La “derechización” de los gobiernos latinoamericanos y los retrocesos generados

27/04/2020
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En medio de la pandemia en marcha que no sabemos hasta cuando se podrá prolongar y en el marco de la llegada de las derechas, algunas insólitas, a los gobiernos de varios países de la región como Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Uruguay que se sumaron a los prexistentes de Chile y Colombia, mientras la Argentina logró retomar la senda perdida pero no los daños sufridos durante la gestión de Mauricio Macri, parece interesante recordar algunos de los significativos avances que se habían logrado desarrollar en América Latina en la primera década de este Siglo XXI.

 

Cinco años del golpe a Fernando Lugo en Paraguay

 

Uno de ellos fue cuando el 15 de agosto de 2008 llegó Fernando Armindo Lugo a la presidencia del Paraguay quién, en apenas poco más de una semana de gestión, le diera un nuevo dinamismo al proceso integrador de la Cuenca del Plata comenzando por la revitalización de un antiguo tratado entre los tres países menores de la región, el Urubapol (Uruguay, Paraguay, Bolivia).

 

Existe una breve pero interesante historia de dicho tratado realizada por el académico uruguayo Bernardo Quagliotti de Bellis, director de la revista “Geosur”, de la Asociación Suramericana de Estudios Geopolíticos, relacionada con el período de su existencia entre 1963 y 1976, hasta su denuncia por parte del exdictador paraguayo Alfredo Stroessner, presionado por el también dictatorial gobierno brasilero de entonces.

 

El término URUPABOL había reaparecido en Asunción del Paraguay el mismo 15 de agosto, en bocas del presidente boliviano Juan Evo Morales durante una charla que mantuvo con un grupo de periodistas horas después de la ceremonia de traspaso del mando de Nicanor Duarte Frutos a Fernando Lugo. Por primera vez, en muchos años, más de 30, en boca de un jefe de estado de la región se volvió a escuchar hablar de aquel viejo tratado.

Cristina Kirchner

 

Pero había sido Lugo el paladín de su recuperación. Tras imponerse en las elecciones en su país en el anterior mes de abril, realizó una recorrida por todos los países de la Cuenca del Plata y así visitó en la Argentina a Cristina Elisabet Fernández; en Bolivia a Evo Morales; en el Brasil a Luiz Inácio Ferreira “Lula” da Silva; y en el Uruguay a Tabaré Vázquez; amén de algunos extrazona como el nicaragüense José Daniel Ortega y el venezolano Hugo Rafael Chávez.

 

Durante su campaña la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), el frente político heterogéneo conformado alrededor de la figura de emblemática de Lugo, tanto él como sus seguidores se encargaron de plantear la necesidad de reformular los tratados de Itaipú y Yacyretá, las dos grandes centrales hidroeléctricas sobre el Río Paraná –la primera de ellas la mayor generadora de energía del mundo- de las que el Paraguay obtiene escaso provecho dado su paupérrimo nivel de desarrollo por lo que debe vender el excedente, o sea casi todo lo que le corresponde, a sus respectivos socios: el Brasil y la Argentina.

 

La estrategia energética diseñada por Ricardo Canese, un ingeniero electo parlamentario del Mercosur por el movimiento Tekojoja, la fuerza propia de Lugo dentro de la APC, pasaba, precisamente, por una gran integración de esos recursos entre los cuatro, por entonces, miembros plenos del tratado regional más Bolivia y, en un futuro, a otros más distantes Venezuela, país que se adhirió, pero sufrió la resistencia de aquellos estados ya integrantes que abandonaron el campo popular. Recuerdo que, por entonces, cuando estaba al frente de la desaparecida agencia Mercosur Noticias, tuve una amplia conversación al respecto con el propio Canese quién tras el golpe blando contra Lugo se postulara a la presidencia por ese mismo frente.

 

Sin embargo, en este planteo estratégico que abarcaba todo el Cono Sur y algo más había un eje central: el Urubapol. Lugo lo habló en sus visitas a Tabaré y Evo. Este último recogió el guante de inmediato y poco después salió a plantearlo como estrategia. Tabaré guardó silencio, seguramente porque su política, diseñada por el ministro de Economía y Finanzas, Danilo Ángel Astori, no apuntaba a sus vecinos sino a la firma de tratados de libre comercio (TLC) con los Estados Unidos de América a pesar de la resistencia que ello generó internamente en el gobernante Frente Amplio, lo que los obstaculizó.

 

En ese marco salió rápidamente Lugo a reforzar su proyecto enviando, en nuevas visitas, ahora a su canciller, Alejandro Hamed Franco, un reconocido historiador cuya designación fue cuestionada por círculos del poder económico, desde los Estados Unidos y aún por algunos sectores desde el interior de la propia APC, en particular del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), luego eje del referido golpe blando que destituyera a Lugo. Hamed habló de la cuestión en Montevideo con su par uruguayo Gonzalo Fernández. El mismo que pocos días antes había planteado la necesidad de “flexibilizar” el Mercosur mientras que el luego sucesor de Tabaré, el senador ex Tupamaro José Alberto “Pepe” Mujica, repetía en la Argentina su decisión de fortalecer el pacto regional.

 

Con Lugo los cuestionamientos a la integración que esgrimían funcionarios de Duarte Frutos se terminaron. La decisión fue la de la plena integración, pero el bloque de los más chicos podía ayudar a una mejor negociación con los más grandes. Bolivia tiene gas, aunque por entonces no le alcanzaba más que para abastecer su mercado interno, al Brasil y un poco a la Argentina, pero iba por más. Por lo tanto, había que prever un gasoducto que la conectase con el Paraguay y con el Uruguay –en este caso a través del Brasil o de la Argentina- que no lo tienen. En el caso argentino la conclusión del mismo se abandonó en 2018 durante la gestión macrista, aunque posteriormente en 2019 se acordó con Jair Messias Bolsonaro, durante una visita de éste a Macri, retomar la obra para que el Brasil pudiese acceder vía el mismo al gas boliviano.

 

Por otra parte, en aquellos tiempos de integración, el Paraguay buscó concesiones de la Argentina y el Brasil para disponer con alguna libertad sus excedentes de Yacyretá e Itapú, en virtud de lo cual podría abastecer de energía eléctrica a Bolivia y el Uruguay, ya que con ello el cinturón de seguridad regional en la materia estaría asegurado.

 

El tratado del Urubapol, fue firmado el 25 de abril de 1963, hacen hoy 57 años, y apuntaba, entre otras cosas, como recuerda Quagliotti de Bellis, al desarrollo de una flota fluvio-marítima común. Bolivia y el Paraguay son países mediterráneos que se conectan con el Océano Atlántico a través de ríos de la Cuenca del Plata. La costa uruguaya tiene las mejores condiciones para un puerto que centralice el comercio ultramarino y de hecho ya se había venido modernizando el de la propia Montevideo, de más fácil acceso y más barato que el de la actual Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la Argentina.

 

Por ello es clave la Hidrovía del Río de la Plata, con el Paraná y el Paraguay, eventualmente extensible hasta el Bermejo, como en su momento se lo propusiera el oidor de Charcas (Bolivia), Juan de Matienzo, al entonces rey de España, Felipe II, lo que diese lugar a la definitiva fundación de la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires para facilitar el comercio entre la metrópoli colonial y las minas de metales preciosos del Alto Perú. Este tema de la Hidrovía fue parte de las charlas entre Hamed y Gonzalo Fernández. En el Uruguay se pretendía desarrollar la energía nuclear y el Paraguay tiene uranio. Su sobreabundancia hidroeléctrica no lo ha llevado a ver aquella otra fuente de aprovisionamiento, pero facilitarlo a una futura central uruguaya podía ayudar al proceso de interconexión global, para el cual también estaba prevista, como se ha señalado, en la visión del gobierno de Lugo, la indispensable participación del Brasil y la Argentina, amén acuerdos geográficamente más complicados, con Chile y Venezuela.

 

Un acuerdo que, llegado el caso, también se puede ampliar a todo otro número de cuestiones, entre ellas la complementación en materia alimentaria, en la cual el Uruguay es el país mejor posicionado de los tres, aunque el Paraguay tiene una enorme potencialidad, a la cual Bolivia puede adicionar, por razones geográficas y climáticas otros productos, cuyos cultivos puede intensificar.

 

El Paraguay fue el país más desarrollado de la región en los albores de la independencia de los países surgidos de las metrópolis colonialistas ibéricas a comienzos del Siglo XIX a partir de la visión del gran presidente jacobino José Gaspar Rodríguez de Francia. Tras la infausta “Guerra de la Triple Alianza” pasó a estar subsumido en el atraso contumaz. Lugo no sólo hablaba de los aborígenes, de los pobres y de la democracia formal; tenía un proyecto estratégico para transformar su país y para ello contaba con la buena voluntad de Cristina y Lula, pero en ese marco había puesto buena parte de sus fichas en resucitar el Urubapol.

 

No fue posible y ante el avance de los golpes blandos en el Paraguay, el Brasil y Bolivia y la llegada constitucional de Macri en la Argentina todo quedó en la nada. Ahora, coronavirus de por medio, todo está por verse otra vez.

 

- Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

www.marcelobonelli.com.ar

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/206191?language=es
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