Los rituales de la muerte en plena pandemia en América Latina y el Caribe

La imaginación política represiva (con sus métodos de tortura) se ha puesto tan creativa como las mismas mutaciones y adaptaciones del coronavirus (con sus variantes): ambas han afinado su artillería para matar despiadadamente a los seres humanos. 

05/07/2021
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Antoinette Duclaire
Imagen de Antoinette Duclaire
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La hora es sombría en y para América Latina y el Caribe: en plena pandemia de Covid-19, vuelven cada vez con mayor fuerza los horrores y terrores que habíamos vivido en los tiempos de las dictaduras civiles y militares y, en el caso de Colombia, durante el conflicto armado.
 

Si bien la pandemia sigue haciendo estragos en nuestra región y se concentrará cada vez más allí por un buen tiempo, sin embargo, la mala política ha tenido los mismos impactos mortales que el coronavirus. En algunos países no se sabe de manera clara y distinta qué ha hecho y sigue haciendo más daño: ¿la pandemia o la forma de gobernar?


Por ejemplo, si bien el coronavirus ha llenado (alguna vez) de cadáveres los cementerios, hospitales e incluso las calles, pero también la opresión y represión políticas han realizado unos rituales de la muerte que no les envidian nada a estos lúgubres espectáculos de la pandemia.  


La imaginación política represiva (con sus métodos de tortura) se ha puesto tan creativa como las mismas mutaciones y adaptaciones del coronavirus (con sus variantes): ambas han afinado su artillería para matar despiadadamente a los seres humanos. 


En Haití, la joven Antoinette Duclaire, figura feminista, comunicadora y socióloga (quien supuestamente hablaba “demasiado” de política y decía demasiadas verdades al actual gobierno), recibió siete impactos de bala por parte de los delincuentes. El cuerpo de la que fuera “la joven promesa política y feminista de Haití” quedó como un colador.  


En Colombia, primero desaparecieron a unos y unas jóvenes, quienes marchaban en contra de la reforma fiscal y por un cambio estructural en el país; luego, se han ido encontrando sus cadáveres, algunos de ellos desmembrados en el Río Cauca, en particular, en el lugar que fuera el principal foco de estas protestas, a saber, Cali.


No se trata de simples asesinatos. No. Son unos auténticos rituales de la muerte que tratan de callar, silenciar, disuadir. Por medio del terror. La juventud es su principal víctima y objetivo militar.


Son unos rituales, en la medida en que estos asesinatos son detalladamente planificados, cuidadosamente ejecutados, mediáticamente teatralizados y celebrados con lágrimas de cocodrilo. 


A Antoinette Duclaire, la habían amenazado y perseguido varias veces y durante semanas y meses; e incluso, gente cercana al poder la había “invitado amablemente” a callarse. 


A los jóvenes desmembrados, los habían estigmatizado en los principales medios de comunicación como “vándalos”, “vagos” y “comunistas”; los habían convocado a regresar a sus casas y “quedarse quietos” allí.


Cuerpos desmembrados, torturados, envueltos en bolsas de plástico y cuyos miembros flotan sobre un río. Cadáveres que se exponen boca abajo en la vía pública. 


Son unas puestas en escena en que se muestra de manera amenazante lo que les espera a las y los jóvenes “imprudentes” e incluso “irresponsables”, quienes “no hacen caso” a las autoridades y a quienes incluso se les acusa de desatar la violencia y propagar la pandemia por haber participado en estas protestas.   


En definitiva, los asesinos, en particular, los autores intelectuales de estas crueldades, envían de manera contundente un mensaje claro principalmente a la juventud rebelde, a quienes no respetan el “orden”, hablan “de más” y se ponen a hacer “cosas indebidas”. 


Estos rituales de la muerte constituyen un fuerte llamado disuasivo al orden, al respeto al poder y al mantenimiento del statu quo. Son asesinatos que desgarran el alma, pero a través de ellos la esperanza se va asomando: si para convencer a unos jóvenes “locos”, el poder necesita del terror y horror de semejantes rituales de la muerte, entonces ya no es tan fuerte y se está quedando sin argumentos.

 
https://www.alainet.org/es/articulo/212939?language=es

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