Guayaquil: "Debe haber un cambio donde lo humano sea lo principal” (V)

15/04/2020
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Urdesa en cuarentena por COVID-19
Foto: M.P. Briones
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Entrevista a María Paulina Briones, editora-docente-escritora. Reside en Urdesa, Guayaquil.

 

¿Cómo describiría el nivel de organización del municipio de Guayaquil frente a la epidemia? ¿Le transmite seguridad?

 

La única certeza que tengo del Municipio de Guayaquil es que tiene dinero que puede utilizar para esta crisis y debe hacerlo. Desde hace muchísimos años esta instancia -que también es gubernamental, aunque por alguna razón esto se pierde de vista- se desentendió de competencias fundamentales para los habitantes de la ciudad, como la Educación y la Salud. Y digo habitantes, porque el concepto de ciudadanía queda gastado y es insuficiente. Acá vive gente de todos los lugares del Ecuador, y también de otros países. Ellos, todos nosotros, habitamos la ciudad y tendríamos que tener cobertura en estos sentidos. 

 

Lamentablemente el Municipio también falló en su comunicación: hemos sido testigo del desacierto de las declaraciones alarmistas de la alcaldesa, que, aunque fueron hechas por desesperación, sembraron más caos.  Cuando digo esto no es que esperaba un ocultamiento de la situación, pero quien dirige no puede perder la cabeza. Necesita transmitir seguridad.  El Municipio tuvo, además, respuestas lentas. Hoy quiero también, entender, -porque no me gusta ninguna versión única de los hechos-, que esas respuestas tardías se debieron, en parte, a prohibiciones del COE nacional para poder intervenir en territorio, como suelen decir quienes trabajan en el Estado. Quedó al descubierto el rechazo, desde la centralidad gubernamental, para utilizar los recursos gestionados por la alcaldía: espacios adecuados para médicos y otros enfermos creados en estadios o la antigua maternidad o la propuesta de los dos nuevos cementerios que son necesarios. Y más allá de cualquier criterio político, la ciudad necesita de estos espacios gestionados por la Municipalidad. Fue bastante criminal esta actitud.

 

Por otro lado, no podemos mirar en una sola vía esta crisis. La raíz del estado de inequidad y postración de Guayaquil es muy similar a la del resto del Ecuador. ¿Cuándo, me pregunto, el Municipio ha pensado en albergues y comedores populares y comunitarios? ¿Por qué no tenemos hospitales municipales? ¿Por qué la ciudad no tiene baños públicos? ¿Por qué si hay tanto dinero en el Municipio no ha retomado competencias básicas en Salud y Educación?  Esto no tiene que ver con el coronavirus. Esto es parte de una política pública integral en donde lo social jamás ha tenido cabida real. Hoy muchas más personas lo tienen a la vista. Pero la inequidad no empezó con el Partido Social Cristiano, como muchos señalan. Empezó mucho antes. Por supuesto, si el PSC ha estado 30 años en el poder municipal, hay cuentas sin saldar evidentes. Eso es innegable. Esto que la pandemia ha desnudado debe servir como ejemplo para todo el país. Todos y todas debemos vernos en Guayaquil. El abandono, la ineptitud y la desigualdad no son exclusivos de Guayaquil. Lo que sí muestran es que ha gobernado una clase política infame; más allá de si son de derecha, centro o izquierda.

 

¿Qué piensa del rol del gobierno nacional en asistir a la ciudad y a la provincia del Guayas durante la pandemia de coronavirus?

 

Patética. Sin un plan intervinieron la provincia y fueron probando. Por supuesto que era una situación inédita, pero se trata de seres humanos. Nunca pensaron que la cuarentena no podría cumplirse por las propias dinámicas de la ciudad.

 

Además de que los militares no están acostumbrados a este trabajo comunitario educativo que implica conminar a las personas para no salir, sin usar la fuerza, Los abusos se hicieron públicos los primeros días. La imposibilidad de mantener inmovilizadas a las personas desborda las medidas. Pasan los días y tenemos más gente en la calle, como es lógico que ocurra. Mientras, desde la propia ciudad, desde los sectores más pudientes las críticas hacia lo que se ve solo como desobediencia no han cesado. Imposibilitada de ver más allá de su ombligo, esta clase social poco sensible y desde su comodidad, desconoce cosas tan evidentes como clima, tipos de vivienda, informalidad en el trabajo, hambre y costumbres. Por otro lado, en estos días, ya hemos visto reportajes sobre la vulnerabilidad de quienes tienen que lidiar en primera línea con la pandemia: los médicos, los militares, policías, muchos ya muertos y contagiados. Algunos siguen trabajando contaminados. Tampoco podemos cegarnos por más indignados que estemos con el trabajo que hace también el Estado. Y aunque pareciera que me contradigo, pues no. Se trata de tener empatía por quienes están afuera soportando en directo la enfermedad. Porque a pesar de mi crítica al sistema hay elementos positivos. 

 

¿Ha podido adquirir víveres y remedios sin problema en los lugares de abastecimiento de su vecindario? ¿Se ha podido guardar la distancia recomendada entre las personas evitando las aglomeraciones?

 

Cada semana que pasa es más difícil. La última vez que salí tuve una fila de más de 500 personas para entrar a un supermercado y cuando llegué a la fila de pago después de hacer las compras, la cajera que me atendió estaba enferma. Tenía fiebre, tos, sudaba. Pensé de qué valían mis cuidados si su empresa la obligaba a trabajar pese a todo lo que estamos viviendo. Muy violento. Lo único que pude hacer es decirle que se fuera a su casa, a descansar, porque no valía la pena estar allí en esas condiciones.

 

¿Tiene familiares o vecinos afectados por el coronavirus?

 

Hemos perdido a un tío médico y ha sido doloroso no poder despedirnos de las personas que han sido importantes y queridas en nuestras vidas. Abrazar a las personas que amamos en estas circunstancias ya no es posible. Además, han muerto las madres de dos compañeros de trabajo.  Una de ellas aún sin poder sepultarse. Mi padre ha perdido un amigo entrañable. La partida de un joven médico que pasó por la Universidad de Las Artes también ha sido devastadora, porque no podemos olvidar su bondad. Saber que en estos momentos la madre de una estudiante necesita oxígeno y que nadie puede darle ayuda porque los teléfonos de todas esas listas que nos han pasado por redes sociales no contestan, es devastador. Esa es nuestra cotidianidad ahora.

 

¿Qué piensa sobre la infraestructura médica (hospitales, centros de emergencia públicos y/o privados) de la ciudad? ¿Ha recibido atención médica en Guayaquil? ¿Cómo la calificaría?

 

Yo estoy afiliada al seguro social por mi trabajo, pero cuando no he tenido trabajo fijo he seguido pagando mi afiliación independiente. Tengo una fijación al tema de salud porque he visto cómo mi padre desde joven tuvo problemas de salud que pudo atender porque tenía un seguro médico. Jamás he dejado de pagarlo, además tengo un seguro privado mediano porque todos sabemos que el seguro médico público no funciona del todo. Mis padres son jubilados y utilizan el sistema público. Mi papá ha sufrido varios infartos cerebrales y ha sido atendido en clínicas privadas que tenían convenidos con el Seguro Social. Mi madre tuvo una operación hace cuatro años, también utilizó su seguro del IESS. Han tenido, hemos tenido suerte. Conozco casos de personas que no han logrado que los atiendan. También ocurre que no hay los medicamentos que ellos necesitan. Los medicamentos están por los cielos en este país.

 

En la prensa de todo el mundo se han publicado fotos de féretros en las calles de Guayaquil -sacados afuera de los hogares por familiares de los fallecidos, desesperados ante la larga demora de los servicios encargados de retirarlos. ¿Ha visto personalmente féretros en las calles de Guayaquil?

 

No los he visto personalmente por la zona en que vivo, pero tengo amigos que viven en distintas áreas de la ciudad y sí los han visto. He visto además los videos de los cadáveres quemados en calles o en bolsas negras en los hospitales y en las casas. También los ataúdes de cartón donados que han sido tan polémicos. Es que hay que ponerse en otros cuerpos para intentar comprender lo que esto significa en nuestras costumbres. Pero como antes he dicho, ante la situación de tener a un ser querido descomponiéndose dentro de casa pues no sé si cabe pensar en la dignidad. O sí, tal vez sí quepa hacerlo, pero en otros términos.

 

En su opinión, ¿la deficiencia del sistema de salud pública de Guayaquil es el mayor problema para confrontar la epidemia? ¿O piensa que el mayor problema es otro?

 

Se trata de varios problemas juntos. Hay deficiencia en el sistema sanitario; claro que es cierto. El gobierno hizo despidos el año pasado, justamente también de trabajadores de la salud que hoy necesita. Este gobierno ha venido desmantelando todo. Casi desarmaron un sistema de Gestión de Riesgo, la Educación, los medios públicos, etc. 

 

Guayaquil necesita desde antes una nueva planificación, otra división sectorial urbanística, social, porque es enorme y el Municipio no llega a los lugares más necesitados. Debe haber un cambio evidente en donde lo humano sea lo principal y no la restauración de cascarón que ha recibido la ciudad. La ciudad debe mirar hacia lo esencial y para eso necesitamos personas fuera de estos círculos que ya han estado al mando y que han sido incompetentes.

 

¿Quisiera agregar algo sobre su experiencia durante esta pandemia que está sumiendo a la ciudad en una emergencia sanitaria nunca antes vista?

 

Además de ver el horror que todos acá hemos visto de alguna u otra manera, hay cosas que no puedo tolerar. No puedo aceptar las respuestas cínicas de las autoridades que no pueden aceptar que cometieron errores. Debe ser muy difícil estar al mando en una situación catastrófica, pero sigue llamándome la atención la imposibilidad de reconocer los errores. Qué tragicómico debe ser pensar que somos héroes, cuando en realidad se trata del trabajo que elegimos (me refiero al de los funcionarios de gobierno), que tiene unas obligaciones con las personas de este País. Los políticos del gobierno -incluye como siempre digo al poder local- solo están haciendo lo que han dicho que es lo que les motiva, lo que debe ser un servicio y lo que han aceptado. No se trata de un favor, es su trabajo. Ellos tienen que responsabilizarse y aceptar a dónde nos están llevando.

 

Y la sociedad tiene que asegurarse de no olvidar jamás lo que estamos viviendo.  Jamás pensar en volver a lo que llamamos "normalidad".

 

A pesar de este presente apelo a tratar de acompañar calmadamente a quienes más lo necesitan. La desesperación y el miedo juegan en contra en situaciones como esta. Propongo también, si es que esto fuera posible, poder observar lo positivo que aparece en una tragedia. Eso lo hemos visto: las personas que habitan en esta ciudad son muy fuertes y solidarias. Las mujeres guayaquileñas son como los troncos de los árboles, han tejido redes de ayuda muy diversa y por fuera de los poderes públicos. En estos momento es fundamental mirar los buenos ejemplos, porque hay personas que se han volcado para ayudar en esta tragedia. Cuando pienso en todas estas personas tan positivas y propositivas la palabra dignidad me hace sentido. Para mí la dignidad es poder rearmarnos de valor frente a la adversidad. 

 

«Voces de Guayaquil, epicentro de la pandemia en Ecuador» consiste en una serie de entrevistas a residentes días posteriores a que su ciudad estuvo en la primera plana de los noticieros internacionales por los muertos sin sepultura y sus familiares clamando por ayuda a un Estado aparentemente inexistente. Trabajadores, artistas, estudiantes, docentes sus vivencias desde la ciudad que es el centro económico y financiero del país y que paradójicamente también es la ciudad con mayor concentración de pobreza. Se estima que un 17% de los 2.700.000 habitantes de la urbe viven en condiciones de pobreza. Recostada sobre las aguas terrosas del río Guayas, con un clima muy cálido y húmedo que no hace mella en la actividad intensa y el carácter hospitalario y amable de sus habitantes, Guayaquil tiene la mayor densidad de población del país y el sistema de transporte público con más usuarios. Estos elementos junto a las profundas deficiencias del sistema de salud pública nacional cuyo presupuesto fue reducido un 36% en el último año y la desorganización del gobierno municipal son factores que ayudarían a explicar por qué la ciudad concentra el 70% de los casos de COVID-19 en Ecuador y la mayor cantidad de contagios per cápita en toda América Latina.

 

Libertad Gills coordinó online la realización de todas las entrevistas de esta serie.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/205920?language=en

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