Hoy culmina el referéndum de los ingleses en las islas
Malvinas: ciudadanos británicos de segunda que quieren seguir siéndolo
11/03/2013
- Opinión
Sólo una parte de los pobladores de Malvinas pudieron votar en el referéndum que culmina hoy. El resultado es previsible y poco importante para Argentina, por ilegal. Es apenas una hoja de parra para la desnudez británica.
El fondo del referéndum impulsado por Londres es que se trata de una jugada política invalidada por la ONU, no sólo por las fundadas objeciones de Argentina.
Es que las cuatro urnas instaladas -dos en la Soledad y dos en la Gran Malvina-, tienen un defecto de nacimiento: no expresan a una población que busca la autodeterminación de una potencia colonialista. Al contrario, son parte implantada por ese imperio, desde que el 3 de enero de 1833 tomó por la fuerza el archipiélago, expulsó a los pobladores y trasplantó a sus propios colonos.
De allí que las Naciones Unidas no tiene ubicado al caso como uno donde se aplique el principio de la autodeterminación, sino de uno colonial a resolverse en negociaciones entre Argentina y el Reino Unido.
Héctor Timerman y la embajadora en Londres, Alicia Castro, lo han repetido hasta el cansancio. Los kelpers, tienen derechos políticos e intereses que Argentina respeta, pero no pueden resolver el destino de las islas.
En ese último sentido fue que el canciller, de visita en Londres en febrero pasado, dijo que "los kelpers no existen"; no existen como un actor diferente en este diferendo. Hay sólo dos. Claro que ellos existen y hacen negocios a expensas de la pesca e hidrocarburos de Argentina.
El Palacio San Martín, lo mismo que Cristina Fernández ante la ONU, además de exhortar a las autoridades británicas a negociar la soberanía, han recordado que esa entidad mundial tiene adoptadas alrededor de cuarenta resoluciones con ese punto de vista. Hasta ahora esa voz de las Naciones Unidas no pudo perforar la bruma de la capital a orillas del Támesis.
El referéndum
Así se entiende que el primer ministro David Cameron, ultra conservador y derechoso, tributario de la herencia política de Margaret Thatcher, pergeñara el referéndum como una provocativa respuesta a los reclamos argentinos.
Aunque la historia es larga, tomando en cuenta lo que va de 2013, se debe tomar de jalón la Carta Abierta de Cristina Fernández publicada en dos medios británicos, donde pedía a Cameron una negociación. Esto con motivo de cumplirse el 3 de enero los 180 años del despojo militar. El aludido contestó a la BBC de Londres que estaba dispuesto a ir a la guerra para defender la ocupación inglesa, como si la amenaza a la paz proviniera de Buenos Aires y no de la continuidad de la usurpación.
Tratando de consolidar políticamente sus posiciones, Cameron y su canciller, William Hague, impulsaron la realización del referéndum donde se preguntaba a los isleños: "¿Desea que las islas Falkland (Malvinas) conserven su estatus actual como territorio de Ultramar del Reino Unido?".
La misma tautología: interrogar a los ciudadanos británicos de segunda clase si quieren seguir siendo tales. ¿Por qué el cronista dice "de segunda"? Porque los isleños, aunque presumen de una democracia avanzada, apenas eligen al Comité Ejecutivo de 9 miembros, pero su gobernador es británico y designado directamente por Londres. Suele ser un diplomático o ex embajador, aunque hoy ocupa la función Nigel Haywood, quien se desempeñó como funcionario de la ocupación anglo-estadounidense en Basora, la zona sur de Irak invadido por Bush-Blair.
Los kelpers tampoco eligen órganos superiores de justicia, venidos de Londres. Aunque tienen desde 2009 su propia "Constitución", están privados de ejercer su representación de política exterior y obviamente de defensa. Ambas cosas corren por cuenta del Foreing Office, hoy con Hague, y de la fuerza británica acantonada en Monte Agradable, donde moran casi 2.000 efectivos con armas variadas y modernas. Ya se volverá sobre este punto.
Cómo será de limitada esa seudo democracia que para votar había que justificar una residencia de siete años. De los 2.563 pobladores censados en 2012, son 1.973 los que tienen todos los derechos políticos y solamente podían ser parte del referéndum 1.650 privilegiados. La enviada de Clarín, Natasha Niebieskikwiat, cronicó que lograr esos derechos políticos "desde hace más de tres años es muy difícil de obtener", entre otras cosas porque les exigen acreditar una suma de 800 libras.
Ese puñado de personas no puede arrogarse la potestad de resolver sobre un territorio que, con sus zonas marítimas adyacentes, alcanza a 3 millones de kilómetros cuadrados. "Una superficie mayor que la de la Argentina continental y doce veces la del Reino Unido", recuerda el profesor de Derecho Internacional, Marcelo G. Kohen (Página/12, 5/3).
Terceros afuera
La presidenta argentina concurrió al Comité de Descolonización de Naciones Unidas el 14 de junio pasado, cuando se cumplían 30 años de la reconquista militar de las islas por la fuerza fletada por Thatcher.
Allí volvió a plantear los argumentos que hacen a la soberanía de unas islas ubicadas a 600 kilómetros del litoral argentino y a 14.000 kilómetros del Reino Unido. Y sobre todo, enfatizó en la necesidad de darle una oportunidad a la paz, a sentarse a negociar, tal como ha planteado en numerosas ocasiones la ONU.
Eso pudo entenderse como "terceros afuera", entendiendo por tal a los kelpers. Pero también cabría extender esa exclusión al gobierno estadounidense, un histórico aliado de la rapaz Inglaterra. En la última semana de febrero pasado, el flamante secretario de Estado norteamericano, John Kerry, partió de gira y su primera escala, no casual, fue Londres. Allí dijo que era neutral ante el referéndum en las islas, pero al mismo tiempo ratificó la postura de EE.UU.: "reconocemos la administración de facto del Reino Unido; nuestra posición sobre las Falkland no ha cambiado".
O sea que los kelpers no tienen entidad y se presentan como terceros en discordia; y los norteamericanos dicen ser "terceristas" o neutrales, pero en realidad actúan como aliados de los piratas.
También a la Casa Blanca le cabe el "terceros afuera"
En la citada reunión del Comité de Descolonización, CFK puso el dedo en la llaga, al rechazar la consulta que Cameron y Hague habían comenzado a mentar por medio de los representantes isleños. Dijo la presidenta: "¿Por qué no van a plantear un referéndum a Irak y Afganistán?". El suyo fue un golpe de nockout. Al primer ministro le contaron hasta mil y no se levantó.
En el mundo quedan 16 casos coloniales por resolver y diez de éstos corresponden al Reino Unido. Además de Malvinas, están en esa triste condición Anguila, Bermudas, Gibraltar, Islas Caimán, Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Británicas, Montserrat, Pitcairn y Santa Helena.
Con palabras no alcanza
Las impecables intervenciones de la presidenta y el canciller sobre la cuestión Malvinas, en numerosos foros internacionales, han aumentado la cuota de simpatía por la causa argentina, pero es evidente que eso no alcanza para torcer el rumbo de la política inglesa.
También ha calado hondo en el mundo la denuncia sobre la militarización que ese viejo imperio ha profundizado en el Atlántico Sur. La última crítica sobre el particular la hizo el vicecanciller Eduardo Zuain ante la Conferencia del Desarme de las Naciones Unidas, en Ginebra, el 25 de febrero. Zuain recordó que existe "una etapa precaria de implementación del Tratado de Tlatelolco que prohíbe completamente el armamento nuclear en América Latina y el Caribe, desafiada por el Reino Unido". El funcionario reiteró denuncias "sobre recientes desplazamientos de submarinos nucleares con capacidad de portar armamento atómico".
Aunque se comprobara que esos señalamientos son verídicos, es dudoso que la ONU fuera a sancionar al Reino Unido, vista la antidemocrática composición de su Consejo de Seguridad donde tiene derecho a veto. Hay socios de primera y de segunda, ha señalado la presidenta argentina en la misma ONU, que necesita una urgente democratización o refundación.
El referéndum de los ingleses tuvo un acompañamiento escaso: Canadá y algunos otros miembros de la Commonwealth, más unos observadores conservadores de Perú y Uruguay. Muy poco volumen de juego, para decirlo en términos futbolísticos.
La postura argentina, además de los nutridos y constantes apoyos de gran parte del mundo, tuvo en febrero el aval de la Cumbre de América del Sur y Africa, cuando 12 naciones latinoamericanas y 54 africanas se reunieron en Malabo, capital de Guinea.
Todo eso ayuda y está muy bien. El problema es que la cerrazón del imperio británico no se disolverá con palabras ni documentos. El crecimiento económico, político y militar del país es una condición imprescindible, como lo demostró China al recuperar Hong Kong de la garra británica en 1997.
Y ese poderío no se debe limitar a mostrar músculos. Hay que ejercitarlos, por ejemplo, tomando medidas económicas contra empresas inglesas que ganan fortunas en Argentina, tales como el banco HSBC, la petrolera Shell, el laboratorio Glaxo, la tabacalera Nobleza Piccardo y la firma de artículos de consumo en alimentos y limpieza Unilever.
Una estatización de uno de estos pulpos tendría más peso que cientos de referéndum truchos; serían como misiles de paz "ablandando" la fortaleza de Monte Agradable.
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