¿Miedo a Evo?

20/02/2013
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Cuando se pone en discusión la reelección de Evo Morales, la derecha y algunos resentidos políticos se afilan y apresuradamente sacan de sus archivos todo el arsenal de documentos que intenten frenar esa pretensión con argumentos que no tienen sustento y con poca o nada credibilidad.

 
Evo Morales, quien ganó invariablemente seis elecciones y referendos entre diciembre de 2005 y enero de 2009, funda su plataforma política en acuerdos con movimientos sociales y pueblos originarios, indígenas y campesinos y se consolida con la fuerza inquebrantable de su unidad.
 
Los atributos políticos de Morales le valieron la ratificación del 67% del electorado boliviano en agosto de 2008, en momentos de la mayor crisis política desde que fue restaurada la democracia criolla hace 27 años y, lo peor, en medio de una campaña de descrédito que intentó, incluso, torpedear su administración con maniobras de desestabilización en la economía popular.
 
En un rápido balance al proceso último de elecciones en Bolivia, el 6 de diciembre de 2009, los bolivianos concurríamos a las urnas en unas elecciones generales que por primera vez también convocaban a los residentes en otros países. Los opositores llegaban a ellas esperanzados, no en ganar, sino en provocar una segunda vuelta que les podría posicionar mejor.
 
La reelección de Evo Morales, de esa oportunidad fue contundente. El pueblo le mostró confianza con un 64,22% de votos. Nunca antes se había producido algo así en toda nuestra historia republicana. La oposición emprendió el desbande y sus líderes quedaron moqueando la derrota.
 
Fue el entierro del neoliberalismo, de la democracia pactada y del Estado gamonal. Quedó bajo tierra el sistema de juntar votos para elegir Presidente en el Congreso, se sepultaron las intenciones de esa clase política que jugaba al pasanaku del poder y que vendió la patria a precio de gallina muerta.
 
Pero también de sus principales aliados, los medios de comunicación privados, ahora identificados como la substancial fuerza de la oposición a este gobierno. Estos también sucumbieron en su fracaso porque ni con el discurso malicioso que en Bolivia no se vive una “libertad de prensa” y su estrategia tendenciosa a favor de la oposición, impidieron que Evo gane.
 
La falta de líderes políticos, en la oligarquía, les ha llevado a una práctica perversa: a enfrentar indígena contra indígena; la vieja fórmula colonial para apagar el fuego de la rebelión fecunda. Eso lo vimos en más de dos ocasiones: Adolfo Chávez con la CIDOB y Pedro Nuni contra sus hermanos en la elección del Beni.
 
La oposición que logró quebrar a las organizaciones sociales, y de paso corrompió a sus dirigencias, sigue en la búsqueda de su salvador. Ahora tiene una nueva estrategia, utiliza la gran maquinaria que los medios privados les brindan todos los días, utiliza los rumores como verdades y recibe premios económicos del imperio por sus servicios.
 
Alguna izquierda marginal, tras su frustración en las últimas elecciones en Beni, también se ha dejado llevar por esta corriente de la oligarquía y en una demostración de pereza reflexiva agita las banderas del revocatorio para Evo, convirtiéndose en una de las fichas de la estrategia conspirativa.
 
¿Miedo a Evo? ¿Miedo a volver a perder? Probablemente sí. Las lecciones del pasado parecen decirnos que esa casta de políticos no superó esos traumas; en cambio otros sectores, aprendieron que se puede enfrentar a esos temores con la entereza de un pueblo que nunca tuvo miedo a elegir a sus gobernantes, que alejó el fantasma del golpe con la unidad férrea y defendió la democracia con su sangre.
 
La reputación de Bolivia en este momento está consolidada y otros países nos miran con tan buenos ojos que pretenden replicar lo que se hizo aquí desde el año 2006. El Fondo Monetario Internacional y otros como la Unión Europea, elogian la política macroeconómica como ejemplo de prudencia y equilibrio.
 
La pregunta que debemos hacerles a los líderes de la conspiración que sigue vigente, incluyendo a los periodistas (Amalia Pando, John Arandia y otros) es: ¿Quién reemplazaría a Evo Morales? ¿Juan del Granado que comprobó en el Beni que nadie lo quiere? ¿Samuel Doria, Tuto Quiroga o Carlos Mesa, sepultados hace muchos años en la vida política por su incapacidad? ¿Quién pues?
 
Rafael Artigas, es comunicador y periodista orureño
 
 
https://www.alainet.org/es/active/61742
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