Entre China y la UE

15/06/2020
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J-C. Juncker, E. Macron, A. Merkel y Xi Jinping
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Las relaciones entre China y la UE afrontan un año decisivo. El próximo 1 de julio, Alemania asume la presidencia rotatoria. En los últimos meses, el diálogo al máximo nivel entre Berlín y Beijing se ha intensificado. Igualmente frecuentes han sido los contactos con el presidente galo Emmanuel Macron. También se llevó a cabo una nueva ronda de diálogo bilateral estratégico. Esto ha servido una vez más para fijar posiciones, inventariando coincidencias y divergencias. Hay proximidad en el rechazo al unilateralismo estadounidense y en la visión de muchos asuntos internacionales. Y hay distanciamiento en otros asuntos relevantes, tanto en el orden sistémico chino como en el marco de las relaciones recíprocas.

 

Recientemente, la Cámara de Comercio Europea en China reclamaba una mayor apertura económica y medidas de liberalización. El comisario Josep Borrell secundó estas demandas y la exigencia de reciprocidad de trato sin pasar por alto una reprimenda por la “suficientemente probada” implicación china en estrategias de desinformación a propósito del Covid-19. De las estrategias de desinformación de los EEUU no consta que se haya elevado queja alguna.

 

En medio de la ascendente tensión sino-estadounidense, la UE se debate entre secundar la actitud de su hoy imprevisible aliado o explicitar su autonomía tomando distancias de Washington. Algunos países europeos, especialmente en el Este, caso de Rumanía (vetando la construcción de dos reactores nucleares por parte de una empresa china) o la República Checa (su presidente del Senado visitará Taiwán a finales de agosto) parecen guardar distancia de Beijing. En el polo opuesto figuran países como Grecia o incluso Portugal que ponen el acento en las convergencias en asuntos de gran importancia, desde la defensa del multilateralismo a la recuperación económica sin por ello dejar de compartir con sus socios comunitarios que China es un “rival sistémico” en lo que se refiere al modelo de gobernanza. La OTAN, por su parte, asegura que China representa un cambio en el panorama geopolítico y que “estará atenta.”

 

Más allá de hacer valer su imparcialidad en la decisión a propósito de la red 5G al margen de las presiones estadounidenses, la medida de la capacidad de China y la UE para hacer primar la cooperación y la voluntad de construir consensos en detrimento de la confrontación se verá reflejada en la firma o no en lo que queda de año del Tratado Bilateral de Inversiones. Las negociaciones se iniciaron en 2013. De lograrlo, no solo se desbarataría la estrategia suicida de Donald Trump sino que, en el contexto de la recesión que se aproxima, ofrecería una inyección de confianza en los afanes mancomunados para una pronta superación de la crisis económica.

 

Ambas partes deben realizar un esfuerzo importante para encontrar un espacio común de entendimiento. China debe hacer algún gesto en reconocimiento de las exigencias europeas, mejorando las condiciones de acceso a su mercado tanto de empresas como de inversores, y la UE, por su parte, debiera reconocer el pleno derecho de China a elegir su modelo de desarrollo. La UE ha sabido disponer medidas de protección específicas contra las operaciones de algunas empresas chinas en territorio europeo para proteger sus sectores estratégicos; también puede fortalecer su sector público para competir con las empresas públicas chinas en vez de exigir a Beijing su privatización. Para China, más allá de lo que represente ideológicamente para el PCCh, disponer de un sector público fuerte es una condición elemental para enfrentar el poder de las grandes multinacionales occidentales y preservar su soberanía económica. Sin él, enfrenta la competencia en inferioridad de condiciones y eso también es competencia desleal.

 

Otro tanto podíamos decir en el orden diplomático. Se acusa a China de ser ahora más agresiva en su proceder exterior. Pero si hablamos de agresividad, aun no hemos escuchado, por ejemplo, ni una sola autocrítica del comportamiento de la UE como impulsora de la operación aliada que resultó en la destrucción de Libia. Fue en 2011. ¿Cómo calificar el comportamiento de los países europeos? ¿Alguien se acuerda del nefasto papel de Nicolás Sarkozy en este drama, desatado básicamente para recuperar popularidad en su país? La UE no es tampoco el paradigma incuestionable de la decencia. Se dice que China es más asertiva. Quizá se deba a que estábamos habituados a un silencio que para un Estado-continente que alberga a casi el 20 por ciento de la población mundial tenía, necesariamente, plazo de caducidad. China es, sin duda, más consciente ahora de sus capacidades para defender sus intereses frente a épocas anteriores en las que solo podía bajar la cerviz. Y eso forma parte de la vieja normalidad.

 

- Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/207254
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