La pandemia del racismo y el coronavirus

22/05/2020
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Diseño: Diego Orellana
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En tiempos del Coronavirus, SARS-CoV2, es bueno reflexionar sobre otros asuntos, que dejamos de lado y que tienen mucha más importancia de la que le damos. Como 1) la recuperación de la memoria de sucesos dramáticos que se vivieron durante la historia reciente del país, 2) los efectos sociales y económicos que el coronavirus nos va a dejar, especialmente para los sectores más vulnerables, las comunidades mayas, los niños y las mujeres, 3) una mayor desnutrición, más pobreza extrema, mayores desigualdades, y 4) el racismo en las redes sociales que se ha viralizado en los tiempos del confinamiento como una plaga que puede ser comparada con la pandemia del coronavirus.

 

Leyendo Twitter, Facebook e Instagram en estos días de confinamiento, me encuentro con innumerables sketch y videos de ladino-mestizos, vestidos de indígenas, burlándose de la vestimenta y forma de hablar de los Pueblos originarios, con muy poca gracia, pero con un discurso de odio y de agresión hacia la cultura maya que resulta grotesco y patético.

 

La respuesta en las redes de una de nuestras mejores artistas internacionales, Sara Curruchich, fue rotunda: “Los pueblos originarios no somos un disfraz (…) El racismo tiene distintas facetas, esta es una de ellas (…) Esto no es una comedia, esto es racismo, y así se naturaliza”. Ante una respuesta como ésta, clara, valiente y contundente, le llovieron críticas y descalificaciones que desembocaron en discursos de odio. No es la primera que Sara Curruchich sufre este tipo de agresiones, al igual que vienen padeciendo otras muchas mujeres mayas, artistas, políticas e intelectuales de renombre.

 

Frente a esta agresión, me pregunto: ¿por qué nos centramos tanto en la pandemia del coronavirus si la pandemia del racismo lleva mucho más tiempo extendiéndose en nuestro país y en muchos otros, y pareciera que, en los últimos años, esta peste ha mutado hacia el mundo digital, se ha viralizado y recrudecido. Además, como nos vienen tiempos de carencias y adversidades, corremos el riesgo que la solidaridad, ya escasa en los últimos años, se evapore y las consecuencias de esta epidemia se ensañen con las poblaciones más vulnerables, las mujeres y los Pueblos originarios.

 

¿Cuáles podrían ser los términos comparativos de estas dos pandemias?

 

1) En primer lugar, en la opinión pública se recogen frases como que el coronavirus “es un temible enemigo muy difícil de visibilizar”, porque se esconde, muta, se enmascara y, cuando menos se lo espera uno, rebrota de forma brutal, hasta provocar la muerte de muchos seres queridos por el daño físico o psicosocial.

 

El racismo, al igual que el coronavirus, puede estar latente, soterrado históricamente, y emerge en momentos de crisis política o de temor de una parte de la élite de poder.

 

En los medios, el coronavirus es calificado como un “terrible enemigo”, “un enemigo invisible y difícil de combatir”.

 

La similitud resulta evidente con esa guerra sin cuartel que el ejército trató de esconder durante la época de la contrainsurgencia y que estigmatizó a la población indígena tachándola de “enemigo interno”, y la combatió hasta su exterminio, llegando a provocar un genocidio.

 

El genoma del virus

 

2) En segundo lugar, el coronavirus en su genoma posee una mezcla de elementos específicos que, combinados, le permiten penetrar en la célula y hacer miles de copias. Esos doce elementos insertados en su genoma son los culpables de su virulencia y agresividad.

 

Algo similar ocurre con el racismo.

 

El racismo es un fenómeno histórico-estructural que está presente en todas las sociedades post-coloniales, pero cuando se combina con otros elementos, emerge con mayor virulencia.

 

En aquellas sociedades y estados en donde se yuxtaponen, la desigualdad, la exclusión, el machismo, la explotación, la dominación y la discriminación étnica, de clase o género, allí es cuando se convierte en pandemia.

 

La combinación de machismo, homofobia, discriminación de género y de etnia ha provocado, al igual que el coronavirus, mayores niveles de agresividad y virulencia en contra de las mujeres, llegando al feminicidio, y en contra de los indígenas, produciendo un etnocidio.

 

Y países como Guatemala son un caldo de cultivo idóneo para el virus del racismo, en donde éste adquiere mayor virulencia, debido a que el estado y las elites de poder ejercitan políticas que generan mayores desigualdades y discriminaciones.

 

En sociedades postcoloniales en donde las elites de poder y los estados son profundamente desiguales e inequitativos y sojuzgan a buena parte de la población, basándose en la consideración de que son seres inferiores o incapaces de desarrollarse, en ese tipo de sociedades, y sin duda, Guatemala es una de ellas, el racismo se viraliza y adquiere la mayor virulencia como sucedió, en concreto, durante la ejecución de la política genocida en contra de las comunidades indígenas.

 

 

 

Desde hace varios días, Manuela regresa a su casa con Q30 en la bolsa.

 

Virus con niveles de contagio sorprendentes

 

3) En tercer lugar, la pandemia del coronavirus sorprende a los científicos por sus elevados niveles de contagio, que además es asintomático en muchos casos y eso lo hace más difícil de combatir.

 

La pandemia del racismo no escapa a estas características y las redes sociales con su capacidad de para contagiar al conjunto de la sociedad con ideas racistas han provocado un recrudecimiento de este y de los discursos de odio hasta llegar a justificar agresiones psíquicas, morales y físicas a la población discriminada por su etnia, su orientación sexual y su género.

 

Pero hay una diferencia: la pandemia del racismo no parece frenarse con el confinamiento.
Más bien estamos viendo que es cada vez mayor la viralización y el contagio de actitudes, prácticas y expresiones racistas en las redes sociales.

 

4) En cuarto lugar, aunque todavía no tenemos toda la información sobre el coronavirus, ahora sabemos que el virus posee una alta capacidad de mutación para adaptarse mejor al ambiente del nuevo huésped, los seres humanos y selecciona aquellos organismos más propensos a su infección, como los ancianos, las personas con patologías previas, etc.

 

La pandemia del racismo, como hemos visto en otras ocasiones, muta, se transforma y adquiere diferentes grados de virulencia, según el medio y según sean sus víctimas. No agrede de forma igual al conjunto de la sociedad, sino que se focaliza principalmente en indígenas mujeres como principales víctimas de su infestación. De la misma forma que los pacientes asintomáticos del virus, el conjunto de la población sana contribuye a diseminar el racismo al conjunto de la sociedad.

 

5) En quinto lugar, y esto es un factor esencial. Según los científicos, el coronavirus no afecta a todos los tipos de células, sino penetra solo en aquellas que poseen una proteína ACE2, a través de la cual, el virus logra introducirse en la célula e infectarla y consigue reproducirse en miles de copias. Algunos científicos la comparan con una planta carnívora que abre sus fauces para devorar a su presa.

 

Con el racismo pasa lo mismo. No afecta por igual a todos los miembros de la sociedad, solo a aquellos que por su etnia y género se les considera inferiores, o que pueden ser sujetos de dominación y explotación. Es contra ese sector donde se expresa y se reproduce el racismo, es contra esa población donde el racismo penetra y engulle a su presa o la destruye física o psicológicamente y, en especial, la exprime económicamente.

 

De modo que el coronavirus, como el racismo, solo se expande, se reproduce y se incrementa si encuentra el terreno fértil para hacerlo. El racismo se insemina sólo si existen condiciones para germinar y en la sociedad guatemalteca por razones histórico-estructurales y en coyunturas determinadas, el racismo ha encontrado y encuentra las mejores condiciones para infiltrarse, diseminarse y expandirse, como ocurrió durante la etapa contrainsurgente, cuando el racismo y el genocidio se convirtieron en dos caras de la misma moneda por haber provocado crímenes masivos, como dictaminó la Sentencia por Genocidio del 10 de mayo del 2013, o la Sentencia por los crímenes de género y deberes contra la humanidad en contra de las mujeres de Sepur Zarco.

 

Por otra parte, los científicos consideran que el coronavirus posee una enorme capacidad de diseminación, lo que le convierte, en “un arma letal”. Al igual que el racismo, con la diferencia de que el coronavirus disminuye su alcance viral y su letalidad con el confinamiento, los tratamientos médicos y otras medidas sanitarias, en cambio el racismo se incrementa con el uso abusivo y desproporcionado de unas redes sociales cargadas de discursos de odio, burla y agresión.

 

Por último, la enfermedad del COVID-19, no solo afecta a ciertos individuos, sino que contagia al conjunto de la sociedad, mientras no logra inmunizarse colectivamente. El COVID-19 es una enfermedad que afecta a múltiples órganos y aparatos: el respiratorio, el digestivo, el secretor y el neurológico, hasta causar su muerte por fallo respiratorio o cardíaco.

 

De la misma forma, el racismo se mete debajo de la piel, se enquista en lo más hondo del individuo y de la sociedad, causando daños físicos y psicológicos profundos; pero lo que lo hace más peligroso que el coronavirus, es que el racismo mata por la violencia y el odio que despierta; por el hambre y la desnutrición que provoca; por la pobreza y desigualdad que genera; y, sobre todo, porque queremos pretender que no existe y. porque no queremos darnos cuenta y creemos que, nuestro único mal es el coronavirus sin percatarnos de los enormes estragos que produce el racismo y la discriminación en nuestra sociedad.

 

Ojalá que pronto los científicos encuentren una vacuna que erradique esta terrible enfermedad, y eso nos haga invertir en ciencia y en redes sociales de protección universal.

 

Pero mi duda es ¿cuánto vamos a invertir, en tiempo y energía, para encontrar una vacuna que nos haga inmunes y nos cure del racismo y de la discriminación?

 

Marta Elena Casaús Arzú

Es socióloga, historiadora, catedrática y escritora guatemalteca, radicada en España. Casaús es doctora en Ciencias Políticas y Sociología, profesora titular en la Universidad Autónoma de Madrid.

 

https://nomada.gt/blogs/la-pandemia-del-racismo-y-el-coronavirus/

 

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/206723

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