La importancia de la Economía Ecológica frente a la crisis ambiental

Es crucial reconocer el actual esquema productivo y energético como una situación de conflictos que requiere el trabajo desde distintas trincheras y escalas de actividad económica y humana en lugar de pugnar por una y sólo una política ambiental para cada país.

21/12/2021
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Las consecuencias de las actividades humanas y el actual esquema de producción se manifiestan cada vez más de una manera intensa sobre el medio ambiente. De acuerdo con el informe del International Panel of Climate Change (IPCC) publicado el pasado 6 de agosto del 2021 (disponible en http://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/), desde el año de 1750 los incrementos en las emisiones de efecto invernadero están asociados inevitablemente a las actividades humanas. De esta manera, el ser humano pasó de constituir una especie biológica a convertirse en una especie geológica. En efecto, el tránsito hacia el Antropoceno se debe al reconocimiento del ser humano como factor de cambio en las condiciones climáticas prevalecientes durante el Holoceno.

 

De acuerdo con el informe, la mayor parte de fenómenos meteorológicos se han modificado drásticamente por la incidencia humana. Por ejemplo, durante 2001-2020 la temperatura planetaria fue superior en 0.99 ° C respecto al periodo de 1850-1900. La pérdida de hielo a causa del calentamiento global ha sido el factor que explica el 50% del incremento del mar durante 1971-2018 aunado a la pérdida de la capa de hielo que se multiplicó por cuatro entre 1992-1999 y 2010-2019. En cuanto al nivel de precipitación, se estima que desde 1950 la tendencia se rompió drásticamente, además el proceso de acidificación global en los mares ha incrementado severamente desde 1970.

 

El futuro no es nada alentador. El informe que analizó más de 14 mil citas de investigaciones científicas y donde colaboraron 234 investigadores de 66 países, señala contundentemente que el actual daño ecológico es irreversible y no hay elementos claros para pensar que el daño ambiental se detenga en el tiempo, al contrario, se espera un recrudecimiento de las condiciones climáticas.

 

El análisis integra una serie de resultados generados a partir del Proyecto de Intercomparacion de Modelos Acoplados (CMIP) del Programa Mundial de Investigación del Clima Mundial (WCRP). Este modelo permite, gracias al trabajo de recolección y construcción de grandes bases de información, crear modelos y predicciones de condiciones climáticas futuras a fin de contar con evidencia del daño ecológico que afrontaría el planeta en caso de no realizar ninguna acción para detener esta problemática.

 

El modelo predice tres tipos de escenarios: emisiones bajas, intermedias y altas de gases efecto invernadero. Respecto al tiempo, se considera del año 2021-2040 el corto plazo, 2041-2060 el mediano plazo y 2081-2100 el largo plazo. Si el nivel de emisiones, principalmente de dióxido de carbono, continúa mostrando el mismo patrón que en la actualidad entonces se espera cambios extremos. Entre los principales resultados catastróficos se espera que la temperatura planetaria, en comparación de 1850-1900, sea entre 3.3°C y 5.7° C mayor durante los años 2081-2100 previsto en un escenario de altas emisiones. Esto podría evitarse si las emisiones reducen drásticamente, provocando un incremento de la temperatura de tan solo 0.8°C y 1.3°C. Es importante tener en cuenta que el incremento de cada 0.5°C provoca cambios fuertes en las condiciones climáticas.

 

De esta manera, por cada 1°C de la temperatura, de acuerdo con los pronósticos, puede incrementar las precipitaciones en 7% respecto al nivel actual. Sin embargo, si se considera el escenario de altas emisiones, esta probabilidad incrementaría hasta el 13%. Asimismo, la temperatura de los océanos podría incrementar hasta en ocho veces, mientras el incremento del nivel de los mares podría alcanzar hasta 1 metro previendo un alto nivel de emisiones frente al rango de 0.3 metros-0.62 metros que plantea el escenario optimista.

 

A partir de los resultados de las simulaciones y modelos climáticos es posible obtener ciertas lecciones. Entre la más importantes es, sin importar los esfuerzos institucionales, gubernamentales, sociales y productivos que se realicen para reducir el nivel de emisiones de efecto invernadero, los escenarios optimistas en el corto, mediano y largo plazo apuntan hacia cambios sustanciales en las condiciones climáticas. Es decir, incluso un cambio favorable en las practicas productivas y de consumo, las consecuencias del cambio climático sobre el sistema ecológico son inevitables, irreversibles y seguirán agravándose.

 

Es trabajo de las distintas disciplinas científicas aportar soluciones para evitar transitar a los escenarios fatalistas de altas emisiones contaminantes. Desde la economía, como disciplina integrante de las ciencias sociales, el enfoque tradicional para analizar los efectos de la producción, el comercio y el intercambio sobre los ecosistemas es la economía neoclásica.

 

Desde esta escuela de pensamiento, cuya fundamentación epistemológica descansa en las ideas de la física mecánica del siglo XVIII, el núcleo de análisis supone un sistema económico cerrado, estático y en equilibrio donde no existe intercambio de energía ni materia con el entorno. De tal forma, en términos económicos, toda energía de los trabajadores y las maquinas se convierte en su totalidad en mercancías, anulando la posibilidad de residuos. Otra implicación de la teoría dominante es la perspectiva micro y macro económica del proceso.

 

En efecto, asumiendo que las empresas buscan maximizar su beneficio hacen uso de dos insumos agregados: capital y trabajo. De tal manera que, dentro de los elementos de la producción, ambos factores se combinan gracias a la tecnología vigente sin necesidad de hacer explicito los flujos energéticos que se requieren para producir mercancías. Como resultado, el esquema dominante señala que basta con implementar métodos innovadores en las tecnologías productivas para incrementar la producción sin nunca enfatizar en la disponibilidad de factores ambientales. De esta forma, la economía tradicional vive en la idea en que las naciones del mundo pueden incrementar su producto interno de manera sostenida y los único limites son la disponibilidad del trabajo, capital y tecnología.

 

Finalmente, la idea más promovida desde la teoría tradicional es dimensionar la cuestión ambiental como un problema de externalidades. Es decir, el problema de la contaminación es un elemento inherente del proceso productivo, además de un problema de señalización de precios. En otras palabras, los servicios ambientales al ser gratuitos para la población generan una sobreexplotación de los ecosistemas. La forma de solucionarlo es con la implementación de un impuesto y con un sistema de precios eficiente que refleje la disponibilidad de los servicios ambientales. Con ello, se evita la sobreexplotación y los efectos adversos de la producción en términos ecológicos.

 

Con base en esta visión acerca de la interacción entre el sistema económico y ambiental, el problema se reduce a una cuestión de precios y mercantil. En respuesta, las propuestas de política económica aplicables al deterioro ecológico implementan mecanismos de compensación estrictamente monetarios a los afectados de los problemas ecológicos. Por ejemplo, los bonos de carbono cuya función es transferir los permisos de contaminación a costa de cierta cantidad de dinero de los países menos industrializados a los países desarrollados. Bajo esta lógica, los países adquieren permisos para incrementar su nivel de emisiones más allá de los parámetros permitidos. Esta idea supone que el daño ambiental extra se compensa en términos de dinero a los países que no ocupan sus cupones de emisiones. Sin embargo, estos mecanismos siguen impulsando el deterioro ambiental e impulsando el actual esquema de producción pensando que una variable monetaria compensa el daño en términos energéticos y materiales.

 

Frente a esta reducción del problema ambiental promovida desde la teoría convencional aparece la economía ecológica como enfoque alternativo para, en primer momento, cambiar la forma de comprender las relaciones economía-sociedad-naturaleza y avanzar en las propuestas con el fin de evitar las situaciones futuras plasmadas en el reporte del IPCC.

 

Este enfoque se institucionaliza a partir de la creación de la International Society of Ecological Economics en 1989 cuyos fundadores fueron Dick Norgaard, John Proops, Charles Perrings, Joan Martinez-Alier, Peter May, John Gowdy, Bina Agarwal, Marina Fischer-Kowalski, Sabine O’Hara, y Clovis Cavalcanti (ISEE, 2021). Sin embargo, en la revisión histórica es posible comprobar que las bases intelectuales y pioneros se encuentran con anterioridad.

 

Sin el afán de agotar todas las bases intelectuales de este enfoque, se mencionan entre los más destacados al sociólogo Patrick Geddes (1854-1932) quien dentro de sus reflexiones asemeja a la sociedad como una gran maquina compleja que absorbe y disipa energía. De tal forma, el sistema económico se comporta similar a un sistema biológico. Bajo la misma idea de la economía como un sistema biofísico y evolutivo, el matemático Alfred Lotka (1880-1949) retomó el principio de Boltzmann para señala que la evolución del mundo orgánico era una lucha por la energía.

 

Otro de los grandes pioneros que influenció el estudio de los factores biológicos y la economía es el químico Frederich Soddy (1877-1956) en cuyo trabajo seminal es Wealth, Virtual Wealth and Debt (1926) establece los principios que relacionan la economía y el mundo energético. Para el autor, era importante distinguir entre la energía que produce un trabajo porque es ésta la que genera riqueza. Por lo cual, la opulencia o pobreza en el planeta es sinónimo de escasez o abundancia de la energía disponible para el trabajo.

 

Dentro de la revolución del pensamiento aparece la obra de un economista brillante como fue Kennet Boulding (1910-1993). En su trabajo Earth as a space ship (1965), considera que la tierra debe convertirse en una nave espacial para escapar de los problemas que ha generado el ser humano en el entorno físico, ecológico y social. La especie humana estaba acostumbrada a un espacio tan inmenso que sus residuos no eran problema. En los tiempos modernos, la sociedad se enfrenta al problema de la entropía creciente (para más detalles de este término puede consultar una colaboración nuestra disponible en https://www.alainet.org/es/articulo/211241). De esta manera, la posibilidad de supervivencia está determinado por la capacidad de generar procesos productivos que recicle en su totalidad los insumos naturales.

 

Finalmente, una de las obras cumbre y elementales para la economía ecológica es The Entropy Law and the Economic Process (1971) de Nicholas Georgescu-Roegen (1906-1994). Este economista rumano rompió el paradigma dominante acerca de un sistema económico cerrado al intercambio energético y estático al tiempo señalando que todo sistema social está sujeto a la fuerza de la entropía. Es decir, toda acción humana y productiva requiere energía. De tal manera que, después de utilizar esa energía, ya no es posible reutilizarla. A esto se refiere en términos sencillos la entropía. Por tanto, una de las varias herencias de Georgescu-Roegen es el reconocimiento de la producción de mercancías como un proceso que utiliza y desgasta energía, implicando que el resto de sistemas y especies ya no pueden utilizar esta energía. (nuevamente, para conocer más detalles hacemos referencia a nuestra colaboración “Georgescu-Roegen y entropía: los abandonados en la lucha contra el cambio climático” disponible en https://www.alainet.org/es/articulo/211241)

 

Con base en estos fundamentos acerca de la vida económica, el enfoque de la economía ecológica se ha construido de manera científica y rigurosa creando a su paso corrientes particulares dentro del mismo enfoque. De nueva manera, sin afán de agotar el debate al respecto, se presentan una breve y sencilla clasificación de las distintas corrientes. Por un lado, los partidarios decrecimiento y la desmaterialización van contra la idea del crecimiento ilimitado de los modelos tradicionales. Daly y Cobb (1989) exhiben las presiones generadas por el capitalismo guiado por lógica del crecimiento sobre las comunidades.

 

El trabajo desde esta disciplina es construir conceptos que permita comprender las interrelaciones del mundo social y ecológico. Entre los más importante aparece el metabolismo socioambiental. Este término es análogo al concepto de la biología para dar cuenta de los diversos procesos materiales y energéticos al interior de la sociedad cuya particularidad es la dinámica, aunque Toledo (2013) atribuye la primera aparición en la economía en la obra de Karl Marx. El metabolismo aparece como un enfoque integrador que permite comprender la dinámica de las relaciones sociales dentro de la naturaleza, partiendo del principio que cualquier sistema social está dentro del sistema ecológico, por lo cual, las leyes de la naturaleza coadyuvan con las leyes de los fenómenos sociales, históricos y culturales.

 

La economía ecológica ha reconocido la relación entre procesos económico y naturaleza como un proceso de disputa y conflicto donde toda acción genera ganadores y perdedores. Los ejemplos en la realidad lamentablemente son diversos. Los esquemas energéticos de los países son excluyentes con segmentos de la población que no pueden pagar por servicios elementales como la electricidad. Por otra parte, la minería a cielo abierto, los monocultivos, extracción de petróleo a través del fracking, entre otros, han generado una serie de problemáticas ambientales, conflictos territoriales e injusticias sociales. Los grandes proyectos de infraestructura o actividades productivas han volcado sus consecuencias contra comunidades rurales, indígenas y pobres debido al choque de visiones. De un lado, un aspecto mercantil y por el otro una cosmovisión donde la naturaleza es parte central de la reproducción cultural de las sociedades.

 

En esta misma línea, la economía ecológica reconoce el esfuerzo de las comunidades en la lucha de la defensa del territorio y en la construcción de propuestas de gestión energética y productiva. Entre ellos destaca Ramachandra Guda y Joan Martínez Alier con su ecología de los pobres y ecologismo popular. Esta manifestación va contra el argumento de que los ricos son quienes mejor cuidan el ambiente gracias a la maduración de su conciencia ambiental y la actitud política del ciudadano respecto a su entorno. Los dos autores coinciden en que el ecologismo del mundo desarrollado carece de un arraigo cultural pues se considera de manera superflua, mientras que desde las comunidades indígenas y rurales existe una relación con la naturaleza sistemática y cultural. Asimismo, Barkin et al. (2020) destaca el enfoque de la economía ecológica radical como corriente que consolida este tipo de sociedades, mejorando su calidad de vida y conservando sus ecosistemas.

 

La economía ecológica comprende que la crisis ambiental debe abordarse desde distintas perspectivas, escalas y dimensiones, por lo cual no se limita en el trabajo de las comunidades sino construye marcos analíticos que permiten construir alternativas a nivel sectorial. La ecología industrial bosqueja el proceso económico como el conjunto de la producción, distribución y consumo sin desvincularlo de la dinámica social y biológica. Para integrar las sucesiones, se retoma el concepto de metabolismo ahora de carácter industrial, en el cual, la dinámica productiva se asimila a la naturaleza sujeta a límites energéticos Al respecto, Ayres y Ayres (2001) consideran vital poner énfasis en las entradas, salida, flujos y ciclos de los materiales durante todo el proceso, por lo cual, el aparato industrial a nivel nacional puede reconvertirse desde estos conceptos para transformar la manera en que se hace uso de los bienes naturales a fin de minimizar el daño ecológico de las actividades económicas.

 

Para concluir, es importante señalar el aporte de la economía ecológica para entender, internalizar y desarrollar alternativas frente a la crisis ambiental desde una perspectiva analítica distinta. Retomar los trabajos pioneros de economistas, biólogos, químicos, sociólogos entre otras disciplinas permite a esta corriente poseer una plataforma intelectual que manifiesta claramente la necesidad de reconsiderar los modelos abstractos de los economistas. Para Constanza (1996) es fundamental el análisis multidisciplinario, inclusive un cambio epistemológico y ontológico del método de análisis respecto al método positivista lógico tal como señala Spash (2012) y que permita la pluralidad de métodos (Spash, 2020).

 

Es crucial reconocer el actual esquema productivo y energético como una situación de conflictos que requiere el trabajo desde distintas trincheras y escalas de actividad económica y humana en lugar de pugnar por una y sólo una política ambiental para cada país. Por ello, esta corriente ofrece alternativas desde el trabajo comunitario, regional e industrial partiendo de la relación economía-sociedad-naturaleza más allá de un aspecto monetario sino reconociendo el conjunto de relaciones complejas que implica valores, cosmovisiones, actores excluidos,  perdedores, condiciones históricas, recursos y posibilidades desde los cuales se pueden plantear alternativas que permitan cambiar el actual estado de las cosas y transitar hacia esquemas de producción distintos que atiendan a las necesidades de una nación. Impulsar las distintas herramientas y propuestas de la economía ecológica permite ampliar el diagnóstico de la crisis ecológica actual, apoyar a los gobiernos en esta tarea y construir alternativas con el fin de evitar los escenarios catastróficos que plantea el IPCC en el corto, mediano y largo plazo.

 

Bibliografía referenciada:

 

  • Ayres, R. Ayres, L. (Eds.). (2002). A handbook of industrial ecology. Edward Elgar Publishing.
  • Barkin, D., y Sánchez, A. (2020). The communitarian revolutionary subject: new forms of social transformation. Third World Quarterly, 41(8), 1421-1441.
  • Boulding, K. E. (1965). Earth as a space ship. Washington State University Committee on Space Sciences, 10.
  • Costanza, R. (1991). Ecological economics: a research agenda. Structural Change and Economic Dynamics, 2(2), 335-357
  • Daly y Cobb (1989). For the Common Good: Redirecting the Economy Toward Community, the Environment, and a Sustainable Future. University of Cambridge.
  • Georgescu-Roegen, N. (1971). The entropy law and the economic process. Harvard University Press.
  • Frederick, S. (1926). Wealth, Virtual Wealth, and Debt.
  • International Panel of Climate Change (IPCC). Sixth Assessment Report “AR6 Climate Change 2021: The Physical Science Basis” Disponible en https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/
  • Rosas, G. (2021). Georgescu-Roegen y entropía: los abandonados en la lucha contra el cambio climático” Agencia Latinoamericana de Información. Disponible en https://www.alainet.org/es/articulo/211241
  • Spash, C. (2012). New foundations for ecological economics. Ecological Economics, 77, 36-47.
  • Spash, C. (2020). A tale of three paradigms: Realising the revolutionary potential of ecological economics. Ecological Economics, 169, 106518.
  • Toledo, V. (2013). El metabolismo social: una nueva teoría socioecológica. Relaciones. Estudios de historia y sociedad, 34(136), 41-71.

 

- Gabriel Alberto Rosas Sánchez cursa el Doctorado en Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma Metropolitana (México) y es miembro de la Sociedad Mesoamericana y del Caribe de Economía Ecológica. Correo electrónico: rosassanchezgabriel@gmail.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/214624?language=en
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