Bienvenido, Carlos

06/03/2013
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A José Luis Ceceña   

                                                                                                                                                                        
Ni la teoría general de sistemas, ni el análisis de sistemas, ni la cibernética y los sistemas de control dejan de encontrarse con un pensamiento histórico y político. Pero quienes más han utilizado la teoría general de sistemas, paradójicamente, han sido los neoconservadores, es decir, los neoliberales.
 
La nueva lógica de los sistemas rara vez y sólo recientemente, ha sido aceptada por quienes cultivan la dialéctica que descubrió Carlos Marx con el propósito de estudiar científicamente las relaciones de explotación de unos hombres por otros y las luchas a que dan lugar.
 
Los sistemas auto-regulados, adaptables y “creadores” han tenido un enorme impacto en las mega-empresas y en los complejos militares-empresariales que regulan la economía, la sociedad, la política, la cultura, la información, la conciencia y el Estado. Pero, entre los herederos de Marx, la mayoría vio en la cibernética y la teoría general de sistemas tan solo una prueba más del conocimiento enajenado y cosificador característico de la “investigación burguesa”. Cuando se acercaron a ellas su interés se limita a aplicarlas en campos que no estaban articulados con las relaciones de explotación o que ignoraban esa articulación.
 
Como las relaciones de explotación ocuparon un lugar cada vez menos significativo en el marxismo del Primer Mundo, y en el propio marxismo-leninismo del “socialismo real”, a la ofensiva del marxismo crítico y del marxismo-leninismo dogmático contra la cibernética se añadió la imposibilidad de que uno y otro hablaran de algo que ya no les preocupaba. La mayoría de ellos tampoco se interesó por dar cabida a la teoría de sistemas auto-regulados cuando llegaron a formular sus críticas a la inequidad y a la desigualdad, temas de menor interés que “el poder” en la filosofía eurocentrista.
 
La orientación autoritaria del proyecto marxista-leninista de los países del Este de Europa y de la URSS, derivó en una tendencia que priorizó la crítica a las relaciones de dominación frente a las relaciones de explotación. Esa tendencia se generalizó sobre todo, cuando en los sesenta y setenta, los fenómenos de la explotación y el estudio de las clases explotadoras y explotadas fueron sustituidos en el debate filosófico, científico y político de Europa y de la propia URSS por los fenómenos del poder y el autoritarismo, cuya existencia en los países “socialistas” se hizo cada vez más visible para los propios marxistas, incluso para muchos de los que participaban en el proyecto leninista, y que veían con coraje la creciente corrupción y arbitrariedad de la “Nomenclatura”.
 
En esas condiciones se creó un tema común –el del poder–, que abarcó a los “nuevos filósofos” reaccionarios, a los neoconservadores anticomunistas, a los socialdemócratas occidentales, al marxismo crítico y a los propios marxistas-leninistas que optaron por la “democracia” y abandonaron sus posiciones anticapitalistas.
 
Durante un largo tiempo casi nadie pensó en la explotación como un problema central. A menudo ya nadie pensó en la explotación, ni siquiera en forma marginal. Todos –neoconservadores y neomarxistas- pensaron en el poder, unos para atacar al “bloque socialista”, otros para ampliar el “bloque imperialista”, unos para luchar contra el neoestalinismo a fin de regresar a la democracia y también al capitalismo, y otros para luchar por un genuino e incompleto socialismo democrático que trágicamente se automutiló al no querer ocuparse ni de los problemas centrales de la explotación ni de las características que la explotación tiene en el capitalismo corporativo, el de las megaempresas y los complejos empresariales-militares altamente organizados.
 
El conjunto de las luchas en torno al tema central del poder, de las relaciones de poder y de las relaciones políticas derivó en una nueva forma de pensar sobre las ventajas del capitalismo frente al socialismo. Dentro de la temática de la democracia y la eficiencia, de la política y la economía, tampoco cupieron las relaciones de explotación. Éstas fueron motivo de reflexión y expresión, más bien ocasionales. Aparecieron en los discursos de algunos líderes del Tercer Mundo; pero rara vez dieron lugar a estudios sistemáticos, teóricos o empíricos, que reformularan las investigaciones anteriores sobre la explotación de acuerdo con las nuevas estructuras de las etnias y las naciones, de las empresas y las clases. Entre las excepciones frente a esta tendencia general, se encuentra el libro que publicó Fidel Castro sobre la deuda externa. En cuanto al mundo académico, las investigaciones sobre la explotación se redujeron a algunos especialistas  ignorados en las grandes polémicas, incluso cuando publicaban artículos o libros en revistas, editoriales, o universidades “distinguidas” como Oxford o Harvard. En el orden del ensayo, a Los Condenados de la Tierra de Fanón sucedieron una serie de libros –-algunos de innegable valor-- a los que se prestó atención, o a los que no se incluyó en los debates centrales de las ciencias sociales de fines del siglo XX. En esas condiciones la realidad siniestra del “socialismo realmente inexistente” sirvió a distintos tipos de publicistas sofisticados y burdos para bloquear el conocimiento de algo que ya había sido fuertemente rechazado e internalizado: el conocimiento científico de las relaciones de explotación y su relación con las luchas de clases y con las contradicciones del capitalismo.
 
A las múltiples y razonadas denuncias del “socialismo realmente existente” se añadieron reniegos y remilgos de antiguos marxista-leninistas, que con el capital acumulado en el saqueo del sector público, enfilaron la “Perestroika” a un mundo que les permitiera ser los nuevos empresarios privados de Rusia y sus “colonias interiores”. Todos ellos y los antiguos y nuevos ideólogos del capitalismo triunfante se dedicaron a anunciar la muerte de Marx y del marxismo--leninismo.
 
La ofensiva no sólo es importante desde el punto de vista político sino desde el punto de vista científico. En el terreno político e ideológico dio pie a una débil y romántica defensa de Marx y de Lenin, relativamente más seria y profunda entre los líderes del Tercer Mundo. En el terreno científico presentó dos vertientes: una que buscó defender al marxismo y al marxismo-leninismo como ideología o doctrina política y científica, y otra que buscó no incurrir nuevamente en la confusión del liderazgo ideológico de Marx con su liderazgo científico. Esta última nos parece la más promisoria, incluso para la formación de nuevos liderazgos e ideologías políticas de quienes luchen en el futuro por la justicia social, esto es, por los intereses de las mayorías, y con ellas. La primera nos lleva a repetir el error de sacralizar a Marx y sus textos, de quedarnos interpretando a Marx y sus textos, o de alejarnos y desviarnos de Marx y sus textos, en vez de usar a Marx como uno de los grandes clásicos de las ciencias sociales a reserva de volver a levantarle un monumento como uno de los grandes líderes de la “Revolución Social”.
 
Jean Ziegler publicó a principios de los noventa un bello opúsculo que se titula Hasta mañana, Karl.   Durante un tiempo el opúsculo hizo furor en Europa. El conocido sociólogo suizo declara en las primeras páginas, que la noticia de que Marx ha muerto es “un poco exagerada “ como diría Twain, y rescata dos grandes temas sobre los que la humanidad y los hombres de ciencia habrán necesariamente de volver a pensar para actuar: el de las injusticias y explotación crecientes que está sufriendo la mayoría de la humanidad por el triunfo de la economía de mercado, y el de la necesidad de enfrentar a la lógica totalitaria de los mercaderes, que hoy domina con la lógica moral y martiana de una democracia que resuelva los problemas de la mayoría de la humanidad, de toda la humanidad, acabando con la explotación del hombre por el hombre.
 
A mí me gusta mucho el libro de Ziegler. Viene al encuentro de nuestros pensamientos aquí en los trópicos, o en las pampas, o en los desiertos, selvas y montes. Me parece maravilloso; pero tengo dos reparos que pueden servir para avanzar, uno me lo dijo un poeta ruso: “Pronto tendremos que escribir un nuevo libro que se llame Bienvenido Carlos, en lugar de Hasta mañana Karl”. Otro consiste en volver a los problemas de la explotación y a su estudio crítico y científico (en que Marx es pionero) sin preocuparnos por pensar si somos marxistas o no, materialistas, socialistas científicos o históricos; pensando sólo que tenemos que estudiar en forma científica, en forma crítica e histórica, las relaciones de explotación, y que incluso tenemos que refundar las ciencias y la crítica de la explotación vinculada a un sistema de acumulación pero también de dominación.
 
En efecto, más que legitimar al marxismo y que seguir repitiendo una y otra vez que Marx no quería que lo llamaran marxista, tenemos que luchar porque las ciencias de la explotación alcancen el estatus de las disciplinas más significativas para la sobrevivencia, y para la reestructuración poética (creadora) del sistema social global en sus aspectos humanos y ecológicos.
 
Nos enfrentamos también con otro problema: el que aparte de alcanzar altos niveles empíricos y teóricos, las ciencias de la explotación y sus conocimientos no se queden en un “saber sin consecuencias”, sino que las tengan hasta en la reestructuración democrática y articulada de los grandes movimientos sociales y políticos anticapitalistas, únicos que podrán resolver los problemas de mediano y largo plazo en la construcción de “Otro Mundo Posible” y necesario para la sobrevivencia humana, un mundo en el que la acumulación de riquezas y la maximización de utilidades no continúen su cada vez más acentuada y amenazante explotación de la tierra y de las cuatro quintas partes de la Humanidad.
 
El problema no es Marx y el marxismo, como a menudo piensa Ziegler; son las relaciones de explotación en el pensamiento científico, político y teórico. El problema no consiste en saber si es posible estudiar científicamente el mundo sin emplear el método científico que empezó a aplicar Marx. Si Marx derivó ese método de un tipo de “relaciones sociales determinadas”, el problema hoy consiste en determinar las relaciones sociales de explotación y de emancipación, con clases, complejos y redes que hoy juegan los papeles de los explotadores y los explotados, de los opresores y los oprimidos en luchas que libran entre sí, unos para mantener esas relaciones, otros para crear nuevos sistemas con otras relaciones, y éstos vinculados a un nuevo concepto de la democracia, del socialismo y de la liberación que se enriquecieron con la práctica de la teoría y las reflexiones a que dio lugar.
 
No se trata de ser fieles a la ideología marxista. En el terreno científico se trata de volver a la problemática de la dominación y la apropiación en el capitalismo, de la acumulación originaria y ampliada de capital, de la creación y distribución del excedente, de las nuevas formas de explotación y mediación que se combinan con las clásicas, y de las formas de marginación, exclusión y represión que las complementan y que tienen que ser sustituidas por las mediaciones de los trabajadores y los pueblos, que permitan a éstos alcanzar sus objetivos de dignidad, autonomía, justicia, democracia, libertad.
 
La unidad epistémica de la explotación es tan vasta, que a las nuevas “ciencias de la complejidad”, a las ciencias del medio ambiente, a las ciencias de la comunicación, tienen que añadirse, buscando el mayor rigor posible, las ciencias de la explotación del hombre y la naturaleza. En ellas, tendrán cabida los viejos problemas clásicos de la crítica al capitalismo global, a sus ideólogos y tecnólogos, así como a las injusticias y desigualdades como características de un sistema en que el excedente producido es objeto de transferencias y distribuciones internacionales e internas en beneficio de transnacionales y sus asociados, y en perjuicio de los pueblos y los trabajadores sobre quienes recae el peso de la deuda externa, la pérdida de derechos sociales y sindicales, el control de salarios directos e indirectos, y la irracionalidad económico-ecológica de las inversiones y el consumo.
 
Las ciencias de la explotación, o el pensamiento crítico sobre las relaciones de explotación, no pueden ciertamente limitarse a la relación trabajo-capital que predomina en Marx, o a la más compleja, articulada por Lenin, de luchas contra el imperialismo en tanto política de las grandes potencias coloniales y también de los monopolios que dominan en ellas. Tienen que extender su análisis a las formas directas o indirectas en que la socialdemocracia de los países avanzados, o el llamado “socialismo real” contribuyeron a la explotación de los trabajadores periféricos o de los campesinos rusos y las “nacionalidades” de la URSS, en procesos de acumulación característicos del neocapitalismo, y del socialismo totalitario hoy en crisis.
 
 El análisis crítico de la explotación plantea el problema de reformular categorías estereotipadas y formales que ocultan fenómenos históricos reales, dialécticas de luchas genuinas que se dan entre propietarios y proletarios, o entre nomenclaturas mafiosas y trabajadores; o las contradicciones crecientes entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción que estallan en “sistemas cerrados” y rígidos como el de la URSS y su zona de influencia, mientras en los “sistemas abiertos” llevan a una historia de mediaciones, mediatizaciones y reestructuraciones cada vez más combinadas con la represión y la corrupción. La articulación de mediaciones y represiones, de cooptaciones y colusiones la da al capitalismo una gran funcionalidad, creatividad y destructividad que se advierte en sus metamorfosis, como en el neoliberalismo y la globalidad. Que por todo lo eficaz que sea el capitalismo ciber-salvaje, crea su propia destrucción y la de la vida en la tierra, no impide que por pírrico que sea su triunfo no haya ocurrido y siga ocurriendo, hasta constituir el mayor reto para “los condenados de la tierra” que ya no son sólo los proletarios y los colonizados, sino todas las juventudes del mundo a las que el capital corporativo y sus complejos les están quitando su futuro.
 
Las ciencias de la explotación –si las visualizamos así aunque sea provisionalmente- tienen que replantearse en forma crítica la definición y redefinición histórica de sus categorías. Tienen que recuperar la precisión de su lenguaje y su capacidad de comunicación exacta y crítica, científica y concreta para volver a ser las ciencias que analizan hoy las injusticias e infamias del llamado “mercado libre” y de quienes lo controlan como clases e imperios, como empresas y complejos militares-empresariales mediante tuberías y cañerías que les permiten la libre importación de valores y la exportación de desechos y basuras, con un sistema de redes de trabajo esclavizado o “sweat shops” (“explotaderos”) controlados por empresas subrogadas, y grupos de terroristas, paramilitares y mercenarios, abiertos y “encubiertos”, auxiliados en caso necesario por los ejércitos y policías locales y sus centros metropolitanos 
La actualización histórica de las ciencias de la explotación depende de dar la bienvenida a Marx en sus interacciones críticas con quienes han puesto las ciencias al servicio del capital corporativo, unas veces con sus aportaciones ideológicas y otras con las tecnológicas y tecnocientíficas. Esa actualización no implica abandonar a los sucesores del pensamiento de Marx, ni aislar a uno y otros de sus opositores como si se tratara de preservar una doctrina religiosa de su contaminación por los herejes. Al estudio de los clásicos del pensamiento crítico y las ciencias de la explotación, habrá siempre que añadir el de sus respectivos sucesores intelectuales, reservando a las movilizaciones sociales y políticas el que vuelvan a rendir, cuando así lo piensen, los honores que merecen sus grandes líderes y héroes fundadores, como Lenin.
 
Pero la bienvenida a Marx no puede ni por asomo volver a la lectura de Das Kapital como texto sagrado, y ni siquiera como ejercicio fundamental de un pensamiento crítico y científico que cree agotar con su lectura la búsqueda del conocimiento necesario para comprender y cambiar el mundo actual.
 
Las ciencias históricas y críticas de la explotación –articuladas o insertadas en otras ciencias y tecnologías- tienen que plantearse las configuraciones de la actual dominación ligada al mercado, de la dominación del Estado trasnacional sobre clases y naciones, de la actual dominación cibernética, digital, virtual y real, formal e informal; para grandes masas y también enfocada, particularizada,: ideológica, política, económica y cultural. El campo de investigación de las ciencias de la explotación, de la dominación, la acumulación y la emancipación es muy rico. No sólo consiste en estudiar la ideología dominante como enajenación, ni sólo la “ciencia burguesa” como ideología, sino en estudiar la ideología hegemónica como técnica de dominación y explotación, y las ciencias y técnicas de que se sirvieron en el pasado , o de que se sirven hoy las clases y corporaciones dominantes, como base de estudio y diseño de técnicas de dominación y explotación, y de técnicas sociales que los métodos experimentales y empíricos, y los modelos cuantitativos y cualitativos, contribuyen a mejorar notablemente. E incluso ese acercamiento quedará incompleto si el pensamiento histórico y científico de lo actual, no da especial importancia al conocimiento científico y crítico de las alternativas liberadoras, emancipadoras.
 
Desde el punto de vista de los valores y objetivos a alcanzar, las ciencias críticas de la explotación son ciencias para comprender y cambiar el mundo de acuerdo con los valores de la mayoría. Se oponen a las ciencias que no incluyen en sus aporías la explotación de la mayoría, o que no consideran entre sus objetivos acabar con la explotación de la mayoría. Se proponen conocer al mundo para cambiarlo y para que sea un mundo sin explotación de unos hombres por otros. Elevan ese objetivo del “idealismo” moralizante o utópico, hacia la construcción creadora del protagonista de protagonistas que en el capitalismo tardío es “la clase obrera” como integrante fundamental de los condenados de la Tierra. Con ellos, las ciencias críticas y alternativas de la explotación adquieren una voluntad de que carecen cuando se limitan a los círculos puramente académicos, por importantes que estos sean y lo son.
La voluntad de superar las ciencias y técnicas enajenantes y opresivas es sustancial. Corresponde a la prioridad de cambiar el mundo que, en una buena lectura de las Tesis de Feuerbach, consiste también en estudiarlo cuantas veces sea necesario para entenderlo mejor.
 
Si para “cambiar el mundo” necesitamos entenderlo, hoy con todos los cambios ocurridos en el capitalismo corporativo, neoliberal y recolonizador, globalizador y depredador, así como con los enormes cambios en el conocimiento científico de los sistemas complejos autorregulados y en fase de transición al colapso o al caos se hace más necesario que nunca volver a entender el mundo y las ciencias,..
 
Más que “la defensa del marxismo” –que sí importa frente a los que ordenan, en su sociopatía, darlo por muerto y obsoleto con todo y sus sucesores- es indispensable realizar un permanente trabajo histórico, crítico y científico sobre la explotación global y la emancipación a fines del siglo XX y principios del XXI .
 
El propio Ziegler lo dice muy bien: “la cuestión no consiste en adherirse o no a las tesis marxistas sino más bien en continuar un cierto trabajo ininterrumpido”. Este trabajo tendrá que realizarse a dos niveles, el de los más altos círculos de investigación científica y el de la praxis del pensamiento crítico y alternativo, conscientes de lo que significa la explotación para los explotadores y para los explotados pobres, marginados, excluidos, y para los trabajadores y jóvenes que se liberan con ellos. Así, habrá de incluir un tema insuficientemente tratado en la literatura marxista y en torno al cual hoy se centran todas las luchas por la construcción de una alternativa anticapitalista: el de una democracia universal y plural, deliberativa y participativa, que imponga la justicia con la libertad, y la dignidad de los pueblos y los trabajadores con la dignidad de las personas.
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Una versión anterior de este texto se publicó en el libro de homenaje a José Luis Ceceña titulado Del fin del milagro al fin del milenio: medio siglo de economía y política en México. Carlos Javier Maya Amibia, Coordinador. Universidad Autónoma de Sinaloa, Universidad Nacional Autónoma de México y Plaza y Valdés, S.A. de CV. México, marzo de 2000.
 
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/74254
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