autoidentificados como periodistas “independientes”, analistas políticos y expertos internacionalistas, “defensores de la libertad y la democracia”, los cobijan esas instituciones para medrar del financiamiento de la Fundación para el desarrollo de la democracia (NED), del Instituto Internacional Republicano (IRI), de las Casas de la Libertad (Freedom House), de la Carnegie Foundation, de la Trilateral, la CIA y, por supuesto, de la Agencia para el desarrollo de los Estados Unidos-USAID. Financiamientos que se otorgan a los dueños de las cadenas de radio y televisión, de los grandes e incluso pequeños diarios de circulación nacional, de las revistas, de las web y  de los blogs que conforman sus “redes sociales”.
 
Entre los “críticos” peruanos de la experiencia venezolana (algunos no saben ni en qué parte de América Latina se encuentra) empezaré, primero, por los congresistas que se dieron cita en un conocido programa de radio y televisión ligado a los intereses económicos del diario El Comercio equivalente al Nacional de Caracas. Uno de estos congresistas llegó al parlamento en el gobierno de Alan García, representando al partido Popular Cristiano, su partido de origen. Actualmente sigue de congresista pero esta vez representa a un vario pinto grupo llamado “Alianza para el gran cambio” que lanzó como candidato a la presidencia del Perú, al ciudadano norteamericano Alejandro Kuczinsky. En las dos ocasiones ese congresista fue financiado por el Instituto Internacional Republicano (IRI) de los EEUU. Este Instituto, ligado al sector ultraconservador y belicista de los republicanos norteamericanos, maneja las llamadas “Casas para la democracia”. La del Perú, la dirige el mencionado congresista y tiene como sede la región Arequipa, su ciudad natal.
 
Otro congresista, de la larga lista de los que hicieron “juicio moral” de las recientes elecciones en Venezuela y del viaje del presidente Humala a la juramentación del presidente Maduro, pertenece al partido signado como uno de los más corruptos de la historia nacional peruana. Es recordado por su “moral” esterilizadora durante el régimen fujimorista. Otro, es un ex-premier de ese mismo régimen y fue candidato a vice presidente cuando el súbdito japonés pretendió su tercera reelección en el Perú. Recordado por su plasticidad dancística, oficia actualmente de oráculo sobre cuestiones de política internacional e “inconsistencias morales”. También está un congresista que de comentarista deportivo saltó al parlamento gracias a una de esas “fintas” permitidas por el actual sistema electoral peruano. Igualmente están los congresistas adláteres que le reclaman a Humala no haberle hecho caso a Vargas Llosa, o no haber tenido en cuenta que “el príncipe de España” no asistiría a la juramentación de Maduro. La lista sigue, pero por razones de espacio pasaré a dar cuenta de otras especies decadentes.
 
Los y las telefronterizas, que “leen” las noticias y que suelen autoidentificarse como periodistas y en algunos casos, incluso, como analistas. Compasión, sin asomo alguno de acusación moral, pero sí en mérito a su mediocridad e ignorancia, es lo que producen. Es cierto que en condiciones de mercado, no importa mucho la “materia gris”, sino cuán domesticado quedaste, tras tu paso por el instituto o la escuela profesional, para repetir lo que no entiendes por desconocimiento de lo que ocurre en tu país, y más allá de sus fronteras.
 
Renglón aparte merecen los otros decadentes que “saben más por zorros que por viejos”. Éstos son los adictos al servilismo. Su vocación de cajas de resonancia los acostumbró a simplemente acotar el amén a los invitados de sus jefes y de los dueños del medio donde se entornillaron creyendo en la eternidad. Se enorgullecen de tener como invitados a Uribe, a Vargas Llosa, a Yoani Sánchez, a Naím, a los representantes yuppies de Capriles, a las periodistas viajeras de Globo visión, y a todos los que por una u otra causa son buscados por la justicia venezolana. Se sienten en el limbo al escuchar desde Washington a Álvaro Vargas Llosa sentenciando de inmoral el viaje de Humala a Venezuela.
 
Entiendo que esta prensa responde a los intereses privados de los dueños de los medios, de la inversión extranjera y de los organismos internacionales, que hacen cada día más desigual y más dependiente el Perú. Es una prensa perversa en el sentido decadente. Sostengo que todos los supuestos valores que dice defender y que oponen a los valores de la revolución bolivariana, sintetizan sus más contaminantes deseos decadentes.
 
Considero que cuando una prensa nacional pierde la perspectiva de la integración que procure un mundo menos excluyente y unipolar, carece de simiente para el futuro. La prensa peruana tal cual ha quedado demostrado en las últimas semanas, es una prensa sin  instinto de vida, de duración, de acumulación de fuerzas, de poder. Es la prensa que quiere y adula la embajada norteamericana y viceversa.
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/75509?language=en
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