Biden y el Nuevo Orden Mundial
La reunión de Alto Nivel entre China y Estados Unidos realizada la semana pasada en Alaska, podría considerarse el acta de defunción de la diplomacia.
- Opinión
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi
En tan solo los dos meses de gobierno Joe Biden está logrando lo que sus cinco antecesores desde el final de la guerra fría no pudieron: comenzar a darle forma a un nuevo orden internacional. Ahora, está por verse si es el mejor y más recomendable para Estados Unidos. Desde la década del caos que siguió al fin de la Unión Soviética, pasando por el intento de imponer un sistema unipolar a partir del 11 de septiembre de 2001 que fracasó al estallar la crisis económica y financiera de 2008 hasta la resistencia posterior de quienes encabezados por China y Rusia -que por fin decidieron asumir un rol protagónico en defensa de la humanidad y a favor de la multipolaridad- el mundo no ha podido estructurar un definitivo sistema internacional.
Sin embargo, las primeras acciones de Joe Biden han apuntado en esa dirección. Las grotescas declaraciones del senil presidente estadounidense contra China y Rusia, en particular contra sus presidentes, son muestra clara de esa intención. Lo curioso es que ello no ocurre por una política cónsona, pensada y diseñada al respecto, sino por lo que podría denominarse una “No política”, es decir la incapacidad de “leer” lo que está ocurriendo en el planeta, ante lo cual, el único instrumento que les queda es el de la soberbia y la prepotencia, además de la fuerza y una grandilocuencia que navega en portaviones pero camina con pies de algodón.
La reunión de Alto Nivel entre China y Estados Unidos realizada la semana pasada en Alaska, podría considerarse el acta de defunción de la diplomacia. Estados Unidos violentó todos los protocolos previamente establecidos. En primer lugar, queriendo dar una muestra clara de superioridad y asedio a su contraparte, poco antes de comenzar las deliberaciones, anunció sanciones contra altos dirigentes de la Asamblea Nacional de China por la aprobación de una ley que regula las elecciones internas de Hong Kong.
Luego, ya en el lugar de los debates, el secretario de Estado Anthony Blinken habló 16 minutos en vez de los 2 que se habían acordado con anterioridad como preámbulo y saludo a la contraparte. Todo esto, a pesar del reclamo del canciller chino Wang Yi que le señalaba el reloj al estadounidense como forma de hacerle saber el incumplimiento de las normas acordadas. El máximo representante de China en el cónclave Yang Jiechi se vio impelido a abandonar el protocolar saludo de 2 minutos que había preparado, para intervenir por los mismos 16 que había usado Blinken, viéndose obligado a refutar con dureza la furibunda diatriba anti china del secretario de Estado, desmontando una por una las falsas acusaciones que se manifestaron a partir de la visión unilateral de Washington sobre el mundo y en particular sobre China.
A continuación, de acuerdo al orden del debate, la prensa debía salir del recinto, pero una vez más, de forma unilateral, Blinken le ordenó que permaneciera en el lugar para que fuera escuchada la segunda parte de su perorata sobre temas que no estaban agendados, al final de lo cual, la delegación de Estados Unidos le dijo a la prensa que ya podía salir. China se negó a ello y los representantes de los medios de comunicación pudieron escuchar el discurso equilibrado y sosegado, pero extremadamente duro con que los representantes chinos respondieron al atribulado Blinken quien esperaba verlos amedrentados ante la verborreica andanada altanera y arrogante a la que habían sido sometidos.
Comenzaron los gestos nerviosos del novel secretario de Estado, la expresión corporal delataba incredulidad, sorpresa e inseguridad, comenzaron las llamadas a los asesores quienes a través de papelitos aportaban insumos para que el novato delegado de Washington tuviera alguna capacidad de respuesta ante los experimentados diplomáticos chinos.
Estados Unidos trató de debatir sobre temas no contemplados en la agenda que decían relación con terceros países y regiones, en particular el Asia Pacífico y la península de Corea, pero los chinos les dijeron que habían venido para discutir temas bilaterales y a encarar la responsabilidad que las dos potencias tenían en la salvaguarda de la paz en el planeta, la lucha contra la pandemia y el cambio climático.
Este último punto fue el único sobre el que llegaron a un mínimo acuerdo. No hubo declaración final ni rueda de prensa conjunta, tampoco fecha para un próximo encuentro. Los chinos meditaban en silencio pensando que Jiechi significa “tigre bueno”. El Consejero de Estado y máxima autoridad del Partido Comunista en materia de política exterior Yang Jiechi había sido un buen tigre en defensa de los intereses de su país y su pueblo, aunque después del encuentro, las relaciones bilaterales quedaron en el punto más bajo de la historia con todas las consecuencias que ello tiene.
Otro tanto protagonizó Biden en una entrevista de televisión al certificar que el presidente ruso era un “asesino”, en un acto sin precedentes en las relaciones internacionales, lo cual obligó a Rusia a llamar a consultas a su embajador en Washington a fin de evitar el “deterioro irreversible” de las relaciones bilaterales. La situación ha llevado a que el canciller ruso Serguei Lavrov al referirse a los hechos, afirmara que: “En gran medida [Estados Unidos] ha olvidado cómo se realiza la diplomacia clásica. La diplomacia implica la relación entre las personas, es la capacidad de escuchar a otros, tomar en consideración su punto de vista, encontrar un equilibrio de intereses”, todo lo cual pareciera que está siendo dejado de lado, en una intencionalidad de abonar al conflicto y a la fuerza como instrumentos que beneficien al Complejo Militar Industrial, única manera de sostener la maltrecha economía de Estados Unidos.
En este sentido, Washington parece haber optado por la confrontación, fortaleciendo la alianza Quad con Australia, Japón e India. Incluso permitiéndose amenazar a China. Kurt Campbell, coordinador del Consejo de Seguridad Nacional para el Indo-Pacífico del gobierno estadounidense señaló que: "Hemos dejado claro que Estados Unidos no está preparado para mejorar las relaciones [con China] en un contexto bilateral al mismo tiempo que un aliado [Australia] cercano y querido está siendo sometido a una forma de coerción económica” agregando que le han hecho saber al gobierno chino que Estados Unidos "no dejará sola a Australia en el campo de batalla", en referencia a la aparente guerra comercial que Beijing mantiene con Canberra, por la decisión de ésta de inmiscuirse en los asuntos internos de China, como forma de expresar sumisión a Estados Unidos.
De la misma manera, Japón, habitualmente cauto en los asuntos de su vecino asiático, sacó la voz envalentonado por el apoyo recibido de Estados Unidos, adscribiendo al fervor anti chino que ha escalado en los últimos años. En una amenazante declaración conjunta tras la visita de los secretarios de Estado Anthony Blinken y de Defensa Lloyd Austin, Estados Unidos y Japón desafiaron el martes 16 de marzo a China afirmando que cualquier intento de "coerción" y "desestabilización" de la región sería respondido. En una declaración conjunta con sus homólogos japoneses, Toshimitsu Motegi y Nobuo Kishi, Blinken y Austin advirtieron que "el comportamiento de China, cuando es incompatible con el orden internacional existente, presenta desafíos políticos, económicos, militares y tecnológicos".
En este marco, Estados Unidos también se ha abocado a fortalecer la “Alianza de los Cinco Ojos” organización de inteligencia supranacional secreta formada junto a Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda a fin de intercambiar información sensible contra China que recopilan y comparten. Pareciera que la opción por el multilateralismo que exponen Biden y Blinken se orienta en esta dirección.
En respuesta, el canciller ruso Serguei Lavrov realizó una visita a Beijing, los días 22 y 23 de marzo. Durante su estadía en China, Lavrov afirmó que los dos países harían todo lo necesario para mantener las relaciones bilaterales “a resguardo de amenazas por partes de naciones inamistosas”. Su anfitrión, el canciller chino Wang Yi aseveró que la coordinación estratégica integral entre los dos países “no se debilitará ni contraerá, sino que se fortalecerá y expandirá”. Como expresión de ello, se pusieron de acuerdo para desarrollar la cooperación estratégica en temas políticos y para luchar conjuntamente contra el Covid19, así como para impulsar de forma conjunta el desarrollo económico y social, manteniendo la comunicación y la coordinación estratégica oportuna porque ella “no es solo importante para China y Rusia, sino también benéfica para el mundo”. Ambos países se propusieron propugnar "un orden mundial multipolar más justo, democrático y racional".
¿Y qué pasa con Europa? La verdad, cada vez juega menos en el escenario global. Está fuera de esta ecuación, actuando como caja de resonancia de Washington y debatiéndose entre su subordinación irracional a Estados Unidos y la necesidad de ser consecuente con sus intereses, abriéndose a la cooperación con China y Rusia. Así lo atestiguan las fuertes presiones que están recibiendo por darle continuidad al gasoducto Nord Stream 2 que le proveerá gas a mitad de precio del que le vende Estados Unidos. La inaudita “defensa” del gobierno de Merkel se manifestó afirmando que su gobierno no puede hacer nada porque ese es un proyecto privado.
Por otro lado, también está en juego el recientemente firmado acuerdo comercial China-UE ampliamente beneficioso para ambas partes, sobre todo después que China desplazó a Estados Unidos como principal socio comercial de la Unión Europea. En estos casos no se sabe si triunfará el pragmatismo o el miedo que las élites europeas sienten hacia Washington.
Acostumbrados a su prepotencia colonial, imploran cobardemente cuando tras la aplicación de sanciones en cumplimiento de órdenes de Washington, reciben respuestas de países como, Rusia, Venezuela y China que no se dejan avasallar exponiendo a Bruselas al ridículo de manifestar su incomprensión por las réplicas recibidas.
Así, el planeta va tomando un cariz diferente en el que los bandos que pugnan por el unilateralismo o la multipolaridad comienzan a ubicarse en el gran tablero del ajedrez mundial en un enfrentamiento en que Estados Unidos está optando por su intento de bipolarizar. Lo preocupante es que en este caso, las opciones son la paz o la guerra.
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