La purga capitalista, de la ficción distópica a la injusta realidad
- Opinión
La Purga es una serie de películas de ciencia ficción que plantea la existencia de una sociedad distópica en los Estados Unidos, donde los nuevos padres fundadores han establecido una noche al año para purgar la población permitiendo la eliminación física de las personas sin ningún tipo de penalidad legal entre las 7 de la noche y las 7 de la mañana del día siguiente, en esas 12 horas además de impunidad total, no habrá seguridad policial, ni atención de emergencias, ni servicios médicos, cada quién está por su cuenta, no existe ley, ni Estado. En el segundo film de la saga grupos enteros salen a cazar y matar a quienes consideran sus enemigos, a vengarse o simplemente a barrer y eliminar a la “basura” de su sociedad; los supremacistas cazan inmigrantes, negros, musulmanes; los ricos compran o subastan pobres para poder purgar en la seguridad de su hogar o en clubes privados; al final resulta que los escuadrones de la muerte muy armados y moviéndose en camiones, que invaden hogares y zonas residenciales humildes, y que cazan a las personas sin hogar en los subterráneos, son funcionarios del gobierno, los propios padres fundadores purgando a la sociedad de los pobres, de la carga económica que representan para el estado, diezmando la población para que el sistema siga funcionando.
Ciertamente se trata de ciencia ficción, pero refleja los deseos profundos de una parte de la sociedad estadounidense que siente que los “otros”, los diferentes, los que asumen como naturalmente inferiores, los de afuera, le están quitando su sueño americano; pero además deja colar las intenciones de una clase dirigente de esa sociedad y del mundo por hacer lo que sea necesario para que un sistema desigual, injusto, destructor de la naturaleza y opresor de la mayoría de la humanidad; un sistema insostenible e insustentable, aunque perversamente racionalizado y culturalmente asimilado continúe existiendo; los amos del capital, la élite mundial que controla la mayoría de la riqueza material ya no oculta al público su posición sobre el exceso de población mundial, la carga que representan los jubilados y la población económicamente improductiva, lo absurdo del “gasto social”, e incluso la inutilidad del Estado, debiendo este ser mínimo en las sociedades desarrolladas y porque no desaparecer como tal en el resto del globo; lo han declarado desde el FMI, se ha filtrado de las reuniones del club Bilderberg y se ve reflejado en la estrategia Rumsfeld/Cebrowski; finalmente la industria cultural, la maquinaria hollywoodense comienza a vender la idea a la población mundial, tal como nos cuenta el hermano Luis Bonilla en su artículo más reciente, haciendo referencia al ya célebre chasquido del Titán loco Thanos en los Vengadores Infinity War, con el que se elimina la mitad de la vida en el universo.
Obviamente los métodos no serán, por ahora, los mismos de la ciencia ficción, los titanes del mundo real no usan joyas del infinito, ni guanteletes, pero hay otras formas, no menos perversas e igualmente efectivas que van desde las revoluciones de colores, primaveras y manitos blancas, hasta la guerra económica, la imposición unilateral e ilegal de sanciones extraterritoriales, la confiscación arbitraria de los recursos soberanos, el reconocimiento de gobiernos paralelos (estos sí, muy ficticios), e incluso el terrorismo, las guerras proxy, el bloqueo naval disfrazado de lucha antidrogas, y por qué no, un magnicidio, secuestro, intervención, invasión militar, guerra “justiciera” en nombre de la paz, la democracia, los derechos humanos, la civilización, la fe verdadera y todo lo que el destino manifiesto encomendó a los Estados Unidos y sus vasallos, digo aliados.
Para cumplir con sus planes vale todo, y en ese sentido por qué no la guerra biológica aunque esta se devuelva como un bumerang fatal, o para evitar que nos tomen por conspiranoicos, aprovechar el “accidente inesperado”, para dejar que un virus se encargue de hacer la purga de los indeseables, de las cargas de la sociedad, de los nadie de Galeano; en Estados Unidos sólo los que pueden pagar los servicios de salud privados pueden, siquiera hacerse la prueba para saber si están contagiados, ni que decir de cubrir los gastos médicos en caso de resultar positivos; es decir, que los pobres, los sin hogar, el creciente número de desempleados despedidos en el marco de la crisis por sus empleadores capitalistas, y por alguna “extraña” razón las estadísticas revelan que el mayor número de afectados se encuentra entre la población afrodescendiente y latina; en fin una pandemia que contribuye a purgar un sistema que colapsa, al tiempo que permite encubrir su crisis estructural y a la vez culpar de todo al odiado rival geopolítico por el “virus chino”.
Hoy hay una tendencia a hablar de un mundo poscoronavirus, un orden mundial diferente, una humanidad distinta, mejor, más solidaria, el fin del neoliberalismo; muy bien, la esperanza es importante y tenemos que aferrarnos a ella, pero debemos tener cuidado de que, después de un nuevo ajuste, el capitalismo sustentado en la modernidad, el patriarcado y la colonialidad, aproveche la purga de los que considera “parásitos” de su sistema y termine extendiendo por un tiempo adicional su hegemonía; dependerá de todos que un cambio ocurra, construir una nueva realidad, sin exclusiones sustentadas en la naturalización de las diferencias como jerarquías, en la racionalización de los prejuicios y en la destrucción suicida del medio natural; una realidad en la que superando esta prueba, entendamos que nuestra forma de vida, nuestra interacción con el planeta, las otras formas de vida y entre nosotros como especie debe cambiar radicalmente; los pueblos del sur global tenemos la oportunidad de demostrar que, más allá de la popularidad de la frase, nuestro valor no depende de cuanto tengamos, por más legitimada que este la expresión por los valores individualistas y consumistas del capitalismo neoliberal.
Hay que detener la purga del mundo real, no solo la que se produce con la pandemia del covid-19, sino la que experimentamos cotidianamente las grandes mayorías del mundo, excluidas y producidas como inexistentes o desechables por el sistema mundo moderno-colonial, capitalista y neoliberal; los inmigrantes, los pueblos originarios, los obreros, campesinos, los pobres del mundo, los nadie tenemos una oportunidad histórica de construir un futuro diferente para el vivir bien sobre la base de nuestra cosmovisión, nuestra historia, identidad y de nuestros valores como especie, como pueblo, como los sujetos históricos de un nuevo mundo posible.
Oswaldo Espinoza
Pltgo. Msc.
Docente UBV.
Investigador CEPEC-UBV.
Investigador colaborador CIM-CLACSO.
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