¿Nuevos aires corren sobre Yemen?
Joe Biden anunció un cambio en la relación con las monarquías del Golfo Pérsico, por los que algunas cosas podrían cambiar en Yemen, el país más pobre de Oriente Medio.
- Opinión
El pasado jueves cuatro, en su primer discurso como presidente de los Estados Unidos, respecto a lineamientos sobre política exterior, Joe Biden, anunció una remodelación, ya veremos cuan profunda, respecto a la relación con las monarquías del Golfo Pérsico, por los que algunas cosas podrían cambiar en Yemen, el país más pobre de Oriente Medio.
Lo más relevante, fue el anunció de la posibilidad de dar marcha atrás con la decisión de Donald Trump, tomada el último día de su mandato, acerca de la designación como organización terrorista, a la organización chií Ansar-Allah (Partidarios de Dios) más conocido como Houthis, por el nombre de su fundador, asesinado en 2004, Hussein Badreddin al-Houthi. Mike Pompeo, el alucinado, Secretario de Estado de Donald Trump, justificó la medida de su jefe responsabilizando a los Houthis, por los ataques transfronterizos y para disuadir de su actividad “maligna” a la República de Irán, en la dirección de Ansar-Allah. Al tiempo que unas semanas antes, la administración Trump había levantado la designación de grupo terrorista a la milicia integrista china de la etnia uigur, Movimiento Islámico del Turkestán Oriental (MITO), responsable de cientos de ataques terroristas tanto contra las fuerzas de seguridad de Begin como contra ciudadanos comunes, en procura de escindir la región autónoma occidental china de Xinjiang y establecer un estado islámico.
Con el fin de organizar los desatinos trumpistas en Medio Oriente, Biden ha elegido al veterano diplomático Timothy Lenderking, como enviado especial a Yemen, para impulsar los “nuevos” tiempos que parecen aproximarse sobre la Península Arábiga. Lenderking, un diplomático de carrera que ha cumplido funciones, entre otros destinos, en Arabia Saudita, Irak, Kuwait y Marruecos
La nueva administración norteamericana, revertiría la decisión de Trump, justamente a raíz de la crisis humanitaria, que tiene en estado de hambruna a más de diez millones de personas. Dentro de esta medida y para nada menos relevante, se encuentra la confirmación por parte del Departamento de Estado, de cesar el apoyo militar a Raid, para la continuación de sus operaciones sobre Yemen.
Así todo, Washington no cambia su visión acerca del grupo, al que considera de “conducta reprobable” y especifica que su acción apunta fundamentalmente a aliviar las consecuencias en la población civil, ya que el 80% de sus casi 30 millones de habitantes dependen de la asistencia alimentaria y sanitaria de organizaciones internacionales y las importaciones comerciales para cubrir sus principales necesidades de subsistencia.
Trump, en su medida del 19 de enero pasado, había liberado de esa designación a las organizaciones de ayuda humanitaria, además de las Naciones Unidas, la Cruz Roja Internacional y las exportaciones de mercancías agrícolas y sanitarias. Aunque esas excepciones, no fueron los suficientemente amplias para cubrir las necesidades más críticas de la población yemení.
Naciones Unidas, se encuentra intentando la reactivación de las conversaciones de paz, ya que además de situación provocada por la guerra, el país también debe enfrentar con urgencia la pandemia, cuyo desarrollo no ha podido ser evaluado dada la situación bélica.
Si bien la nueva actitud de la Casa Blanca frente al conflicto es alentadora, todavía la resolución se encuentra lejana, por lo que los yemeníes han recibido la información con extrema cautela. Y las acciones en consecuencia del primer discurso de Biden acerca de las políticas internacionales están todavía por verse, ya que Tel-Aviv, el lobby judío de Estados Unidos y los grandes negocios pautados entre Trump y fundamentalmente Arabia Saudita, tienen suficiente margen de maniobra para echar atrás las intenciones de Biden. Aunque en su discurso fue categórico al decir: “Esta guerra tiene que terminar”, y enfatizar que su compromiso, con terminar con todo el apoyo estadounidense a las operaciones ofensivas de Arabia Saudita en la guerra, incluyendo la venta de misiles guiados de alta precisión, para utilizarlos contra Yemen. Aunque nada se dijo sobre otro de los grandes jugadores de la guerra: los Emiratos Árabes Unidos (EAU), ya que su apoyo en la lucha contra al-Qaeda para la Península Arábiga en Yemen es clave. Estados Unidos priorizará su colaboración para detener las incursiones en territorio saudita de los letales drones yemeníes, que han causado verdaderos estragos como el recordado ataque de septiembre de 2019, a las plantas petroleras de Abqaiq y Khurais en el este del reino, que hicieron templar los mercados financieros del mundo.
Nada se sabe acerca de la posición de Reino Unido respecto a las restricciones que podría estar por imponer Biden a Riad, ya que Londres, después de Estados Unidos, es el principal proveedor de armamento de los sauditas y siguió vendiéndole armas a pesar de que el tribunal de apelación dictaminó en 2019 en contra de ello. Aunque casi se sobrentiende que si la medida de Biden, de ser verdaderamente “sincera”, ni los británicos, ni los sauditas, que de manera desesperada están buscando una buena excusa para abandonar la guerra sin tener que reconocer su fracasado, mantendrían sus posiciones frente al cambio de rumbo del Departamento de Estado.
Es importante señalar que cuando esta guerra fue iniciada en marzo de 2015, el presidente de los Estados Unidos era Barack Obama y su vice Joe Biden, y entonces nada hicieron para impedir el previsible holocausto, que hoy está viviendo el pueblo yemení, fueron los Houthis quienes han llevado todo el peso de la resistencia, en la guerra declarada por Arabia Saudita, que ya ha provocado cientos de miles de muertos, una crisis humanitaria y sanitaria sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, lo que incluye el mayor brote de cólera jamás registrado. Además de la devastación de prácticamente toda la infraestructura del país.
¿Cómo terminar una larga amistad?
Yemen ha sido un ejemplo más de la estrecha relación entre los Estados Unidos y las diferentes organizaciones integristas, que tan bien ha sabido utilizar como en Afganistán, Yugoslavia, Siria y otros tantos escenarios donde compartían los mismos objetivos.
En el caso de la guerra en Yemen, grupos integristas, fundamentalmente al-Qaeda, se han afianzado sobremanera en el sur del país, creciendo a la sombra y abrigo de Washington, ya que los Houthis, aliados estratégicos de Irán, representan el verdadero freno para los principales socios de los Estados Unidos en la región: Arabia Saudita y el enclave sionista, que ocupa ilegalmente Palestina. Esta es una de las razones fundamentales por el dueto Trump-Pompeo, los designó como grupo terrorista, medida que acaba de ser revertida por Biden.
En el mismo origen del movimiento Ansar-Allah se encuentra la necesidad de los yemeníes, particularmente de los chiís, de detener la expansión de las khatibas (brigadas) de al-Qaeda, en la Península Arábiga, (AQAP). De hecho, los wahabitas, comenzaron hace más de diez años a operar en la frontera norte de Yemen, con el guiño de Riad, y fueron toleradas por el entonces presidente Abed Rabbuh Mansour Hadi y sus antecesores establecidos en Sanaá, siendo respaldados por Estados Unidos, Riad y Abu-Dhabi, hasta que en septiembre de 2014, tras el triunfo de los Houthis, Mansour Hadi debió buscar refugio en Arabia Saudita, que le dio un seudo sustento legal, para el inició de la guerra en 2015.
A pesar de que la AQAP está considerada como una de las filiales más extremas y brutales de la organización dirigida por Ayman al-Zawahiri a nivel global, el movimiento Ansar-Allah ha conseguido mantenerlos a raya y confinarlos en el sur del país, desde donde lanzan operaciones cada vez más débiles, a pesar del apoyo de Abu-Dhabi, conducto por donde le llegaban los apoyos norteamericanos, por lo menos hasta el pasado 20 de enero.
En julio de 2015, muyahidines del AQAP colaboraron con los militares que se mantenían fieles a Mansour Hadi y tropas de los EAU, respaldadas por Estados Unidos lograron expulsar a los hutíes de Adén, la principal ciudad del sur del país, que hoy se encuentra bajo el control de un grupo separatista, alentado por los EAU, conocido como Consejo Transicional Sureño (STC, por sus siglas en inglés), con el que los Estados Unidos tendrá que negociar si realmente pretende estabilizar la región, además de neutralizar a al-Qaeda, que sin duda no aceptará las recomendaciones de sus antiguos socios, que dicen estar realizando operaciones con el fin de neutralizar sus acciones, por lo que se conoció hace unas pocas semanas que a fines de diciembre habría sido detenido el emir de AQPA, Khalid Batarfi, un duro veterano de Afganistán y entregado a Riad, aunque ningún medio periodístico ha logrado confirmar la noticia. También se conoció que en la misma acción en que se detuvo a Batarfi, habría muerto su segundo al mando Saad Atef al-Awlaqi. Quizás, una vez más haya llegado el tiempo en que Estados Unidos se tenga que deshacer de algún viejo socio. Algo tan oscuro y difícil de constatar, no solo para los observadores internacionales, sino para el propio Biden.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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