Las amenazas al anhelo de paz en Colombia
- Opinión
La marcha del 9 de abril en Bogotá y el resto del país, fue un hecho histórico y una demostración multitudinaria y contundente de la voluntad y deseo de paz de millones que se atreven a abrazar la bandera de la paz y desafiar el odio y las amenazas de una derecha reaccionaria que ve, ante sus propias narices, cómo despierta de nuevo un pueblo que no quiere que le impongan más la guerra.
Desafiar como se hizo, especialmente en Bogotá, el inamovible de la paz en que se ha convertido un gran sector institucional y los poderosos enemigos declarados de los diálogos de la Habana, es un hecho singular en la historia que no podemos pasar por alto.
Dentro de este contexto, resalta la capacidad de organización, lucha y compromiso de Marcha Patriótica, movimiento político y social que da sus primeros pasos a nivel nacional como movimiento de movimientos de izquierda, democráticos y populares. No solo porque fue la primera fuerza política que llamó a marchar el 9A, sino por la altura y madurez que ha venido demostrando en la coyuntura política que hoy se ha abierto en el país. Marcha Patriótica ha provocado una gran expectativa nacional que tiene el deber y la tarea de cometer.
Posteriormente se unieron otros movimientos sociales como Congreso de los Pueblos, Los Progresistas que siguen al alcalde de la capital, Gustavo Petro, liberales encabezados por el expresidente Ernesto Samper, luego la presidencia, etc. Marcha Patriótica no fue pues la única fuerza política convocante ni la única con dicha capacidad organizativa.
Sin embargo, la capacidad de organización, coordinación y articulación de miles de participantes, simpatizantes y marchistas de todos los rincones del país en medio del reciente asesinato de dos de los organizadores e impulsores regionales de Marcha Patriótica, como el caso del dirigente agrario de Asocatragua en el Guaviare, Alonso Lozano, asesinado (26 de marzo) por fuerzas paramilitares; y el del presidente de la mesa municipal de desplazados, Ever Antonio Cordero Oviedo (9 de abril) en el municipio de Valencia (Córdoba), son una prueba de fuego de lo que puede ser o no ser en la disputa por el nuevo escenario político que se abre en Colombia.
Ser o no la posibilidad de la paz con justicia social y el fin del enfrentamiento armado, salvaguardando los diálogos de la Habana como el medio para terminar la lucha armada, y un paso fundamental para volver a hablar de una apertura democrática que en igualdad de condiciones habilite la participación de las fuerzas de izquierda y la oposición en la lucha por el poder político. Ser o no la posibilidad de que podamos proscribir por siempre la guerra en Colombia por los siglos de los siglos y germine la paz por los siglos venideros.
Pero existen cegados y poderosos intereses económicos, políticos y sociales que iracundamente se oponen a este inmenso anhelo popular. Vistos de conjunto son una fuerza, una tendencia ideológica y política difícil pero no imposible de derrotar en la disyuntiva entre la guerra y la paz. Esas fuerzas reaccionarias son el hierro en la rueda del tren en que transitan celosamente los diálogos de paz, la apertura democrática y la paz con justicia social. Siempre han estado dispuestos a sabotear todo genuino anhelo de paz en Colombia.
Ni les sobra ni les falta coraje a quienes digna y conscientemente hacen parte de esta caravana y movimiento nacional que crece y se expande como bola de nieve por el cambio en Colombia. Son realistas y saben, porque lo heredaron de la historia reciente, a qué fuerzas se enfrentan. No es la primera vez que la izquierda y oposición política está frente a un poderoso y nada despreciable enemigo de la paz. Durante nuestra historia reciente, cada intento de diálogos y acercamientos por la solución política del conflicto armado ha sido consistentemente saboteado. Primero fueron los “enemigos agazapados de la paz”, hoy enemigos declarados y dispuestos a sabotearlo todo.
El momento demanda mucho tacto, juicio, inteligencia y madurez. La izquierda colombiana debe dar muestra de ello. De cómo proceda el movimiento político y social, la izquierda y las fuerzas democráticas ante los gravísimos y abiertos señalamientos de quienes desde el poder del Estado y sus instituciones y amparados en las ventajas que les da tener acceso a grandes medios de comunicación, depende que causen daño y torpedeen el avance de los diálogos, quienes afirman sin contemplación alguna y sin el menor cinismo que Marcha Patriótica es financiada por las Farc. Esta vez no podemos permitir que el movimiento político y social, sus miembros, activistas y simpatizantes sean blanco fácil y pasivo ante la posibilidad de que la intolerante derecha provoque una persecución y exterminio igual o peor que el de las décadas de los 80s y los 90s.
Hay que levantar, hasta el cielo si nos escuchan, la voz de alerta y denunciar pública e internacionalmente las pretensiones de aquellos que hoy ante el crecimiento del nuevo movimiento nacional por la paz se prestan a crear las condiciones de una matriz propagandística para lanzar una campaña negra contra la izquierda y el movimiento político y social. Están convencidos que la vieja táctica de acusar, señalar y demonizar lo que re-nace, correrá la misma suerte que corrió la UP, el Frente Popular, y A Luchar durante los años 80s y los 90s, cuando en realidad lo que consiguieron fue lanzar al país a un largo ciclo de violencia que aún no cesa.
Lo que están consiguiendo desde el intransigente y cínico ex presidente de la guerra perpetua, Álvaro Uribe, quien aún cree que los problemas del país y las contradicciones sociales se resuelven a través de la fallida estrategia de la “seguridad democrática”; el vocinglero Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón; el impávido Comandante de las Fuerzas Militares, general Alejandro Navas Ramos; el inmutable presidente de la Federación de ganaderos, Fedegan, José Félix Lafaurie; el eclesiástico Procurador General de la nación, Alejandro Ordóñez y todos los alfiles, caballitos de batalla y peones de la estrategia contra el “terrorismo”, es unir los sectores populares con la izquierda y cohesionarla. Pero ello por sí solo no es suficiente.
Hay que saber entender y avanzar en el escenario político que hoy se abre a partir de la división que se está produciendo en el bloque dominante y de su llamada “unidad contra el terrorismo”, que no es más que la continuación de la guerra, estrategia que hay que derrotar en beneficio de la paz con justicia social para bien de todos y todas los colombianos.
Estamos ad portas de que sea de nuevo el poder de la palabra, la lucha de ideas y no más la lucha armada, la que dirima los problemas y contradicciones de la sociedad colombiana. Para que dejemos de ser campo fértil de la real pero nefasta tesis de “la guerra como continuación de la política por otros medios”.
No ser inferiores a este gran reto histórico: podríamos estar ante un cambio de tendencia y ser de nuevo la hora de la izquierda y los pueblos en resistencia.
- Oto Higuita
Movilicemonos Pueblo - Marcha Patriótica Antioquia
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